In nomine Patris, et Filii et Spiritus Sancti. Amen.
Quizá a alguien parezca que pecamos de exageración si calificamos de prematura la crónica de la Casa del Puerto de Sagunto. La fundación es reciente y, como todas las cosas nuevas, se presta a mil comentarios favorables o desfavorables. Los seis meses que esta Comunidad lleva de existencia son un tiempo relativamente corto para que podamos apuntar grandes cosas realizadas por los miembros de la misma. Y no es, ciertamente, porque no se haya trabajado con la abnegación exigida por toda nueva fundación; se ha trabajado con celo casi heroico para vencer dificultades, para aquietar los ánimos y calmar ciertos espíritus francamente hostiles a nuestra actuación parroquial. Ello ha constituido desde el principio nuestra principalísima preocupación obligándonos voluntariamente a mantenernos pasivamente a la defensiva, y absteniéndonos de toda ofensiva que pudiera zaherir las injustificadas susceptibilidades de los adversarios.
Sabemos que escribimos historia, y ésta es implacablemente veraz; pero sabemos también que los hechos desarrollados en la feligresía del Puerto de Sagunto, con ocasión de nuestra llegada, son de tal índole, que la más elemental prudencia aconseja callarlos para que sean relegados al olvido, toda vez que examinar sus causas no puede entrar en los ámbitos de la primera crónica de la Casa del Puerto de Sagunto.
Nuestro intento no es otro que sentar oficialmente la partida de nacimiento de esta Comunidad, narrando .someramente todo lo que pueda tener algún valor histórico para el futuro de esta Casa y de nuestra Provincia.
La fundación
Reiteradamente el señor Gerente de la Empresa «Altos Hornos de Vizcaya, S. A.», había acudido al Rdo. señor Visitador para que los Padres Paúles nos hiciéramos cargo de la dirección espiritual de los obreros que trabajan en la fábrica de Sagunto. La escasez de personal motivó varias negativas. Con todo, el mencionado señor Gerente no cejó en su empeño: conoce de sobras la excelente labor misionera realizada por los Padres Paúles entre los obreros de la fábrica de Baracaldo (Vizcaya), y quería que fuesen Paúles los encargados de procurar el bien espiritual, a la masa obrera del Puerto de Sagunto. Habiendo accedido a ello el Rdo. señor Visitador, y vencidas las primeras dificultades, se convinieron por ambas partes las bases fundacionales, que fueron sometidas a la aprobación del Excmo. señor Arzobispo de Valencia.
En virtud del contrato fundacional, aprobado por la suprema autoridad diocesana, opérase un cambio substancial en esta feligresía, pues de iglesia filial de la villa de Sagunto, pasa a ser Ayudantía de primera, independiente del Párroco de Sagunto, siendo nombrado Cura de la misma el Rdo. P. Juan Padrós. Por su parte, la Empresa se compromete a subvencionar a dos Padres que se dedicarán al cuidado espiritual de los productores, obreros y empleados, de la fábrica y sus familias, y familias todas del poblado en general.
El campo de operaciones
Es indudablemente vastísimo y espinoso. Para creerlo hay que verlo y palparlo. Por una parte, una empresa siderúrgica importantísima, fundada hace pocos años con objeto de beneficiar las riquísimas minas de mineral de hierro de Ojos Negrea (Teruel) donde existen reservas formidables. siendo la Compañía de Sierra Mentira, propietaria de las minas, filial de Altos Hornos de Vizcaya, S. A.; una empresa cuyo proyecto iniciad, aun hoy en curso de ejecución, comprende la construcción de cuatro hornos altos, con una capacidad de producción de 450 toneladas diarias de lingote cada uno; otras tantas baterías de coque con recuperación de subproductos, diez hornos de acero para el afino de 1800 toneladas de lingote, y los trenes de ‘laminar y servicios auxiliares correspondientes, dotado todo ello de los más modernos elementos de trabajo: central térmica, acerería con parques de chatarra y materiales, departamento de laminación, taller de acabados, taller de cilindros, taller de construcción y reparación, almacén de efectos, muelle para la descarga de materiales, oficinas, laboratorios para ensayos en seco y en húmedo. hospital de unes 50 plazas para tratamientos de accidentes, heridas y lesiones; cooperativa, surtida en mejores tiempos de toda clase de comas- tibias y efectos de vestir; una modernísima escuela de aprendices, un colegio dirigido por religiosas, en el que reciben instrucción setecientas niñas; trenes eléctricos hasta Sagunto con un recorrido de cinco quilómetros y que enlazan con los principales trenes de la Compañía del Norte, procedentes de Barcelona y de Valencia… Todo esto, naturalmente, supone un número considerable de dirigentes técnicos, personas cultas e instruidas, de cierta posición social.
