2.3. La Congregación de la Misión y sus votos
Obtenida la aprobación pontificia de la Congregación de la Misión, quedaba por abordar el tipo de vínculos con que se unirían sus miembros: ¿bastaría el compromiso personal o sería necesario introducir alguna formalidad jurídica?
Vicente de Paúl presentó al Arzobispo de París para su aprobación (según las facultades que le otorgaba la Bula de aprobación de la Congregación) una Ordenanza sobre la práctica de los votos. El 19 de octubre de 1641 era aprobada por el Arzobispo de París la Regula sive Ordinatio de votis simplicibus in Congregatione Missionis.
Al concluir el primer año de Seminario, los miembros de la Congregación de la Misión emitirán los propósitos. Tras dos años de Seminario, harán votos simples de pobreza, castidad, obediencia y estabilidad. Se trata de votos simples, dispensables sólo por el papa o por el superior general. Se emiten en la Misa, en presencia del superior, pero sin que nadie los recoja en nombre de la Iglesia. Los harán todos los misioneros que entren en la Congregación a partir de ahora.
Al estudio sobre los votos de la Congregación de la Misión estuvo dedicada la Asamblea general de 1651. Todos están de acuerdo en que los votos de la Congregación no hacen religiosos sus miembros y que el asunto debe ser presentado a la aprobación del Papa.
La aprobación pontificia llega el 22 de septiembre de 1655 por el Breve «Ex comissa nobis» del Papa Alejandro VII:
«Así pues, deseando disipar algunas dudas que han nacido sobre el estado de la congregación de la Misión que ha empezado en Francia, y que hace tiempo aprobó la Sede Apostólica, y obsequiar con especiales favores y gracias a nuestro querido hijo Vicente de Paúl superior general de esta congregación… confirmamos y aprobamos por la presente dicha Congregación de la Misión, nacida como hemos dicho antes y aprobada ya por la autoridad apostólica con la emisión de los votos simples de castidad, pobreza y obediencia así como de estabilidad en dicha Congregación a fin de dedicarse durante todo el tiempo de la vida a la salvación de los pobres de campo, después de un bienio de prueba; sin embargo, en la emisión de estos votos no intervendrá nadie que los acepte ni en nombre d( la Congregación, ni en el Nuestro o en el del Romano Pontífice reinante. Los votos así emitidos sólo podrán disolverlos el Romano Pontífice y, en el acto de dimisión de la Congregación, el Superior General de dicha Congregación… Determinamos además que dicha Congregación de la Misión esté exenta de la potestad de los Ordinarios del lugar en todo, excepto en que las personas destinadas a las misiones por los Superiores de dicha Congregación estarán sujetas a los Ordinarios solamente en cuanto a las misiones y lo relacionado con ellas. A pesar de ello, esta Congregación no será contada en el número de las Órdenes religiosas sino que será del cuerpo del clero secular.
2.4. Las Reglas Comunes (1658).
La Bula «Salvatoris Nostri» delegaba en el Arzobispo de París la aprobación de los reglamentos, organización, estilo de vida, etc. de la Congregación de la Misión. El primer texto de las Reglas aprobado por el Arzobispo de París en 1653, y que encontramos en el llamado «códice de Sarzana», y la redacción definitiva de las Reglas Comunes en 1658 establecen claramente un paralelismo entre el fin de la vida de Jesucristo y el fin de la Congregación de la Misión.
Vicente de Paúl tuvo con sus misioneros una conferencia el 6 de diciembre de 1658 en la que comentó las primeras palabras de las Reglas Comunes, que corresponden al fin de la Compañía. San Vicente, en un clima de oración, habla a sus misioneros cuando él se cree ya muy cerca del final de una vida larga en experiencias y en obras. La extensa pero fundamental conferencia pretende asegurar la pervivencia de esas obras que se encuentran ya en las manos de quienes están escuchando.
La empresa y la tarea que asume la Congregación no es fácil, pero también es verdad que el fin que se propone no lo ha escogido ella, sino que ha sido señalado por Dios a la Congregación de la Misión desde toda la eternidad:
«Éstas son, hermanos míos, las primeras palabras de nuestras reglas, que nos hacen ver el plan de Dios sobre la Compañía y cómo, desde toda la eternidad, tuvo la idea del espíritu y de los servicios de la misma Compañía».
Corpus Juan Delgado, cm
CEME 2015