Conclusión
132.- Hemos concluido.–¡Ojalá sirva este pequeño trabajo para el pronto y definitivo arreglo de una cuestión, la más justa, la más noble y la que en nuestros días encierra consecuencias las más trascendentales para España!–Después de haberla estudiado, como acaba de verse, no nos admira que la voz pública, como decíamos al principio de este Opúsculo, se la haya hecho suya; tampoco nos sorprende que el honor e interés Nacional pidan con entusiasmo su pronta conclusión.
133.- Bendiciones mil atraerá España sobre sí si la presente cuestión de los Paúles Españoles termina de un modo todo Español; males incalculables en el Orden político, social y religioso serán los resultados de mirarla con indiferencia o de resolverla según lo desean los extranjeros envidiosos de nuestras glorias y ávidos de nuestra humillación. Vendrá lo primero si se admiten sin restricción ninguna las sencillas pero interesantísimas Bases presentadas por los Misioneros Españoles. Se seguirá sintiendo lo segundo; porque debe tenerse presente., que ha empezado a sentirse ya; produciendo a la vez males que bien pronto se harán irremediables, si desoyendo la voz de la razón y de la justicia se desechan las Bases que la fe, de la religión y el amor de la Patria ha hecho formular a los que no conocen ni quieren otra enseña que RELIGION y PATRIA.
134. Con la vista fija en el porvenir, diremos con el profundo Balmes, hemos escrito este Opúsculo, con una mezcla de amargura y de consuelo: de amargura porque vemos un cuadro espantoso; de consuelo, porque al realizarse nuestros pronósticos, no fallará quien recuerde que cuando callaban tantos que tenían obligación de hablar tuvimos bastante entereza y valor para decir la verdad ante todo el mundo.
135.- Abrigamos la firme convicción que la Nación Española está llamada a figurar entre las más grandes Naciones del mundo. En otro tiempo, no se hacía nada grande sobre la tierra sin contar con la Católica España, ha dicho con sublime elocuencia y rigurosa crítica, uno de nuestros más aventajados escritores contemporáneos. Bien pronto el Catolicismo volverá a engrandecer a la esclarecida Nación de los Alfonsos e Isabeles si esta, fiel al nombre, QUE SIN MANCILLA ALGUNA, por tantos siglos hasta nuestros días ha conservado sigue sus sublimes inspiraciones y sus benéficos designios.
136.- No quisiéramos que jamás se borrara de la mente de Español alguno principalmente en nuestros días las expresivas y patrióticas palabras del eminente publicista Catalán que COMO epígrafe hemos puesto al frente de este pequeño trabajo y que con el más dulce placer reproducimos aquí: TENGAMOS LA CONCIENCIA DE LO QUE SOMOS Y DE LO QUE VALEMOS, QUE TODAVÍA NO ESTAMOS EN LA TRISTE NECESIDAD DE QUE HAYAMOS DE VIVIR BAJO LA TUTELA DE NADIE. Somos descendientes de un pueblo de Héroes, y es Española la sangre que corre por nuestras venas. Nuestra Nación fue la primera que en Europa levantó el grito y opuso una tenaz resistencia, a los planes y proyectos de Napoleon I, reanimando con energía patriótica las esperanzas del mundo aterrado. Nuestra cara Patria fue la primera Nación del mundo, ha dicho un esclarecido escritor extranjero, que propuso una resistencia eficaz al despotismo revolucionario, del mismo modo que cuarenta años antes había sido la primera en dar el ejemplo de la resistencia eficaz al despotismo militar. Ella fue la que convocó a las Naciones para la defensa del sagrado territorio ofreciendo combatir, SOLA SI ERA PRECISO a FIN DE VOLVER AL PADRE COMUN DE LOS FIELES AL SANTUARIO DE LA GRAN PATRIA CATÓLICA. Ya no reina en las Naciones Católicas, ha dicho el mismo esclarecido Mr. Yeuillot, el espíritu que las indujo a reunirse en Gaeta, Y EXCEPTUANDO ESPAÑA, AFORTUNADA INTÉRPRETE DE ESTE ESPÍRITU GENEROSO Y SUPERIOR; TODAS LAS DEMÁS HAN VISTO RETIRARSE DE SUS CABEZAS, MAS o MENOS LAS BENDICIONES QUE EN 1849 LLOVIERON SOBRE ELLAS.