Por otra parte, es mucha la mano de obra que necesita una empresa de tal índole, y un pueblo como Sagunto, con sus diez mil habitantes que viven holgadamente dedicándole al cultivo de sus campos de naranjos, no pudo aportar el trabajo que la fábrica requería. Fue preciso contar con elementos extraños, y aquí acudieron murcianos, andaluces, extremeños, castellanos, asturianos, aragoneses, vascos, gallegos, etc., y se formó el extenso poblado actual alrededor de la fábrica, con sus calles rectas y paralelas, que casi podrían citarse como modelo de urbanización, y que e/I la actualidad cuenta aproximadamente con unos once mil habitantes. Como fácilmente apreciará el lector, es esta una población sumamente heterogénea. Aquí se ha reunido lo peorcito de todas las regiones, de todos los pueblos y de todas las familias… Es proverbial entre ‘los mismos habitantes del Puerto, que aquí llegan los fracasados en cualquier ramo y de cualquier pueblo. Pero, no es esto todo: aquí, quizás más que en ninguna otra parte, ,continúa acentuada la cuestión social, debido a causas de orden vario: suma miseria en muchísimas familias, descontento de los obreros por los sueldos que perciben, vida a todo tren que llevan los mismos obreros cual si se tratase de acaudalados, ambiente de indiferencia y de paganismo fomentado frecuentemente por ciertos elementos, olvido total de las prácticas y deberes religiosos por parte de una inmensa mayoría de la población, etc., etc. Todo ello, naturalmente, produce cierto malestar en todos, y más cuando los más adelantados se atreven a proferir injurias y amenazas contra los buenos y pacíficos ciudadanos que no cometen otro mal que cumplir con sus deberes religiosos y sociales.
Este es el campo de operaciones que Dios acaba de confiar al celo de nuestra pequeña Provincia, campo cubierto de malezas, al cual hemos llegado por caminos insospechados los que fuimos destinados a formar
La primera Comunidad del Puerto de Sagunto
A ella fueron destinados los señores Padrós, Molluna y Carré, y H. Coadjutor Julián Batlle, los cuales de sus respectivas comunidades se reunieron en Barcelona para, en compañía del señor Visitador, emprender el viaje el 1.° de julio hasta Sagunto. Aquí llegamos el mismo día, a las seis, de una magnífica tarde levantina. Nos sorprendió —finé debido a la puntualidad del tren (!)— el ver que nadie-nos esperaba, y nuestro apuro habría sido mayúsculo si el señor Navarro no hubiese acudido desde Valencia para presentarnos al señor Director de la fábrica. Poco después llegó el alto ‘empleado que la Empresa había enviado para recibirnos, y en taxi unos, y en el tren eléctrico los otros, nos trasladamos al famoso Puerto de Sagunto, aposentándonos en el chalet núm. 14, mientras no estuviese en condiciones la vivienda que debía de proporcionarnos la Empresa. ¡Indeleble será el recuerdo que guardaremos del mencionado chalet, bajo cuyo techo experimentamos filas primeras dificultades y las más amargas penas que Dios nos reservaba en estas tierras!
Al poco rato fuimos saludados por el Director de la fábrica, don Jerónimo Roure, y éste y el señor Visitador estamparon su firma en el documento fundacional, firmado ya por el señor Arzobispo doctor Melo.
Al día siguiente, 2 de julio, primer viernes de mes y fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, constituyóse formalmente la Comunidad. Reunidos al efecto bajo la presidencia del señor Visitador, después de unas palabras muy oportunas, instaló al Superior seriar Padrós, nombrando Asistente al seriar Carré y Procurador doméstico al señor Molluna.
