IV: Los fundamentos de la identificación en Mt 25, 31-46 y sentido de la misma
Examinado el pasaje evangélico, estudiemos ahora más detenidamente la doctrina que se desprende de él.Pueden proponerse varias cuestiones acerca del grado de realidad que puede revestir la identidad afirmada por el Rey:
¿Tiene un sentido simplemente jurídico o moral? ¿Indica solamente solidaridad?
¿Tiene un sentido real en alguna manera?
En otras palabras, ¿significa la solemne afirmación del Rey que de las buenas acciones realizadas por los de la derecha había resultado él beneficiado personalmente?
¿O quiso simplemente decir, en un acto de benevolencia: ‘Lo que habéis hecho a uno de mis hermanos más pequeños es como si lo hubieseis hecho a mí mismo’?
En este caso las palabras del Rey no encerrarían especial misterio.
Demostraría solamente la gran benevolencia del Rey con ‘los más pequeños’ a los cuales tendría una estima tal de hacer con ellos causa común por una identificación afectiva o moral que le haría sentirse servido o despreciado, según fueran servidos o despreciados ellos. En un orden simplemente humano conocemos ejemplos semejantes, entre los que están unidos por vínculos de sangre, de amistad o de condición.Pero la identificación que revela Mt 25, 31-46 es inefable. Más estrecha que cualquier lazo humano1.
1. Diversas identificaciones en el Evangelio
Los Evangelios presentan de vez en cuando frases misteriosas que revelan una identificación.
Veamos, por ejemplo:
«Quien a vosotros recibe a mí me recibe, y quien a mí me recibe, recibe a aquél que me ha enviado», Mt 10, 40.
El paralelo de Lucas lo expresa además en forma negativa:
«Quien a vosotros oye, a mí me oye, y quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia a aquél que me ha enviado», Lc 10, 16.
Citemos también como ejemplo de identificación entre Cristo y sus discípulos la alegoría de la vid en San Juan:
«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos», Jn 15, 16.
Jesús pues antes del pasaje de Mt 25, 31-46, situado en los últimos tiempos de su predicación, ha expresado ya otras veces el concepto de una identificación entre él y sus apóstoles o enviados, sólo que en Mt 25, 31-46 la identidad haría relación a ‘los más pequeños’.Pero meditando cada una en particular aparece claramente como se trata de diverso género de identificación.
2. El Maestro y los enviados
Veamos por ejemplo la frase del Maestro a sus apóstoles:
«El que a vosotros recibe, a mí me recibe», Mt 10, 40. y «el que a vosotros desprecia, a mí me desprecia», Lc 10,16.
Trátase aquí evidentemente de una cierta identidad entre Jesús y sus apóstoles, en virtud de la cual es la misma persona del Maestro la que es recibida o despreciada en sus enviados.
Pero ¿es éste un ejemplo de identificación en la misma línea que el texto de Mt 25, 31-46 entre la Persona del Rey y ‘los más pequeños’?
Ciertamente no. La palabra de Jesús en Mt 25, 31-46 es una revelación nueva, una identificación misteriosa que provoca con razón la sorpresa2. En cambio la palabra a los Apóstoles no es de sí sorprendente.
Jesús enuncia simplemente un principio rabínico, mejor dicho un principio aceptado universalmente:Un principio de orden jurídico, en virtud del cual la persona del legado es en función y representación de la principal que la envía y es ésta propiamente la que es honrada, recibida o despreciada en la persona del legado3.
Tratándose de los apóstoles el principio de tal sustitución se hacía aún más evidente:
Ellos habían de ser los portadores de la doctrina del Maestro. De modo que recibirlos o despreciarlos a ellos, sería en realidad recibir o despreciar la doctrina. Y la conducta con la doctrina era en último término recibir o despreciar al Maestro, al Mesías.
El en efecto ha hecho algo más que anunciar una nueva doctrina, un sistema, como pudieran hacerlo Platón o Aristóteles, para poner un ejemplo clásico.
La doctrina del Maestro no tendría sentido, al menos sentido pleno, considerada como algo aparte y distinto de su persona.No vino a traer la luz. El mismo es la Luz, Jn 1, 9.
No vino a enseñar una verdad abstracta. El mismo es el Camino y la Verdad, 14, 6.
Pedro, Pablo, todos los apóstoles, para evangelizar, según la lacónica expresión del autor sagrado, anunciarán a Jesucristo4.
No es pues de admirar que Jesús se declarase recibido o despreciado en la persona de sus apóstoles y que despreciarlo a él signifique a su vez despreciar a su Padre del cual es la Palabra, el Enviado.
¿Pero es el mismo caso al tratarse de un hambriento, que quien le da de comer, es a Jesús en realidad a quien asiste?
No se ve tan claro. Sin embargo Jesús no lo afirma menos.
3. La vid y los sarmientos
Otro género de unidad nos lo ofrece también la mencionada alegoría de la viña:
«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos», Jn 15, 1 ss.
Está de manifiesto en estas palabras una identificación, la unidad que existe entre la vid y sus sarmientos.
Pero también aquí se trata de un orden diverso de Mt 25, 31-46.Lo que en la alegoría de la viña funda y constituye la unidad entre la vid y sus sarmientos, es la identidad del principio vital que circula en su interior procedente de una misma raíz.
Así se desprende de la aplicación misma que hace Jesús: «Separados de mí nada podéis hacer…», 15, 5.
El sarmiento que no permanece unido a la vid, no lleva fruto y se seca.
4. La identificación de Jesús y los más pequeños en Mt 25, 31-46
Resta como tercer género de identificación el que forma objeto de nuestro estudio.
¿En qué se funda el Rey para tan peregrina sustitución de sí mismo con ‘los más pequeños’?
Veremos en los apartados siguientes los puntos que sirven de fundamento.
5. Identidad de condición
Aunque el Rey aparezca en Mt 25, 31-46 rodeado de toda su gloria, no hay razón para negar que su afirmación de haber sufrido todo género de necesidades no se refiera en primer lugar a sí mismo.
Jesús puede aquí afirmar haber tenido hambre y sed porque en realidad durante su ministerio terrestre tuvo hambre y sed.Podríamos aducir aquí diversos pasajes evangélicos que lo afirman expresamente, especialmente la necesidad más común: el hambre5.
Pero de ello nos habla nuestro mismo texto con las palabras más explícitas:
En Mt 25, 31-46 siéntese el eco del estado penoso en el que se ha hallado sobre la tierra.
