Haré preceder algunas observaciones, a modo de indispensable introducción, precisando primeramente una convicción, enumerando a continuación las cuestiones planteadas, determinando, finalmente, los elementos de base de que disponemos.
Introducción
1.° Una convicción. Lo más difícil del mundo, escribía el filósofo Alain, es decir pensando lo que todo el mundo dice sin pensar.1 Yo añadiría que lo más peligroso es decir lo que nadie se atreve a pensar y tiene miedo de expresar.
2.° Las cuestiones planteadas. Fundamentalmente se reducen a dos:
a) ¿Cuál es la naturaleza del vínculo que une a los miembros de la Congregación? ¿Es sólo una promesa? Si es un voto ¿cuál es la naturaleza de este voto ?
b) ¿Qué forma y qué fuerza dan los votos a la vida espiritual ? ¿Se ha de recordar que la mayor preocupación tanto del Vaticano II como de san Vicente consiste en estas dos cuestiones y en su realización?
— El Vaticano II, porque el «aggiornamento» intenta no solamente una renovación exterior, sino también una vitalización y una regeneración de la vida religiosa. La adaptación material de la vida religiosa no tiene otra finalidad que presentar las mejores condiciones para el desarrollo de lo que es esencial: la vida religiosa.
— Vicente de Paúl: «La vida interior es necesaria, es necesario tender a ella; si se carece de ella, se carece de todo» (E. 1960, p. 548).
3.° Los elementos de base. Reconocemos que existen dos, aunque de naturaleza diferente:
a) La institución, es decir, la organización funcional expresada por una estructura jurídica. Desde nuestra perspectiva la institución no es más que un caparazón protector y materialmente regulador.
b) La experiencia religiosa de san Vicente. Esta experiencia es de otro orden completamente distinto: el de la caridad, de la gracia, de la fe. Bajo este punto de vista es primordial y transcendental.
— Primordial, porque es vital y nada puede reemplazar a la vida. La experiencia religiosa de san Vicente ha sido el intermediario del que Dios se ha servido para dar a la Iglesia no sólo un suplemento de vida, sino una vida nueva. El ha cambiado el rostro de la Iglesia. Se nos ha ofrecido la ocasión de tomar conciencia de que somos, de hecho, responsables hoy y mañana de la permanencia de este influjo espiritual y vivificante.
A esta experiencia espiritual apelan hoy: 500.000 miembros de las conferencias de san Vicente de Paúl, 500.000 Damas de la Caridad, 48.000 Hijas de la Caridad, cerca de 100 congregaciones religiosas, masculinas y femeninas. Este millón de personas vivas ven en san Vicente no solamente el Patrón protector, sino también un ser ideal que sin cesar les inspira, les clarifica y al mismo tiempo les estimula y les condena para invitarles a darse más y mejor a Dios y al prójimo.
— Transcendental, es decir, que sobrepasa lo efímero, lo visible, lo accidental, la diversidad de circunstancias y de tiempo. Del mismo modo que Cristo es una imagen, un reflejo, una representación del Padre, que le hace visible y tangible, así Vicente, en su estado y en su misión espiritual, es una suplencia, una mediación religiosa que nos hace más próximos a Cristo y al Padre, más tangibles y nos permite llegar a ser los contemporáneos de Cristo, los familiares del evangelio, los mediadores de Dios y de Cristo.
Nosotros no conocemos útilmente a san Vicente más que en la fe. Del mismo modo que Pascal afirmaba que no conocemos a Dios más que en Jesucristo, que sin El el conocimiento de Dios es inútil, que no conocemos la vida y la muerte más que en Jesucristo, así tratamos de instituir y cultivar, con la gracia de Dios, un conocimiento religioso y sobrenatural de san Vicente. Recordemos aquello que el mismo san Vicente practicaba: «nada me agrada si no es en Jesucristo». «No se pueden considerar los pobres desde el exterior, sino a través de la mirada de la fe», etc. 2 y retengamos su comminación:
«Os ruego mirar estas cosas tal como están en Dios y no como aparecen fuera de El, porque de otro modo, podríamos engañarnos y obrar de manera distinta a como El quiere». «Os ruego considerar todas las cosas en el orden de su Providencia» (S.V., VII, 388; VII, 375-376).
Voy a dividir mis reflexiones de este modo:
- Los votos en la Institución.
- Los votos en la experiencia de san Vicente.
- Los votos en nuestra experiencia personal.
I. Los votos en la Institución
No voy a tratar más que superficialmente este tema, pero es necesario tener en cuenta la naturaleza particular de estos votos. No haré más que decir simplemente lo que ha sido precisado por los señores Diebold, Chalumeau y Campo.
a) Nuestros votos son privados, pertenecientes al foro interno. El hecho de que sean reservados, por privilegio, a una dispensa del superior general o al Papa, no cambia nada su naturaleza.
b) Los votos son un elemento integrante, potencial de la C.M. y del estudio de sus miembros; pero no son un elemento integral. Esto por las razones que sabéis: antes del Breve de Alejandro VII (1655) la admisión en la C. M. ha podido hacerse sin que el sujeto emitiese los votos privados. Lo esencial es la admisión en la Congregación. «Entramos en la Congregación y hacemos los votos». La admisión se sitúa en el plano exterior, en el foro externo; los votos pertenecen al foro interno.
