Jesús vivió en comunidad con sus apóstoles. Vivían en una gran intimidad. Con frecuencia oraban juntos. Jesús infundió en sus seguidores la gran visión que le había dado su Padre de un reino de justicia, amor y paz que ellos podían comenzar a experimentar, y a trabajar por él, ya desde ahora. Les mandó anunciar este reino a otros, pero hacerlo primero real en sus vidas. Tenían una bolsa común, de la que sacaban para pagar el alimento y la vivienda. Cuando volvían a casa de predicar dedicaban tiempo para descansar juntos y a disfrutar de la compañía unos de otros.
A los primeros cristianos les impresionó tanto este ejemplo que pronto diseñaron el ideal de lo que debía ser la verdadera comunidad:
La comunidad de creyentes tenían un solo corazón y una sola alma. Nadie tenía nada como suyo, sino que más bien ponían todo en común (Hech 4, 32)
En este capítulo voy a describir lo que es necesario para construir una comunidad cristiana; luego presentaré un análisis detallado de uno de los medios que las Constituciones de la Congregación de la Misión y las de las Hijas de la Caridad sugieren para renovar nuestros esfuerzos por re-crear la realidad que Jesús y sus apóstoles vivieron en común.
ALGUNAS NOCIONES FUNDAMENTALES ACERCA DE LA COMUNIDAD
Vamos ahora a delinear brevemente algunos conceptos claves en relación a la comunidad
1. La comunidad es un don de Dios, y a la vez una creación humana. Ambas afirmaciones tienen sólidas raíces en el Nuevo Testamento
La comunidad es un don de Dios
Cuando habla de la comunidad san Vicente apela inmediatamente a sus raíces teológicas. Ve el fundamento de la comunidad en los misterios de la Trinidad y de la Encarnación, y por ello recomienda a sus seguidores tener devoción a estos dos misterios’. Las Constituciones de la congregación consideran a estos misterios como el fundamento de la Iglesia, y, dentro de la Iglesia, como el fundamento de la Congregación de la Misión’.
Toda comunidad verdadera tiene su fuente en Dios. La unión de Jesús con el Padre es el modelo de los lazos íntimos que unen a sus seguidores en el Espíritu. El meditar acerca de la misión de Jesús que une a todos en el amor del Padre llevó a la comunidad cristiana a meditar con mayor profundidad sobre la vida trinitaria en el interior de Dios.
Pues su fuente está en Dios, toda comunidad es en el fondo un don. Sólo es posible a través del amor de Dios que obra en nosotros por Cristo:
No ruego sólo por ellos. Ruego también por los que creerán en mí por su palabra, para que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Ruego para que estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado Un 17, 20-21).
Dietrich Bonhoffer describe en términos impresionantes el carácter de don de Dios que tiene la comunidad:
Es verdad, por supuesto, que el inefable don de Dios es fácilmente olvidado y aún pisado por los que reciben el don cada día. Se olvida fácilmente que la comunidad de los hermanos cristianos es un don de la gracia, un don del reino de Dios, y que cualquier día se nos puede quitar, que puede ser muy breve el tiempo que nos separa de una total soledad. Por ello, el que hasta ahora ha gozado del privilegio de vivir una vida cristiana en común con otros cristianos alabe a la gracia de Dios desde el fondo de su corazón, alabe a Dios de rodillas y diga: Es una gracia, y nada más que gracia, el que se nos permita vivir en comunidad con nuestros hermanos cristianos’.
Pero también habla de la necesidad de responder al don de Dios: «En una comunidad cristiana todo depende de que cada uno sea un anillo indispensable en una cadena. Sólo cuando aun el más pequeño anillo está firmemente entrelazado será irrompible la cadena».
Todos los dones de Dios exigen una respuesta humana. Por ello la comunidad no es sólo cosa de Dios sino también nuestra.
La comunidad es una creación humana
Aunque san Vicente señalaba con frecuencia el hecho de que la comunidad tiene sus raíces en Dios aún con mayor frecuencia habló y escribió acerca de los medios humanos para construirla y fomentarla. Las Reglas que dio a sus comunidades’, las cartas que escribió’, y las conferencias que dio’, detallaban normas muy concretas para vivir juntos.
