La oración, fuente de la vida espiritual para el joven vicentino

Francisco Javier Fernández ChentoFormación VicencianaLeave a Comment

CREDITS
Author: Comisión preparatoria del Encuentro de Jóvenes Vicencianos - Madrid JMJ Agosto 2011 · Year of first publication: 2011.

Primera Catequesis preparatoria del Encuentro de Jóvenes Vicencianos, Madrid 12-15 de agosto de 2011


Estimated Reading Time:

Analizamos nuestra realidad

Vivimos en un mundo secularizado, increyente, materialista y consumista, una sociedad que valora más el hacer que el ser. ¡Cuánto tienes, tanto vales!. Nuestra sociedad sufre de carencia de valores, hombres y mujeres que se llenan de cosas para calmar sus propios vacíos. Nuestros jóvenes que siguen corrientes filosóficas sin criterios de dicernimiento, jóvenes que se dejan llevar por el gusto, la moda, el sexo, etc.

Antes se decía: «Pienso luego existo»; hoy se dice «siento luego existo». Todo se decide por las sensaciones y por el querer. Hay poco criterio humano y mucho menos criterio cristiano en la toma de decisiones. A veces se siente que se quiere matar lo espiritual en la experiencia humana, sin darnos cuenta que en el fondo constituye lo esencial en la vida. Me pregunto y nos podemos preguntar en nuestro grupo:

  • ¿Que sería el hombre y la mujer sin espíritu?
  • ¿Hablan los jóvenes de espiritualidad? ¿Qué significa espiritualidad en el mundo de los jóvenes?¿Es lo mismo espirtualidad y espiritualismo?
  • ¿Considero la oración como parte importante de mi vida espiritual? ¿Considero la oración como fin o como medio?
  • ¿Qué es lo que busco cuando oro? ¿Reduzco la oración sólo a momentos de la vida?…

(Compartimos estas preguntas en el grupo.)

Son muchas las interrogantes que surgen en nuestro interior, preguntas que han de ayudarnos a comprender mejor como hemos de vivir nuestra fe, nuestra vida cristiana, como jovenes vicencianos. Les invitamos pues, queridos jóvenes, a detenernos, a hacer un alto en  nuestra vida para reflexionar y evaluar juntos, a la luz de la Palabra de Dios y de la enseñanza de Vicente de Paúl, cómo estamos respondiendo a la llamada que hemos recibido y qué podemos hacer para ser cada día mejores en la oración y en la acción.

Iluminamos nuestra realidad con la Palabra de Dios

Cristo nos enseña a orar (Lc. 11,1-4)

Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Al terminar su oración, uno de sus discípulos le dijo: «Señor enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos». Les dijo: cuando recen, digan: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino. Danos cada día el pan que nos corresponde. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe. Y no nos dejes caer en la tentación».

– Compartimos en el grupo: ¿Cómo ha de ser la oración de un joven vicentino a la luz del Evangelio?

Nos dice San Vicente: ¡Servir a los pobres es dejar a Dios por Dios!

El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo. (S.V.P., Carta  2.546)

«Nosotros no debemos estimar a los pobres por su apariencia externa o su modo de vestir, ni tampoco por sus cualidades personales, ya que, con frecuencia, son rudos e incultos. Por el contrario, si consideráis a los pobres a la luz de la fe, os daréis cuenta de que representan el papel del Hijo de Dios, ya que Él quiso también ser pobre. Y así, aun cuando en su pasión perdió casi la apariencia humana, haciéndose necio para los gentiles y escándalo para los judíos, sin embargo, se presentó a éstos como evangelizador de los pobres: «Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres».

También nosotros debemos estar imbuidos de estos sentimientos e imitar lo que Cristo hizo, cuidando de los pobres, consolándolos, ayudándolos y apoyándolos. Cristo, en efecto, quiso nacer pobre, llamó junto a sí a unos discípulos pobres, se hizo Él mismo servidor de los pobres, y de tal modo se identificó con ellos, que dijo que consideraría como hecho a Él mismo todo el bien o el mal que se hiciera a los pobres. Porque Dios ama a los pobres y, por lo mismo, ama también a los que aman a los pobres ya que, cuando alguien tiene un afecto especial a una persona, extiende este afecto a los que dan a aquella persona muestras de amistad o de servicio. Por esto, nosotros tenemos la esperanza de que Dios nos ame, en atención los pobres. Por esto, al visitarlos, esforcémonos en cuidar del pobre y desvalido, compartiendo sus sentimientos, de manera que podamos decir como el Apóstol: «Me he hecho todo a todos». Por lo cual, todo nuestro esfuerzo ha de tender a que, conmovidos por las inquietudes y miserias del prójimo, roguemos a Dios que infunda en nosotros sentimientos de misericordia y compasión, de manera que nuestros corazones estén siempre llenos de estos sentimientos.

