CAPÍTULO XLI
UNA PALABRA A LAS VÍRGENES
¡Oh vírgenes!, si aspiráis al matrimonio temporal, guardad celosamente vuestro primer amor para vuestro primer marido. Creo que es un gran engaño presentar, en lugar de un corazón íntegro y sincero, un corazón gastado, marchito y agitado por el amor. Pero, si por dicha vuestra, sois llamadas a las castas y virginales nupcias espirituales, y queréis, para siempre, conservar vuestra virginidad, ¡ah!, entonces guardad vuestro amor tan delicadamente cuanto os sea posible para aquel divino Esposo que, por ser la misma pureza, nada ama tanto como la pureza, y al cual son debidas las primicias de todas las cosas, principalmente las del amor. En las epístolas de San Jerónimo encontraréis todos los avisos necesarios, y puesto que tu condición te obliga a la obediencia, escoge un guía, bajo cuya dirección puedas consagrar más santamente tu corazón y tu cuerpo a la divina Majestad.