En Dios está la fuente que apaga nuestra sed.
Si necesitas seis cubos para la tuya,
no pienses que se agota pozo tan hondo,
pues siempre manará para el que vaya
con más o menos sed que tú.
Mira,
un pájaro se abreva con tres gotas,
y el romero se satisface
con el agua que cabe en sus manos.
No temas.
La fuente de Dios mana
la cantidad de gracia que necesitamos.1