El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo, y hay que prestarlo sin demora. Por esto, si en el momento de la oración hay que llevar a algún pobre un medicamento o un auxilio cualquiera, id a él con el ánimo bien tranquilo y haced lo que convenga, ofreciéndolo a Dios como una prolongación de la oración. Y no tengáis ningún escrúpulo ni remordimiento de conciencia si, por prestar algún servicio a los pobres, habéis dejado la oración; salir de la presencia de Dios por alguna de las causas enumeradas no es ningún desprecio a Dios, ya que es por Él por quien lo hacemos.

Así pues, si dejáis la oración para acudir con presteza en ayuda de algún pobre, recordad que aquel servicio lo prestáis al mismo Dios. La caridad, en efecto, es la máxima norma, a la que todo debe tender: ella es una ilustre señora, y hay que cumplir lo que ordena. Renovemos, pues, nuestro espíritu de servicio a los pobres, principalmente para con los abandonados y desamparados, ya que ellos nos han sido dados para que los sirvamos como a señores»

Compartimos en el grupo: ¿Qué rasgos de la espiritualidad vicentina tenemos que potenciar los jóvenes de la Familia Vicentina?

Nos comprometemos

Actividad: Juntos elaboraremos, de una manera muy creativa, un mural que estará dividido en dos partes. En la primera plasmaremos en imágenes (recortes) todo aquello que nos dicen Jesucristo y San Vicente que debe nutrir nuestra vida y servicio, podemos basarnos o inspirarnos en las siguientes oraciones o frases:

  • Dame un hombre de oración y será capaz de todo.
  • Es un mentiroso quien dice amar a Dios a quien no ve si no ama a su hermano a quien ve.
  • En la oración hemos de buscar la voluntad de Dios.
  • Pobreza: situación injusta que hay que transformar.
  • Los Misioneros son Apóstoles en la oración y contemplativos en la acción.
  • Las condiciones de pobreza extrema y miseria nos exigen pasar a la acción.
  • San Vicente quería personas de piedad y virtud.
  • Amor, ternura, respeto, compasión evangélica, caridad eficaz….
  • La oración de un vicentino es contemplar los acontecimientos de la vida real; es ahí donde nos encontramos con Cristo en el hermano.
  • La juventud para la Iglesia es una  prioridad para  la «Misión».

En la segunda mitad o parte del mural, colocamos algún reto o acción concreta a cumplir para responder a las peticiones que nuestros «amos y señores» nos presentan, a nivel local o incluso mundial. No es malo soñar, siempre y cuando  sea un sueño que pueda hacerse real a corto o mediano plazo…  ¿Pensamos en el «cambio sistémico»?

Materiales: Papelógrafos que harán de murales. Periódicos, revistas, bolígrafos, plumiones, tijeras, etc.

Grupos: según los asistentes se forman grupos de 4 o 5 personas

Una vez estén listos los murales, se colocan en a la vista de todos los presentes, para que puedan contemplarlos en silencio durante un tiempo prudencial.  Luego, como en una visita guiada, cada grupo expone su trabajo y el porque y cómo de los retos que proponen.

Celebramos

Acorde a la realidad del momento y lugar donde se realice la actividad, puede programarse culminar la catequesis con una Eucaristía. En caso de no ser posible, entonces podría hacerse la celebración de la Palabra. La intención es entregar en el momento del ofertorio, los murales realizados, como símbolo del compromiso comunitario adquirido. También se puede proponer como compromiso del grupo realizar una vez al mes la Lectio Divina, forma de oración que nos ayuda a orar con la Palabra de Dios.

Oración de la Familia Vicentina

Señor Jesús, Tú que quisiste hacerte pobre, haz que tengamos ojos y corazón para los pobres;
y que te reconozcamos a Ti en ellos; en su sed, en su hambre, en su soledad, en su desventura.

