CAPÍTULO XVI
DE LOS SENTIMIENTOS QUE ES MENESTER CONSERVAR DESPUÉS DE ESTE EJERCICIO
Este día, en que habrás hecho esta renovación, y los días siguientes, has de repetir con frecuencia, con el corazón y con la boca, estas ardientes palabras de San Pablo, de San Agustín, de Santa Catalina de Génova y de otros santos: «No, ya no soy mía; que viva, que muera, soy de mi Salvador; ya no digo ni yo ni mío: el yo es Jesús; el mío es ser suya. ¡Oh mundo!, tú siempre eres el mismo, y yo he sido siempre la misma, pero, en adelante, ya no seré yo misma». Nosotros no seremos más nosotros mismos, porque tendremos el corazón cambiado, y el mundo, que tanto nos ha engañado, será engañado en nosotros, pues, al no darse cuenta de nuestra transformación, creerá que todavía somos Esaú y nosotros nos habremos trocado en Jacob.
Conviene que todos estos ejercicios reposen en el corazón, y que, al dejar la meditación y la consideración, andemos con tiento, entre las ocupaciones y las conversaciones, para que el licor de nuestras resoluciones no se derrame enseguida, pues es necesario que se filtre y penetre bien en todas as partes del alma, pero sin violentar ni el espíritu ni el cuerpo.