El mismo título de Hijo del hombre con que se introduce en la escena parece el más apto como sujeto de las necesidades que afirma haber padecido.
En otro pasaje de Mateo Jesús ha empleado el mismo título de Hijo del hombre para designar su condición de pobre:
«Las zorras tienen sus madrigueras y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene una piedra donde reclinar su cabeza», Mt 8, 206.
Detalles evangélicos como el episodio de las espigas arrancadas, Mt 12, 1, sugiere que más de una vez se había hallado el Maestro no tener a mano más que unos granos de trigo para llevarse a la boca.Otro texto aún nos presenta al Hijo del hombre que vino ‘comiendo y bebiendo’, 11, 19.
Directamente se trata de la comparación con el ayuno del austero profeta Juan.
Pero el texto nos muestra de rechazo a Jesús sujeto a las humildes condiciones humanas y del número de aquellos para quienes el comer y el beber es de primerísima importancia.
En cuanto a la prisión consta expresamente que la sufrió en tiempo de su pasión, Mt 26, 50; Jn 18, 12.
Estos detalles vividos de Jesús son de suma importancia para explicar el texto de Mt 25, 31-46.
De la misma manera que los Evangelios afirman que el Hijo del hombre ha conocido el hambre y la sed, que se ha hallado desnudo, extranjero y en prisión, podríamos legítimamente preguntamos si ha sufrido alguna enfermedad durante su existencia terrestre.
El mismo pasaje del Sermón de la Montaña, sobre los cuidados excesivos puede considerarse también como una descripción de la existencia de Jesús:
‘¿Qué beberemos? ¿qué comeremos? ¿qué vestiremos?’. Cfr. Lc 12, 22 ss.
Estas preguntas podían presentarse a él mismo tanto y más que a sus oyentes, puesto que se hallaba en condición más pobre ‘que las zorras y las aves del cielo’, y él indica como las respondía.Jesús no habla nunca en abstracto sino que parte siempre de situaciones humanas concretas que conoce bien porque son las suyas.
Este estado y condición de vida pobre vivido en circunstancias concretas por el Hijo del hombre son el primer fundamento para afirmar el Rey haberse hallado en tales necesidades.
Si Cristo hubiera vivido en condiciones de rey durante su vida terrestre sus palabras en el juicio acerca de las necesidades padecidas tendrían menos sentido; aún con la ulterior aclaración de que era en la persona de sus hermanos más pequeños.
La existencia terrena y personal del Mesías con las diversas circunstancias y condiciones a que se vio sometida, debía ser la raíz y fundamento de la participación que de ella debían tener ‘los más pequeños’ y los hombres en general.
Supuesto ésto, es claro que Jesús pudo hacer causa común con los más pequeños por haber participado de su misma condición, de su vida humilde, sin nombre —también la condición de ser los más pequeños se refiere a la carencia de fama y de nombre— de sus privaciones ante todo materiales7.
Es éste sin duda un fundamento cierto, si bien no encierra gran misterio y su comprensión está al alcance de todos. Pues más bien la igualdad de condición produce solidaridad, pero no identificación como indica la declaración que el Rey hace sin restricciones.Pues la expresión ‘Amén, en verdad’ que repite las dos veces, vv. 40, 45, recuerda otras ocasiones, particularmente el sermón de la Montaña donde Jesús lo utiliza para insistir sobre la importancia de lo que va a decir. La identificación está indicada además por el simple pronombre, vv 40-45, que tiene aquí gran relieve: «es a Mí a quien lo habéis hecho». También por la primera persona empleada en los verbos y el pronombre frecuentemente repetido8.
El Rey insiste paradójicamente en afirmar que ha sido a él en realidad a quien han asistido y relega a ‘los más pequeños’ a un segundo plano como si no hubieran sido más que una figura, una representación, cuando de hecho las cosas, como recuerdan los justos, han sucedido exactamente al revés. En ésto está el misterio.Es de notar este realismo con que los Padres comentan el Mihi fecistis:
«…Nosotros, ni alimentamos al hambriento, ni vestimos al desnudo, sino que al verlo mendigar pasamos de largo. Por cierto que si vierais al propio Cristo cada uno daría con generosidad de lo suyo. Pues he aquí que se halla El mismo presente. Ya que es El mismo quien dice: Yo soy. ¿Cómo pues no das todo lo que tienes? Puesto que lo oyes de veras diciendo: Es a Mí, que me lo haces «.
«Solamente Cristo es quien mendiga en la multitud de los pobres»9.
Así pues, si la declaración del Rey hiciera tan sólo referencia a un estado suyo anterior semejante al de los más pequeños, que le hiciera solidario con ellos y provocara su benevolencia actual, su declaración sería de un orden más común y asequible y no revestiría el tono de singularidad y novedad que tiene realmente.
6. Los más pequeños, extensión y memoria de la vida pobre de Cristo
La vida de Jesús como dejan entrever los Evangelios y nos revelará San Pablo claramente, no puede limitarse al breve tiempo y espacio de su carrera terrena.
La vida del primer Adán no se terminaba en sí misma sino que era también en función de la humanidad entera, en cuanto la vida humana a partir de él debía continuarse en el tiempo. También la vida del segundo Adán, Cristo, según el paralelismo usado por Pablo, tiene una extensión amplia como la humanidad de la que es cabeza, Rin 5, 15.Cristo trasciende su generación y su tiempo.
Su vida concreta pertenece a toda la humanidad y a todos los tiempos. Y no sólo en un sentido histórico, estático, sino dinámico y viviente.
Ello significa que la vida de Jesús, más aún todas las circunstancias de la vida del Dios-hombre, debían continuarse en la humanidad a través del tiempo.
Cristo es más que un ser histórico, es un ser viviente en la historia, Mt 28, 20.
Es la piedra angular de la historia y de la humanidad y punto de contradición, Sal 118, 22-23; Mt 21, 42.
El privilegio de servir a Jesús no podía limitarse a los pocos hombres de su generación que trataron con él, como Simón o Zaqueo. El privilegio y la responsabilidad de abrir las puertas a Cristo o de reusarlo debía pertenecer a los hombres de todos los tiempos.
