Juan-Bautista Etienne (XXVII)

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La crisis sucesoria de 1842-1843: «Este asunto es grave»

Francisco Guizot escribió al embajador Latour-Maubourg el 24 de mayo de 1842 en relación con los problemas de los Lazaristas. Rei­teraba la posición del gobierno, esto es, «que no toleraría cambios en la administración de la Compañía». El Ministro del Exterior decía también «haber sabido indirectamente, pero con certeza» que Nozo había sido citado a Roma por la Santa Sede, al parecer para inducirle a que dimitiera. Guizot aseguraba a Latour-Maubourg, que, si esto era verdad, el gobierno apoyaba la acción, «dadas las quejas, graves en extremo, de la Congregación contra él». Guizot, pues, instruía al embajador para que «pidiera al gobierno pontificio manifestara su visión en punto a estos temas».

En relación con la persona de Nozo, Guizot decía: «Iría manifies­tamente contra todos los principios de la razón y de la beneficencia mantener al señor Nozo en el ejercicio de sus deberes como superior General de los Lazaristas. El arzobispo de París ha declarado que, en sil diócesis, no se sufrirá la presencia de quien, estando a la cabeza de tina congregación, es considerado motivo de escándalo. El gobierno del rey no puede tolerar a la cabeza de esa Compañía a alguien contra el cual se formulan cargos tales, (y esto es confidencial) como para que un juzgado le condene». Guizot no era menos claro en cuanto al posible traslado de la sede central de la Congregación a Roma: «Es tina innovación en la que no podemos consentir. Os he dicho ya los motivos de ello: bajo ciertos aspectos y en materias importantes, los intereses de la Congregación de San Lázaro están muy directa e íntimamente vinculados a los de Francia. Esto es notablemente efectivo en lo que atañe a nuestra política en el Oriente Próximo. La necesidad que el real gobierno tiene de frecuente comunicación con esta Con­gregación, es demasiado grande como para permitir que su sede central se aleje de París». El Ministro del Exterior daba instrucciones a Latour-Maubourg para que puntualizase ante la Santa Sede, que un cambio tan fundamental en el régimen de la Congregación suscitaría la cuestión de su existencia legal. Le decía que semejante acto com­prometería a la Compañía y conduciría a su destrucción. La posición del gobierno era: dimitido Nozo, que la asamblea general eligiese nuevo superior general. Ello estaría «conforme con las normas conte­nidas en las constituciones, y… nada justificaría cambio alguno en el orden de cosas establecido».

En la reunión del Consejo General el día 4 de junio de 1842, el vicario general presentó a los Asistentes una petición de Nozo, para que se le reembolsaran 10.000 francos. Poussou dijo además a los Consejeros que había sabido que Nozo quería que le acompañara a Roma su confidente parisino, Amando Baudrez. La petición de reem­bolso fue denegada por el Consejo, basado en que el superior general no había hecho relación alguna de sus gastos. Asimismo, los abogados que asesoraban al Consejo habían recomendado a éste evitar toda apariencia de que sus finanzas se tocasen con los intereses de Nozo. Si el general pedía licencia para que Baudrez le acompañase, el vicario general se la negaría. El Consejo advirtió a Baudrez, que si emprendía tal viaje, su acción sería considerada «desobediencia formal».

En la reunión del Consejo habida el 6 de junio, Poussou informó de cómo Nozo había escrito quejándose de que le sustrajeran la coni pañía de Baudrez para el viaje. Pedía luego 3.000 francos para sufra gar los gastos de desplazamiento. El Consejo respondió sugiriendo tres nombres de misioneros, de los que podía elegir a uno como compañero de viaje. En cuanto a la suma solicitada el Consejo comentaba: «3.000 francos es una suma bastante elevada para un viaje a Roma, si ese viaje se hace con la sencillez que requiere nuestro estado». El Consejo accedía a proveer la cantidad, y dejaba «a la conciencia [de Nozo] el emplearla debidamente». Aun así, el Consejo ordenaba que, de inmediato, se entregase a Nozo sólo la mitad de aquel dinero. La otra mitad le sería entregada cuando, después de estar Roma, se dispusiera a volver a Francia. Nozo optó por la compañía de Alejandro Henin, su confesor.

Latour-Maubourg escribía a Guizot del 18 de junio para informar sobre sus conversaciones con Propaganda Fide y con el cardenal Ostini. Se le había asegurado que, en lo del traslado a Roma, no estaban pensando en el traslado del superior general, sino en el del procurador general. El cardenal prometió asimismo que la Santa Sede consulta­ría al gobierno francés y al Consejo de los Lazaristas antes de tomar decisión alguna. El embajador prometía «combatir esta medida». «Espero que podré detener cualquier plan que sea contrario a nuestras miras y a los verdaderos intereses de la Congregación» —añadía—. Decía no esperar ulterior desarrollo en ninguno de estos frentes hasta la resolución del caso Nozo. El 28 de junio, Guizot escribía a Latour-Maubourg en relación con los intentos de rehacer la reputación de Étienne en Roma». Según el Ministro del Exterior, De Jacobis había negado las quejas que se le atribuían; al contrario, había demos­trado «confianza y respeto» para con el procurador general. Guizot alegaba también haber leído una carta de John Timon. En ésta «des­mentía [Timon] los cargos contra el procurador general a él atribuidos». El embajador recibía instrucciones del Ministro del Exterior para poner a Propaganda Fide en conocimiento de esta información.