Suscita en nuestra Familia Vicentina la unidad, la sencillez, la humildad
y el fuego de la caridad que abrasó a San Vicente de Paúl

Danos fortaleza para que, fieles a la práctica de estas virtudes,
podamos contemplarte y servirte en la persona de los pobres
y un día unirnos a Ti y a ellos en tu Reino. Amen

Para compartir con otros jóvenes vicentinos

(Invitamos al grupo a compartir los frutos de las catequesis con otros jóvenes vicentinos en el blog del «Encuentro de Jóvenes Vicencianos»)

  • ¿Cómo ha de ser la oración de un joven vicentino?
  • ¿Qué elementos de la espiritualidad vicentina tenemos que potenciar los jóvenes de la Familia Vicentina?
  • ¿Cuáles son vuestros compromisos de grupo para vivir vuestra identidad de jóvenes vicentinos?

Documento de reflexión para la preparación del «Encuentro de Jóvenes Vicencianos», Madrid 2011

Cuando hablamos de oración, generalmente, se nos viene la idea de esos momentos personales de encuentro con Dios en un retiro o jornada. E incluso pensamos que es más obligación de los sacerdotes o religiosas que del cristiano. Hoy, por ejemplo, no se valora mucho este espacio, incluso escuchamos decir: «no tengo tiempo para orar, tengo tantas cosas que hacer…» Pero me pregunto: ¿no será que no amamos tanto a Dios que ya no tenemos tiempo para Él? Quizás sea esa la causa principal de la apatía espiritual de los hombres y mujeres de hoy, que cayendo en un activismo desenfrenado ya no tienen tiempo ni para ellos mismos, pues también se han convertido en pequeñas máquinas.

Cuando hablamos de oración hablamos de espiritualidad, porque la oración es la fuente de la espiritualidad cristiana y vicentina. Cuando uno lee los Evangelios descubre a Jesús siempre en oración, en dialogo con el Padre, cuya voluntad prefería por encima de todas las cosas. Si la oración fue parte sustancial en la vida de Jesús, ¿no ha ser también para nosotros, sus discípulos?

Señor, enséñanos a orar

Vicente de Paúl, cuando enseñaba a sus misioneros, les decía que los maestros más experimentados en la práctica de oración aprendieron a orar al lado de Jesús, con la ayuda de su Espíritu. Entendamos entonces que la oración es gracia y por ella hemos de pedirla también, así como los discípulos le pidieron a Jesús: «Señor enséñanos a orar».

«Nuestro Señor era un hombre de grandísima oración, desde sus primeros años se apartaba de la Santísima Virgen y de San José para hacer oración a Dios, su Padre. Durante toda su vida de trabajo era siempre puntual y fiel en hacerla. Se le veía ir expresamente a Jerusalén, se aislaba  de sus discípulos para orar y no se retiraba al desierto nada más que para eso. ¡Cuántas veces se echaba al suelo con la faz en la tierra. ¡Con cuánta humildad se presentaba a Dios, su Padre, cargado con los pecados de los hombres!  Finalmente, hizo oración hasta verse agotado por el ayuno al que quiso sujetarse. Su continuo y principal ejercicio era la oración. La noche de su pasión se separó una vez más al huerto,  donde iba con frecuencia a hacer oración y allí la hizo con tanto fervor, con tanta devoción, que su cuerpo, por los esfuerzos que hacía, sudó sangre y agua». (S.V.P., IX 380).

Orar para hacer la voluntad del Padre

Cuando Jesús se retiraba a orar lo hacía con el único fin de hacer la voluntad de su Padre, con quien permanecía en intima unión. De la misma manera, la oración cristiana ha de concebirse como un diálogo y no un monólogo, pues en la oración además de hablar tenemos que aprender a escuchar,  para saber lo que Dios quiere de nosotros. El amor al Padre, decía San Vicente, conducía a Jesús al cumplimiento de su voluntad:

«Salvador mío, estabas animado de ese deseo inmenso e incomparable de que todas las criaturas hiciesen la voluntad de Dios; por eso pusiste en la oración dominical: «hágase tu voluntad». Esa fue la oración que enseñaste a los discípulos; es lo que quisiste que todos los hombres pidieran e hiciesen. ¿Qué? La voluntad del Padre Eterno. ¿Dónde? En la tierra como en el cielo. ¿Cómo? Como lo hacen los ángeles y santos: con prontitud, en todo, de forma constante, amorosamente». (S.V.P., XI 449).

