La casa de Misioneros en Léopol, en Polonia estaba destinada a dar misiones al pueblo de los campos, retiros y conferencias a los eclesiásticos. El primer superior fue el Sr. Jean Melwenski que murió el 8 de septiembre de 1773.
Había nacido en la diócesis de Vilna, el 6 de julio de 1712, y fue recibido en la Congregación, en Varsovia, el 4 de noviembre de 1731. Después de su seminario, siguió los cursos acostumbrados de filosofía y de teología, y cuando fue ordenado sacerdote, enseñó en varias casas con mucho éxito. Tomó parte en varias misiones. Tenía muchas aptitudes y gusto por esta obra. Fue luego nombrado superior de la casa de Smilowicz, que llevó durante varios años con mucha regularidad, edificación y piedad, aunque al principio debió sufrir mucho.
En 1748, le enviaron de superior a Léopol, y allí fue la primera piedra de esta nueva fundación realizada por Mons Nicolas Wyzycki, arzlobispo de Leopol. Y comenzó por dar una misión con sus cohermanos en la iglesia Nuestra Señora, en la que hubo una gran multitud para seguir sus ejercicios; en la comunión general, se contaron diecisiete mil personas. Pasó seis años en esta casa de Léopol, manteniendo constantemente el orden y la regularidad. Con frecuencia, iba él mismo a misiones y trabajaba en ellas con celo; su mayor felicidad era anunciar la palabra de Dios a las gentes sencillas del campo y escuchar sus confesiones.
Fue luego, en 1752, encargado de la casa de Sambor, que dirigió de la misma manera durante el espacio de nueve años, tras lo cual regresó a Léopol. Sería difícil decir el bien que hizo, pues tenía un don de Dios muy particular para dirigir a sus cohermanos y a los seminaristas. Se veía en él una fe viva; durante una misión que daba en Brody, devolvió a la Iglesia a un oficial luterano, y convirtió también a buen número de judíos.
Este mismo espíritu de fe le hacía celebrar la santa misa con una piedad y una modestia admirables, que edificaban grandemente a los que le veían; se cuidaba también mucho de hacer observar todas las ceremonias de la santa misa. En las diferentes penas o contrariedades que le sucedían, ponía toda su confianza en Dios que no quedó nunca confundida. Sus virtudes eran bien sabidas por toda la provincia de Polonia, que le designó su diputado en 1762, para asistir a la 13ª Asamblea general que nombró al Sr. Jacquier. Él era todavía superior de Samor.
En Léopol como en Sambor, mandó colocar muchos embellecimientos en las iglesias de estas dos casas y las dotó de ornamentos y vasos sagrados. El ardor de su amor a Dios se manifestaba también en sus sermones de misión y en las conferencias que daba a sus cohermanos. Para procurar la salvación de las almas, no miraba ni su salud ni su vida misma, ya que se puede decir muy bien que la ha sacrificado y ha muerto por exceso de trabajo. Es difícil decir cuántos pobres, enfermos o vergonzantes, y de huérfanos ha reunido y aliviado. Su celo por la gloria de Dios y por la salvación de las almas le hacían suspirar dolorosamente cuando no podía ir de misiones, sobre todo cuando eran problemas civiles los que se lo impedían. Sabía hacer observaciones y reprimendas cuando eran necesarias, pero él las acompañaba siempre de prudencia y afabilidad. Todo el mundo le tenía en gran estima.
Esta fue la causa de su muerte. Durante la Cuaresma de 1773, había ido de misiones a Ostrowa, y poco después a Stary-Siel; cuando volvió a casa, se sintió muy debilitado y no podía ya montar a caballo: dos días después, estuvo algo mejor, pero débil siempre, y partió otra vez para la misión de Wyslan; cuando regresó, después de la fiesta de la Visitación, se encontró más débil todavía, pero continuó no obstante diciendo la santa misa.
Desde el comienzo del mes de agosto, le fue imposible salir de su habitación, viéndose obligado a quedarse sentado en un sillón y con las piernas hinchadas. Al cabo de algunos días se le declaró la gangrena, y la medicina no pudo remediar nada. El enfermo se confesó, recibió la santa comunión varias veces, y se puso en las manos de Dios. El 8 de setiembre, día de la Natividad de la santísima Virgen, recibió el santo viático, y por la noche la indulgencia de la buena muerte. Hacia las ocho, entró en agonía, y una hora después, se durmió en el Señor. Fue enterrado en el panteón de la iglesia que había mandado construir y que no estaba aún terminada. Mémoires; Pologne, p. 351.







