III. LAS NOTAS DE LA GENIALIDAD
En el nacimiento y primitivo despliegue de la Compañía de las Hijas de la Caridad hay múltiples elementos que ostentan originalidad, genialidad, novedad. Pruebo a destacar alguno.
1.Una simple cofradía laical, nada más. En cuanto a la Congregación de la Misión, Vicente tuvo que acometer una carrera de obstáculos en Roma para obtener su aprobación: tratándose de sacerdotes, no podía menos.
Para las Hijas de la Caridad, Vicente y Luisa emplearon estrategias distintas. Permanecieron en el ámbito puramente laical dentro de la Iglesia. Diría yo, que la genialidad de los fundadores en este caso fue la de no actuar, no hacer, no buscar aprobaciones, salvo la indispensable del arzobispo de París, obteniendo de él la erección de la Compañía como cofradía. Sólo en 1668 obtendrá la aprobación de Roma a través del legado pontificio.
La identidad de cofradía iba a ser decisiva en la tutela de «lo propio» de las Hijas de la Caridad. Vicente y Luisa eran conscientes de ello. El 7 de agosto de 1655 Luisa había manifestado a Vicente «que la mayoría de nuestras Hermanas sentirán repugnancia por la palabra Cofradía, sin más», y el peligro que podía correrse cambiando de nombre: el de transformarse en una congregación religiosa’ Vicente tiene en cuenta la observación de Luisa. En la conferencia del día siguiente concluía así: «No consintáis nunca en ningún cambio de ninguna clase; huid de él como de un veneno y decid que ese nombre de cofradía o de sociedad se os ha dado para que permanezcáis en el primer espíritu que Dios dio a vuestra congregación desde su cuna. Hijas mías, os conjuro a ello con todas las entrañas de mi corazón».
- Un estatuto de libertad. Un artículo del primer reglamento de las Hijas de la Caridad destinadas al servicio de las parroquias, que pasó luego a las Reglas Comunes (art. 2), y a las Constituciones (art. 12), contiene los rasgos esenciales e innovadores de la realidad que ha nacido o está creciendo. Es un texto que todos saben, una obra maestra, salida de la mente y del corazón de Vicente. Podemos preguntarnos si lo meditó, elaboró, hizo y rehizo durante largo tiempo, o si le brotó del corazón como un surtidor. Sea como fuere, es demasiado importante como para no repetirlo aquí, al menos en sus trazos fundamentales:
Las Hijas de la Caridad «no son religiosas», pero «deben tener tanta o más virtud que si fuesen profesas de una orden religiosa».
«Tienen únicamente
por monasterio las casas de los enfermos y aquella en la que reside la superiora,
por celda una habitación alquilada,
por capilla la iglesia parroquial,
por claustro las calles de la ciudad,
por clausura la obediencia…,
por reja el temor de Dios,
por velo la santa modestia…».
«Para guardar su vocación, no hacen más profesión que la de una continua confianza en la divina Providencia, y la de una entrega de todo cuanto son y cuanto hacen al servicio de los pobres».
Veamos en detalle algunos elementos del texto que acabamos de registrar. Dice ante todo, sin posible equívoco, lo que las Hijas de la Caridad no son ni intentan ser: ¡Religiosas! Es punto firme, que tanto Vicente como Luisa toman a pecho, y sobre el cual Vicente volverá a menudo, y con decisión, en sus conferencias. Basten un par de citas:
- “Si os pregunta (el señor obispo) qué sois, si sois religiosas, le diréis que no, por la gracia de Dios, y que no se trata de que no estiméis a las religiosas, pero que si lo fueseis, tendríais que estar encerradas y que por consiguiente tendríais que decir: «adiós al servicio de los pobres». Decidle que sois unas pobres Hijas de la Caridad, que os habéis entregado a Dios para el servicio a los pobres, y que se os permite dejarlo y también se os puede despedir».
- «En efecto, no puede decirse que las Hijas de la Caridad sean religiosas, ya que si lo fueran, no podrían ser Hijas de la Caridad, pues para ser religiosas hay que vivir en el claustro. Las Hijas de la Caridad no podrán jamás ser religiosas; ¡maldición al que hable de hacerlas religiosas!».
- «Pero si se presentase entre vosotras algún espíritu enredador e idólatra que dijese: «Tendríais que ser religiosas; eso sería mucho mejor», entonces, hijas mías, la Compañía estaría para la extremaunción. Tened miedo, hijas mías, y si todavía estáis con vida impedidlo; llorad, gemid, decídselo al superior.
Pues quien dice religiosa dice enclaustrada, y vosotras tenéis que ir por todas partes».
