CAPÍTULO II
QUE ES MENESTER TENER BUEN ÁNIMO
La luz, aunque deseable y hermosa a nuestros ojos, los deslumbra sin embargo cuando han permanecido mucho tiempo en las tinieblas, y antes de que una persona se acostumbre al trato de los habitantes de una región, por corteses y amables que sean, se encuentra extraño entre ellos. Podrá ocurrir muy bien, mi querida Filotea, que con este cambio de vida, se produzcan muchas turbaciones en tu interior y que este grande y general adiós, que has dado a las locuras y a las bagatelas del mundo, te cause algún sentimiento de tristeza y de desaliento. Si esto ocurre, te ruego que tengas un poco de paciencia, pues no será nada; no es más que un poco de extrañeza que te causa la novedad; después recibirás diez mil consolaciones. Quizás, al principio, te dolerá dejar la gloria que los locos y los burlones te daban en tus frivolidades; pero, ¡ah!, ¿quieres perder la gloria eterna que Dios te dará de verdad? Las vanas diversiones y los vanos pasatiempos, en los cuales has empleado tus años, todavía se ofrecerán a tu corazón, para tentarle e inclinarle a su lado; mas ¿tendrás valor para renunciar a aquella eternidad bienaventurada por tan engañadoras ligerezas? Créeme, si perseveras, no tardarás en recibir en tu corazón dulzuras tan deliciosas y agradables, que confesarás que el mundo no tiene sino hiel, en comparación de esta miel, y que un solo día de devoción vale más que mil años de vida mundana.
Pero tú ves que la montaña de la perfección cristiana es muy alta. «¡Ah, Dios mío! -dices para tus adentros ¿cómo podré subir?» ¡Ánimo, Filoteal Cuando las abejitas comienzan a tomar forma, se las llama ninfas, y entonces aun no saben volar por las llores, ni por las montañas, ni por las colinas cercanas, para recoger la miel; pero, poco a poco, nutriéndose de la miel que les han preparado sus madres, estas pequeñas ninfas toman alas y se robustecen, de suerte que después vuelan, buscando por toda la comarca. Es cierto que nosotros somos todavía pequeñas ninfas de la devoción, y que no podríamos subir según nuestras aspiraciones, las cuales no son otras, nada menos, que alcanzar la cima de la perfección; pero, si comenzarnos a tomar forma con nuestros deseos y propósitos, comenzarán a salirnos las alas. Hemos de confiar en que, algún día, llegaremos a ser abejas espirituales y que volaremos. Entre tanto, vivamos de la miel de tantas enseñanzas que nos han dejado los antiguos devotos, y pidamos a Dios que nos dé alas como de paloma, para que, no solamente podamos volar durante la vida presente, sino también descansar en la eternidad de la vida venidera.