Las Constituciones de la congregación insisten igualmente lo mismo en la dimensión vertical que en la horizontal de la construcción de la vida en común. «La Iglesia tiene la fuente última de su vida y de su acción en la Trinidad. Lo mismo hace la congregación dentro de la Iglesia», dice el artículo 20. Y el artículo 129,1 dice: «La congregación se hace realidad principalmente en cada comunidad local».
Así pues, aunque la comunidad es un don de Dios, somos sus instrumentos para construirla. Sin nosotros no puede existir. San Pablo destaca el esfuerzo humano necesario para construir la comunidad:
Os ruego como prisionero por el Señor que viváis una vida digna de la vocación a la que habéis sido llamados, con humildad perfecta, mansedumbre, y paciencia, soportándoos con amor unos a otros. Esforzaos por preservar la unidad que tiene al Espíritu como su origen, y a la paz como fuerza de unión (Ef 4,1-3).
2. La verdadera comunión no ahoga la diversidad; por el contrario se ve enriquecida por los variados dones de los diferentes miembros.
El Nuevo Testamento ofrece muchas imágenes cuando describe la comunidad. Es un cuerpo con muchos miembros diferentes. Es una cepa con muchos sarmientos. Es un pueblo peregrino con muchos carismas. Las diversas imágenes quieren sugerir la unidad en la diversidad, como aparece en la primera carta a los corintios:
Uno recibe fe por el espíritu; por el mismo Espíritu a otro se le da el don de la curación, y a otro poder de milagros. A otro, profecía; a otro el poder de discernir los espíritus. Uno recibe el don de lenguas, otro el de interpretar las lenguas. Pero es uno y el mismo Espíritu el que reparte todos estos dones, distribuyéndolos según le parece. El cuerpo es uno y tiene muchos miembros, pero todos los miembros, aunque son muchos, son un solo cuerpo. Así es con Cristo… El cuerpo no es solo un miembro, sino muchos. Si dijera el pie: como no soy la mano no pertenezco al cuerpo, ¿no pertenecería por ello al cuerpo? Si dijera el oído: como no soy el ojo, no pertenezco al cuerpo, ¿dejaría por ello de pertenecer al cuerpo? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿qué sería de nuestro oído?. Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿qué sería de nuestro olfato? Así que Dios ha puesto cada miembro del cuerpo donde El quiso que estuviera. Si todos los miembros fueran iguales, ¿dónde estaría el cuerpo? (1 Cor 12, 9-22).
Las Constituciones insisten en la misma idea: «Las iniciativas de los miembros deben ser evaluadas a la luz del fin y del espíritu de la congregación. De este modo la individualidad y el carisma de cada miembro se unen para fomentar la comunidad y para hacer efectiva la misión» (Const. 22). Otro párrafo dice: «La evangelización de los pobres…dota a todos nuestros trabajos de una unidad que no suprime los diversos talentos y dones sino que los dirige al servicio de la misión» (25, 2.°).
La diversidad no es el enemigo de la comunidad, sino parte de su riqueza. La Regla para un Nuevo Hermano lo dice bellamente
Da gracias por la variedad de dones y las diferencias de personalidad. Cuando pones tus capacidades e ideas al servicio de tu comunidad la unidad de ésta será más sólida y más rica; juntos crearéis esa amplitud de espacio que da cabida a todos.
3. La comunidad verdadera no es una mera presencia física o funcional. Consiste en estar con y para las otras personas
Se puede dar una presencia física como la de extraños en el mismo ascensor. Habrá una presencia funcional cuando se trabaja en una línea de montaje en una fábrica. Pero en ninguno de los dos casos habrá verdadera comunidad. La verdadera comunidad pide estar con y ser para el otro. Supone interés y preocupación por el otro (aunque se dé eso en el contexto de un trabajo común).