Étienne glosó todos estos sucesos, y aun los detalló algo más, en la Notice. Cuando llegó la noticia de que se suspendía la asamblea general y de que Nozo era citado a Roma, el vicario general y su Consejo temieron que la Santa Sede no fuese sabedora «de las intri­gas y del deplorable gobierno del señor Nozo». Se dio por supuesto haber sido los misioneros italianos quienes «indujeron a error a la Sagrada Congregación», pues la Santa Sede nunca había solicitado información de París. En sentir de Étienne, «la situación era alarmante: La Santa Sede había sido engañada. Era necesario conjurar el peligro lo más rápidamente posible. De acuerdo con Étienne, fue Garibaldi, el inter-nuncio en París, quien sugirió un plan de acción. Garibaldi dijo a los franceses que redactasen para el Papa un informe de la asamblea sexenal. En este escrito —recomendaba

Garibaldi— constarían todos los cargos contra Nozo y las razones que movieron a la asamblea a nombrar un vicario general. Garibaldi subrayó que este documento debía llegar a Roma antes que el superior general. Urgía a que se encontrase un medio de que el docu­mento fuese hasta el papa directamente, sin pasar por el filtro de la curia romana. Étienne asegura que Rosati llevó consigo el informe a Roma. Ahora bien, no hay mención de este memorándum en las Actas del Consejo General.

Nozo atracaba en el puerto de Civitavecchia el 24 de junio. Poste­riormente recordaría Vito Guarini la honda tristeza que había sentido, cuando vio desembarcar a un Nozo humillado. Dijo no haber podido menos de contemplar los grandes cambios en la vida del general, desde que visitara Roma cinco años antes, para las funciones del centenario. Nozo hizo a Guarini la presentación de Henin, su acom­pañante, diciendo, «Este es el hombre designado para espiarme y denunciarme». Al día siguiente Nozo, al cual acompañaba Rosati, fue recibido en audiencia por el cardenal Ostini. Según la relación de Guarini, el cardenal entró en la estancia y «sin más ceremonia ni otras palabras introductorias, le dijo [a Nozo] en buen francés, «es deseo del Santo Padre que renuncie»». Guarini recordaba que esta frase aturdió a Nozo, quien rehusaba creer que el Papa le pidiera la dimi­sión sin haberle previamente escuchado. Él había venido a Roma en primer lugar para tener la oportunidad de presentar su caso. No entendía Nozo que se le citase sólo para pedirle la dimisión. En sentir suyo, si era ésta decisión de la Santa Sede, la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares podían haber enviado por correo la petición”. Esta primera reunión no dio el resultado que esperaba el cardenal Ostini, pues Nozo rehusó tomar una decisión. Sin embargo, con lo correctamente señalaba Guarini, Nozo no podía esquivar su sino, sólo demorarlo.

Nozo fue recibido en audiencia por el Papa el día 3 de julio. Según Guarini, Gregorio XVI abrió la audiencia preguntando con candor a Nozo, si en realidad había sufrido durante el viaje a causa del calor. Nozo respondió que el calor sufrido era sólo externo, mientras que «le afligía máximamente el sufrimiento moral ya padecido, y que padecía aún, por mano de sus enemigos». A este punto —refiere Guarini— el Papa interrumpió a Nozo y le dijo «que tratara de esas materias con el cardenal prefecto». El Papa entonces cambió de tema y se dirigió a Guarini para hacerle algunas preguntas inocuas. La audiencia con­cluyó luego, pasados escasos minutos.

«El señor Nozo no estaba dispuesto a obedecer la orden del Sobe­rano Pontífice» —argüía Étienne en la Notice—, «y pasaron algunas semanas sin que se decidiese». Nozo pidió entretanto visitar Nápo­les, dice Étienne, petición que no aprobó el Papa. Según la versión de Étienne, un misionero napolitano, «Monseñor Laetitia (sic), nombrado obispo y encontrándose en Roma para su consagración, habiéndose enterado del asunto del señor Nozo, fue en su busca. Le puso en cono­cimiento de que un informe sobre su comportamiento había sido envia­do a Roma… y que el Papa le había pedido su renuncia por considera­ción a su persona, para ahorrarle la humillación de una vergonzosa destitución». Según Étienne, esta noticia abrumó a Nozo. El general Luso al punto por escrito su dimisión, y se la dio a Monseñor Letizia, para que la llevase al Papa. Camilo Letizia, C. M., fue obispo de Triettrico de 1838 a 1859. Pudo, pues, haber sido el «obispo recientemen­te preconizado» al que hace referencia la Notice de Étienne.

