Los orígenes
Chatillón les Dombes: 1617
El primero de agosto de 1617, el señor Vicente llega a su nueva parroquia, que cuenta con 2.000 habitantes. En unas semanas va a transformarlo todo.
Un nuevo acontecimiento, en apariencia banal, le interpela de nuevo. Nos cuenta:
Era cura de un pequeña parroquia, aunque indigno. Vinieron a avisarme que había un pobre hombre enfermo y muy mal instalado en una granja, y esto en el momento en que me disponía a ir a predicar. Me cuentan su enfermedad y su pobreza, de tal manera, que me llené de una gran compasión, le recomendé tanto y con tanto sentimiento, que todas las mujeres se sintieron commovidas. Salieron de la ciudad más de cincuenta; y yo hice como todos los demás, le visité y le encontré en tal estado que juzgue conveniente confesarle; y mientras le llevaba el Santo Sacramento me encontré con un gran número de mujeres y Dios me inspiró este pensamiento: «)No se podría reunir a estas buenas damas y exhortarlas a consagrase a Dios para servir a los pobres enfermos?» (IX, 208-209)
«Propuse a todas estas buenas personas que la caridad había movido a ir allá, cotizarse, cada una un día, para cocinar, no sólo para aquellos sino para los vendrían después; es el primer lugar donde la Caridad fue establecida». (IX, 244).
Era el 20 de agosto de 1617. Tres días más tarde, el 23, el señor Vicente organizaba el primer equipo de mujeres encargado de ocuparse de los enfermos a domicilio redactando entonces el primer reglamento de la asociación. Este contenía en germen, todos los demás reglamentos que se redactarían después. El objetivo está claramente definido «asistir espiritualmente y corporalmente a los pobres» Y se indica la razón: «la caridad es la marca infalible de los verdaderos hijos de Dios». Se indica también el método: a los pobres no les faltan personas caritativas, sufren» de la falta de organización para socorrerles», se fijan las prioridades: ir hacia aquellos que son los más pobres y los más abandonados.
La primera «Caridad» queda emplazada, el arzobispo de Lyon la reconoce oficialmente el 24 de noviembre de 1617, y se proclama el 8 de diciembre.
Un extraordinario desarrollo
En septiembre de 1618, predicando en Joigny, el señor Vicente visita un hospital. Allí encuentra numerosos enfermos abandonados y va a orientar la «Caridad de Joigny» hacia esta nueva pobreza (XIII, 441).
En 1619, mediante la intercesión de la señora de Gondi, Vicente es nombrado «capellán general de la galeras reales». Descubre entonces la espantosa situación de los galeotes e inmediatamente, forma una nueva «Caridad» para responder al llamamiento de los prisioneros (XIII, 475) Su ministerio, sus relaciones, sus observaciones le hacen descubrir otras situaciones catastróficas: la miseria de los niños de la calle, de los ancianos, de los adultos sin trabajo, de los huérfanos, de los niños abandonados, de las viudas, de los pobres vergonzantes, de los arruinados por la guerra. En todas partes adapta las estructuras de las «Caridades» para responder a estos diversos llamados y pronto, toda Francia, conocerá esta nueva asociación.
A la inmensa obra de las «Caridades», el señor Vicente añade la fundación de la Congregación de los sacerdotes de la Misión en 1625. Decía a cada uno de sus misioneros «Establezcan la «Caridad» en todos los lugares en donde prediquen la misión. Si ya está establecida, visítenla, reaviven su fervor, recluten nuevos miembros. Que su paso le insufle un suplemento de vida…» (Coste, Grand saint du grand siècle -t. I, 312).
Acababa igualmente de conocer a una mujer remarcable que llegaría a ser su más preciada colaboradora: Luisa de Marillac. San Vicente le confía la animación y la coordinación de las Cofradías de la Caridad. Luisa, durante meses, va a recorrer los caminos, visitar, alentar, resolver conflictos, recordar las orientaciones fundamentales. Fué así las primera coordinadora de las «Caridades» y durante el resto de su vida no dejó nunca de seguir atentamente su acción y de trabajar por su desarrollo.
En 1633, abre su casa a las jóvenes deseosas de consagrar su vida al servicio de los pobres. Es el nacimiento de lo que será la Compañía de las Hijas de la Caridad, unidas a las Damas en el servicio a los pobres.