—Esto es España: esto vale y puede la Nación Española. Pero confesémoslo; esa grandeza y ese poder que los extranjeros mismos conocen y admiran en nuestra Patria es efecto tan solo del Catolicismo. He ahí por qué consignaremos aquí un pensamiento que hace tiempo teníamos escrito y que ardientemente deseamos que cual lema se ostente en el estandarte que enarbolen los verdaderos Españoles, llamados por la Providencia a trabajar para el engrandecimiento de nuestra querida Patria. «En Política y Diplomacia, no sigamos mas que los ilustres ejemplos que nos han legado nuestros mayores; ellos gobernaban casi en todos los ángulos del orbe cuando se estableció la Diplomacia y se reglamentó la Política Europea.—La Diplomacia Española es la primera Diplomacia del mundo.—España no debe aprender de nadie; y sí puede enseñar COMO enseñó en otro tiempo, a otras Naciones.—En Religión dirijamos nuestra vista a Roma y no queramos admitir doctrina ni reconocer autoridad, que se separe de las bendiciones del Vicario de Jesucristo.—Españoles en Política. –Romanos en Religión.
137. La unidad Religiosa y la independencia Nacional. Hé ahí las dos grandes Bases sobre que descansa desde hace muchos siglos toda la grandeza de la Nación Española. Tal fue siempre la convicción de nuestros antepasados: así lo han comprendido los extranjeros. Aquellos para conservar más y más vivo el amor de la Religión y de la Patria, establecieron en la Península Comunidades mil que a imitación de los esclarecidos hijos de San Vicente de Paúl, Españoles, trabajaron con los más felices resultados entre todas las clases de nuestra Sociedad: los extranjeros para hacernos impotentes y conseguir nuestra eterna humillación han fraguado tramas sin cesar, llevando su atrevimiento y audacia hasta servirse de la misma Religión Divina, que tanto aman los Españoles; para destruir del todo nuestra existencia social. He ahí la razón por qué uno de los más esclarecidos y eminentes Prelados de la Iglesia, en España, decía poco há: Nuestra unidad Religiosa es joya de inestimable valor y TIENE MUCHOS ENVIDIOSOS. Es el símbolo de nuestra Nacionalidad y no puede abdicarse sin renunciar las glorias de once siglos y la preponderancia futura de la misma…—Es el precioso blasón de los Españoles, conviene aunar todos los esfuerzos para que se conserve íntegro y sin la menor lesión.
Ó ESTO O PREPARÉMONOS PARA PRESENCIAR LA DECADENCIA Y ACASO LA RUINA DE NUESTRA PATRIA. Estas palabras tan elocuentes, como altamente significativas, que resuenan aun en los ángulos de nuestra Península, deben unirse con las que cuatro lustros atrás escribiera uno de los más grandes y esclarecidos hijos que España ha tenido en el presente siglo. Es preciso que los elementos de bien QUE TANTO ABUNDAN EN NUESTRO SUELO, Se pongan en vivo movimiento, que se acerquen y combinen acertadamente para formar una masa compacta, en torno de la cual se agrupen todas las fuerzas para resistir a su debido tiempo y en el terreno de la justicia y de la ley A LOS ATAQUES QUE DISFRAZADOS DE MIL MANERAS NO DEJARÁ DE DIRIGIRNOS EL GENIO DEL MAL.—La instrucción y la educación son los dos ramos que conviene no perder nunca de vista.—CONVIENE MANTENERSE EN VIGILANTE GUARDA CONTRA LAS INNOVACIONES.
