EL CIELO Y LA TIERRA
Solemnidad de la Ascensión del Señor
20 de mayo de 2012
En un sermón pronunciado en la fiesta de la Ascensión, San Juan de Ávila decía que esta fiesta nos invita a la vez a la alegría y al llanto. «Nuestro deseo parece que se inclina a tener presente a Jesucristo en forma mortal, para que lo viéramos con ojos de carne y gozáramos de su conversación; mas Él a otra parte parece que tira».
A veces tenemos la impresión de vivir abandonados. Se desvanece la certeza de la presencia de Dios en nuestra vida. Y todo nos parece un signo escandaloso de su ausencia. Es como si, de pronto, tuviéramos que experimentar el dolor de la orfandad. Y permanecemos mudos y desganados.
Lo dramático es que esta sensación no es el castigo de los incrédulos o los ateos. También los creyentes parecen obligados a pasar alguna vez por el valle de tinieblas. Dios se oculta y no se deja percibir en el horizonte de nuestra vida. Si somos «buscadores de Dios», no lo somos por gusto. Como Magdalena, «no sabemos dónde lo han puesto».
ENVÍO Y RESPONSABILIDAD
Nuestra fe confiesa que Jesús ha subido a los cielos en cuerpo y alma. Con esa expresión, de cuño semítico, se nos dice que toda su persona ha entrado definitivamente en el ámbito de la divinidad. El que se abajó y humilló tomando la forma de siervo, ha sido glorificado como Señor. Es más, la humillación parece reclamar para Él la gloria.
Pero la ascensión de Jesús a los cielos no puede ser para los cristianos el comienzo de una triste y quejumbrosa orfandad. Es la toma de conciencia de una gozosa y activa responsabilidad. El Señor ha dicho y dice siempre a sus discípulos: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
Si Él vivió limitado a un rincón de la tierra, a sus discípulos se les abren todos los caminos del mundo. Si Él proclamó la buena noticia del Reino de Dios, sus discípulos han recibido el don y la tarea de completar aquella misión. Si Él era el Señor de la creación, sus discípulos se saben enviados a toda la creación.
EL SEÑOR Y LOS DISCÍPULOS
Es muy interesante el final del Evangelio según San Marcos (Mc 16, 15-20). Entre otras razones, porque concluye vinculando la misión de los discípulos a la misión misma del Mesías:
• «Después de hablarles, el Señor Jesús ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios». Al principio fue la palabra. Al principio de la vida de Jesús. Y al principio de la misión de la Iglesia. Antes de subir al cielo, Jesús fue sembrando la semilla de su palabra
• «Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes». Los discípulos de Jesús no fueron llamados para permanecer en la holganza. Su patria son los caminos. Y su trabajo, la proclamación de una buena noticia que nos salva y hace comunidad.
• «El Señor actuaba con ellos y confirmaba la palabra con los signos que los acompañaban». Jesús anunció a los discípulos que siempre estaría con ellos. Ahora sabemos que siempre estará en el mundo por medio de ellos.
– Padre nuestro, tu Hijo Jesús ha subido a los cielos, llevando con él toda nuestra humanidad, con sus logros y sus fracasos, con nuestro cansancio y nuestra esperanza. Que por medio de él baje sobre toda la humanidad la lluvia de tu gracia y de tu misericordia. Amén.