En 1634, la primera «Caridad» se establece en Italia. El 27 de septiembre de 1660, el señor Vicente deja este mundo. La página de su vida de acaba. Fue la primera de un gran libro que no se ha cerrado todavía. Actualmente la fundación de Chatillón se extiende a todos los continentes. Bajo el nombre de «Asociación Internacional de Caridades» (A.I.C.), reune 250.000 miembros, quienes, fieles a su fundador, se comprometen a luchar contra la miseria, pensando que «el servicio a los pobres debe siempre ser preferido a todas las cosas» (IX, 216). Juntos, intentan «a la luz de la fe» descubrir en ellos el Cristo que les llama y les mueve (XI, 32).
¿Qué son las «Caridades» de San Vicente de Paúl?
Tres aspectos las caracterizan: su composición, su modo de acción, sus orientaciones:
- Su composición: son un movimiento esencialmente femenino,
- Su modo de acción: trabajan en equipos
- Sus orientaciones: todas las miserias, pero sobre todo las más escondidas, las más olvidadas.
Un movimiento femenino para una misión femenina
Al hacer esto, san Vicente fue llevado a descubrir con más agudeza la vocación femenina y el lugar de las mujeres en la Iglesia. En 1657, poco antes de su muerte, examinando la situación de las Caridades que se habían esparcido por el mundo, se felicitaba del lugar y el papel que las mujeres habían vuelto a ocupar.
Hace unos ochocientos años, declaraba san Vicente, que las mujeres no han tenido un empleo público en la Iglesia. Antiguamente existían las llamadas «diaconisas»… Hacia el tiempo de Carlomagno… esta práctica cesó, sin que hubiera ninguna otra después; y he aquí que la providencia se dirige hoy a algunas de ustedes… Vean, Señoras, por el bien que han hecho, cúan grande sería el mal si llegaran a faltar (XIII, 810).
Las «Caridades» proporcionan efectivamente a las mujeres cristianas un ministerio en la Iglesia, un ministerio al servicio de todas las miserias del cuerpo y del alma.
Las «Caridades» tienen a la vez, una misión social y pastoral y participando en ellas las mujeres vuelven a encontrar una verdadera vocación femenina.
El «genio» de la mujer le lleva, en efecto, a ser particularmente receptiva a todo lo humano. Juan Pablo II no duda en decir que es más capaz que el hombre de prestar atención a la persona humana en concreto, y que ésto le lleva a una misión de servicio y de amor (Carta apostólica sobre la dignidad de la mujer, nE 29-30). En el don de sí misma la mujer se realiza plenamente.
Una acción en equipo
La segunda característica que distingue a las «Caridades» de san Vicente se sitúa en su manera de actuar.
Las «Caridades» nacieron de una evidencia «Los pobres sufren más por falta de orden para socorrerlos que por falta de personas caritativas» (XII, 423).
Porque es imposible responder eficazmente solo a los problemas que plantea la miseria, san Vicente de Paúl organiza otro tipo de respuesta, a la vez colectiva, organizada y, de algún modo, «programada».
En la idea de san Vicente, una «Caridad» no es un simple grupo de personas caritativas sino una comunidad que emprende una acción conjunta. «Actuar juntos»: he aquí su proyecto fundamental.
Un equipo que anima
Cada «Caridad» (asociación local), tiene sus propias actividades en función de las necesidades locales, pero todas las «Caridades» de un país se reúnen entre ellas para formar una asociación nacional. Las asociaciones nacionales, a su vez, se agrupan y forman la Asociación Internacional de Caridades, la A.I.C.. Estas estructuras mantienen en el plano nacional e internacional la coordinación, la animación de conjunto y una serie de servicios generales.
Esta estructura muy flexible, deseada por san Vicente, explica sin duda la perennidad de un movimiento que ha atravesado cerca de cuatro siglos.
Un equipo-comunidad
El actuar juntas de las «Caridades» supone una comunidad de ideal y de amistad. Nada podrá realizarse sin un caminar común hacia un mismo ideal.
Resulta indispensable también adherir a las grandes orientaciones del movimiento y a la pedagogía de caridad que propone. Hay que descubrir juntos las exigencias de solidaridad, de respeto, de compartir que sobrentienden nuestras actividades. La comunidad supone primero una vida de equipo.
