En su circular  del 1º de enero de 1779, el Sr. Jacquier, Superior general, ha hecho del Sr. Jean Chalamel el elogio siguiente

» El Sr. Chalamel, uno de mis asistentes, que nos ha arrebatado la muerte durante la pasada cuaresma, tenía ese celo verdadero que va acompañado de ciencia, de caridad, de humildad, de mortificación, de abnegación y de privación de todo lo que puede halagar a los sentidos. Amaba nuestras reglas y nuestras costumbres  las observaba con una exactitud edificante. Un exterior descuidado, sin afectación, dejaba ver toda la belleza de su alma; conocimientos poco comunes realzaban su brillo. Estas cualidades amables le habían atraído la fama de santo y de teólogo profundo.

En Cahors, donde ha sido profesor,  y luego superior, era consultado de todas partes. Los párrocos, los vicarios, nuestros cohermanos, las personas bien colocadas, recurrían a él  y sus decisiones eran respetadas como las de un hombre sobre cuyas luces se podía reposar.  » Aquí, no tardó en darse a conocer  y en merecerse la misma confianza. Partía el pan de la palabra divina con una nobleza que encantaba a los oyentes más esclarecidos, y que producía en ellos  las más vivas impresiones. Le he conocido desde su juventud. Una virtud superior le ha caracterizado siempre. Una de sus prácticas era recitar, como san Carlos, el oficio divino de rodillas. Su amor por el estudio era tan ardiente que tenía costumbre de sacrificarle una parte de las noches sin ningún perjuicio a la fidelidad a la oración. Tenía la devoción más tierna para con la Madre de Dios, y he tenido el consuelo de ver que él se lo inspiraba con todo su corazón, en el mismo grado, a nuestros jóvenes alumnos, cuya dirección yo le había confiado desde la enfermedad del difunto Sr. Bossu. Lo siento sinceramente, y tengo eso de común con todos los que le han conocido. Su muerte ha sido extremadamente dulce y tranquila. Ha vivido como predestinado, ha muerto de la misma manera «.  – Circul. des Supérieurs généraux, t. II, p. 125.

El Sr. Jean Chalamel había nacido en Lyon, el 22 de diciembre de 1721, y fue recibido en el seminario interno o noviciado de la Congregación  en 1739. Murió en la casa de San Lázaro, en París, el 7 de abril de 1778.