Las Constituciones de la congregación ponen un fuerte énfasis en la dimensión personal de la comunidad. Animan a los miembros de la congregación a renovar los elementos principales de su vivir y obrar, ante todo «siguiendo a Cristo evangelizador como comunidad, lo que creará entre nosotros lazos especiales de amor y de afecto. Dejándose llevar de este espíritu debemos, «como amigos que se quieren bien» (R. C. VIII 2), unir el respeto por los demás con una verdadera estima» (Const. 25, V). Al decir eso no hacen otra cosa las Cons-tituciones que servir de eco al Nuevo Testamento:
En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os améis los unos a los otros (Jn 13, 35).
4. La verdadera comunidad no es una realidad estática. Hay que crearla continuamente
Esta característica de la comunidad aparece dicha explícitamente en las Constituciones: «La comunidad es siempre responsable de su propio desarrollo…». Esto implica que la verdadera comunidad supone iniciativas, el hacer marchar las cosas. Incluye la capacidad de perdonar, el saber arreglar lo que va mal. Supone una formación continua. Debe ser creada continuamente. Se comete un serio error cuando se piensa en la comunidad como en una realidad abstracta (como si una «comunidad» pueda existir estáticamente y como si simplemente pudiéramos entrar en ella). La verdadera comunidad es concreta y dinámica. Está compuesta de gente de carne y hueso dedicada a construirla, y no de un tipo de gente idealizada. Escribió en cierta ocasión Dietrich Bonhoeffer: «Quien ama el ideal de comunidad más que a la misma comunidad tal como es destruye la comunidad»9.
Vosotros formáis un edificio edificado sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, del que Cristo mismo es la piedra angular. En él toda la estructura está ensamblada y se edifica como un templo santo en el Señor; en él estáis siendo vosotros edificados en este templo, para que se convierta en una morada para Dios en el Espíritu
NIVELES DE COMUNIDAD
Por lo que hemos dicho arriba, no debería sorprendernos el que la comunidad sea a veces muy imperfecta. Si la comunidad es algo por lo que hay que esforzarse siempre, nunca podrá estar realizada de una vez por todas. Hay que estar siempre luchando por crearla. A veces irá bien, a veces no tan bien. En un lugar habrá una comunidad mejor que en otro. La comunidad puede ser mejor en un aspecto que en otros. Digo esto porque, como advierte Bernard Lonergan, la comunidad busca la unión en muchos niveles, algunos de los cuales pueden estar mejor construidos que otros. Lonergan menciona cuatro niveles en los que se forjan los lazos de la vida común.
1. Una experiencia común
Una experiencia común provee el fundamento para la comunidad. Eso es lo que intentan crear lo mismo la formación inicial que la permanente. Supone el conocimiento de una misma herencia, la participación en tradiciones comunes, el aprendizaje a través del estudio de ideas comunes, la participación en actos simbólicos comunes, el participar y el reflexionar sobre trabajos comunes, el vivir un mismo estilo de vida.
Cuando algunos se reúnen por vez primera no tienen aún mucha experiencia común. Hay por eso que trabajarla. Uno que ha estado toda su vida dando misiones puede encontrarse con que tiene poco en común con otro que ha dedicado buena parte de su vida a enseñar teología. Cuando vienen a vivir juntos en una comunidad local tendrán que esforzarse por hacer que sea una verdadera comunidad.
2. Un modelo mental común
Esto quiere decir que cuando decimos lo mismo queremos decir lo mismo. Tomemos, por ejemplo, el pecado. Para uno puede querer decir el violar una ley. Para otro, el romper una relación personal.
Alguien ve tal vez a Dios como juez. Otro como a un padre amoroso. Un tercero tal vez lo vea como el conjunto de las fuerzas cósmicas. O se puede ver a la Iglesia como una institución predominantemente jerárquica en la que leyes y normas vienen sobre todo de arriba, mientras que otro tal vez la vea como el pueblo de Dios en el que las ideas nuevas brotan desde abajo. Para todos estos el llegar a tener un modelo mental común (cosa que nunca conseguirán del todo) exigirá una gran cantidad de diálogo.