Más allá de una cálida amistad, existe un proyecto común. El señor Vicente insiste en este sentido sobre las reuniones mensuales por equipos, sobre el tiempo que dedicar a la reflexión y a la oración, sobre una formación, indispensable, para llevar a bien el servicio que nos mueve. Nada durará, decía, si no existe «esta unión y este lazo espiritual juntos». He aquí por lo que no dudó en redactar en Chatillón un minucioso reglamento de 14 páginas.
Cada «Caridad» debe ser el signo visible de Cristo en la Iglesia. Su existencia es más explícita que la palabra. Responde al deseo de Jesús «que sean uno para que el mundo reconozca que Tú me has enviado».
San Vicente insiste también de manera particular, en la importancia de la Eucaristía. Ruega a cada equipo que la celebre todos los meses (XIII, 430). No se trata ahí de un acto de piedad individual sino de llegar a la fuente misma de la Caridad.
Hacia los más pobres y los más olvidados
Tras Chatillón, el señor Vicente piensa fundar en cada pueblo, en las tierras de los Gondi, un equipo de damas orientado hacia la visita de los enfermos a domicilio. Creía que eran los más olvidados; sin embargo, desde 1618 descubre la miseria de los pobres hospitalizados, en 1919 la de los prisioneros. Inmediatamente va a adaptar las primeras Caridades. Su método se adivina ya fácilmente: será preciso cada vez descubrir las diversas formas de pobreza, incluso si se deben modificar los planes, los proyectos, y adaptar las estructuras existentes.
La misión de las «Caridades de San Vicente» es la de descubrir las miserias escondidas.
Lo importante es estar atentos a las miserias más olvidadas, suscitar solidaridades, crear lugares de fraternidad donde puedan encontrarse todos aquellos que la sociedad excluye o margina.
Las «Caridades de San Vicente» no son un movimiento de espiritualidad propiamente dicho, pero la acción que desarrollan reposa sobre las exigencias de la fe.
San Vicente no tiene la costumbre de separar la «santificación» personal del servicio a los pobres. Para él no puede haber vida cristiana sin preocuparse de los hermanos en dificultad, donde quiera que estén y quienes quiera que sean. «Es ésta, escribía, la marca infalible de los verdaderos hijos de Dios» (XIII, 423). El amor al prójimo es la piedra de toque del amor de Dios.
La espiritualidad de las «Caridades» es la de su fundador. El señor Vicente es, naturalmente, hijo de su siglo. Está marcado por las situaciones religiosas y sociológicas de su tiempo, pero sus grandes orientaciones y la inspiración de su obra permanecen aún hoy día como bases para nuestra acción.
La dimensión de un servicio
«Ir hacia los pobres es ir hacia Cristo», pero se puede ir hacia los pobres de mucha maneras.
En la relación con los pobres existe un peligro, el de volverse hacia sí mismo, de darse buena conciencia, de hacer de nuestro servicio, de nuestro compartir, en cierto modo un trampolín espiritual. San Vicente tenía conciencia de ello. Un hombre, por caritativo que sea, si no es humilde no tiene caridad, y sin caridad, aunque tuviera fe para trasladar las montañas, aunque diera sus bienes a los pobres…todo ello sería inútil (Entretiens spirituels, 18 abril 1659, p. 627).
El segundo peligro es el de situarnos como simples donantes. San Vicente recuerda siempre de múltiples maneras, el texto del Evangelio que inaugura la vida pública de Jesús. San Lucas nos describe este acontecimiento.
La misión que San Vicente asigna a las «Caridades» es ante todo una misión liberadora.
Al formar parte de ellas, nos comprometemos a llevar la buena nueva a los pobres, a liberarlos de una multitud de encadenamientos, a alumbrar el camino de muchos ciegos, a trabajar por la liberación de toda forma de opresión.
Esto nos llevará no solo a una relación con los pobre sino también a defenderlos y, para liberarlos, a efectuar una acción institucional en la sociedad.
Hombre de urgencias, el señor Vicente fué también un hombre de promoción. Para él la existencia de un servicio no tenía sentido más que si desembocaba en una verdadera seguridad respetuosa de las personas.
