3.- Fidelidad de las Hijas de la Caridad a las intuiciones fundacionales ante los nuevos planteamientos canónicos de la Iglesia
La Compañía de las Hijas de la Caridad, considerada como una obra maestra del Espíritu Santo que inspiró a Luisa de Marillac, a Vicente de Paúl y a las primeras Hermanas, se reconoce a sí misma, desde el principio, como un grupo de buenas cristianas.
La formulación de su identidad se irá precisando cada vez mejor hasta describirse como «Sociedad de Vida Apostólica» en las Constituciones de 1983 y 2004.
3.1. «Las buenas muchachas del campo deseosas a la vez de servir a los pobres y de ser de Dios»: 1633.
El 29 de noviembre de 1633, después del tiempo de discernimiento impuesto por san Vicente, se reunían en casa de Luisa de Marillac, y bajo su dirección, algunas buenas muchachas del campo, «deseosas a la vez de servir a los pobres y de ser de Dios». Nacía así la Compañía de las Hijas de la Caridad.
Unos meses después, «el último día de julio de 1634, el Padre Vicente, en su tercera y última conferencia, dio a la pequeña Congregación de las Hijas de la Caridad las reglas y las instrucciones para practicarlas…». Santa Luisa ha recogido la primera de las Conferencias a las Hijas de la Caridad que se nos ha conservado: «… hace algún tiempo que estáis reunidas para vivir con un ideal común, y sin embargo todavía no habéis tenido ningún reglamento que ordene vuestra manera de vivir».
Las explicaciones de san Vicente parten de un documento conocido como «Empleo del día». Redactado por santa Luisa, estaba ya en manos de san Vicente a finales de 1633 o a comienzos de 1634.
Aunque se trata propiamente del orden del día de las primeras Hijas de la Caridad, las explicaciones de san Vicente y el diálogo con las Hermanas en sus conferencias, muestran la originalidad de esta firma de vida, que concretarán y precisarán documentos posteriores.
3.2. «Hasta el presente no habíais sido un cuerpo separado del cuerpo de las Damas de las Cofradías de la Caridad»: 1646.
Santa Luisa preparó, algún tiempo después, un «Proyecto de Reglamento». san Vicente, en la conferencia de 19 de julio de 1640, sitúa la Compañía dentro del plan de Dios y anuncia para el futuro una regla general, además de los reglamentos para los diversos lugares y servicios. «En todo lo que habéis hecho, hijas mías, estos años pasados, os habéis guiado por la costumbre; pero, con la ayuda de Dios, en el porvenir tendréis vuestras pequeñas reglas…». san Vicente invita a reconocer el plan de Dios que ha llamado a las Hermanas a «servir ya a una tan grande cantidad de pobres y en tan diversos lugares». Y alude a «diversas clases de reglamentos»: para las que sirven a los niños, a los pobres de las parroquias, a los galeotes, etc. «Pero todas estas reglas tienen que trazarse sobre la regla general, de la que os voy a hablar».
A pesar de no estar concluida la redacción de esta «regla general», san Vicente da cuenta del fin de la Compañía: «La Providencia ha permitido que la primera palabra de vuestras reglas sea de esta manera: La Compañía de las Hijas de la Caridad se ha fundado para amar a Dios, servirle y honrar a Nuestro Señor, su dueño, y a la Santísima Virgen. ¿Y cómo le honraréis vosotras? Vuestra regla lo indica haciéndoos conocer el plan de Dios en vuestra fundación: Para servir a los pobres enfermos corporalmente, administrándoles todo lo que les es necesario; y espiritualmente, procurando que vivan y mueran en buen estado».
Tres años más tarde, «el 14 de junio de 1643, nuestro muy honorable Padre Vicente tuvo la caridad de hablarnos del reglamento y de la forma de vida de las Hijas de la Caridad… Nuestro veneradísimo Padre todavía no había podido decidirse a redactarlo por escrito; en lo cual tenemos un motivo para reconocer que la divina Providencia se ha reservado la dirección de esta obra…”.
En la misma conferencia, san Vicente anuncia la conveniencia de que todas las Hermanas puedan disponer de una copia de las reglas «para ayudaron a practicarlas exactamente». Y explica el contenido de este primer Reglamento o reglas: «Están divididas en dos partes. La primera os dice en quince artículos lo que tiene que ser el empleo de la jornada, esto es, todo lo que tenéis que hacer en cada hora. En la segunda parte se contienen algunos avisos para ayudaros a practicarlas bien. Sé muy bien que habrá alguna diversidad en vuestros reglamentos, por la diferencia de los pobres a quienes servís; pero, sin embargo, en lo principal de vuestros ejercicios, pueden estar todas de acuerdo».
Sin embargo, dos años después, en la conferencia del 22 de enero de 1645, nuevamente alude san Vicente a la necesidad de poner por escrito el Reglamento: «… Así pues, mis queridas hermanas, como el designio de reuniros es de Dios mismo, tenéis que creer también que ha sido la dirección de su divina Providencia la que ha hecho que vuestra manera de vivir se constituyese en regla con el tiempo, y que es necesario poner esta regla por escrito, para conservar el recuerdo de lo que Dios pide de vosotras, y mantener en esa práctica a las que vengan después de vosotras». Y añade santa Luisa: «Hace tiempo que la Compañía desea y pide que su manera de vivir se redacte en forma de reglamento, para que, por la lectura del mismo, nos veamos animadas a practicarlo».
La aprobación de la Compañía y del Reglamento (nombrado ahora como Estatutos) por el Arzobispo de París lleva fecha de 20 de noviembre de 1646. San Vicente dará cuenta de esta aprobación a las Hermanas más de seis meses después, en la conferencia de 30 de mayo de 1647. «Hasta el presente habéis trabajado por vosotras mismas y sin otra obligación, delante de Dios, que la de satisfacer al orden que se os había prescrito y a la manera de vivir que se os había dado; hasta el presente no habéis sido un cuerpo separado del cuerpo de las Damas de la Cofradía de la Caridad…; y ahora Dios os quiere ligar más estrechamente por la aprobación que ha permitido que se haga de vuestra manera de vivir y de vuestras reglas por monseñor el ilustrísimo y reverendísimo arzobispo de París. Tengo aquí la petición que se le presentó, las reglas, y luego la aprobación. Os las voy a leer una tras otra».
La súplica al Arzobispo de París denomina a la Compañía «cofradía de la caridad de las siervas de los enfermos pobres de las parroquias». Los Fundadores han elegido el término «Cofradía», canónicamente débil, para describir la naturaleza jurídica de la nueva manera de vivir. Cofradía hace referencia a una asociación de fieles erigida en virtud de un decreto formal de la autoridad eclesiástica para un fin de piedad y de caridad cristiana. En el siglo XVII existían numerosas Cofradías; Vicente de Paúl partió de estas asociaciones para orientarlas hacia la práctica de la caridad en las parroquias donde predicaba con sus compañeros las Misiones.
Corpus Juan Delgado, cm
CEME 2015