5. Dante y La Divina Comedia. Ozanam veía en Dante la personalidad más típica de la Edad Media, y, en la obra de Dante, la expresión más acabada de todo lo que le parecía caracterizar a la cristiandad en el plano literario, filosófico y religioso. Dedicó a la una y a la otra la mayor parte del tiempo y de sus penas. Hizo de ello el tema de su tesis de doctorado, y ya sabemos la influencia que la tesis ejerce sobre la carrera intelectual de los universitarios. Empleó, para comentar el Purgatorio, varios años de su enseñanza, y contaba ciertamente abordar, si Dios le hubiese concedido vida, las otras partes del divino poema. Hay, pues, abundantes razones que explican la preferencia que él había concedido al gran florentino para la coronación de su obra histórica.
Todos los elementos de esta obra los encontraba en los cantos de aquel hombre prodigioso: la herencia antigua, la aportación bárbara, la elaboración de esos dos puntos por los clérigos, la fermentación de los pueblos; la ciencia, la filosofía, la mística, y también las maneras de sentir y vivir de una época que, por la lengua, las formas literarias, y los juegos de la política también, llevó a cabo toda la Edad Media, haciendo ya presentir la Era moderna.
Coloquémonos en esta perspectiva, y no disputaremos a Ozanam el lugar, quizás excesivo, que él asigna a su poeta en la historia de la civilización: es a través de Dante que él estudió a aquella.
Su proyecto de 1848 nació, podríamos decir, del encuentro de sus estudios dantescos con sus ambiciones juveniles. Al final, fue Dante que salió victorioso, y tanto para los contemporáneos como para la posteridad, el papel de Ozanam historiador es el habernos hecho conocer mejor y comprender mejor La Divina Comedia.
En la tesis, acuerda sus pasos con los de su maestro Fauriel: busca el sitio de Dante en la historia del pensamiento. Emprende La Divina Comedia, considerada como una suma poética de la ciencia y la filosofía de la Edad Media. Procede por exposiciones comparativas, método nuevo aún y que debía, después de él, convertirse en clásico. Además, consiguió familiarizarse con toda la literatura, de la que su autor pudo recoger la herencia, así los versos como los escritos filosóficos. Sus conclusiones, tanto sobre las fuentes y la significación del poema como sobre la ortodoxia profunda del poeta, las consideramos ya adquiridas de ahora en adelante. Es superfluo hacer aquí el comentario. O, mejor dicho, este comentario existe: Henry Cochin lo hizo con una emocionante simpatía, pero también con una sensibilidad literaria igual a su profundo conocimiento del medio y de la época.
Después del estudio del conjunto, que nos ofrece las primicias de sus trabajos sobre Dante, Ozanam no podía dejar de abordar el detalle y consagrar su enseñanza, al menos en una parte, al propio poema. Es lo que empezó por hacer traduciendo el Purgatorio, con las explicaciones filológicas, literarias e históricas que cada canto le sugería. Pasó en este trabajo cuatro años. Las demás partes de la Comedia casi no fueron empezadas y no tenemos nada sobre ellas. Las lecciones sobre el Purgatorio no fueron publicadas sino después de su muerte, bajo la dirección de su amigo G. Heinrich. Si la traducción se halla ter- minada, los comentarios reflejan un ritmo algo improvisado con notas tomadas a la vista y sin repasar.
Pero, ¿por qué haber empezado, no por el Infierno, que es el verdadero principio del poema, sino por el Purgatorio, la segunda parte? Ozanam nos lo explica en su lección de apertura. El Purgatorio es el más humano de los cantos; el Infierno, es el mal; el Paraíso, es el bien; el Purgatorio, como nuestra pobre naturaleza, es la mezcla del bien y del mal. Es el amor, pero a nuestra medida. «La escena del Infierno es demasiado sombría, y toda poesía expira en este lugar en donde no se ama. El Paraíso es demasiado inmaterial, y todo el esfuerzo del genio no consigue llegar a unas alegrías que ya no tienen nada de terrestre. El Purgatorio es severo, sin ser desolado; hay que compararlo a los desiertos de los anacoretas donde todo es penitencia, pero que poseen sus palmeras y sus fuentes, y son visitados por los ángeles… El Infierno es poblado por grandes criminales; el Paraíso no tiene otra cosa que almas heroicas; el Purgatorio se convierte en el asilo de los corazones débiles, de las voluntades tambaleantes, de aquellos que se han extraviado a veces de resultas de las bellezas perecederas, pero que finalmente se han vuelto hacia la belleza eterna».
Estas líneas nos informan sobre el espíritu que inspiraba a Ozanam en sus trabajos más técnicos. Su corazón nunca se encuentra ausente de sus obras. Así, en este volumen de comentario, donde se codean la erudición lingüística, la historia y la teología, toda una parte, quizá la mejor, está consagrada enteramente al Amor, a la actitud de la Edad Media hacia la mujer, hacia Beatriz en fin, quien, para Ozanam, sintetiza el pensamiento dantesco y, por la misma razón, encarna las costumbres, el espíritu y la civilización de la cristiandad en su apogeo.
One Comment on “La obra de Federico Ozanam (XI)”
Excelente la tarea de Ozanam con la Divina Comedia. Existe alguna traducción al español de la misma?