Como lo decía con frecuencia, el objetivo de un servicio a los pobres es «que no sean una carga para nadie». No podemos contentarnos con distribuir socorro material. Se podrían citar numerosas entrevistas o cartas que insisten sobre ello.
Siempre prefirió dar instrumentos de trabajo, semillas, un oficio, antes que un socorro puntual. Frente al rechazo de la sociedad del XVII siglo que conducía a encerrar a los pobres, reaccionó con fuerza. Por ello fundó el Hospicio del Nombre de Jesús para liberar a los mendigos mediante la instrucción y el trabajo. Con el mismo espíritu pide a las Hijas de la Caridad que sean capaces de enseñar (XI, 43).
La intervención en la sociedad
La misión de liberación de los pobres lleva a las «Caridades» a una acción en la sociedad.
San Vicente descubrió con espanto la situación de los prisioneros en las galeras y eso le llevó a trabajar por la reforma penitenciaria de su tiempo. Se encontró con los enfermos y jugó un importante papel en la reforma del sistema hospitalario. Se encontró con las víctimas de la guerra y combatió por la paz valiéndose de sus relaciones con los más altos personajes del Estado. El 6 de enero de 1649 no dudó en pedir a Mazarino, primer ministro de Francia, que dimitiera.
Hoy día, las estructuras sociales de dominación y de explotación económica son marginadoras y fuente de injusticias para numerosos pueblos. Si la atención prioritaria a los pobres nos reclama gestos de reinserción y de reintegración, nos reclama otro tanto una intervención ante la opinión y los poderes públicos. «No hay caridad, nos dice San Vicente, más que acompañada por la justicia» (II, 54).
He aquí pues, las líneas esenciales de nuestra relación hacia el pobre:
- es Cristo en nuestro camino,
- nuestra misión es una misión de liberación,
- esta misión se realiza en la solidaridad y el compartir fraterno,
- nos lleva a una acción social e institucional.
La Misión, asistir espiritualmente y corporalmente
San Vicente ha resumido por estas palabras la misión de las «Caridades»: asistir espiritualmente y corporalmente a los pobres». El vocablo «asistir» en el siglo XVII tenía un significado muy diferente del que nuestros modernos conceptos le otorgan hoy día.
Tiene que ver con el verbo latino «assistere» que significa «estar cerca de», «estar junto a», va más allá que secundar. Conlleva la noción de compartir, de acompañamiento de solidaridad con la persona humana en su totalidad.
El objetivo es el de salvar a los pobres de todas sus angustias privilegiando, ya lo hemos visto, todo lo que es promoción; reintegrando, liberando, en resumen, humanizando y abriendo el camino hacia Dios, para desembocar en la autopromoción de los pobres y de sus comunidades.
Cuando san Vicente lanzó esta fórmula, en 1617, quizá no sabía toda la riqueza que contenía. El Concilio Vaticano II y sus orientaciones nos llevan hoy a medir mejor su alcance.
Retomando hoy los términos de san Vicente, podemos decir que la misión de las «Caridades» conlleva un aspecto socio-caritativo y un aspecto pastoral.
Accion social – acción caritativa
Si el Estado se encarga de la acción social, se advierte también que la Iglesia no se ha sentido nunca descargada de su misión es esta esfera. Por el contrario, ha tomado cada vez más conciencia a medida que se ampliaban las posiciones del Estado.
Por eso la Iglesia elabora una doctrina social: invita a los cristianos a atacarse a los males que desfiguran al ser humano, así como a sus causas, pues no se puede separar justicia y caridad. La caridad va más allá de la justicia, pero la justicia es su primera exigencia.
Conforme al objetivo de su fundador, la acción de las «Caridades» es siempre a la vez de orden social y de orden caritativo. No se trata simplemente de acompañar a las personas en dificultad sino de construir un mundo donde todo ser humano pueda gozar de una vida plenamente humana.
Una misión pastoral
La pastoral es el conjunto de medios puestos en obra para anunciar el Evangelio dentro de las realidades vividas por los hombres y las mujeres de nuestros tiempos.
Para san Vicente, existe siempre la unión entre asistencia espiritual y corporal, los cuidados prodigados al cuerpo y al corazón deben normalmente llevar a una elevación espiritual. En el contexto religioso de su tiempo precisa cosas que hoy día pueden asombrarnos.
