«Realizamos nuestra acción social con un sentido de caridad entendida como promoción; pretendemos impulsar a los pobres hacia su propia liberación; impulsamos a nuestros miembros a participar en la lucha contra todas las clases de probezas; buscamos también que los propios pobres participen en su promoción, e interpelamos a la sociedad para que tome una postura activa ante estos problemas». Así presentaba, hace tres años, Clara Delva —entonces presidenta internacional de la «Asociación Internacional de Caridades de San Vicente de Paúl»—, el pensamiento y la obra de 200.000 mujeres, en 38 países de todo el mundo. Hasta hace poco se las llamaba «Damas de la Caridad». Y se tenía de ellas la imagen sainetera y folklórica de la señora de alta alcurnia que distrae su ocio haciendo deporte caritativo. Era un cliché falseado por falta de información y por prejuicios malintencionados. Un espejo distorsionado por los tópicos de siempre. Porque la realidad es muy otra: se trata de un inmenso grupo de cristianas que, fieles a la intuición de Vicente de Paúl, continúan inmersas en un compromiso por la justicia y en una acción sobre los mecanismos estructurales que generan marginación y explotación.
Y siguen teniendo como telón de fondo una de las frases más actuales de Vicente de Paúl: «El amor es inventivo hasta el infinito».
«Una asociación para asistir a los pobres enfermos de la Villa»
Pero estas «voluntarias de la caridad» no pierden de vista sus raíces. Son las herederas de aquel primer grupo que Vicente de Paúl fundó en Chitillon-les-Dombes, hace trescientos sesenta y ocho años. El acontecimiento ha sido narrado y comentado en múltiples ocasiones y escritos. Sencillamente porque es capital en el engranaje vicenciano y el mismo Vicente de Paúl retorna a él con frecuencia.
El domingo 20 de agosto de 1617, en aquel pueblo francés, el párroco, Vicente de Paúl, es avisado, momentos antes de la misa, de la extrema necesidad de una familia. En la homilía hace una llamada urgente a la solidaridad. Multitud de personas se sienten impactadas por esa «voz de Dios» y se deciden a ayudar a la familia necesitada. Una ayuda llevada a cabo con tanta generosidad como improvisación. Vicente de Paúl exclama: «he aquí una gran caridad, pero está mal organizada». Y tres días más tarde, pone en marcha su proyecto: un grupo de señoras del pueblo dispuestas a formar una asociación «para asistir a los pobres enfermos de la villa».
Había nacido la primera «Cofradía de la Caridad», la semilla de las «caridades», el origen de las actuales «Voluntarias de la Caridad». El 24 de noviembre de aquel mismo año, el vicario general de Lyón aprueba el reglamento. Y el 8 de diciembre tiene lugar la constitución pública y oficial, con doce señoras como núcleo fundamental.
Al ritmo de un corazón incansable
Se ha escrito —sin demasiada exageración— que para recorrer la historia de las «Cofradías de la Caridad» es preciso hacerlo con un ritmo adecuado: el del corazón incansable de Vicente de Paúl. Un ritmo trepidante y creciente. Porque a ese ritmo fueron multiplicándose las «Caridades». Y no como una «moda más o menos atrayente», sino con el convencimiento de que ninguna miseria puede ser ajena al cristiano.
Joigny, Montmirail, Folleville, Courbon, Montreuil…, son algunos puntos del amplio mapa francés donde fueron estableciéndose las «Cofradías de la Caridad» como una tupida red tan compleja que L. Abelly, primer biógrafo de Vicente de Paúl, ya advierte que la Asociación «se fundó en tantos lugares, que no se sabe su número». Un mapa que se amplía mucho más porque las misiones, predicadas por los sacerdotes de la Congregación de la Misión, tenían una conclusión práctica y comprometida: el establecimiento de la «Cofradía de la Caridad». Un mapa que contiene centros tan destacados como la ciudad de Mácon, con una «caridad» a gran escala, o las damas de la Caridad del Hótel-Dieu en París, un grupo especializado en las necesidades específicas que van surgiendo: condenados a galeras, jóvenes delincuentes, niños abandonados, enfermos, damnificados por la guerra, regiones devastadas…
Pero esta Institución vicenciana —históricamente la primera— desborda muy pronto las fronteras de Francia y, por ejemplo, se establece, en 1651, en Polonia y, muy poco después, en Italia. Es ya «internacional» en vida de Vicente de Paúl. Aunque en España se funde mucho más tarde, en 1915.
Hacia 1963, la Asociación francesa decide suprimir el vocablo «damas» o «señoras» de su apelación. Algunos otros países la han precedido, otros siguen su ejemplo. La Asociación Internacional hace lo mismo. En octubre de 1971, durante la «reunión internacional extraordinaria» en Roma, las delegadas de 22 países votan los estatutos, eligen un comité ejecutivo y una presidenta internacional y trazan las líneas de acción a seguir para la renovación y actualización de la Asociación. Se adopta el nombre oficial, A.I.C. («Asociación Internacional de Caridades de San Vicente de Paúl), y se patentiza la denominación corriente de sus miembros: «Voluntarias de la Caridad».
«Contra las pobrezas, actuar juntos»
Este es el lema que convoca y dinamiza, actualmente, a las Voluntarias de la Caridad. Alguien pudiera pensar que este lema ha sido escogido al libre albedrío y que significa una especie de ruptura con la tradición y el carisma de Vicente de Paúl. Sin embargo, es la puesta al día de aquella caridad «concertada y coherente» de las primeras «Cofradías». El llamado «Documento de Base» —cuyo título es el lema citadó— es como el reglamento actual de las Voluntarias de la Caridad, y está en íntima conexión y en perfecta continuidad renovada con los reglarhentos que Vicente de Paúl iba dando a los nacientes grupos de la Asociación.
Vicente de Paúl es el animador y coordinador de las «Cofradías de la Caridad». Los reglamentos que establece tienen todo el sabor de alguien que no impone ni teoría, ni sistema, ni método rígido. Se asientan sobre lo real; rezuman sentido común; se adaptan a las distintas circunstancias y necesidades. Pero exigen de todos lbs miembros de la Asociación, compromiso, fidelidad y preparación. Llegan a los detalles más mínimos para que los pobres sean atendidos cori ternura, cordialidad y educación. Y, sobre todo, son una elemental catequesis para que las asociadas sean cada vez más cristianas en una Verdadera conversión a Cristo en la persona de los abandonados.
Mirando al futuro
Las Voluntarias de la Caridad «se sienten interpeladas por el Evangelio, sobre la dignidad de la persona humana y su liberación por la Resurrección de Cristo; sobre la responsabilidad de cada uno en la construcción de un mundo más fraterno y más justo; sobre el derecho de cada uno a participar en su propio destino. Tienen presente la llamada del Concilio Vaticano II respecto a las realidades humanas y religiosas de esta hora. Son fieles a la intuición profética y al dinamismo innovador de su fundador, Vicente de Paúl.
Y así, el proyecto fundamental que une y aglutina a los miembros de este «voluntariado vicenciano», alrededor de todo el mundo, ha sabido atravesar los años, los regímenes, los cambios de sociedad, las ideologías. Se abre a todas las posibilidades para el mañana porque es dinámico, sin nostalgias de un pasado inexistente y sin precipitaciones fantasiosas. Por el contrario, es tenazmente realista y está atento a las mutaciones y cambios.