Véase a este respecto las palabras de San Agustín vibrantes aún de celo pastoral:
«Ya, Dios mediante, llegó el invierno; preocupaos de los pobres, de cómo vestir a Cristo desnudo. Cuando leíamos el Evangelio ¿acaso no proclamábamos todos feliz a Zaqueo cuando Cristo reparó en él subido a un árbol para verlo pasar? ¿Cuándo se lo hubiera podido esperar, hospedado en su casa? Oía vuestros suspiros de felicitación. Todos os sentíais en la persona de Zaqueo, recibiendo a Cristo; y así exclamaba vuestro corazón: ¡Oh, bienaventurado Zaqueo!, ¿Acaso a nosotros nos puedeacontecer otro tanto? Cristo ya se halla en el cielo…
Recítame, cristiano, el Nuevo Testamento… Recítalo para que te enteres que no te hallas privado de la presencia de Cristo. Oye al que va a juzgar: «Lo que habéis hecho a uno de estos hermanos míos más pequeños…». A cada uno de vosotros os gustaría recibir a Cristo sentado en su gloria del cielo; reparad en él echado en el pórtico; reparad en él pasando hambre, reparad en él muriendo de frío»10.
Los hombres todos debían ser juzgados, puestos a la izquierda o a la derecha según la conducta observada con relación a Cristo.
No se trata aquí de simple adhesión a una doctrina abstracta, sino relación personal y operante.
El mismo tiene perfecta conciencia de su misión, de su pertenencia a todos los tiempos la afirma expresamente y se preocupa de dejar de sí una memoria:
«Haced ésto en memoria mía…», Lc 22, 19.
Pero la vida del Dios-hombre al proyectarse y continuarse en la humanidad más allá de su existencia física se descompone en diversas modalidades11. Como la luz solar se descompone al pasar por el prisma:La autoridad docente de Jesús como testimonio del Padre, se ve continuada a través del tiempo por sus apóstoles:
«Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros», Jn 20, 21. «Id y enseñad…», Mt 28, 19.
No una misión distinta de la suya, sino la misma continuada. Hay más, no sólo la misma autoridad, sino su presencia; sólo que en modo diverso de cuando vivía El en la tierra:
«Yo estaré con vosotros…», 28, 20.
La autoridad gubernativa de Cristo tiene también su extensión en el tiempo por la jerarquía representada también por los Apóstoles y principalmente por Pedro:
«Lo que atareis en la tierra será atado en el cielo…», Mt 18, 18.
Pablo explicará también con palabra velada de misterio, la continuación de la pasión de Jesús en sus propios sufrimientos: «Completo en mí lo que falta a la Pasión de Cristo…», Col 1, 25.
La última cena, el sacrificio de la cruz, la presencia personal de Jesús quedará perpetuada por la Eucaristía.
El sacerdocio en la Iglesia, aunque participado en número indefinido, no es más que la extensión y continuación de un solo sacerdocio: el del único Mediador, Jesús, como explica la Carta a los Hebreos.Pablo de nuevo es quien considera la muerte y la resurrección de Jesús como ‘primicia’ de las que deben seguirse y continuarse de ella, Col 1, 18.
Son pues todos los aspectos y circunstancias de Jesús que hallan su continuación en el tiempo, que se transmiten de un modo vital.
Ahora bien. Podemos también preguntarnos: Y la pobreza, el hambre y la sed, la desnudez de Cristo. ¿cómo se continuarían?
La respuesta es fácil. Dada por Jesús mismo en Mt 25, 31-46:
Los más pequeños son los continuadores, la extensión en el tiempo de la vida pobre de Jesús, de sus necesidades y sufrimientos.
Y si Jesús ve en ellos continuadas sus necesidades, por consiguiente las ve en ellos atendidas o despreciadas.
Es precisamente en Mt 25, 31-46 donde Jesús da esta nueva significación, este carácter sagrado podemos decir a la pobreza de ‘los más pequeños’.
Más que la letra aunque inspirada, es apta a conmemorar y transmitir a todas las edades la vida humilde y sufrida del Dios-hombre esa cadena ininterrumpida del dolor humano que se hizo suyo Cristo.
El es la fuente primera de este río de aguas amargas y vivas, un solo río al fin aunque acrecentado continuamente por la aportación de nuevas fuentes y arroyos.
Las palabras: «Lo que a éstos hicisteis es a Mí que lo habéis hecho», tienen el valor creador de una especie de sacramento12.
Estas palabras en boca de un rey de naturaleza común significarían simplemente que considera como dirigidos a él mismo los beneficios hechos a sus más insignificantes vasallos y que por consiguiente quiere premiarlos espléndidamente.
- Pero la condición especial del Rey que fue pobre realmente en su persona,
- el significado de su pobreza y vida toda,
- el poder creador de su palabra que convierte en realidad lo que dice,
- todo el montaje y solemnidad de la escena del juicio,
- la sorpresa misma de los juzgados, todo concuerda en decirnos que las palabras del Rey tienen el mayor grado de realidad posible.
La vida de ‘los más pequeños’ no sería de sí una memoria viva13, una continuación de la misma vida mísera del primer Pobre y singularmente de su pasión. Pero la voluntad y la palabra de Jesús lo realizan al unirlos y hacerlos continuación de su vida humilde.Es muy de notar que se les confiere este valor de un modo objetivo, es decir en virtud de la vida pobre de Cristo y de su palabra,
independientemente de las disposiciones de los más pequeños, de que lo sepan o lo ignoren, de que sean ellos mismos justos o pecadores, ni siquiera de que sean cristianos o no14.
La única condición que cuenta para el sentido de las palabras de Jesús es ésta: su vida pobre, su insignificancia, su carencia de fama y de nombre y principalmente sus necesidades y privaciones materiales.
7. Los más pequeños, memoria del misterio de la Encarnación
En el punto anterior hemos considerado los más pequeños como continuadores de la misma vida pobre de Jesús.
Siguiendo en la misma línea veamos ahora cómo ellos son una memoria viviente no solamente de la vida humilde del Dios-hombre, sino del misterio mismo de la Encarnación.
Vale decir, la pobreza de Cristo fue no sólo una condición de orden social, una circunstancia de su vida; en él reviste un significado más profundo; está en la base misma del misterio del Dios hecho hombre.
El eterno hízose temporal en la carne.
El primogénito nacido en el seno de Dios en esplendor de santidad, mecido en los albores de la eternidad por el amor del Padre, aparece revestido de la humilde naturaleza humana.
¿Qué es la carne humana sino vaso de alfarero, pobres andrajos para su gloria de unigénito del Padre?Este misterio ha conmovido profundamente a Pablo. Nadie lo ha expresado tan enérgicamente como en el himno de la Carta a los Filipenses, 2, 5 ss:
«Exinanivit semetipsum! Se anonadó…».
«Siendo de condición divina, se anonadó tomando condición de esclavo ‘formam servi accipiens'».