Es interesante que la breve noticia publicada en 1656, en Arras, por Guillermo Delville, declara que los miembros de la Congregación hacen solamente promesa de estabilidad después de dos años de prueba.3
II. Los votos en la experiencia religiosa de san Vicente
1.° El voto decisivo de 1616. Sabemos que en el itinerario espiritual de san Vicente de Paúl, el voto que hizo a Dios de consagrar toda su vida al servicio de los pobres, señala un giro en su vida y le da un estilo, un aspecto, una forma a todo su ser. Dos notas van a caracterizar fundamentalmente su vida:
a) Una voluntad constante de darse a Dios, que substituye a una ingeniosa organización de retirada. De 1610 a 1616 obtiene sucesivamente y de manera cumulativa la capellanía de la reina Margarita de Valois, la parroquia de Clichy, la abadía de san Leonard-de-Chaume, la parroquia de Gama-ches, el canonicato de Ecouis, y el priorato de Grosse-Sauve. El puesto de preceptor en la casa de los Gondi era un retiro, un «descanso» rico y confortable. A partir del comienzo del año 1617 la sed de bienes temporales parece haber desaparecido. No percibimos más que signos que revelan una voluntad de darse enteramente a Dios para estar al servicio de las almas.
b) La estabilidad y el equilibrio. El podrá todavía dudar sobre la oportunidad de tal acción, como por ejemplo al fundar una comunidad religiosa y para ello hace un retiro en Soisson (Abelly, III, 177). Pero lo que le inquieta es menos el resultado que el estar seguro de hacer la voluntad de Dios. En esta época encontró la dirección básica de su existencia. Exteriormente aparece como un ser tenaz, que no cambia y persigue su fin rodeando y sobrepasando los obstáculos. Psicológicamente ha encontrado su equilibrio, Vicente se dirá, es siempre Vicente.
Algunos biógrafos han silenciado discretamente la tentación de fe de san Vicente y su propósito definitivo de consagrar toda su vida al servicio de los pobres. Este olvido y esta negación no permiten comprender la evolución ulterior de su experiencia religiosa.
2°. El desarrollo de la vida interior de san Vicente. El movimiento interior de su alma puede resumirse en dos palabras:
a) La donación a Dios. Repite y martillea, por así decirlo, esta expresión como un herrero que metódica e inexorablemente golpea la misma convicción: «Es necesario darse a Dios… Démonos a Dios.4
b) La estabilidad. Es necesario, repite, tomando la expresión de san Francisco de Sales y de santa Juana de Chantal, ser invariable en el fin, pero flexible y cambiante en los medios. Esta máxima es el «alma de la buena conducta».
III. Los votos en la experiencia religiosa del sacerdote de la Misión
Los discípulos de un maestro tal como Vicente de Paúl hacen muy bien en distinguir la intención del contenido de la enseñanza.
1. La intención de una enseñanza
a) Los votos tienen ante todo por finalidad el vigilar, conducir, profundizar y fortificar el dinamismo de un alma que ha escuchado la llamada de Dios y se esfuerza por responder a ella. Tal es el sentido de todo voto: hacer pasar de lo transitorio a lo permanente, de la acción pasajera a una forma de ser. Pero conviene, por lo demás, hacer notar que en el caso de los votos presentados por san Vicente, el cuarto da el sentido, la abertura, el clima a los tres primeros. Da una fisonomía original e impide a los tres votos clásicos restringirse a una perspectiva monástica.
b) El carácter privado de estos votos debe ser una llamada constante a que la religión no es principalmente una cuestión de observancia, sino sobre todo una cuestión personal, de conciencia y de corazón. Ya que estos votos son privados y no comportan ningún elemento jurídico, no tienen ningún poder de introducirnos en un estado jurídico o social de perfección. Se ha de hacer notar además que la palabra «estado» posee, en el vocabulario vicenciano, un avance activo y no corresponde a los «estados» berullianos.
Los votos según la presentación vicenciana tratan de recordar la dependencia radical de la creatura respecto del creador, pero también de iniciar, sostener una disposición psicológica de humildad, de don incondicionado, de acción. No son un punto de llegada, sino un punto de partida.
c) Los votos aparecen como un medio entre otros. Vicente los propone en razón de su experiencia personal, no porque ellos la constituyan, sino porque invitan sin cesar a profundizar la entrega.