El primer movimiento de evangelización se llama para nosotros «caridad». Es a través de cierto tipo de relación, de un estado de simpatía, en el sentido del verbo griego «sun patein»(sufrir con) como debemos expresar nuestra fe. Todo pasa primero por esta relación; así es como, más allá de nuestros planes, el Espíritu actúa libremente.
San Vicente poseía un agudo sentido de la pertenencia a la Iglesia, a la que amaba con toda su alma. En su mente toda actividad caritativa se sitúa en un contexto de Iglesia. Nuestra misión pastoral nos conduce a una doble acción:
- ser testigos de la caridad cristiana en el mundo
- participar en la construcción de la Iglesia.
Somos, a título especial, responsables de una Iglesia sirviente y solidaria de los pobres. Hoy la Iglesia habla de «nueva evangelización», que exige ese amor «inventivo» del que hablaba san Vicente.
Vicente de Paúl no asignó únicamente una misión a las «Caridades» sino que precisó también su modo de acción , que todavía hoy, es el de :
- descubrir,
- «estar con»,
- promover,
- actuar en equipo,
- actuar sobre las instituciones.
La organización de las «Cofradias de la Caridad» fue ampliamente estudiada por san Vicente. En 1660, poco antes de su muerte, se decidió a redactar una regla general para los diversos tipos de «Caridades» que habían surgido bajo su impulso.
Los reglamentos, sin embargo, no bastaban. Se necesitaba un mínimo de relaciones y de armonización. Vicente de Paúl pidió a Luisa de Marillac visitar las cofradías de la región parisiense; los Padres de la Misión fueron también encargados de esta misión.
En 1630, el señor Vicente recomendó unas cuantas jóvenes campesinas a Luisa de Marillac para ayudar a las «Caridades» de París. Esta experiencia desembocó en la fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad. Sin ellas, las «Caridades» habrían languidecido pronto y, quizá, se habrían extinguido.
Gracias a la acción de los Padres de la Misión y de las Hijas de la Caridad, las «Caridades» se multiplicaron por el mundo.
Esta colaboración continúa todavía hoy día. Los Padres de la Misión y las Hijas de a Caridad se comprometen en la fundación de grupos de voluntarias en los países donde todavía no existen y cooperan activamente con las asociaciones existentes. Es una colaboración fundamental que tiene una profunda motivación puesto que los Padres de la Misión, las Hijas de la Caridad, y las voluntarias AIC tienen el mismo padre: se trata de la misma familia.
La AIC en el Mundo
Las asociaciones, grupos o equipos, locales
Las voluntarias de base se agrupan en asociaciones o equipos locales . Ubicados con frecuencia en las parroquias, barrios, centros de asistencia social, etc.. estos equipos tienden hoy día a especializarse a fin de responder con más eficacia a los problemas y a la realidad del contexto en que viven.
Las asociaciones nacionales
Con la preocupación de organizarse para mejor «actuar juntos», los equipos de un mismo país se agrupan en asociación nacional que frecuentemente, toma la forma de una federación.
Las asociaciones nacionales poseen estructuras diferentes según los países, contando por lo general, con una Asamblea General que elige una presidenta y un consejo nacionales.
Si la estructura y la organización de estas asociaciones nacionales difieren, su misión está por el contrario bien definida. Todas las asociaciones nacionales:
- son un lugar de concertación y de reflexión común,
- informan, forman y animan las asociaciones locales (voluntariado de base), mediante la difusión de boletines y documentos, la organización de jornadas de formación, encuentros regionales y nacionales, visitas a los diferentes grupos del país
- coordinan la actividades de campo, favoreciendo los intercambios de informaciones y de experiencias,
- representan a todos los equipos ante las instituciones del Estado y de la Iglesia y colaboran con los diversos movimientos nacionales.
La asociación internacional
Hemos visto como en tiempos de san Vicente las «Caridades» eran ya internacionales, y acabamos de evocar rápidamente la historia de los lazos que las unían entre sí hasta la creación oficial de la AIC.