Pensemos qué condición podía evocar a la mente de los oyentes de Pablo esta palabra: «formam servi, condición de esclavo».
Este estado de abatimiento en Cristo forma el fondo mismo del misterio de la Encarnación.
Jesús podía haberse considerado pobre, mísero y desnudo tan sólo por el hecho de haber asumido la naturaleza humana.
He ahí lo que conmueve a Pablo, el predicador de la cruz de Cristo:
«Egenus factus est cum esset dives. Se hizo pobre indigente, siendo como era rico!», 2Co 8, 9.
Paralelismo conmovedor que tan sólo pudo expresar el gran apóstol, el más profundo conocedor del misterio de Cristo: «Servus… cum in forma Dei esset. Esclavo… siendo como era de naturaleza divina».
«Egenus… cum esset dives. Pobre indigente… siendo como era rico».
Este es el primer fundamento de Mt 25, 31-46.
En este sentido los más pequeños, los míseros, los desheredados del mundo, son ya aptos para ser una memoria viva de quien descendió a tal condición.
De frente a este grande y fundamental empobrecimiento del heredero de la gloria de Dios,¿qué cuenta ya una condición más o menos feliz dentro de la escala mísera de los valores humanos? ¿Qué significa una condición más o menos elevada vaya ésta de rey a mendigo?
Sin embargo para continuar en la misma línea hasta el fin —in finem… Jesús va siempre hasta el fin, cfr. Jn 13, 1— asumirá una condición más cercana a la de mendigo que a la de rey.
Así sufrirá en su carne toda especie de dolor y privación que lo harán «primicia de los pobres» como se expresaría Pablo.
La cualidad de rey quedará reservada como nos describe Mt 25, 31-46 para consuelo eterno de los más pequeños y de aquellos que le sirvieron en ellos.
8. Los más pequeños suplen la invisibilidad de Dios
Amar a Dios con todas las fuerzas es el primer mandamiento de la Ley.
Pero ¿cómo cumplir prácticamente el gran mandamiento? Parece tendería a quedar en la esfera de lo abstracto.
Por más que Yahvéh es un Dios personal ¿cómo llegar hasta El para demostrarle y hacerle sentir que le amamos con todas las fuerzas?
«Deum nemo vidit umquam! Dios es invisible…», Un 4, 12.
Aunque no lo excluye, el mandamiento no va dirigido a la parte afectiva. Los afectos del corazón tienen como objeto adaptado y propio los seres visibles, los semejantes.
El mandamiento tiende a dirigir a Dios ante todo la preferencia espiritual de la voluntad15.
De aquí nacerán la elevación del alma a Dios en la oración, la acción de gracias, el aprecio sumo debido al Ser supremo, la disposición de ofrecerse a sí mismo. Cierto, la mística conoce los estados de unión íntima y afectiva entre Dios y el alma.
Pero la caridad sea afectiva, sea puramente espiritual, tiene una tendencia a manifestarse por actos exteriores, a dar de lo propio, incluso en el orden material.
El tan conocido axioma: «Probatio dilectionis, exhibitio est operis. La prueba del amor son las obras». Dicho en castellano castizo: «Obras son amores y no buenas razones».
Por esto la caridad dirigida a Dios queda al parecer imposibilitada en una de sus tendencias, privada de algo tan de su complemento.
¿Qué necesidad que Dios tenga puede satisfacer la criatura?
¿Quién jamás le ha dado algo? Cfr. Rm 11, 34.
¿Es siquiera posible la acción de dar con respecto a Dios?
Este problema ha preocupado en todos los tiempos el sentimiento religioso de los pueblos.
De esta tendencia nació una acción básica de la religión: el sacrificio.
Con ingenuidad de niño, el hombre sentía necesidad de ofrecer a Dios algo de lo que formaba sus bienes en los tiempos bíblicos, sus bueyes, sus ovejas, su pan, su vino. Las primeras páginas de la Escritura nos hablan ya de los sacrificios hechos a Dios. Para ‘darle’ algo de los propios bienes al Creador, el único medio era desprenderse de ellos, destruyéndolos por el fuego.Pero ¿tenía acaso Yahvéh hambre para satisfacerla con aquellos dones? Y si la tuviera ¿qué necesidad tendría de don de hombre?
De aquí la pintoresca réplica ante la multiplicación de los bueyes y terneros inmolados: «Mías son las fieras de las selvas, los millares de animales que corren por los montes… Si tuviere hambre no te lo diría a ti…», Sal 49.
«Quiero la misericordia y no el sacrificio», Os 6, 6.
He aquí la primera insinuación de una orientación nueva16.
Yahvéh, en lugar de sacrificios —y notemos que el sacrificio era esencialmente ‘teológico’, es decir dirigido a Dios directamente—, reclama la misericordia, misericordia evidentemente no para sí, sino con relación al prójimo.
He ahí pues una verdadera sustitución de Dios por el hermano, como beneficiario de la tendencia humana de darle algo al Creador.
No es difícil adivinar en esta simple palabra ‘misericordia’ que Dios quiere en sustitución al sacrificio, toda la serie de buenas obras —las obras de misericordia— ya ampliamente enumeradas en el AT, Cfr. Tb 4, 8-19.
He aquí pues en germen una doctrina que Jesús anunciará y llevará a su pleno desarollo: Es decir, la sustitución del hermano por él mismo para la demostración, la parte práctica de la caridad que le es debida17.
Vale tanto como decir, identificación de dos objetos al parecer tan distantes: Dios y criatura formando objeto directo de una única caridad.
La expresión más exacta y admirable de esta doctrina es la declaración de Jesús:
«Lo que habéis hecho a uno de estos hermanos míos más pequeños es a Mí que lo habéis hecho».
He aquí porque a la pregunta del doctor de la Ley sobre el primer mandamiento, Jesús añade inseparablemente y como parte integrante el segundo.
Sería imposible poder hablar de amor a Dios si no pudiéramos demostrarlo. La demostración son las obras. Dios no puede recibirlas. Por tanto no queda otro camino que practicarlas en bien de ‘los más pequeños’.
Y Dios mismo ha propuesto esta solución.
Jesús la ha anunciado formando parte del misterio de su Encarnación y de su vida pobre.
Los Apóstoles comprendieron bien la doctrina del Maestro, hasta proponerla en frases peregrinas. Como la palabra de Santiago, el amigo de los pobres:
La religión pura e inmaculada ante Dios Padre consiste en visitar los huérfanos y viudas en sus tribulaciones…, St 1, 27.