3. Ideas comunes
Esto pide el coincidir, como comunidad, en algunas ideas. «Estas verdades mantenemos»; por. ej., las contenidas en una constitución política. Los miembros de la Congregación de la Misión mantienen, como cuerpo, que su fin es seguir a Cristo evangelizador de los pobres. Cuando un miembro nuevo se une a la comunidad, debe asimilar las ideas básicas comunes que constituyen el fundamento de la congregación. Hay también otras muchas ideas prácticas y concretas en las que coincidirán las comunidades locales; por ej., que celebrarán la eucaristía juntos todos los días; que la mejor hora para hacerlo son las siete; que su estilo de vida debe ser sencillo y a la vez cálido y familiar; que trabajarán en una parroquia y en una escuela; que en su escuela se seguirá un determinado criterio para las admisiones…. etc. El llegar a tener ideas comunes exige reuniones, un proceso de toma de decisiones, disponibilidad para llegar a soluciones de compromiso, respeto por las opiniones de los demás. Pero aun en la mejor situación, siempre habrá diferencias acerca de algunas ideas, y sobre todo sobre los medios de llevarlas a cabo. El conjunto de ideas fundacionales comunes no será demasiado detallado, ni tampoco demasiado amplio. Además aunque las verdades básicas permanecerán estables, su interpretación no permanecerá estática.
4. Acción común
Una comunidad debe actuar en unión sobre las ideas y decisiones que ha tomado. Sus miembros deben trabajar unos con otros de modo que se sientan corresponsables. Si la comunidad tiene sólo experiencias comunes, ideas y juicios comunes, pero sus componentes no los llevan a la práctica, no habrá una verdadera comunidad, le faltará continuidad. Habrá coincidencia de ideas, pero faltará compromiso comunitario en la realidad.
Aquí entra en juego el compromiso de la obediencia, que siempre ha estado presente en las comunidades cristianas. Los miembros de una comunidad deben estar decididos a trabajar juntos sobre criterios comunes, a los que se llega después de consultas y diálogos, aun cuando algunos (o incluso muchos) sigan manteniendo opiniones diferentes». El disentir, si se está animado por la obediencia y la caridad, es una realidad sana en la vida común, y puede además proveer la base para el diálogo posterior. Como ya lo advertía Sócrates, el disentir es un aspecto de la lealtad al grupo, aun cuando a veces produzca cierto malestar a los demás.
En resumen: la verdadera vida comunitaria incluye los cuatro niveles: experiencia común, modelos mentales comunes, juicios y acción comunes. Unas veces los cuatro niveles se llevarán a la realidad más plenamente, otras veces menos.
EL PROYECTO COMUNITARIO
Las nuevas Constituciones, lo mismo de la Congregación de la Misión’ que de las Hijas de la Caridad», ofrecen un medio práctico para renovar la vida de la comunidad: el proyecto comunitario. Sugeriría que éste puede ser un medio muy eficaz para la renovación si los miembros de una comunidad dada lo adoptan como una alianza.
Si a través del diálogo basado en la experiencia común conseguimos llegar a una mayor coincidencia de ideas y a una formulación de juicios comunes, podemos comprometernos ante Dios y ante los demás que viviremos una alianza de acción común sobre la que hemos convenido. El proyecto comunitario servirá de formulación escrita de esa alianza.
Tengo la convicción de que estamos aún luchando por encontrar medios concretos para renovar la vida de comunidad, y de que aún no hemos tenido del todo éxito en ello. Es fácil entender por qué están así las cosas. Acabamos de salir de una larga historia en la que las estructuras de la vida común eran legisladas para todos. Por ejemplo, un visitador que fuera a Roma hace treinta años o a Río de Janeiro, se encontraría con que, aunque sus cohermanos hablaran una lengua diferente de la suya, las formas básicas de la vida común le eran bien conocidas. La comunidad se levantaba a las cinco, se reunía para la oración de la mañana y hacía meditación durante una hora. Seguían probablemente las misas en privado, el desayuno, y luego tiempo para la pastoral. A mediodía había un examen particular, seguido de la comida. A la noche la comunidad rezaba vísperas y tal vez anticipaba los maitines antes de la cena. Más tarde se reunía para la oración de la noche, después de la cual empezaba el gran silencio.