La Iglesia, con el Concilio Vaticano II, subraya la importancia del papel y de la misión de los laicos en la Iglesia. La asociación comprende que es tiempo de renovar sus estructuras y su trabajo. Una amplia encuesta permite establecer la situación de las «Caridades» en el mundo y comenzar un gran trabajo de puesta la día.
En 1971, durante una sesión extraordinaria el primer Consejo Internacional en Roma, Italia, la asociación toma el nombre de Asociación Internacional de Caridades. El enunciado de este nuevo nombre incluye el antiguo nombre de «Caridades» marcando así la voluntad de renovación y su fidelidad al espíritu de su fundador.
Durante esta reunión extraordinaria las delegadas de las asociaciones nacionales eligen un Comité Ejecutivo internacional y una presidenta internacional. Se elaboran también líneas de acción y programas comunes.
La AIC elegirá Bruselas, Bélgica, para establecer su sede social, difundirá un Documento-base y organizará seminarios internacionales (llamados Asambleas de Delegadas) y regionales (principalmente en América latina y en Europa).
La sede de la AIC en Bruselas es el eje de la asociación internacional. Las presidentas internacionales han sido hasta hoy: belga, francesa, italiana. La presidenta actual es mexicana. La sede queda permanentemente en Bruselas.
En 1976, durante la Asamblea de Delegadas que tuvo lugar en México, bajo el tema «de la asistencia a la participación» se tomó por objetivo la promoción de la personas con una atención particular hacia las mujeres, primeras víctimas de la pobreza.
En 1990, en la Asamblea de Asís, Italia, la AIC decidió dotarse de líneas programáticas comunes a toda las asociaciones nacionales, estas líneas abarcan la formación, la comunicación, la solidaridad y la autopromoción.
En 1994 en el transcurso de la última Asamblea de Delegadas, celebrada en Antigua, Guatemala, se precisaron y ampliaron estas líneas, pasando de la solidaridad a la cultura de la solidaridad, de la autopromoción a la cultura de la autopromoción y poniendo el acento sobre la acción sobre las estructuras.
La próxima Asamblea de Delegadas tendrá lugar en noviembre de 1998, en la ciudad de Santiago de Querétaro, México.
Estructuras de la A.I.C.
La Asociación internacional reposa esencialmente sobre dos estructuras: Asamblea de Delegadas y Comité Ejecutivo.
La Asamblea de Delegadas: integrada por las asociaciones miembros.
El Comité Ejecutivo: compuesto por miembros de las diferentes regiones de la AIC, administra la AIC y ejecuta las decisiones tomadas por la Asamblea de Delegadas. Se reúne una vez al año.
Un consejero eclesiástico internacional es nombrado por la Santa Sede, bajo consejo y con la aprobación del Superior general de la Congregación de la Misión. El Consejero eclesiástico y una Hermana, representante de la Superiora general de las Hijas de la Caridad, asisten a las reuniones del Comité Ejecutivo y poseen voz deliberativa.
Para ayudarle en su tarea el Comité Ejecutivo cuenta con un Comité Permanente integrado por la presidenta internacional, las vicepresidentas y las responsables de los Servicios AIC. El Comité Permanente se reúne dos veces al año.
La Secretaría internacional: bajo al responsabilidad de la secretaria general, apoya el trabajo de administración, gestión, animación del Comité Ejecutivo y es el centro de comunicación de la A.I.C En secretaría internacional se encuentran también ubicados algunos de los Servicios A.I.C.
Los Servicios AIC: bajo la responsabilidad del Comité Ejecutivo que los crea y nombra sus responsables, estos servicios se encargan de amplios sectores de trabajo. En la actualidad existen 7 Servicios AIC: Boletín, Estudio y Búsqueda, Finanzas, Formación, Proyectos, Relaciones Públicas y Representaciones exteriores
El boletín internacional, además de las ediciones en los tres idiomas oficiales de la AIC: español, francés e inglés, el boletín se edita hoy día, gracias al trabajo y colaboración de las asociaciones de Alemania, Brasil e Italia, en alemán, portugués e italiano.
Las regiones AIC. Para facilitar la animación y la formación del voluntariado, las asociaciones nacionales se agrupan por regiones, y cuentan cada una con una animadora regional. Las regiones AIC son: Africa-Madagascar; América Latina, Asia, Europa-Próximo Oriente, U.S.A..