Esta frase tiene todo el tono de proponer un resumen, el meollo de la religión.Extraña definición para quienes religión lleva a la mente ante todos los atrios y los altares de su templo y sus ritos.
Quien no ama al hermano a quien ve, ¿cómo amará a Dios a quien no ve?, 1 Jn 4, 20.
Razonamiento ingenuo al parecer.
El hermano propuesto para suplir ante nuestros ojos de carne la invisibilidad de Dios.
El hermano propuesto para poder ofrecer a Dios un amor integral no truncado, no abstracto, no desprovisto de su virtualidad de obrar.
La idea de ofrecer cabritos y bueyes inmolados por el fuego para «darle» algo de lo suyo a Dios era más bien una idea venida en mente humana, una idea ingenua al fin que Yahvéh condescendió por algún tiempo en aceptar.
La de darle en la persona de los hermanos más pequeños es una idea surgida de la mente divina.
9. Los más pequeños en el Cuerpo Místico
¿Qué relación tiene la identificación de Jesucristo con el pobre que hemos venido estudiando a la luz de Mt 25, 31-46 con la doctrina del Cuerpo Místico18.
Se comprende fácilmente que existe una relación muy estrecha: Los pobres, todos los que sufren, pueden considerarse como parte del Cristo Total —y parte muy principal19— por tanto es Cristo, la Cabeza, que sufre en sus miembros, de un modo real en el mismo grado que pueda concebirse la unidad del Cuerpo Místico 19.Ellos son los miembros por los cuales el Salvador siente un ‘amor particularísimo’ en frase de Pío XII, quien inculca la doctrina que ha formado siempre un tema de la predicación cristiana: que en la práctica de la caridad para con los pobres debe ser reconocida en ellos la persona misma de Jesús20
Este motivo viene también con frecuencia en boca de los Padres.Valga entre todos el testimonio de San Agustín:
«Había puesto ante vosotros en la tierra mis más pequeños. Yo como cabeza estaba sentado a la diestra del Padre pero mis miembros sufrían en la tierra; mis miembros en la tierra padecían penuria; daríais a mis miembros y llegaría a la cabeza lo que daríais»21.
«En todos los cristianos debe ser amado aquél que dijo: ‘Tuve hambre y me disteis de comer’. No dijo ‘Les disteis a ellos’; sino, ‘me disteis a Mí’. ¡Tan grande es la caridad de la cabeza para con su cuerpo!22.
Los teólogos en fin, al notar los diversos miembros que componen el Cuerpo Místico de Cristo paran atención a esta parte mísera de la humanidad para asignarle, si no el puesto de mayor dignidad, sí el de preferencia:»La doctrina del Cuerpo Místico aviva el sentimiento de la caridad de unos miembros para con otros; ella reviste de los rasgos amables de Cristo… particularmente los desgraciados, todos los que sufren: ella hace comprender la profunda verdad de la palabra de Jesús: ‘lo que hagáis a estos hermanos míos más pequeños, es a Mí que lo habréis hecho'»23.
Santo Tomás también comenta estos versículos, dando como razón la unión de la cabeza y los miembros en el Cuerpo Místico24.
Sin embargo ¿debe considerarse la identificación de Cristo y ‘los más pequeños’ simplemente como una cuestión parcial en el conjunto de la doctrina del Cristo Total?
Baste notar un punto:
Para la incorporación al Cuerpo Místico, cuenta principalmente la cualidad de cristiano y la particiación de la gracia de Cristo, adquirida y aumentada por la recepción de los sacramentos.
En cambio, para la identificación de Jesús con los más pequeños lo que cuenta ante todo es la vida pobre y humilde, las privaciones sufridas.
Cuentan con un título propio.
Cierto que los más pequeños pueden estar incorporados a Cristo por la gracia y la cualidad de cristianos. Pero no necesariamente. La piedad cristiana no ha entendido nunca que la caridad deba restringirse a los cristianos para ser relacionada a Jesús.
10. Conclusión, según las categorías clásicas de la Cristología
A modo de conclusión, resumamos ahora definiéndolos mejor los conceptos que hemos venido expresando.
Admitido que se trata de una identificación no solamente jurídica, sino real en algún sentido, ocurre preguntarnos:
¿Hasta dónde llega esta realidad?25
1. Es evidente que no se trata de una identificación sustancial o personal.La persona de Jesús como la de los más pequeños permanecen incomunicables.
Excluyamos, pues, toda unidad de orden hypostático entre Jesús y los más pequeños a semejanza de la unión personal entre el Verbo y la naturaleza humana en Cristo, en virtud de la cual la persona divina se hace único sujeto de atribución, de manera que lo que se hace a la naturaleza humana de Jesús se hace a su persona divina, al Verbo.
No, los más pequeños no están en la misma línea que la naturaleza humana de Jesús histórico.
2. No están en el mismo orden de realidad. Pero son una continuación y extensión en el tiempo por lo que respecta a su humillación, humillación que está en la base misma de la Encarnación (—»exinanivit semetipsum, se anonadó»; «egenus factus est, se hizo pobre»—) y de su pobreza y sufrimientos.
Una continuación y extensión mística para emplear un término aceptado en teología.
Las privaciones, el hambre y la sed, de los más pequeños, no son, es evidente, las que Jesús sufrió físicamente sino su extensión y complemento místico —»adimpleo quae desunt, suplo en mí lo que faltaba»—, las que no se extendieron más por la limitación del tiempo de su vida y de la naturaleza física. Expresado de otro modo, Jesús continúa sufriendo en ellos, lo que no le es posible sufrir en su estado de gloria.
En virtud de esta comunión de vida humilde y penosa podemos hablar de la persona de Jesús como sujeto de atribución con relación a las necesidades sufridas y la conducta de los juzgados con relación a las mismas.
3. Una identificación muy clara viene por parte de la caridad que es una y la misma en cuanto Jesús y los más pequeños, sin confundirse, forman un solo objeto adecuado de una misma caridad.
Jesús solo sería objeto incompleto26 —fuera de los pocos que vivieron en torno a él, las demás generaciones no hubieran podido asistirle. La caridad quedaría desvirtuada.
Ahora bien, cuando dos cosas, o dos personas forman un solo objeto, puede hablarse de identificación.
4. Así pues Jesús en el juicio continuó en la misma línea de cuando puso el mandamiento del amor al prójimo junto al del amor a Dios. Sólo que en Mt 25, 31-46 lo define aún más claramente y da un paso más hasta el final: no sólo es semejante sino que es uno mismo. Y el prójimo está representado ante todo por los necesitados, por los más pequeños.