Hoy han desaparecido la mayor parte de estas estructuras mandadas. Dentro de lo sugerido de manera bastante amplia por las Constituciones, Estatutos y Normas provinciales, a cada comunidad local se le pide que elabore estructuras que hagan concretos los varios aspectos de su vida: cómo desempeñar nuestra misión vicenciana en esta casa, como participar en la vida común, cuándo y cómo orar juntos, qué frecuencia tendrán las reuniones para dialogar y preparar las decisiones, hasta dónde nos comprometemos a tener comidas en común y otros momentos de vida «familiar», etc. En lugar de estructuras impuestas por ley general se nos pide establecer estructuras convenidas en alianza. Las preguntas que preceden proveen el escenario para algunas de las decisiones que integran la alianza.
Es evidente que crear y vivir una alianza exige mucha creatividad y responsabilidad a los miembros de la comunidad local. Ya no hay estructuras impuestas desde fuera. Ahora hay que crear estructuras que nos obliguen desde dentro. Y, por supuesto, una alianza implica el que, después de haber tomado decisiones comunes y de haber creado estructuras locales, vamos ahora a vivir sus exigencias.
En los párrafos que siguen voy a presentar un resumen de lo que dicen las Constituciones y Estatutos acerca del proyecto comunitario local, así como unos modelos posibles para elaborarlos.
a) Qué dicen las Constituciones y Estatutos sobre el proyecto comunitario
La legislación básica para el proyecto comunitario se encuentra en Const. 27 y Est. 16
C 27 Cada comunidad se esforzará por elaborar su proyecto común según las Constituciones, los Estatutos y las Normas Provinciales. Este proyecto se tendrá presente en la ordenación de la vida y del trabajo, en la celebración de los consejos y en la evaluación periódica de nuestra vida y actividad.
E 16 El proyecto comunitario que cada comunidad confecciona, en cuanto es factible, al comienzo del año de trabajo, ha de abarcar: la actividad apostólica, la oración, el uso de bienes, el testimonio cristiano en el lugar de trabajo, la formación permanente, los tiempos de reflexión comunitaria, el tiempo necesario de esparcimiento y de estudio, y el orden del día. Todo esto se revisará periódicamente.
Otros varios párrafos de las Constituciones y Estatutos se refieren explícitamente al proyecto comunitario local:
C 32, 1 Responsabilidad en el trabajo
19 Actos de piedad
69, 5.°; 78, 4.° Aprobación del visitador
78, 4.° Elaboración del proyecto por parte del superior junto con los demás
3. Otros párrafos dan elementos importantes para un mejor entendimiento del plan:
C 23 Autonomía adecuada de la comunidad local
C 25 La comunidad debe estar en estado de renovación
C 129 La Congregación se hace realidad en las comunidades locales particulares
E 79, 3 Debe haber reuniones comunitarias frecuentes
4. Muchos otros párrafos proporcionan también aspectos que pueden muy bien ser incluidos en el proyecto comunitario: E 3; C 17;
E 9, 2; C 24, 2.0; E 18; E 37, 1; C 96; C 149; C 152, etc.
5. También podrían integrarse en el plan varios otros puntos tratados en las Normas provinciales.
6. Otros párrafos de las Constituciones y Estatutos se refieren directamente o aluden al Proyecto Provincial, que podría basarse en los proyectos locales: E 37, 2; E 69, 1.°, etc.
b) Posibles modelos para proyectos comunitarios
Se ofrecen tres modelos para un proyecto comunitario. Se pueden usar, por supuesto, con toda libertad. Se podrían dar otros modelos. Un proyecto podría simplemente, por ejemplo, seguir el esquema de las Líneas de Acción de la asamblea general y elaborar pasos concretos para llevarlas a cabo.
MODELO I
(Sugeriría que este modelo sea usado por comunidades que comienzan a elaborar proyectos. Aunque es muy exigente, tiene la ventaja de ayudar a la comunidad local a ponerse en contacto muy completo con las Constituciones y Estatutos, y puede provocar una discusión reflexiva de lo que nos piden).
PROYECTO COMUNITARIO VICENCIANO PARA
I La actividad apostólica (E 3; E 9, 2; E 16; C 17; C 23; C 24, 2.0; C 25; C 96; C 129).
