Louis Thibaut (1618-1655)

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

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Author: Desconocido · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1898 · Source: Notices, III.
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Biografias Paúles«Ha querido Dios, escribía san Vicente, disponer del buen Sr. Thibaut, Superior de nuestra casa de Saint-Méen, a quien su divina Majestad bendecía de una forma muy particular, tanto respecto de la dirección de la familia que tenía a su cargo, como de las misiones del campo; de modo que Mons. de Saint-Malo, su obispo, me ha dicho alguna vez maravillas de la bendición que Nuestro Señor daba a sus trabajos, y que no había visto otro semejante en Francia. Ha dejado en gran dolor a esta casa y por lo que me dicen, la Provincia entera, donde Dios hacía por él conversiones maravillosas, sobre todo entre la nobleza. En una palabra, era un modelo del verdadero y perfecto misionero

El Sr. Louis Thibaut, cuyo elogio hacía así san Vicente, había nacido en Ferrière en Gatinais, en la diócesis de Sens, el 26 de marzo de1618, y fue recibido en la Congregación de la Misión el 21 de agosto de 1637. Fue sucesivamente Superior de las casas de Saintes (1644) y de Saint-Méen  (1648).

Al principio de su carrera apostólica, el Sr. Thibaut evangelizó primero los alrededores de París. Se le ve trabajando ern Villeneuve-Saint-Georges, en Montgeron, con éxitos y un celo cuyo rastro se sigue por la pluma de san Vicente, tan discreto no obstante cuando tenía que resaaltar los trabajos de sus hijos: «Yo pido a Dios, le escribía el santo, que os conserve para su gloria; le doy gracias por la bendición con la que trabajáis, según nos han contado. Os esperamos pues, añadía él,  con ganas de abrazaros cordialmente y con la esperanza de veros descansar después de tantos esfuerzos. Que Dios os conceda la gracia de descansar eternamente en él«. El Sr. Thibaut era junto con el Sr. Martin uno de los Misioneros  a los que San Vicente declara en sus cartas una clara apertura de corazón y un afecto muy paternal.

«Dios, le escribía el santo, quiera conservaros para su gloria.«

Lo que ha caracterizado la vida de este hombre tan virtuoso y tan verdaderamente distinguido es la dedicación que desplegaba por las dos familias fundadas por su bienaventurado Padre. Él los quería con pasión, podemos decir; por eso su preocupación más constante y más dulce era ver afirmarse y crecer la Congregación de la Misión y la Compañía de las Hijas de la Caridad. Es el tema que se repite con más frecuencia en su correspondencia.

San Vicente le llamó a París cuando reunió a los sacerdotes más experimentados de la Congregación para estudiar la cuestión de los votos y para pronunciarse sobre la redacción definitiva de las reglas. El Sr. Thibaut, en la cuestión, tan debatida por entonces, era del parecer del santo Fundador. No quería votos que hicieran a los Misioneros religiosos, a causa de las prevenciones que reinaban a la sazón entre el estado religioso, sobre todo en Italia; pero, añadía él con los Misioneros más unidos a su vocación: Se necesitan no obstante votos; y «más valdría abrazar los votos solemnes que no hacer ninguno, por lo que se refiere a la firmeza de la Compañía«.

Él declaró una entrega no menor y una solicitud totalmente notable por la Compañía de las Hijas de la Caridad. Vemos por las respuestas que le dirigía san Vicente, que no había una de sus cartas en la que no tratara de vocación  para su piadoso Instituto, de postulantes para su Comunidad. Si el dolor de la separación era demasiado penoso para los padres que habían consentido en entregar a sus hijas a Dios y al servicio de los pobres, el  Sr. Vicente escribía que el Sr. Thibaut estaba allí; que iría a ver a estos padres afligidos, que pondría en sus corazones el valor y el consuelo.

El Sr. Thibaut vino un día a París, y es a este amor del ferviente misionero por la Comunidad de las Hijas de la Caridad, al que  debemos tener todavía de él algunas palabras impresionantes. El Sr. Vicente le había llevado con él a una de estas conferencias que daba a las Hijas de la Caridad, sobre  la explicación de las reglas; era el 28 de julio de 1648. Ese día se trataba del espíritu del mundo; y en una de esas conversaciones  «que recuerdan de una manera tan ingenua a los Padres del desierto«, el humilde y santo fundador preguntado por turno a sus hijas y las había instruido, cuando de pronto se detuvo;  sea porque asuntos le llamaban, sea porque quería dejar oír a sus hijas la palabra de un misionero que les era tan particularmente adicto, se retiró dejando al Sr. Thibaut el cuidado de continuar la conferencia.