5. Jesús se da a sí mismo para ser amado en la persona del pobre. No como sustitución. Eso sería contrario aI intento mismo de la escena del Juicio. Se seguiría que los más pequeños no serían amados sino sólo Jesús a través de ellos. Jesús no intenta sustituirse sino darse a amar como complemento, como sublimación de la caridad y estímulo a las obras de misericordia que es la conclusión práctica de toda la enseñanza de Mt 25, 31-46.
6. No sólo amar y servir a los pobres por amor a Cristo (Jesús término indirecto).Sino que a la luz de Mt 25, 31-46 es más exacta la expresión: Amar y servir a Jesús en los pobres, en los más pequeños… (Jesús término directo).
Así lo exige la expresión: «Es a Mí que lo habéis hecho». No explicó que lo hubieran hecho por El sino a El.
11. Otra conclusión complementaria
Sin embargo estos puntos expresados a la luz del pensamiento tradicional filosófico-teológico, presente en la formulación de la Cristología de los ss. III y IV y perpetuada después por la Escolástica, que pone particular énfasis en los conceptos de ‘esencia’, ‘individuo’, ‘naturaleza’, ‘personalidad o hipóstasis’; si bien es correcto, queda un tanto abstracto y da lugar a una ilusión de falsa claridad.
Remitiéndonos a otra línea de pensamiento que también se remonta a la antigüedad, concretamente al Neoplatonismo y en los tiempos modernos hallan su formulación en las distintas filosofías no fundadas en una metafísica de las esencias, sino en un existencialismo o historicismo («el hombre no nace hecho sino que se construye a través de sus actos y decisiones», «el hombre no es una esencia inmutable sino una historia que halla su sentido final y su culminación en el momento de su muerte»). Estructuralismo («el hombre no es un ser que tenga sentido por sí, sino como parte encuadrada en una estructura superior a él, como revela su ser social y la naturaleza misma del lenguaje fuera de lo cual el hombre no es concebible como tal…»).
Remitiéndonos además a la propia etimología de la palabra persona que lejos de designar una realidad substancial o subsistente por sí misma denota curiosísimamente la ‘máscara de teatro’ con que los comediantes en la antigüedad clásica grecorromana ocultaban en la escena su rostro real y les servía a la vez para amplificar la voz: ‘Persona’ = ‘per sonare’ = ‘sonar más, amplificar la voz’.
En tal línea de sentido los más pequeños de Mt 25, 3146 son sí la ‘persona’, apariencia, máscara, que oculta un rostro real detrás, Cristo, que asume a través de ellos expresiones diversas, más o menos agraciadas y frecuentemente deformadas y aun grotescas; que vive a través de ellos historias distintas, originales e irrepetibles en su individualidad, con su carga real de dramatismo. Y ésto hasta la consumación de los tiempos.
Ateniéndonos al bello lenguaje de la antigüedad los más pequeños son una Cristofanía (del griego fanó = manifestación) en el tiempo.
En tal línea de pensamiento ateniéndonos a nuestro tema se puede hablar, más aún que de una identificación entre Cristo y los más pequeños, de una identidad.
- «The intensity of this oneness of Christ with manking no words can tell. Parent and child are so closely bound that the misfortune of one becomes equal misfortune of te other, but the bound between Christ and men is closer than any human tie. La intensidad de esta unión de Cristo con la humanidad no se puede expresar con palabras. Padres e hijos están tan estrechamente unidos que la desgracia de unos se convierte en desgracia de otros, pero la relación entre Cristo y los hombres es más estrecha que cualquier lazo humano». The Interpreter’s Bible, op. cit., p. 566.
- «Comment comprendre l’identification de Jésus… avec ceux qui souffrent? On ne peut la regarder comme une simple fiction juridique du gene de celle qui permet de discerner la présence de l’ambassadeur en ceux qu’il envoie: si ce sens peut á la rigueur suffire pour les passages tels que Mc IX, 41, Mt X, 32, Jo XVIII, 20… il ne s’applique pas du tout a Mt XXV, 31-46 oil Jésus affirme faire réellement sien le destin de chaque homme. ¿Cómo explicar la identificación de Jesús con los que sufren? No puede contemplarse como una simple ficción jurídica, a la manera de la presencia en el embajador de aquél que lo envía: si tal sentido puede en rigor bastar para pasajes tales como Mc 9, 41; Mt 10, 42; ln 18, 20… no cabe en modo alguno en Mt 25, 31-46, en donde Jesús afirma hacer realmente suyo el destino de cada hombre». THÉO PREISS, op. cit., p. 30.
- «Chez tous les peuples, la réception bonne ou mauvaise faite aux ambassadeurs a toujours été censée retomber sur le prince dont ils étaient les délégués, celui qui envoie et l’envoyé étant consideré comme une seule personne morale. En todos los pueblos la recepción buena o mala dada a los embajadores siempre se ha dado por supuesto que recaía sobre el príncipe, cuyos eran los delegados, siendo considerados el que envía y el enviado como una única persona moral». L’ABB. L. CL. FILIA» Evangile selon s. Matthieu, La Sainte Bible. Paris. 1878, p. 215.
- «Act 5, 42: Evangelizantes Christum Jesum; 8, 5: Philippus… praedicabat illis Christum. Act 5, 42: Evangelizando a Cristo Jesús; 8, 5: Felipe… les predicaba a Cristo».
- «Cum jejunasset quadrinta diebus… postea esuriit, Mt 4, 2. Mane autem revertens in civitatem, esuriit, 21, 18. «Habiendo ayunado durante cuarenta días… sintió hambre»; «por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre»».
«Jésus souffrit la faim. Plus tard, on le voit assis sur le bord du puits de Jacob, prés de Sichem: il demande á boire á la Samaritaine, il a done soif. Ses disciples sont allés á la ville pour y chercher des vivres et lui en apporter: il a done faim… Jesús sufrió hambre. Más tarde se le ve sentado al borde del pozo de Jacob en Siquem: Pide de beber a la Samaritana, es que tiene sed. Sus discípulos han ido a la ciudad en busca de víveres para traérselos, es que tiene hambre…».
- «Jésus ne fut, sur terre, ni bien ni mal logé, il ne le fut pas du tout. Il n’eut pas de logement á lui. 11 ne posséde rien, il n’a ni feu, ni lieu sur la terre dont il n’est que l’hóte, c’est un passant… Jesús… no tiene vivienda propia. No posee nada, ni hogar, ni lugar alguno sobre la tierra en que no sea más que un huésped; es un transeúnte». lb., p. 129.