2. El contenido de una enseñanza
a) Comprendidos y orientados de este modo, los votos aparecen como un mejor condicionamiento del dinamismo espiritual adquirido en el bautismo, que nos hace partícipes de la muerte de Cristo. Todos los cristianos han recibido el espíritu de Jesús en el bautismo, pero no realizan más que los actos que el Espíritu de Dios inicia en ellos y cuyo cuadro viviente es la vida de Cristo. Esta conexión orgánica entre votos y vida cristiana procede de la primera elaboración e incluso de la primera vitalización del voto en el siglo mi, cuando los votos eran emitidos, no sólo por los monjes, sino también por los «partidarios de la vida apostólica», lanzados por el mundo (Cf. P. Lombard: Santo Tomás. Comentarios a las sentencias).
b) De una manera más concreta, en un estilo más evangélico, Vicente nos presenta los votos como un medio reforzado de participar en el espíritu de Cristo que está doblemente caracterizado: por una parte, con relación al Padre, Cristo es amor, ofrenda, alabanza, en una palabra, religión perfecta; de otra, con relación a los hombres y al mundo, es el «Salvador», es decir, el que se consume por liberar al hombre de la esclavitud del placer, de la riqueza y del orgullo. Su amor es una liberación activa.5
- ALAIN, Histoire de mes pensées. Gallimard. Paris, 1936, p. 77.
- «No debo considerar a un pobre campesino o a una pobre mujer según su exterior ni según lo que se manifiesta de su espíritu, tanto más cuanto que frecuentemente no tienen casi ni la figura ni el espíritu de personas razonables, así son ellas de groseras y terrestres. Pero dad la vuelta a la medalla y veréis por las luces de la fe que el hijo de Dios, que ha querido ser pobre, es representado por esos pobres; que El casi no tenía figura de hombre en su pasión y que pasó por loco ante los gentiles y que fue piedra de escándalo ante los judíos; por todo esto se califica como el evangelizador de los pobres: evangelizarse paupeibus misit me. ¡Oh Dios, qué hermoso es ver a los pobres si los consideramos en Dios y en la estima que Jesucristo tiene de ellos! Pero si los miramos según los sentimientos de la carne y del espíritu del mundo aparecerán como despreciables» (Cf. Abelly, III, 9; et E., pp. 895-896).
En el retrato que nos transmite de San Vicente, Abelly pone en primer plano esta manera de ver y de ser de San Vicente. «El trabajaba incesantemente para convertirse en una copia viviente de este incomparable original o más bien para transformarse totalmente en El… El mismo ha expresado, sin pensarlo, el carácter de su espíritu y ha configurado su divisa particular mediante las hermosas palabras que un día brotaron de la abundancia de su corazón: «Nada me agrada si no es en Jesucristo».
Le consideraba como jefe de la Iglesia en nuestro Santo Padre el Papa, como obispo en los obispos, como sacerdote en los sacerdotes, como doctor en los doctores, como religioso en los religiosos, como soberano en los reyes, como noble en los gentilhombres, como juez en los magistrados, como obrero en los artesanos, como pobre en los pobres, y como enfermo en los enfermos» (Abelly, 1667, I, pp.112-113).
La misma actitud profundamente motivada encontramos en Pascal: «Considerar a Jesucristo en todas las personas y en nosotros mismos:
Jesucristo como Padre en su Padre;
Jesucristo como hermano en sus hermanos;
Jesucristo como pobre en los pobres;
Jesucristo como rico en los ricos;
Jesucristo como doctor y sacerdote en los sacerdotes;
Jesucristo como soberano en los príncipes, etc.porque es, por su gloria, todo lo que hay de grande en Dios; y es, por su vida mortal, todo lo que hay de endeble y de abyecto. El ha tomado esta desgraciada condición para poder estar en todas las personas y ser el modelo en todas las condiciones» (Lafuma 946, Br, 785).
- Para entrar en esta Congregación se hacen dos años de probación, durante los cuales se trabaja en la búsqueda de la perfección; después de lo cual es recibido y asociado a dicha Congregación mediante una promesa de estabilidad.
Este texto, en el que se declara «dado en París, el 16 de junio de 1653» recibió la aprobación para su impresión de Martin Denys, doctor y profesor real de teología en la facultad de Douai, el 13 de junio de 1656. Impreso poco después, llegó al conocimiento de San Vicente al comienzo de febrero de 1657. Provocó una censura del Fundador de la Misión que juzgaba esta publicación inoportuna y contraria al espíritu y a la conducta de la Compañía.
Cf. la carta de San Vicente a Guillermo Deville del 7-II-1657, en S.V. T. VI, 176-178. El texto de la carta sólo la da a conocer Collet (Vie, 1748), T. II, 200. El texto de «Petit abrégé de l’institut de la Congregation de la Mission», aprobado y confirmado por los Santos Padres, los Papas Urbano VIII y Alejandro VII, sobre el origen, sus funciones y su manera de vivir para conseguir ese fin, ha sido publicado por «Les Annales», T. 79, 1914, pp. 308-319. El señor Guillaume Delville, habiendo entrado en la Congregación en 1641, a la edad de 33 años, murió en Arras en 1658.
- La fórmula: «darse para un servicio» es habitualmente utilizada por Vicente en las plegarias que concluyen las conferencias.
Ella fija una actitud y dibuja un itinerario. Ver entre otras las conferencias Edition Dodin, 1960; pp. 34, 471, 550, 562, 583, 742, 743, 775, 776, 811, 825, 831, 855, 916, 944.
- Cf. ANDRÉ Donnv, Esprit de Saint Vincent, esprit de la Mission: en «Mission et Charité», núm. 31-32 (julio-diciembre 1968), pp. 135-143.