El día 11 de noviembre se cumplieron los cíen años del establecimiento de las «Conferencias de San Vicente de Paúl» en España.
Con este motivo, en la Basílica de Santa María de los Reyes, en Barcelona, celebróse una solemne Misa de Comunión general, en la que ofició el Prelado de la diócesis, Dr. D. Gregorio Modrego. Asimismo, por la tarde, el mismo señor Obispo presidió la Asamblea especial que con este motivo celebraba el Consejo Regional.
A los actos que en esta o parecida forma tuvieron lugar en toda España, se juntaron diversidad de artículos y editoriales comentando la efemérides y la labor realizada por las Conferencias en los cien años de su callada y abnegada actuación en España.
Tratándose de una sociedad de origen y espíritu vicenciano, no podemos menos de dejar constancia de esta jubilosa efemérides de su centenario en las páginas de nuestros ANALES. A este fin, y queriéndonos sumar, con el más vivo cariño y simpatía para la Obra, al común, homenaje, entresacamos las siguientes notas y párrafos de artículos aparecidos en los periódicos del día 11: DIARIO DE BARCELONA y EL CORREO CATALÁN, y en la revista ECCLESIA (n.° 437).
Que sirva este recuerdo como acicate que nos mueva ,st apreciar como algo más nuestro a las Conferencias, y para contribuir, si está en nuestra mano, a su mayor extensión y florecimiento.
El ayer y hoy de las Conferencias
El día 11 de noviembre de 1849 se fundó en Madrid la primera Conferencia de Caridad de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Los comienzos, como en todas las obras de Dios, fueron sencillos y humildes reuniéronse tres caballeros en el domicilio del señor Masarnau, que había pertenecido a las Conferencias de Nótre-Dame y San Luis de Antin, de París, y quedó establecida en España la Sociedad de San Vicente.
Las Conferencias de San Vicente de Paúl en España eran, hace cien años, poco más que esto: tres socios, dos pobres que socorrer — viudas con cinco hijos — y ochenta y cinco reales y ocho maravedises en la bolsa. Pero unos meses más tarde don Santiago Masarnau, llamado el Ozanam español, podía escribir al Consejo General de París : «El 11 de noviembre fuimos tres ; al presente, 18 de febrero, somos nueve, y los o tres serán probablemente admitidos.»
Hoy se encuadran en las Conferencias más de 13:000 socios en activo; de aquellos dos pobres visitados en 1849, se ha llegado, en 1949, a las 12.000 familias, con un cómputo medio de más de 60.000 personas socorridas en este año; y los ochenta y cinco reales con ocho maravedises son, para el año 11)48, más de once millones de pesetas.
Organización
La organización de las Conferencias es sencilla. Del Consejo General, que reside en París — hay un Cardenal Protector, que es el Cardenal Masella — dependen los Consejos Superiores nacionales. En España el Consejo Superior reside en Madrid. De éste dependen cuatro Consejos centrales: en Aragón, Cataluña, Sevilla y Valencia. Luego hay unos 50 Consejos particulares, y en último término están las Conferencias, que actualmente se elevan a más de 800.
En Cataluña existen actualmente unas setenta y cinco, 3.500 socios y 1.270 familias visitadas, a las que se re parten anualmente socorros que ascienden a 1.600.000 pesetas.
Espíritu
Así, tomado en general, el espíritu de las Conferencias el mismo espíritu de San Vicente de Paúl. Dice don el Orbegozo: «Lo mismo en los períodos convulsos que s etapas tranquilas, el espíritu de San Vicente de Paúl se ha manifestado siempre en las Conferencias de Caridad que llevan su nombre.»
Más en particular, el espíritu de las Conferencias acaso podría definirse por la humildad en la caridad. Conocida nos es la caridad de la sociedad vicentina. De esta caridad hay que tener en cuenta que en las Conferencias no es lo primero ni lo principal la limosna de mano a mano. Hay otra limosna más directa y más fecunda, que es el trato de corazón a corazón.
Una de las cosas que llaman poderosamente la atención en las Conferencias, es que en ellas todo es impersonal y humilde. Los nombres de los socios no se publican, ni se dicen sus contribuciones a los fondos de la Conferencia, anónimas; sus reuniones son sencillas y desprovistas de toda espectacularidad.
Esta humildad verdadera se manifiesta también en el criterio inflexible de apartamiento de toda manifestación pública, hasta el punto de que ni a las procesiones religiosas asisten las Conferencias en corporación.
Como ejemplo aleccionador de este deseo de no manifestarse, bástenos recordar que cuando el inmortal Pontífice Pío IX tuvo que huir a Gaeta en 1848, la Cristiandad sintió la indignación del buen hijo que ve perseguido a su padre. Los socios de las Conferencias quisieron unirse a las protestas universales, pero el Consejo General, a pesar de los innume-rables beneficios que aquel Pontífice había dispensado a la Sociedad, contestó que la protesta no debía tener carácter público y sí sólo particular, «porque siempre ha sido entre nosotros principio inalterable que somos una obra esencialmente caritativa y que dejamos a otras asociaciones la misión gloriosa de combatir por la Iglesia con las armas de la palabra, de la prensa o de la publicidad».
Obras
A los datos sobre la asistencia material, antes citados, hay que añadir una cifra más que simboliza toda la labor espiritual de las Conferencias, Durante 1948 fallecieron unos dos
mil visitados, y de ellos, a pesar de constituir de ordinario la hez de la sociedad, solamente 138 murieron sin Sacramentos. Mas, no acaba aquí la Obra de las Conferencias. Dentro de sus afanes tiene un puesto todo lo que sea obra de caridad.
En Madrid existe el Patronato de la Sagrada Familia, donde reciben capacitación profesional 600 alumnos. En Barcelona, la Obra de la Sagrada Familia, que cuida especialmente de la legalización de matrimonios, y el Dispensario del Sagrado Corazón.
En Zaragoza, la Casa-cuna, con capacidad inicial para 500 niños, que inaugura su ampliación.
La Escuela de Obreros de Bilbao, verdadera universidad obrera, da formación a los mejores empleados de la banca, comercio e industria de Vizcaya.
Pero la relación sería interminable. Queda un detalle que no queremos silenciar: en el templo nacional de San Vicente de Paúl, en cuyas paredes de mármol obscuro brillan cente-nares de nombres en recuerdo de los socios de las Conferencias mártires en nuestra Cruzada, se dice diariamente y con 11 carácter de perpetuidad, una misa por los pobres, por los socios, por los amigos y bienhechores de la Obra vivos y muertos.
«Caridad para el cuerpo y caridad para el alma; caridad, en suma», que decía Federico Ozanam.