- «Il a pour eux une affection spéciale paree que son existence sur la terre a été semblable á la leur. Tiene por ellos un afecto especial por cuanto su existencia en la tierra ha sido semejante a la suya». ABB. L. CL. FILLON, op. cit., p. 488.
- «Elle est done formelle, complete autant que solennelle la substitution que le roi Jésus fait de lui-méme au plus humble de ses sujets, se solidarisant avec les malheureux, et sanctionnant ce grand pacte par una bénédiction ou une malédiction… C’est le mot de la fin. Le roi vient de poser sa main… sur la tete de ce pauvre: celui-ci sera désormais couvert par sa divinité… Jésus-Christ est derriére lui; et du bien et du mal que lui aura été fait, le royal répondant fera personnellement son affaire pour l’éternité: mihi fecistis! Es pues formal, completa y solemne la sustitución que el Rey Jesús hace de sí mismo en favor del más humilde de sus súbditos, solidarizándose con los más desgraciados y sancionando este gran pacto con una bendición o una maldición… Es la palabra definitiva. El rey acaba de imponer su mano sobre la cabeza de este pobre: de ahora en adelante éste se verá cubierto por su divinidad… Jesucristo está detrás de él; y del bien o del mal que se le haga, el garante real lo hará personalmente asunto propio por toda la eternidad: ¡Es a mí que lo habéis hecho!». MGR. BAUNARD, L’Evangile du pauvre, op. cit., p. 189.
- «…Nos nec esurientem alimus, nec nudum induimus sed intim mendicantem praetercurrimus. Sane si ipsum Christum videretis sua singuli profunderent. Sed nunc idem ipse est. Ipse namque dixit, Ego sum. Cur ergo non omnia effundis? Etenim nunc dicentem audis: Mihi facis…».
JOANN, CHRYS, In Matthaeum hom. XXXVIII, P.G. 59, p. 778.
«Solus cum esurientibus esurit, cum sitientibus sitit… Solos tantummodo Christus est qui in omnium pauperum universitate mendicet.
- «Jam ecce, Deo propitio, hiems est; de pauperibus cogitate, quomodo Christus vestiatur nudus. Quando legebatur Evangelium, numquid non omnes beatificavimus Zacchaeum, guando eum Christus suspexit in arbore intentum ut videret transeuntem? Nam guando speraret in domo sua habitantem? Audivi gemitus gratulationis vestrae. Quasi omnes in Zacchaeo fuistis, et Christum excepistis; sic dixit omnium vestrum cor: O beatum Zacchaeum! Numquid nobis potest ita contingere? Jam Christus in coelo est. Recita mihi, christiane, Testamentum Novum… Recita, ut scias te non fraudari Christi praesentia. Audi jadicaturum: ‘Quamdiu uni ex fratribus meis minimis…’ Expectat unusquisque vestrum suscipere Christum sedentem in coelo; attendite illum jacentem in porticu; attendite esurientem, attendite frigus patientem». S. Augustinus, sermo XXV, P.L. 38, p. 170.
- Esta idea es expresada por Pío XII:
«Christus est enim qui in Ecclesia sua vivit, qui per em docet, regit, sanctitatemque impertit; Christus quoque est qui varíe sese in variis suis socialibus membris manifestat. Cristo es quien vive en su Iglesia, quien enseña a través de ella, gobierna y derrama santidad; Cristo es también quien se manifiesta de varias maneras en la variedad de sus miembros sociales».
- En estos términos se expresa Mgr. Baunard:
«Voilá la clef du mystére: le Christ est a derriére eux, au-dessus d’eux. Permettez une comparaison…: Le pauvre est un sacrement sous lequel Jésus-Christ se cache… Or, pour qu’il en fút ainsi, il a fallu que pour le pauvre, lui aussi, intervint une consécration. Et c’est cette consécration de laquelle Jésus-Christ prononla la formule…: en vérité je vous le dis, quand vous avez fait cela á un seul de ces petits, c’est á Moi que vous l’avez fait, Mihi fecistis. He aquí la clave del misterio: Cristo está allí, detrás de ellos, por sobre de ellos. Permitidme una comparación… El pobre es un sacramento, bajo el cual se esconde Jesucristo… Ahora bien, para que tal cosa sucediese, ha sido preciso que para el pobre, para él también, interviniese una consagración. Y es precisamente de tal consagración que Jesús pronuncia la fórmula: ‘En verdad os digo, cuanto habéis hecho a uno solo de estos pequeños, es a Mí, que lo habéis hecho, Mihi fecistis'».
- Bossuet compara esta memoria a la Eucaristía:
«Jésus-Christ perpétue en deux sortes le souvenir de sa passion pour nous y faire compartir: en l’eucharistie, et dans les pauvres. ‘Hoc facite in meam commemorationem: Faites ceci en mémoire de moi’ l’aumóne aussi bien que la communion. Se souvenir avec douleur de sa passion, en l’un et en l’autre… Image des peines de Jésus-Christ dans les pauvres: soulagez-les donc; Hoc facite in meam commemorationem. Voulezvous baiser les plaies de Jésus? asisten les pauvres… Jesucristo perpetúa de dos maneras la memoria de su pasión, para que nosotros podamos compartirla: en la Eucaristía y en los pobres. ‘Hoc facite in meam commemorationem, haced ésto en memoria de mí’, tanto por lo que respecta a la limosna como a la comunión. Acordarse con dolor de su pasión bajo ambos aspectos. La imagen de las penas de Jesucristo está en los pobres: haced pues por aliviarlas; ‘hoc facite in meam commemorationem’. ¿Queréis besar las llagas de Jesús? Socorred a los pobres…»
- «Uni ex his minimis. Ici Jésus ne désigne pas seulement les Apótres, ni les chrétiens, mais en géneral tous les infortunés; ils sont ses frares, il vit en eux en tant qu’il est le vrai chef de l’humanité. ‘Uni ex his minimis’. Aquí Jesús no designa solamente a los Apóstoles ni a los cristianos, sino en general a todos los desafortunados; ellos son sus hermanos, él vive en ellos, por cuanto que es cabeza de la humanidad».
La Sainte Bible. Evangile selon Saint Matthieu par 1, L’Aus. L. FaLori. Paris 1878, p. 488.
«Tout homme, surtout malheureux, est regardé par Jésus comme un frére qu’il est venu sauver et dont il fait sienne la cause. Todo hombre, particularmente el desgraciado es mirado por Jesús como un hermano que él ha venido a salvar, cuya causa toma él como propia».