Acto seguido, los señores Visitador y Superior visitaron al señor Arcipreste de Sagunto en su propio domicilio para invitarle a leer desde el púlpito de la iglesia del Puerto el nombramiento oficial del señor Superior Cura independiente. Sorprendido el señor Arcipreste de que el Excmo. señor Arzobispo de Valencia hubiese concedido la independencia eclesiástica de Sagunto a la feligresía del Puerto, declinó la invitación, como antes la declinara el sacerdote a quien reemplazaba la Comunidad. Y fue el propio señor Visitador quien, desde el púlpito, el mismo día 2, después de la función de la tarde en honor del Sagrado Corazón, leyó el expresado documento ante un reducido grupo de fieles que ignoraban nuestra llegada en absoluto.
Estamos, pues, ya en posesión de lo estipulado en las base„ fundacionales. La Empresa cede la iglesia, bonita y espaciosa, si bien muy incapaz para el censo de la población. Entre los fieles funcionan las Juventudes Masculina y Femenina de Acción Católica, que viven una vida lánguida, motivada por la desunión de sus socios y directivos; la Cofradía del Sagrado Corazón <lo Jesús y la Visita Domiciliaria de la Virgen Milagrosa. Es todo cuanto aquí encontramos. Digo mal: encontramos algo más, quizás de más valor, lo que no puede ni debe faltar en toda fundación y que motivó no poco quebranto en la salud de nuestro superior señor Padrós:
Las dificultades
Se dice de ellas que son el sello distintivo d las obras de Dios; y si realmente es así, tendremos que convenir en que la fundación del Puerto de Sagunto tiene todas las garantías de las obras de Dios. Resultaría prolijo registrar en el pequeño marco de la presente crónica todas las pruebas a que ha sido sometida nuestra paciencia. aun cuando muchos incidentes tendrían que ser enumerados entre los casos anecdóticos. Procuraremos anotar sumariamente los h chas indispensables para que el lector pueda hacerse cargo de la situación.
Sea, en primer lugar, materialmente hablando, el que a nuestra llegada encontramos la casa parroquial ocupada aún por el sacerdote que no tenía prisa ninguna para desalojarla, ni menos para cedernos su puesto de rector de la feligresía. Por lo tanto tuvimos que continuar viviendo en el chalet hasta el 24 de julio, con grave perjuicio espiritual para todos, pues los más desaprensivos cuidaron de propalar el bulo de que «los frailes» solamente cuidarían de la clase adinerada, o sea de los ingenieros: era el medio más apto para alejar de nosotros a la clase obrera.
Por otra parte, los que más incondicionalmente debían ponerse al lado de la Jerarquía eclesiástica y de la Parroquia, las Juventudes Masculina y Femenina de Acción Católica, mal aconsejadas y llevadas por una «claque» hacia su antiguo Consiliario, nos volvieron las espaldas, sin querer saber nada de nosotros desde el primer día.
Todo ello contribuyó, naturalmente, a que se formase en el poblado una atmósfera francamente hostil a los Padres, a los que se culpaba de haber desbancado al sacerdote hasta entonces encargado, el cual supo hacer a la perfección el papel de víctima; atmósfera fomentada, solapada y abiertamente, por elementos más o menos atrevidos. Consecuencia de todo esto y de no sé cuántas cosas misteriosas que contaban de los Padres, fue el retraimiento de muchas personas de la iglesia en días de precepto, aún de las más asiduas… Y fue entonces cuando tomaron parte en el asunto los más indiferentes y aún los mismos incrédulos que se frotaban las manos de satisfacción ante la «huelga de las beatas», como ellos mismos graciosa e irónicamente calificaron dicho retraimiento. La «huelga», como todas las demás, tuvo sus capitostes y de su boca salieron las frases más picantes contra la Comunidad, cebo de toda la población.
Y a tal punto llegaron las cosas que, por cualquier disposición o reforma que hiciéramos, por más conforme que estuviera a los Sagrados Cánones y a las leyes litúrgicas, éramos mordazmente censurados, criticados y reconvenidos por un sector de población, a la cual azuzaban ciertas personas de carrera, cuyos nombres queremos recordar sólo para tenerlos muy presentes en nuestras oraciones.
Así es que, propiamente hablando, estábamos solos, sin poder contar ni con unos ni con otros, ni con los buenos ni con los malos. Humanamente considerado, era desalentadora la perspectiva que ofrecía nuestro campo de apostolado; pero unidos en estrecha hermandad y calladamente, escudados con la paciencia y la caridad, empezamos nuestro trabajo y nuestra
Labor positiva
Esta ha consistido primeramente en solucionar y vencer todas las dificultades creadas con nuestra presencia en el Puerto de Sagunto. Unas se disiparon como el humo, otras persisten algo, calentando los sesos de algunas personas acostumbradas, tiempo atrás, a mangonear en todo lo de la Iglesia.