138.- Ha llegado ya el momento, la hora ha sonado ya. España, la Nación Católica por excelencia, la que sin ser primogénita de la Iglesia Católica, ha sabido conservar incólume el glorioso nombre de su querida Madre, la que se ha mantenido SIEMPRE VIRGEN EN SU FE, se halla al declinar el siglo XIX y después de haber dado pruebas mil de su poder, grandeza, heroismo, religión y patriotismo; rodeada por todas partes de extranjeros que la asedian y que de consuno trabajan para arrojarla fuera de las dos Bases en las que descansan todas sus pasadas grandezas y todo su venturoso porvenir. No hay que alucinarse; el enemigo está en nuestro suelo; ha tomado ya sus medidas y solo con un grande y generoso esfuerzo podremos completamente destruir sus grandes y bien tramados planes. Es necesario que España tome una actitud majestuosa, solemne, y diga en alta voz, para que lo oiga el mundo entero: QUE NO ESTÁ EN LA TRISTE NECESIDAD DE TENER QUE VIVIR BAJO LA TUTELA DE NADIE; QUE TODO LO QUE HA SIDO LO DEBE A LA RELIGION Y QUE TAN SOLO POR MEDIO DE ESTA ESPERA VOLVER a MERECER LOS INMORTALES LAUROS QUE POR SIGLOS ENTEROS ORNARON SU FRENTE.—QUE NADIE INSULTA IMPUNEMENTE A NINGUNO DE SUS HIJOS. —QUE PROTEJE Y PROTEJERÁ A LOS MINISTROS DEL DIOS DE AMOR QUE PREDICAN LA PAZ , MERECEN LAS BENDICIONES DEL VICARIO DE JESUCRISTO Y ATRAEN SOBRE LA SOCIEDAD LAS BENDICIONES DEL CIELO.
139.- ¿Lo hará?—Esperamos que sí. Vibra aun en nuestros oídos la augusta voz de nuestra esclarecida Reina, verdadera Madre del pueblo Español, caritativa Isabel la Segunda que con tan esclarecido nombre ha honrado y honra el Trono de los Fernandos, Alfonsos y Felipes. En este día solemne no hace mucho decía destinado a recordar uno de los sucesos más grandes de nuestra Religión se estrechan los vínculos que unen a los pueblos con el Trono y se afirma en nuestras almas la fe que nuestros mayores llevaron a las más apartadas regiones del mundo. Juntos dirigimos al Cielo nuestras oraciones para que en el suelo Español continúe floreciendo la Religión a cuyas sublimes inspiraciones se deben los hechos inmortales de nuestra historia. Su influjo benéfico nos hará firmes «en las adversidades que Dios quiera enviarnos y moderados en la prosperidad con que hoy nos favorece. Yo, en unión con mi amado esposo, educaré a mis hijos en el amor de la Religión y de la Patria y cuidaré de formar el corazón del príncipe para que algún día lleve con dignidad y gloria el inestimable tituló de Católico.— Estas palabras que honran y honrarán eternamente a la augusta y Católica Reina que las pronunciara son el eco fiel, la expansión libre del pueblo Español que tiernamente la ama. Ellas encierran grandes promesas dirigidas todas a engrandecer más y más a nuestra querida Patria.