Oración y apostolado van de la mano

Como cristianos y jóvenes vicentinos, a la luz de la experiencia de Pablo y Vicente,  hemos de reconocer que no podemos vivir una vida espiritual si no estamos unidos a Cristo en la oración. Pues las tentaciones están al acecho y la oración fortalece nuestra voluntad para no caer en ellas. Por otro lado la vida apostólica en nuestras comunidades adquiere su fuerza en la oración; sin ella, todo perdería sentido, todo se convertiría en obras vacías y huecas.  Vicente de Paúl estaba convencido que el misionero no está libre de las tentaciones contra su vocación, porque ellas aparecían muchas veces en su camino. Y decía que para afianzar la vocación el misionero tenía que orar. «Dame un hombre de oración y será capaz de todo; podrá decir como el santo apóstol: puedo todas las cosas en aquél que me sostiene y me conforta». (S.V.P., XI 778).

Oración y contemplación

Vicente de Paúl nos enseña que la verdadera oración contiene dos aspectos: lo afectivo y lo efectivo. Uno no puede quedarse en el estado emocional simplemente, pues la oración tiene que llevarnos a un compromiso mucho más radical. Lo afectivo, aquello que se produce en nuestros corazones, ha de concretarse en actitudes concretas. Vicente  llama a esto «amor efectivo». El amor afectivo ha de llevarnos entonces al amor efectivo.

Para comprenderlo mejor podemos decir que la oración vicentina tiene dos dimensiones: una vertical y otra horizontal. La vertical es lo afectivo, el encuentro con Dios de manera personal, en la cual participa lo sensitivo y emocional de nuestro ser. La horizontal es el encuentro con el hermano, especialmente con el pobre, amándolo y sirviéndolo viendo en él a Dios.

El método de oración vicentina

Existe un método sencillo de oración que Vicente enseñó a los Misioneros y a las Hijas de la Caridad, y que le conocemos como el «pequeño método». San Vicente sugería, a modo de preparación para la oración, la lectura por la noche de algunos puntos que estimularan la oración mental a la mañana siguiente. (S.V.P.,  IX 426; X, 590-591; XII, 64)

El método que propone se puede presentar esquemáticamente de la siguiente forma:

Preparación – Primero se pone el orante  en la presencia de Dios por medio de una de las múltiples formas: considerándose presente ante Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, pensando que Dios reina en el cielo o en su interior, meditando sobre su presencia en las almas de los justos,… Luego le pide ayuda para orar bien. También pide la ayuda de la Santísima Virgen o de algún santo. Después escoge el tema de meditación, como un misterio de la fe cristiana, una virtud moral o teológica, o alguna enseñanza de Nuestro Señor.

Cuerpo de la oración. Comienza el orante  a considerar el tema de la oración.  Si el tema de la oración es una virtud, reflexiona sobre los motivos para amarla y practicarla. Si es un misterio de la fe, piensa en la verdad contenida en el misterio. Mientras reflexiona, trata de suscitar actos de la voluntad, por los cuales, bajo el impulso de la gracia, expresa el amor a Dios, dolor por el pecado, o deseo de la perfección. Luego el orante toma algunas resoluciones concretas.

Conclusión. El orante da gracias a Dios por este tiempo de meditación y por las gracias concedidas durante la oración. Coloca ante Dios las resoluciones hechas. Después, ofrece a Dios toda la oración que ha hecho, pidiéndole ayuda para llevar a cabo las resoluciones. (Cf. S.V.P.,  IX, 420; X, 573; XI, 406).

Dos enseñanzas vicentinas: Repetición de Oración y «Dejar a Dios por Dios»

San Vicente animaba a los Misioneros y a las Hijas de la Caridad a compartir la oración. Recomendaba que se hiciera cada dos o tres días. (S.V.P., IX, 421-422.).  El santo valora mucho esta práctica hasta  tal punto que llega a decir que la oración compartida, la repetición de oración, ha sido una gran gracia en la Congregación (S.V.P., XII, 288).

Otra enseñanza de San Vicente, que a menudo se encuentra en sus conferencias a las Hijas de la Caridad, es la práctica de «dejar a Dios por Dios» (S.V.P.,  IX, 319; X, 95, 226, 541- 542, 595, 693). Los pobres, con frecuencia, llegaban inesperadamente y requerían urgentemente a las Hermanas. San Vicente las animaba a responder, diciéndoles que dejarían a Dios, con quien estaban conversando en oración, para encontrarle en la persona de los pobres. Al mismo tiempo, San Vicente urgía a las Hermanas y a los Misioneros a que no dejaran nunca la oración. (S.V.P., VIII, 368-369; IX, 426). Sorprende que, aunque se mantenía firme sobre la regla de levantarse pronto por la mañana y no dejar nunca la oración, San Vicente aplique el sentido común al cumplimiento de la regla. Dice a las Hermanas: «Veis, la caridad está por encima de todas las reglas y es necesario que todo se refiera a ella. Es una dama noble. Debéis hacer lo que os ordena. En ese caso es dejar a Dios por Dios. Dios os llama a la oración, y al mismo tiempo os llama al pobre enfermo. Eso es dejar a Dios por Dios» (S.V.P.,  X, 595).