De estos mismos sucesos dio una versión distinta Guarini, que fue testigo ocular. Dice haber sido Fernando Girardi, misionero napolita­no, quien invitó a Nozo y a su acompañante para que visitaran Nápo­les. Girardi había ido Roma para ser consagrado obispo de Sant Angelo dei Lobardi. Nozo aceptó la invitación. Cuando Rosati tuvo noticia del proyecto, informó al cardenal Ostini. El cardenal hizo saber que «era deseo de Su Santidad, que el señor Nozo no pudiera salir de Roma, hasta haber entregado su renuncia al generalato». Esta restricción agudizó la desesperación de Nozo.

Por esta época recibió Guarini una carta de José Boury, quien desde Francia escribía: «Deseamos con ardor que los asuntos que nos llevan ocupando tanto tiempo, y que tan grandemente nos han afligi­do, hallen en Roma feliz arreglo. Esperamos triunfe la causa del supe­rior general. A este fin recomendamos que el Santo Padre cite a Roma a dos misioneros que confirmarán los detalles de la defensa del superior general. Los señores Wargnier y Trouve serían los posibles candidatos». Este plan para defender a Nozo era de escasa entidad, y llegaba demasiado tarde.

El 26 de julio, según Guarini, cuando Girardi supo que el Papa vetaba el viaje de Nozo, fue a verle en su cuarto. Cerró por dentro, para que él y el superior general no fuesen importunados, y tras media hora de «animada exhortación», consiguió de Nozo que escribiera la carta de renuncia. El obispo electo remitió al instante el documento al cardenal Ostini. A los tres días transmitía el embajador francés la noticia a Guizot en París:

El cardenal Secretario de Estado me dijo esta mañana que el señor Nozo había por fin presentado la dimisión en términos que satisfacían del todo al cardenal. Su Eminencia estaba contento del resultado, y no cree se hubiese obtenido sin la comparecencia de este eclesiástico en Roma… Su Eminencia deseaba mucho que os comunicase de inmediato esta buena nueva… No parece que Roma emprenda de momento otra acción para cambiar las constituciones de los Lazaristas, o por lo que hace a la residencia del procurador general… Así que, por ahora, estamos libres de inquietud en cuanto a estos puntos. Estaré atento, aun así, por lo que a ello hace, y os mantendré informado. Mientras esperamos ulteriores desarrollos, podemos decir que hemos conseguido nuestro fin inmediato, y que los Lazaristas, la causa de la religión, y el gobierno del rey han evitado grave embarazo, desdichada publicidad, y el escándalo.

Ostini escribía a Guarini el 2 de agosto, notificándole que el Papa había aceptado con satisfacción la renuncia del superior general.

En carta a un «corresponsal secreto», escrita el día que dimitió, Nozo suministraba una relación parcial de los sucesos que condujeron a la renuncia. Decía haber almorzado con el cardenal Ostini, a quien dio parte de su plan de ir a Nápoles. Según Nozo el cardenal sencilla­mente había dicho: «Uno de estos días tenemos que hablar de los asuntos de la Congregación». Nozo decía haber convenido con el car­denal en la fecha de una futura reunión. En espera de ésta, Nozo recor­daba que él había guardado silencio, y que a nadie había hablado de las negociaciones. Señalaba que el cardenal Ostini no había actuado del mismo modo, y que no cejó en sus consultas a «aquellos queridos hermanos nuestros que sabéis». Según Nozo, «alguien empleó este lapso de tiempo para agitar, escribir, e intrigar ante el cardenal prefecto en relación con mis acciones y motivos». Nozo se apercibió ahora del impacto causado por la intervención del gobierno francés «mediante la persona del señor Guizot». Reconocía haberse hecho embarazoso para gente que ocupaba «altos puestos en Roma». «Deseando no ser en adelante fuente de embarazo y molestia para el venerable Pontí­fice… he presentado la dimisión pura y simple».

El 2 de agosto de 1842, Ostini escribía a Poussou para comunicar la dimisión de Nozo. Exponía el deseo que abrigaba Roma de confir­marle como vicario general, con miras a restablecer «la paz y el orden». Este arreglo duraría «hasta que la Santa Sede decida sobre la elección del futuro superior general». En la reunión del Consejo General el día 18 de agosto, Poussou y los miembros del Consejo debatieron la noticia. Aprobaron borradores de cartas circulares a la Congregación y a las Hijas de la Caridad. El vicario general emitía estas dos días después, el 20 de agosto. El 17, Guizot había escrito al conde de Rayneval, encargado de negocios ante la Santa Sede, expresando su satisfacción por la noticia de la dimisión de Nozo. En sentir del Ministro del Exterior, nada restaba ya, sino «procurar la elección del sucesor por una asamblea general, según lo exigen las constitucio­nes… Nada tan plausible como llevar ahora las cosas de conformidad con los procedimientos ordinarios».

E. UDOVIC

CEME

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