Jean-Claude Viviand (1686-1743)

Mitxel OlabuénagaBiografías de Misioneros PaúlesLeave a Comment

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Author: Desconocido · Translator: Máximo Agustín, C.M.. · Year of first publication: 1903 · Source: Notices, IV.
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   Nuestra casa de Sedan perdió, el 2 de agosto de 1743, al Sr. Jean-Claude Viviand, nacido en Conliège, diócesis de Besançon, el 28 de abril de 1686, y recibido en el seminario de Lyon, el 1º de agosto de 1708. [365] Era la segunda vez que, colocado por la obediencia, compartía las funciones de esta parroquia, y habiendo adquirido en estos dos diferentes tiempos la reputación de hombre –íntegro, caritativo, activo, laborioso; su celo por la casa del Señor se demostró en las cosas que pueden contribuir a su culto. La ciudad de Sedan es deudora a sus cuidados  por las hermosas campanas que llaman al pueblo al servicio de Dios. Es él quien ha mandado establecer un centinela durante la noche, en la puerta de la misión, para garantizar a los misioneros de los insultos de los herejes. Es él quien igualmente ha obtenido que cuatro fusileros acompañaran  al santo Sacramento, cuando se lleva a los enfermos por los barrios. Es él quien ha contribuido a  obtener el permiso de dar la bendición con el santísimo sacramento a los soldados que están en el cuerpo de guardia, cuando se pasa bastante cerca  al llevarlo a los enfermos.

Su caridad para con los pobres era muy conocida en todo momento, de día, de noche, se le encontraba preparado  a consolarlos o a ejercer todas las funciones de su ministerio. Quería sobre todo a los militares, y Dios le había dado gracia para impresionar a los soldados que, por deserción, u otros hechos estaban condenados a muerte. Ha contado que había asistido a treinta y nueve en su vida, y añadía que no había tenido nunca más consuelo que en este ejercicio de caridad.

La enfermedad de la que estaba atacado desde hacía varios años, y que le había hecho desear varios cambios, no le ha permitido, a su regreso a Sedan, dar, como en su primera estancia, todo el brillo a su celo, pero ha hecho cuanto ha podido según sus fuerzas, sensiblemente afligido por ver a sus cohermanos sobrecargados con su porción de trabajo. Su enfermedad era una úlcera en los pulmones; todos los remedios han sido inútiles. Sintiéndose cada vez más agobiado, pidió el santo viático, y le mandó venir de la parroquia para la edificación pública. Lo recibió con grandes sentimientos de fe, de resignación y de humildad. Dos días después, recibió la extrema unción, y testimonió con estas palabritas su apego a su estado: «Es para mí un gran consuelo morir en mi vocación en medio de mis cohermanos «. Respondió luego a las oraciones  de la recomendación del alma, y entregó dulcemente los últimos suspiros. – Anciennes Relations, p. 526.

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