La A.I.C. en el mundo
La AIC está reconocida por el ámbito internacional como Organización Internacional No Gubernamental -OING-, y como Asociación Internacional Católica -O.I.C.-
Como tal, se ve invitada a dar su aporte para la preparación, y a asistir, a las grandes conferencias y encuentros de envergadura mundial donde representa a sus asociaciones miembros y transmite sus experiencias. Así la AIC, ha asistido en estos últimos años a los encuentros preparatorios y a la reunión de la Cumbre Mundial de Desarrollo Social, a las Conferencia mundiales para la Educación de los Adultos, a Habitat II; junto a otros OING, ha dejado oír su voz en la Conferencia Mundial sobre las Mujeres, etc…
Como OING posee estatuto consultativo ante la UNESCO, (organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura) a cuyos trabajos colabora en varias esferas como son la alfabetización, la educación de adultos, el decenio para la cultura, el decenio para la erradicación de la pobreza, etc…. La Unesco, a través de la AIC, apoya los proyectos de terreno realizados por las asociaciones miembros y los cita en sus publicaciones. .
Para asegurar esta presencia en la vida internacional la AIC cuenta con varias voluntarias, especialmente formadas e informadas, que son sus representantes permanentes ante los diversos organismos internacionales con sede en París (Francia), Viena (Austria), Estrasburgo (Francia), Roma (Italia).
Como OIC, la AIC está especialmente reconocida por la Santa Sede y es miembro de la Conferencia de las OIC en cuyos grupos de trabajo participa activamente.
Es también miembro de diferentes Consejos Pontificios y mantiene estrechas relaciones principalmente con Cor Unum, el Consejo para los Laicos, y el Consejo para la Familia.
Tarea de la asociación internacional
Se trata de garantizar la fidelidad de sus miembros al proyecto común, definido por san Vicente de Paúl el 8 de diciembre de 1617, actualizándolo constantemente para que sea claramente expresado y se inserte plenamente en los tiempos actuales.
La A.IC. prosigue para ello diversas políticas de acción:
Política de actualización de la misión de las Caridades y de expansión
Se trata de dar vida al proyecto de san Vicente y de extender las «Caridades» a todos los países y regiones del mundo. Actualmente, con el apoyo y colaboración de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad numerosos nuevos grupos, esperanza de nuevas asociaciones nacionales, están surgiendo en Africa, Asia, América latina… El apoyo de las otras dos fundaciones de san Vicente es prenda de un futuro esperanzador.
Política de representación
Se trata de representar las Caridades ante las instancias eclesiales y los organismos internacionales.
Política de desarrollo
Se trata de desarrollar la vitalidad de las asociaciones nacionales y su capacidad de animar sus equipos o asociaciones locales para poner en pie proyectos e innovar.
Política de formación
Se trata de ayudar a las presidentas nacionales en sus políticas de formación del voluntariado, tarea de importancia creciente en un entorno cada vez más preocupado por la eficacia. Además del apoyo en situaciones concretas, a petición de la presidenta nacional, la A.I.C. organiza regularmente seminarios y cursillos de formación, edita numerosos documentos y pone a disposición de las asociaciones el Servicio AIC Formación.
Política de coordinación
Se trata de favorecer la creación de la red internacional organizando mini-seminarios transnacionales y un trabajo en colaboración.
Al término de esta rápida presentación, la invitación de san Pedro a las comunidades cristianas:
«Den testimonio de la esperanza que les habita» toma para nosotras/os todo su valor. San Vicente al fundar las Caridades no hizo más que retomarla.
¿De qué se trata sino de edificar «como piedras vivas» un mundo nuevo?
Tenemos un objetivo: actuar juntos para una mayor justicia y una mayor solidaridad siendo artesanas/os de una dinámica de la caridad.
«El servicio a los pobres debe ser preferido a todas las cosas» (IX, 216).
N.B.: Para cualquier información suplementaria se ruega tomar contacto con la secretaría internacional, en Bruselas (Bélgica).
Dirección:
Asociación Internacional de Caridades
Secretaría Internacional
Rue Joseph Brand, 118
B-1030 Bruselas – Bélgica
Tel.: (32.2) 245 89 33
Fax: (32.2) 245 75 65
E-mail: AIC@infoboard.be