Con no menor firmeza habla el texto de la perfección necesaria a las Hijas de la Caridad: «tienen que tener tanta o más virtud que si hubieran profesado en una orden religiosa». También en este punto hay afirmaciones inequívocas de san Vicente.
- «No hay religiosas a las que Dios les pida tanto como a vosotras, que habéis sido llamadas a unas cosas a las que no ha sido llamada una religiosa, ni de la manera con que vosotras lo habéis sido. Por esa razón Dios quiere de vosotras mayor perfección. Cuanto más les pide Dios a unas personas, tanta mayor perfección tienen que tener para hacer lo que la Providencia les ordena».
- … Aunque no estéis encerradas, sin embargo es menester que seáis tan virtuosas y más que las hijas de Santa María… Y si hay un grado de perfección para las personas que viven en religión, se necesitan dos para las Hijas de la Caridad».
Vicente recuerda además a las Hijas de la Caridad: «no es necesario estar encerrado en un claustro para adquirir la perfección que Dios pide de vosotras». Se necesita en cambio una gran robustez interior. Y Vicente mira fundamentalmente a ésta. Lo que más le importa, para las Hijas de la Caridad, al igual que para los Sacerdotes de la Misión, no es el hecho de estar colocados en un estado de perfección (identificado con el estado religioso), sino estar en un estado de caridad. Para los Misioneros habla de «santo expediente» inspirado por la Providencia, es decir el de tender a la perfección del estado religioso sin ser religiosos’ , de «estado de amor», de «estado de caridad».
La parte central del texto está constituida por un elenco de elementos tradicionales que caracterizan la vida religiosa: monasterio, celda, capilla, claustro, clausura, verja, velo. Sustituyen a éstos los elementos propios de la nueva forma de vida: casas de los enfermos, habitación de alquiler, iglesia parroquial, calles de la ciudad, obediencia, temor de Dios, santa modestia. Se desvincula uno de una serie de estructuras, de reglas, de condicionantes, que pueden impedir la libertad de movimiento para «ir y venir» en el servicio de los pobres. Es un libertarse de…, pero es sobre todo un libertarse para…
En su Luz de Pentecostés, 1623, ¿no entrevió por cierto Luisa de Marillac, que se encontraría en «un lugar dedicado a servir al prójimo; pero no podía comprender cómo podría a ser, porque debía haber (movimiento de) idas y venidas»?. Por esto, intentado dar una definición, Vicente dirá que «las hijas de la Caridad no son religiosas, sino hermanas (jóvenes) que van y vienen como seglares».
Como tales, esto es, como «seculares», los fundadores serán asiduos en evitar cuidadosamente, para con las Hijas de la Caridad, aun desde el punto de vista terminológico, cuanto pudiese evocar el estado religioso. Como instituto «efectivamente laical o secular» continuarán siendo tratadas por la propia Santa Sede.
- 3. La dependencia de Vicente y de sus sucesores. Aquí emerge la genialidad, sobre todo de santa Luisa. La cláusula de la dependencia de la Compañía de las Hijas de la Caridad, respecto de Vicente y de sus sucesores, los Superiores Generales de la Congregación de la Misión, no figuraba en la aprobación del 20 de noviembre de 1646. Fue ella quien la quiso e insertó en la aprobación del 18 de enero de 1655 por parte del arzobispo de París, con miras al reconocimiento legal de la Compañía.
Luisa comprendió muy bien, que una simple cofradía iba a ser, en cuanto tal, dependiente del obispo de París y de los distintos obispos de cada lugar donde estuvieran. Un estado jurídico semejante hubiera creado no pocos problemas. La historia de las Hijas de la Caridad registra reiteradas tentativas de los obispos, para tenerlas bajo su dependencia. El que dependan del Superior General de la Congregación de la Misión las ha salvado y ha permitido que conserven la propia identidad.
- 4. Los votos anuales, «no religiosos». Vicente sabe bien que los votos son uno de los elementos que caracterizan a la vida religiosa. Pese a tenerlos en gran estima y hablar con admiración de ellos a las Hijas de la Caridad, no los prevé para ellas en un principio. Se instaurará luego la práctica de los votos, pero con mucha libertad: algunas Hermanas los emitían, otras no. San Vicente y santa Luisa insistirán en todo caso en la diferencia de los de los religiosos, calificándolos de votos privados. Al final prevalecerá la opción por los votos anuales, con una motivación de orden espiritual: recobrar todos los años la libertad de darse a Dios».
- 5. El vestido «de las campesinas». Llamadas a vivir entre la gente, y gente pobre, las Hijas de la Caridad debían vivir pobremente, como también vestir pobremente, llevando el vestido de las jóvenes del campo, de donde en su mayor parte provenían. Tampoco en esto, nada de «religioso», por lo menos en los orígenes».
CEME
Alberto Vernaschi, c.m.