CAPÍTULO XXXIII
DE LOS BAILES Y PASATIEMPOS QUE SON PELIGROSOS
Las danzas y los bailes son cosas, de suyo, indiferentes, pero, atendiendo a la manera ordinaria de practicar este ejercicio, resulta muy resbaladizo e inclinado hacia el lado del mal, y por consiguiente, está lleno de daño y de peligro. Se baila de noche, y es muy fácil que, en medio de la oscuridad y de las tinieblas, una cosa por sí misma susceptible de mal, resbale en accidentes tenebrosos y viciosos. Se vela mucho, y después se pierde la madrugada del día siguiente, y, por lo mismo, la oportunidad de servir a Dios; en una palabra, siempre es una locura cambiar el día por la noche, la luz por las tinieblas, las buenas obras por las liviandades. Al baile todos llevan, a porfía, vanidad, y la vanidad es una gran disposición para los afectos malos y para los amores peligrosos y vituperables pues todas estas cosas suelen ser fruto de las danzas.
Filotea, te digo de los bailes lo que los médicos dicen de los hongos: los mejores no valen nada; y yo te digo que los mejores bailes nada tienen de buenos. Si, no obstante, has de comer hongos, mira que estén bien condimentados; si, en alguna ocasión, de la cual no puedas excusarte, te ves obligada a ir al baile, procura, en tu danza, la mayor decencia. Mas, ¿cómo lograrla? Con modestia, con dignidad y con buena intención. Come pocos y no con mucha frecuencia, dicen los médicos, hablando de los hongos, porque, por bien preparados que estén, la cantidad los hace venenosos; baila poco y con poca frecuencia, Filotea, porque, de lo contrario, caerás en el peligro de aficionarte.
Los hongos, según Plinio, por ser muy esponjosos y estar llenos de poros, absorben fácilmente los gérmenes infectos que están a su alrededor, de manera que, cuando están cerca de las serpientes, reciben su veneno. Los bailes, las danzas y otras parecidas reuniones tenebrosas, atraen, ordinariamente hacia sí, los vicios y los pecados que imperan en un lugar, las disputas, las envidias, las burlas, los amores locos; y así como tales ejercicios abren los poros del cuerpo de los que los practican, también abren los poros del corazón, con lo cual, si alguna serpiente va a silbar al oído alguna palabra lasciva, algún halago, alguna galantería, o bien algún basilisco lanza miradas impúdicas, miradas de amor, los corazones están más preparados para dejarse cautivar y emponzoñar.
¡Ah, Filotea!, estas recreaciones impertinentes son, por lo regular, peligrosas: disipan el espíritu de devoción, debilitan las fuerzas, enfrían la caridad y despiertan en el alma mil clases de malos afectos, por lo cual hay que tomar parte en ellas con suma prudencia.
Pero, de un modo especial, se dice que después de los hongos hay que beber vino generoso; y yo digo que, después de los bailes, hay que echar mano de algunas santas y buenas consideraciones, que contrarresten las impresiones peligrosas que el placer frívolo recibido puede comunicar a nuestros espíritus. Mas ¿qué consideraciones?
1. Mientras tú estás en el baile, muchas almas arden en el fuego del infierno por los pecados cometidos en la danza y por causa de la danza.
2. Muchos religiosos y personas devotas, a la misma hora, están en la presencia de Dios, cantan sus alabanzas y contemplan su belleza. ¡Oh, cómo emplean el tiempo mejor que tú!
3. Mientras tú bailas, muchas almas entran en agonía; millones de hombres y mujeres padecen grandes trabajos en la cama, en los hospitales, por la calle: dolor de gota, mal de piedra, fiebre abrasadora. ¡Ah! ellos no tienen un momento de reposo. ¿No les tendrás compasión? ¿No piensas que, un día, gemirás como ellos, mientras otros bailarán, como tú bailas ahora?
4. Nuestro Señor, la Santísima Virgen, los ángeles y los santos te han visto en el baile. ¡Ah! qué compasión les has causado, cuando han visto que tu corazón se divertía en una tan gran nonada, atento a aquella frivolidad.
5. ¡Ah! mientras estás allí, el tiempo pasa y la muerte se acerca. Mira cómo se burla de ti y te invita a su danza, en la cual los gemidos de tus familiares servirán de violín, y donde sólo darás un paso: de la vida a la muerte. Esta danza es el verdadero pasatiempo de los mortales, pues por ella pasa el hombre, en un instante, del tiempo a una eternidad de goces o de penas.
Pongo estas sencillas consideraciones, pero Dios te inspirará muchas otras, con el mismo fin, si es que sientes su santo amor.