Los pobres son evangelizados

Francisco Javier Fernández ChentoEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Flores-Orcajo · Año publicación original: 1985 · Fuente: CEME.
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espiritualidadId y contadle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les Anuncia la buena noticia». (Lc. 7,22)
«El fin de la Congregación de la Misión es seguir a Cristo evangelizador de los pobres. Este fin se logra cuando sus miembros y comunidades, fieles a San Vicente: …2.° se dedican a evangelizar a los pobres, sobre todo a los más abandonados…». (C 1, 2.°).
Cristo y los pobres están en lo más profundo del corazón de San Vicente. Nunca en su actividad espiritual y apostólica los pierde de vista. La contemplación de Cristo le lleva a los pobres y en los pobres ve a Cristo. Inseparablemente Cristo y los pobres son la razón de ser de San Vicente. De ahí que desee ser continuador de Cristo en la evangelización de los pobres. San Vicente quiso que la Congregación tampoco tuviera otra razón de ser que la de evangelizar a los pobres para continuar la misión de Cristo.
1. «Lo propio de la C.M. es dedicarse, como Jesucristo, a los pobres».
San Vicente insistía tanto sobre la evangelización de los pobres como algo especial de la Compañía que espontáneamente provocaba esta sencilla pregunta: ¿No hacen eso mismo otros misioneros? ¿No hacen eso mismo los párrocos? Así respondió el mismo Santo:
«Es verdad, pero no hay en la Iglesia de Dios una Compañía que tenga como lote propio los pobres y que se entregue por completo a los pobres para no predicar nunca en las ciudades. Y esto es de lo que hacen profesión los misioneros. Lo especial suyo es dedicarse, como Jesucristo, a los pobres… ¡Qué grande es esto! Y el que hayamos sido llamados para ser compañeros y para participar en los planes del Hijo de Dios, es algo que supera nuestro entendimiento… Sí, evangelizar a los pobres es un oficio tan alto que es, por excelencia, el oficio del Hijo de Dios. ¡Qué gran motivo para alabar a Dios, hermanos míos, y para agradecerle incesantemente esta gracia!». (XI 387).
2. «Dad la vuelta a la medalla».
San Vicente fue interpelado por la situación religiosa, pastoral y social de los pobres campesinos. La visión, sin embargo, que de ellos tuvo fue principalmente sobre-natural. Se dedicó a ellos porque por la pobreza que padecían eran los predilectos de Dios, eran «sacramento» de Cristo. Por eso pidió a sus misioneros que los contemplaran a la luz de la fe y no se quedaran en la superficie de su pobre aspecto:
«No hemos de considerar a un pobre campesino o a una pobre mujer según su aspecto exterior, ni según la impresión de su espíritu, dado que, con frecuencia, no tienen ni la figura ni el espíritu de personas educadas, pues son vulgares y groseras. Pero dadle la vuelta a la medalla y veréis con las luces de la fe que son ellos los que representan al Hijo de Dios, que quiso ser pobre. El casi no tenía aspecto de hombre en su pasión, y pasó por loco entre los gentiles y por piedra de escándalo entre los judíos y por eso mismo pudo definirse como el evangelista de los pobres: Evangelizare pauperibus misit me. ¡Dios mío! ¡Qué hermoso sesía ver a los pobres, considerándolos en Dios y en el aprecio que los tuvo Jesucristo». (XI 725).
3. Busquemos incluso a los más pobres.
Los pobres campesinos fueron los preferidos por San Vicente y, según las Reglas Comunes I, 1, también la Congregación. Sin embargo, hoy, sin excluir a los del campo, la Congregación quiere extender su melón evangelizadora a todos los pobres, sobre todo los más abandonados. Esta idea no fue extraña al pensamiento de San Vicente:
«Esta pequeña Compañía de la Misión procura de- ¿tose con afecto a servir a los pobres, que son los preferidos de Dios. Por eso tenemos motivos para esperar que, por amor hacia ellos, también nos amará Dios a nosotros. Así, pues, hermanos míos, vayamos y ocupémonos con amor nuevo en el servicio de los pobres, busquemos incluso a los más pobres y abandonados. Reconozcamos delante de Dios que son ellos nuestros señores y nuestros amos y que somos indignos de rendirles nuestros pequeños servicios». (XI 273).
¿A cuántos pobres conozco por su propio nombre?
¿Mi formación, mis gustos, mis planes tienen como punto central e inspirador el servicio y la evangelización de los pobres?
ORACIÓN:
«Señor y Dios nuestro, acrecienta el fruto de nuestros trabajos en la salvación de los pobres. Riega con tus bendiciones eternas esta tu Compañía, como un árbol plantado por tu mano, fortifica a los pobres misioneros en sus fatigas. En fin, Dios mío, sé tú mismo nuestra recompensa; extiende sobre nosotros tu inmensa misericordia». (Cf III 219).

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