En esta sección se podría tratar de las prioridades pastorales de la casa.
II Oración (E 16; E 19; C 25).
En esta sección se trataría de los actos de oración diarios, la reflexión semanal sobre la palabra de Dios, tiempos periódicos de reflexión, los ejercicios espirituales anuales, etc.
III Vida de comunidad (C 23; C 24, 2.°; C 25; C 129).
Se trataría de los medios que elige la comunidad para fomentar la convivencia comunitaria (aunque este aspecto tal vez se trate en otros puntos del proyecto).
IV Testimonio de vida cristiana en el lugar de trabajo (E 16; C 20; C 24; C 33; C 44-45; C 49 E 36; E 100).
Esta sección podría estudiar los aspectos de nuestra vida que la comunidad local considera como más importantes para dar testimonio donde trabaja.
V Organización (E 16; E 78, 4.°; E 79, 1, 3; C 24, 2.0; C 96; C 134, 2).
Trata de la estructura organizada de la comunidad local (por ej., frecuencia de las reuniones, cómo se toman las decisiones, etc.).
VI Formación permanente (E 16).
Se tratan en esta sección los medios que tomará la comunidad local para su formación permanente (por ej., asistencia a cursillos, estudio, reuniones y discusiones en la misma casa, retiros, conferenciantes invitados, etc.).
VII Promoción de vocaciones (E 36; E 37, 1).
El plan de la comunidad local para promover las vocaciones (cómo encontrar jóvenes que continúen el apostolado vicenciano en el futuro).
VIII Recreación (E 16).
La recreación diaria en común, la necesidad de días libres (compensando el tiempo de trabajo y el de descanso), las vacaciones anuales, etc.
IX Uso de los bienes materiales (E 16; C 25; C 33; E 18; C 149; C 152).
Aquí se trataría de cómo va a usar los bienes materiales la comunidad local, el estilo sencillo de vida, qué decisiones toma para gastar el dinero o invertir sus recursos, etc.
X Orden del día (E 16).
En este punto se diseña el orden del día.
XI Plan de evaluación y revisión (E 16; E 78, 4.°).
Esta sección señalaría cómo, cuándo, y por quién se hará la evaluación y revisión periódica del proyecto.
MODELO II
(Este modelo supone que la comunidad local ha trabajado ya en los diversos temas del primer modelo. Ayuda a situarlo en un contexto más amplio, a articular la misión vicenciana específica, y a convenir sobre algunas metas para el año en curso).
I Descripción de la situación concreta.
Esta sección describiría la situación en la que trabajan los miembros de la comunidad (por ej., el número y las clases de gente en la parroquia o en la escuela; los recursos disponibles; las necesidades de la gente, etc).
II Proyecto misionero.
En esta sección se formularía una descripción del plan misionero que llevar a cabo.
III Compromiso para el año.
En esta sección se tratarían los temas pertinentes de entre los enumerados en el primer modelo.
MODELO III
Este modelo intenta situar a la comunidad concreta en el contexto presente y en el plan de la provincia y a la luz de ellos proponer algunas metas. Señala también responsabilidades específicas y prevé evaluaciones periódicas.
I Reflexión sobre la situación actual de la provincia y de la casa Después de orar y reflexionar acerca de las Constituciones y Estatutos, las Líneas de Acción, y el Plan provincial, los miembros de la comunidad podrían tratar de describir en esta sección cuáles son los temas de mayor importancia para esta casa.
II Metas concretas para el año.
En esta sección se formula una serie limitada de metas y se toma una decisión sobre ellas (por ej., visitar todas las familias de la parroquia; reunión cada martes a las cuatro de la tarde, seguida por una oración de la tarde y cena en común; proponerse un día de retiro juntos cuatro veces en el año; escoger un libro para leer y discutir sobre él cada dos meses, a manera de formación permanente; tener contactos sistemáticos con jóvenes de la parroquia o de la escuela pensando en la promoción vocacional, etc). Se asignaría a uno o a varios una responsabilidad específica para cada meta, así como límites de tiempo.
III Evaluación.
Se define un método para evaluar periódicamente si ha habido progreso para conseguir las metas del proyecto.