Éste se excusó, luego lo hizo en términos que no solamente están impregnados del espíritu del santo fundador, sino que reproducen hasta su estilo. Han entrado a formar parte del volumen de las Conferencias de san Vicente de Paúl a las Hijas de la Caridad; y el piadoso Misionero terminó a la manera del santo dando a su palabra la forma de oración y añadiéndole la bendición. Éste es el texto:

«El último medio, hermanas mías, para deshaceros de espíritu del mundo y de revestiros del espíritu de Dios, y el medio que os debe ser más frecuente, es pedir a Dios, pero a menudo y confiadamente, que os conceda esta gracia que no os negará; ha prometido comunicar su espíritu a los que le quieran seguir. Si lo queréis de verdad, podéis alguna vez obligarle a cumplir sus promesas: Ahora bien, Dios mío, yo estoy toda llena del espíritu del mundo, vos habéis prometido una asistencia especial a los que querrían seguiros,  ¿me la daréis ahora que os la pido para deshacerme de un enemigo que combate tan atrevidamente vuestra gloria y que se sirve de tantos artificios para impedir mi salvación? Oh, yo espero, mi Señor, que me concederéis las ayudas necesarias para derrotarle, es lo que os pido de todo corazón y que os dignéis llenarme de las santas máximas que habéis enseñado a vuestros apóstoles y a todos los que, animados de vuestro espíritu, han subyugado al mundo.

Es la petición que yo hago insistentemente a Nuestro Señor por vosotras, y por mí que lo necesito tanto; y, con la esperanza de que él escuchará nuestras oraciones, pronunciaré las palabras de la bendición. Benedictio Domini, etc.«

Detalle sorprendente, la corriente de vocaciones religiosas que el Sr Thibaut había creado en torno a él le había ganado a aquellos mismos sobre quienes su pensamiento no se había detenido siquiera, Quedaba el único hijo de un padre y de una madre entregados a las obras de piedad y de caridad; pues, cuando se enteró por san Vicente que los autores de sus días no estaban lejos de la resolución de entrar, cada uno por su lado, en alguna Comunidad, para servir en ella a Dios más completamente; y el santo le indicaba de qué Comunidades muy conocidas ciertamente y muy queridas de él  se trataba en cuanto a ellos, se trataba. Veamos esa carta:

«Señor, he recibido dos cartas de vuestro señor padre, por las cuales me he enterado de dos cosas: una que Dios ha dispuesto de vuestra pequeña hermana, lo que os sería un motivo de dolor si no hubierais aprendido a conformaros a su divina voluntad, y no estuvierais como seguro de la felicidad eterna de esta querida inocente; la otra es la perseverancia de vuestro señor padre y de vuestra señora madre, en el deseo que tuvieron en otro tiempo de retirarse del mundo, para unirse más íntimamente a su soberano Creador. Ellos me piden el parecer sobre este asunto, junto con la disposición de sus bienes. Desde que me entregaron la primera carta, yo contesté que a su edad, siendo tan buenos como son, por la gracia de Dios, harían bien en quedarse en el estado presente, habiéndoles rogado que me dispensaran de darles consejo respecto de sus bienes. La segunda carta que he recibido  declara que no están satisfechos con la repuesta, y queriendo conocer con mayor claridad la voluntad de Dios sobre uno y otro punto, me insisten para que les diga mi sentimiento más claramente, lo que me ha obligado a pensar en ello más de lo que lo había hecho. Y tengo mis razones para decirles que tal vez Dios les quiere dar el consuelo que tanto han deseado, ahora que no tienen ningún apego a la tierra, estando sus hijos en el cielo, a excepción de vos, Señor, que estáis todavía en camino y trabajáis con bendición para atraer a los demás; por lo cual estas buenas gentes tienen un contento que dicen no poder recibir  uno mayor en esta vida. Y me parece deber añadir que tal vez su divina Providencia les quiere dar la satisfacción total, acercándoles a vos  y a vuestra vocación también (¿quién sabe?) llamando al padre a San Lázaro, y a la madre a casa de la Srta. Le Gras, donde se librarán del mundo, y en lugar de servir a Nuestro Señor de una forma particular y proporcionada a sus fuerzas«.

Este plan ¿se realizó? Creemos que no. Pero esta familia de verdaderos y fervientes cristianos continuó trabajando en masa para servir los intereses de Nuestro Señor. En una carta posterior a la que hemos citado, se ve que el padre del Sr. Louis Thibaut había avisado a san Vicente de la fundación que acababa de hacer de tres misiones para tres diversas parroquias.

El Sr. Thibaut mismo seguía entregándose a su apostólico y laborioso ministerio de las misiones. Fue en el curso de sus predicaciones cuando cayó agotado. Se hizo trasladar al punto a Saint-Méen; dos días después entregaba su vida a Dios. Sabemos en qué estima tenía  el obispo de Saint-Malo a este Misionero incomparable y en qué términos elogiosos hablaba de su talento. San Vicente añadía por su parte «Nos han contado maravillas de sus virtudes«.

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