¿Las veremos cumplidas?—¿Seguirá cada día ostentando su divina hermosura sobre el zenit de nuestro envidiable horizonte la fe santa en la que nuestra cara Patria se ha conservado siempre virgen, como se augura en las palabras de la digna sucesora del Trono que ocuparan los Pelayos y Recaredos?… Nos bastaría saber tan solo el empeño e interés con pie nuestra augusta Soberana ha mirado la presente cuestión de los Misioneros Españoles de S. Vicente de Paul para que sin buscar más pruebas pudiéramos decir que sí. Y no es porque. abriguemos la convicción de que sean suficientes los Hijos de S. Vicente de Paul Españoles, para llevar a cabo los grandes trabajos a que está llamado el Sacerdocio Católico en lo que resta del siglo actual en lo interior de nuestra Península y en todas nuestras posesiones de Ultramar. No ciertamente. España necesita tener en su seno muchas Comunidades religiosas. Bien pronto España las pedirá, se exigirá a estas que se amolden y atemperen a las exigencias y necesidades del siglo en que vivimos y ellas se amoldarán, porque hijas son de la Iglesia Católica, y como esta, son eminentemente conservadoras de los verdaderos elementos de la vida social, marchan con el mundo y se atemperan a las necesidades de cada época.—Mas repetiremos lo que hemos dicho ya al principio de este escrito apoyados en el grave testimonio de un grande y muy esclarecido Prelado de la Iglesia Católica: Si hay en España alguna Corporación que pueda trabajar con feliz éxito y cubrir todas las necesidades que en el día la afligen en el orden espiritual captándose a la vez el aprecio, la estima y la veneración de todas y cada una de las clases de nuestra Sociedad es sin disputa la de los Misioneros Españoles de S. Vicente de Paul. Así lo comprendió, hemos dicho, el esclarecido e ilustre Episcopado Español, tal fue la convicción del Gobierno de S. M. C.; tal la persuasión de los hombres de todos los partidos. No nos equivocamos con motivo de la presente cuestión hemos tenido necesidad de apersonarnos, conferenciar, consultar y tratar puntos mil con la mayor parte del muy grande y esclarecido Episcopado Español; con los más de los esclarecidos personajes que hoy figuran en el poder y con los hombres más distinguidos que hay en casi todos los partidos. En todos ellos hemos visto confirmada la idea que hemos enunciado cabiéndonos a la vez el consuelo de Ver secundados por ellos los pensamientos todos que consignados quedan en este Opúsculo.
140. He ahí el por qué hemos concluido la quinta y última Base presentada por los Misioneros Españoles, tal como se ha visto. Si España debe ser lo que era siglos atrás; si debe ostentar la grandeza, el poder y magnificencia que posee en su seno, son sus hijos y no más que sus hijos quienes lo han de hacer. En el momento que se permitiese que Comunidades Españolas establecidas en la Península trabajasen para el honor y gloria de Naciones extranjeras terminaría ya la Historia de España y aparecería esta Nación cual hoy día se presenta la infortunada Polonia, ESCLAVA DE UN GRANDE PODER.
141.- El art. 29 del Concordato que el Gobierno de S. M. C. celebró con el grande Pontífice Pio IX, felizmente reinante, trazó el camino por el cual debieran andar los Misioneros de San Vicente de Paúl Españoles para llegar a conseguir lo que tan ardientemente desea la Nación Española como claramente lo manifestó la siempre magnánima Doña Isabel II (q. D. g.) en el discurso que hemos citado. Inútiles serían las esperanzas del Clero y pueblo Español si los Misioneros de S. Vicente de Paúl debiesen estar sujetos a Superiores Extranjeros; porque lejos de mirar por los intereses y honor de la Nación que los cobija y protege deberían estar pendientes de las órdenes y mandatos de los que tal vez odian de muerte a nuestra cara Patria.
142.- Está dicho, todo.—No concluiremos sin decir que para escribir el presente Opúsculo, además de ser Españoles, muy Españoles, hemos estado competentemente autorizados: que los documentos, citas, autoridades y hechos que hemos aducido los hemos sacado de las mejores fuentes, conservando en nuestro poder los originales o copias de la mayor parte de las principales pruebas. Tal vez en alguna cosa no habremos sido con exactitud informados, tal vez sin querer, y contra toda nuestra intención y voluntad, llevados tan solo del amor Patrio y del deseo de que nuestra Nación Católica no vea destruirse la hermosa unidad Religiosa; que ha sido siempre el principio de su prosperidad y verdadero engrandecimiento habrá corrido con demasiada precipitación nuestra pluma. Hemos querido decir la verdad y no más que la verdad: lo que a ella se oponga lo damos por no escrito. Si al tratar algunos puntos Canónicos hemos emitido alguna idea contraria a la doctrina Católica, como verdaderos Españoles, la condenamos y reprobamos sometiéndonos desde ahora al respetable juicio de los Pastores de la Iglesia.
NI EL ERROR, NI LA MENTIRA, NI LA FALSEDAD, SON NECESARIAS CUANDO SE TRATA DE SOSTENER Y DEFENDER EN ESPAÑA CUESTIONES DE INTERÉS Y DE HONOR NACIONAL.
Madrid, Octubre 1º de 1861