Háse encauzado la obra parroquial, reformando ciertas cosas, cositas y cosazas que desdecían de la casa del Señor y de la seriedad de los actos del culto. En punto a reforma parroquial ha cabido la mejor parte a la Acción Católica. Se han trazado nuevos derroteros a seguir por parte de las Juventudes Masculina y Femenina, todo en consonancia con los reglamentos y bases respectivos; se ha creado la Acción Católica de Mujeres, y está en pilan de estudio la Adoración Nocturna de los Caballeros, por dificultades especiales en la rama de los Hombres de Acción Católica. Un interés especial se ha puesto en el cuidado de loe Aspirantados, única esperanza del futuro. Se ha intensificado la devoción a la Virgen Milagrosa, cuyas urnas de la Visita Domiciliaria se han duplicado en número.
Para facilitar el cumplimiento del precepto dominical, y por resultar insuficiente la iglesia parroquial, la Empresa acordó construir sendas capillas en los dos barrios extremos de población, cerca de la playa y en su parte opuesta. La primera, situada en la barriada más pobre, tiene todo el aspecto de una capilla, de misión, y, bajo la advocación del Santo Cristo del Puerto, fue bendecida el 15 de agosto del año corriente. La segunda ha sido emplazada en el Colegio de María Inmaculada, es espaciosa, luminosa, alegre, apropiada para las setecientas niñas que acuden a las aulas de dicho Colegio y fue bendecida el 22 de octubre por el Ilmo. señor Vicario General del Arzobispado. Con la construcción de ambas capillas y con la celebración de seis misas a hora fija en todos los domingos y días festivos —cuatro de ellas en la iglesia parroquial de. Nuestra Señora de Begoña— queda suficientemente cubierto el servicio religioso y espiritual de la feligresía. Otrosí, radica en cada una de estas tres iglesias su Catequesis de niños y niñas, al frente de cada una de ellas está un Padre, ayudado por jóvenes de ambos sexos y mujeres de Acción Católica, que voluntariamente se prestan a coadyuvar en la Catequesis con su título de catequistas.
Merece punto aparte, aun cuando vaya incluido bajo el misma epígrafe, la adquisición, a cargo de la Empresa, de un precioso equipo completo de cine sonoro (21.000 pesetas) que sólo utilizamos para recoger y distraer a los niños. Es el cine «San Vicente», frecuentado por la numerosa gente menuda del Catecismo parroquial, quienes por el precio irrisorio de diez o veinte céntimos pasan unas horas de sano esparcimiento. Esto era una verdadera necesidad en el Puerto de Sagunto, dada la afición loca que los niños y mayores tienen a las figuras de la pantalla, y debido a que no habiendo local a propósito donde poder reunirse los niños, éstos andaban a bandadas por las calles corno auténticos golfillos o se encerraban horas enteras en los dos grandes cines del poblado.
Preocupación principalísima del señor Superior han sido los enfermos y los pobres, a los que se ha socorrido con la ¡limosna espiritual y material, pues aquélla surte siempre más efecto cuando va acompañada de ésta. Lo que empezó por una insignificancia tiene hoy el valor de una verdadera institución benéfica, hábilmente manejada por el señor Padrós y administrada con los donativos que se hacen en favor de los pobres desgraciados, principalmente por parte de la Empresa: se visita a los enfermos y se socorre en lo posible a los necesitados. Hasta la fecha se han pagado en la Casa parroquia 1170 litros de leche, distribuida a los enfermos, y se han socorrido con limosnas a personas y familias indigentes por valor de 980’30 pesetas, amén de otras caridades que sólo Dios conoce.
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Y nada más tenemos que decir de nuestra Casa del Puerto de Sagunto. El Señor que a ojos vistas ha empezado nuestra obra, lee termine con una abundante recolección de fruto espiritual sembrado por la Comunidad fundadora de esta Casa, que está destinada a dar mucha gloria a Dios y a producir mucho bien en las almas a nosotros confiadas.
EL CRONISTA
Puerto de Sagunto, 31 de diciembre de 1943.