Algunos consejos prácticos para orar

  1. La fidelidad en la oración requiere disciplina. San Vicente aludía a esto cuando hablaba de la mortificación como requisito previo para la oración. Es importante fijar una hora de oración y tener un lugar de oración. Del mismo modo, ayudará en gran manera irse a dormir a una hora razonable si uno se ha de levantar temprano para orar. Hoy, cuando existen muchas distracciones que pueden apartarnos fácilmente de la oración (televisión, radio, cine, internet, etc.), se debe renunciar a menudo a algunas alternativas buenas, interesantes, para ser fieles a la oración.
  2. La oración mental exige tranquilidad. Naturalmente, una comunidad apostólica no puede estar completamente aislada de sus contactos con los pobres, como se muestra por las conferencias de San Vicente a las Hijas de la Caridad. Sin embargo, se debería escoger una hora de oración en la que el ruido y las interrupciones fueran improbables, en la que los teléfonos y timbres no estuvieran sonando. Esa es una de las razones por la que las comunidades han elegido tradicionalmente hacer oración temprano, a primera hora de la mañana, antes de que empiece el ritmo intenso de las tareas diarias. Dietrich Bonhoeffer declara: «El silencio no es otra cosa que la espera de la Palabra de Dios».
  3. Es importante estar familiarizado con varios métodos, teniendo, por decirlo así, un «repertorio de oración. Diferentes métodos corresponderán a diferentes etapas de la vida. Podemos encontrarnos que, en posteriores estadios de la vida, volvemos a métodos que empleábamos antes.
  4. El orante necesita ser alimentado. Algunos de los principales elementos de la dieta son la lectura de la Sagrada Escritura, las buenas lecturas espirituales y, particularmente en la espiritualidad apostólica, el contacto vivo, reflexivo,  con Cristo en la persona de los pobres.
  5. La oración debe conducir a una autodefinición renovada. En ella, nuestros valores deberían volver a definirse y a adoptar un carácter cada vez más evangélico. La oración debería llevar a una continua conversión. Debería concretarse en actos de caridad y de justicia. Por eso San Vicente insistía en las «resoluciones prácticas».
  6. El orante no debe centrarse demasiado en lo que dice, en las palabras. Lo que Dios está comunicando es más importante que las palabras del orante. A la larga, la oración es una relación. Si es cierto que las palabras ocupan un lugar privilegiado en una relación, sin embargo la comunicación va más allá de las palabras. Algunas de sus formas más profundas son no-verbales. Los que están profundamente enamorados pasan a menudo significativos períodos de tiempo juntos, aunque se hablen poco. La «simple» presencia es signo de fidelidad. Jesús, de hecho, nos previene contra la profusión de palabras en la oración.
  7. Como estamos necesitados, nuestra oración tendrá a menudo carácter de petición, pero es muy importante que adopte también las otras «actitudes» bíblicas: alabanza, acción de gracias, admiración, confianza, abandono,… La oración típicamente cristiana está llena de acción de gracias.
  8. Como recomienda Jesús, debemos orar a menudo para hacer o aceptar la voluntad de Dios, de manera que pueda manifestarse en nuestras vidas. Esto es lo que San Vicente quería decir cuando recomendaba la indiferencia como predisposición para la oración. Esto es particularmente importante en época de discernimiento.
  9. Como seres humanos que somos, y por lo tanto en carne mortal, las condiciones físicas y del entorno pueden ayudar o inhibir la oración. Las imágenes, velas, incienso, la belleza del escenario, un tabernáculo, la iluminación, la música… todo puede servir de ayuda a nuestra oración.
  10. Las distracciones son inevitables, ya que nuestra mente es incapaz de centrarse en un solo objeto durante largos períodos de tiempo. Cuando las distracciones son persistentes, lo mejor a veces es fijarse en ellas antes que rehuirlas, y hacer de ellas el tema de nuestra conversación con el Señor.

Bibliografía.

1.     «El camino de Vicente es nuestro camino», Editorial CEME, Salamanca 1985.

2.     Robert Maloney, CM.  «La oración mental: ayer y hoy. Reflexiones sobre la tradición vicenciana».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *