«Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y con razón, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros, porque os he dado ejemplo, para que hagáis vosotros lo mismo que yo he hecho. Sí, os Io aseguro: Un criado no es más que su amo ni un enviado más que el que lo envía. ¿Lo sabéis? Pues dichosos vosotros si lo cumplís». (Jn 13,13-17).
«El espíritu de la Congregación es una participación del espíritu de Cristo, como lo propone San Vicente: Me ha enviado a evangelizar a los pobres (Lc 4,18). Por eso Jesucristo es la regla de la Misión» y ha de ser considerado como centro de su vida y actividad (XI 429). (C 5).
La relación entre las Reglas y Cristo es evidente. Las Reglas están inspiradas en el espíritu de Cristo y sirven para ayudarnos a vivir el espíritu de Cristo. Pero como no es posible encerrar todo el espíritu de Cristo en las Reglas, de ahí que, al fin, sea el mismo Cristo la Regla suprema de la Misión.
1. «Hemos de tener siempre este divino modelo ante los ojos».
Al explicar la máxima: «Buscad el reino de Dios», es cuando a San Vicente se le ocurre decir que Jesucristo es la Regla de la Misión:
«Sí, nuestro Señor nos ha recomendado esto, he- rotos de aceptarlo así. Es lo que quiere. El es la Regla de la Misión. El es el que habla y a nosotros toca estar atentos a sus palabras y entregarnos a su Majestad para ponerlas en práctica». (XI 429).
Cristo es la Regla de la Misión, no sólo en un sentido global, genérico, es Regla para las situaciones concretas, para el comportamiento detallado. Así aconsejó San Vicente al P. Durand:
«Debe poner una atención especial a sentirse siempre dependiente de la conducta del Hijo de Dios, o sea, que cuando tenga que actuar, haga esta reflexión: ¿es esto conforme con las máximas del Hijo de Dios?» (XI 239).
En la conferencia sobre las máximas evangélicas declara San Vicente el deseo de que la Congegación haga y se comporte como nuestro Señor:
«La Compañía ha tenido desde el principio el deseo de unirse a nuestro Señor para hacer lo que El hizo al practicar estas máximas y hacerse, como El, agradable al Padre y útil a la Iglesia… Hay que esperar de la bondad de Dios que nos concederá llevar cada máxima y cada regla al último grado de perfección. Se trata de formar una Compañía animada del espíritu de Dios y que se conserve en la práctica de ese espíritu». (XI 427).
2. «La religión hacia el Padre».
Las dos virtudes fundamentales de Cristo fueron: la religión hacia el Padre y el amor hacia el prójimo (VI 370). Son las dos virtudes fundamentales que el Misionero debe copiar de Cristo:
- La estima del Padre: «Jesucristo tenía del Padre una estima tan alta que le rendía homenaje en todas las cosas que había en su sagrada persona y en todo lo que hacía. Todo se lo atribuía a El. No quería decir que fuera suya su doctrina, sino que la refería al Padre… ¿Hay una estima tan elevada como la del Hijo, que es igual al Padre, pero reconoce al Padre como autor y principio de todo el bien que hay en El? (XI 411).
- La religión de Jesús hacia el Padre tiene una segunda manifestación: la dependencia del querer de Dios: «Su norma (la de nuestro Señor) era cumplir la voluntad de su Padre todo, y dice que para ello bajó a la tierra, no para hacer su voluntad sino la del Padre. ;Oh Salvador! ¡Qué bondad! ¡Cuánto brillo y esplendor dar al ejercicio de tus virtudes. Tú eres el Rey de la gloria, pero vienes a este mundo con la única finalidad de cumplir la voluntad del que te ha enviado». (XI 149).
- El tercer signo del sentido religioso de Jesús es el amor al Padre: «Y su amor ¿cómo era? ¡Oh qué amor! ¡Salvador mío, cuán grande era el amor que tenías a tu Padre! ¿Podría acaso tener un amor más grande, que anonadarse por El?… ¿Podría testimoniar un amor mayor muriendo por su amor de la forma que lo hizo?».(XI 411).
3. Caridad para con los hombres
La segunda virtud de Cristo fue la caridad para con los hombres. Fue el signo del amor del Padre y quien mejor lo realizó:
«Miremos al Hijo de Dios: ¡qué amor tan caritativo! ¡qué llama de amor! Jesús mío, dinos, por favor, amé es lo que te ha sacado del cielo para venir a sufrir .4 maldición de la tierra y todas las persecuciones y tormentos que has recibido. ¡Oh Salvador! ¡Fuente de humillado hacia nosotros y hasta un suplicio infame! ¿Quién ha amado en esto al prójimo más que tú? Viniste a exponerte a todas nuestras miserias, a tomar la /orina de pecador, a llevar una vida de sufrimiento y a padecer por nosotros una muerte ignominiosa. ¿Hay amor semejante? ¿Quién podría amar de una forma tan eminente?» (XI 555).
- Ningún cristiano pone en duda que Jesús es modelo y ejemplo de nuestra conducta, pero ¿acepto como criterio normal las máximas evangélicas?
- Haciendo un balance entre lo que Jesús dijo y de lo que nos dio ejemplo y los criterios puramente racionales, ¿qué criterios son los que más prevalecen en mí?
Oración:
«¡Oh Salvador nuestro! concédenos la gracia de conformar toda nuestra conducta a vuestra conducta, todos nuestros sentimientos a vuestros sentimientos, para que se mantengan nuestras lámparas encendidas y nuestros corazones atentos.
Pidámosle, hermanos míos, esta gracia con oraciones y sacrificios. Empleemos todos los medios que Dios ha inspirado a su Iglesia para entrar en estas verdades divinas y dirijamos toda nuestra vida, nuestro proceder y nuestro afecto en esta dirección». (Cf. XI 414, 424).