P. BENOIT, O.P., L’Evangile selon Saint Matthieu. La Sainte Bible sous la dir. de l’Ecole Biblique de Jérusalem. Paris, 1950, p. 146.
«Le Sauveur fait sienne la cause de tour ceux qui ont objectivement besoin de secours, quelles que soient leurs dispositions subjectives. El Salvador hace suya la causa de todos aquellos que tienen objetivamente necesidad de auxilio, sean cuales fueren sus disposiciones subjetivas».
PREISS, Le mystére du Fils de l’homme, op. cit., p. 27.
«Quid ais? Fratres tui sunt; quomodo minimos appellas? Ideo certe fratres, quia humiles, pauperes, abjecti. ¿Qué dices? Son hermanos tuyos; ¿Cómo es que los llamas ‘los más pequeños’? Por ésto precisamente son hermanos, por cuanto que son humildes,pobres, abjectos».
- Conf. Summa Theol. Ha IIae Q.XXIV, art. 1.
- «Nam et prophetae hoc semper et ubique dicebant; misericordiam volo et non sacrificium (Osee 6, 6) et legislator tam verbis quam rebus ad hoc ubique hortatur, ipsaque natura id docet. Pues ya los profetas decían ésto siempre y por doquier: ‘Quiero la misericordia y no el sacrificio, Os 6, 6’, y el legislador exhorta a lo mismo de palabra y de obra; aún la propia naturaleza lo enseña».
- «Jésus demande que l’ardent amour qu’on lui doit trouve son emploi dans le soin du prochain. Jesús exige que el amor ardiente que se le debe a él, se haga realidad en la atención prestada al prójimo». LAGRANGE, Evangile selon Saint Matthieu, op. cit., p. 487.
- Véase a propósito de ésto lo que dice Merschs:
«Qu’on hésite á la qualifier de physique (esta unidad) cela se comprend: on aurait l’air de la ranger dans les cadres de l’ordre naturel… Le mieux pour la nommer est de lui garder son nom traditionel et l’appeler mystique. Mais il doit étre bien entendu que ce terme n’est nullement synonyme de vaporeux et de semiréel. Il signifie au contraire quelque chose qui dépasse, en plénitude et en réalité les objets de la nature et aussi les idées positives que peut s’en farmer nótre raison. Se comprende bien que se dude de calificarla como física (esta unidad). Causaría la impresión de que se la encuadra en el orden natural… La mejor manera de designarla es reservarle su nombre tradicional, y llamarla mística. Pero entiéndase bien que tal término no es en modo alguno sinónimo de vaporoso o semirreal. Por el contrario, significa algo que sobrepasa en plenitud y en realidad los objetos de la naturaleza, como asimismo las ideas positivas que puede formarse nuestra razón».
MERSCHS, E., Le Corps Mistique du Crist, Vol. I. Paris, Desclée, 1936, p. XXIII ss.
- Bossuet los llama: «Membres les plus precieux… les principaux membres de Jésus-Christ et les premiers-nés de l’Eglise. Los miembros más preciosos… los miembros principales de Jesucristo y los primogénitos de la Iglesia». Oeuvres…, op. cit., t. 12, pp. 8 y 10.
- «Christifideles… ea (membra) sibi corde habebunt erga quae Servator noster peculiarissimo amore affectus est: infirmos, dicimus, sancios et aegrotos, qui vel naturali, vel superno medicamine indigent; pueros, quorum innocentia tam facile hodie periclitatur, quorumque animula ut cera effingitur; pauperes denique, in quibus juvandis ipsa Jesu Christi persona miseratione summa agnoscenda est. Los fieles de Cristo… tendrán presentes en su corazón aquellos miembros por quienes nuestro Salvador siente particular amor: nos referimos a los débiles, disminuidos y enfermos, que se hallan necesitados de remedio natural o espiritual; los niños, cuya inocencia se halla hoy tan fácilmente en peligro, cuya tierna alma capta imágenes e impresiones como la cera; los pobres en fin, en cuya asistencia se ha de reconocer con suma piedad la persona misma de Jesucristo».
Enc. «Mystici Corporis», A.A.S. (1943) p. 239.
Parecidas palabras tiene Pío X:
«Il faut voir dans les pauvres non seulement l’image mais la personne méme de nótre Seigneur Jésus-Christ. Es preciso ver en los pobres no solamente la imagen sino la persona misma de Nuestro Señor Jesucristo».
Discours aux conférences de Saint Vincent de Paul, 16 avril 1909 (cita de Merschs).
Por si alguien objetase que el concepto de miembro es aún demasiado importante para significar a la multitud inmensa de los pobres, enfermos, disminuidos, los más pequeños, en fin, de Mt 25, 31-46, Juan Pablo II lleva la imagen paulina a su último desarrollo, acorde con la ciencia actual: «El Apóstol habla de miembros, pero se podría pensar también en hablar de ‘los órganos’ e incluso de las ‘células’ del organismo…».
JUAN PABLO II, Enseñanzas al Pueblo de Dios, B.A.C. Madrid, 1982, pp. 238-9.
- «Minimos meos egentes posueram vobis in terra. Ego, tamquam caput, in coelo sedebam ad dexteram Patris, sed membra mea in terra laborabant, membra mea in terra egebant; membris meis daretis et ad caput perveniret quod daretis».
- «In omnibus ergo sanctis suis ipse est amandus qui ait: esurivi et dedistis mihi manducare (Mt 25, 35). Non enim ait: Dedistis illis; sed, dedistis mihi. Tanta est chantas capitis erga corpus suum!».
- JOSEPH ANGER, La doctrine du Corps Mystique de Jésus-Christ, d’aprés les príncipes de la théologie de Saint Thomas. Paris, 1946, pp. 393-94.
- Cfr. S. THOMAE AQUINATrIS, super Ev. S. Matthaei lectura, Romae, 1951.
- Viene aquí a propósito lo que Merschs advierte de buen principio acerca de la unidad del Cuerpo Místico:
«Ce n’est pas pour rien que l’unité dont il s’agit ici a recu comme désignation habituelle, le terme de mystique, de mysterieuse… Pour la comprendre il faudrait comprendré toute la doctrine chrétienne. Inutil de prétendre ici-bas tant de clarté…
Quand Dieu parle de cette unité de gráce dans l’Ecriture et dans les Péres, A emploi bien plus les comparaisons et les expressions suggestives, mais imprécises que les définitions et le exposés rigoureux. Les formules gardent un certain vague oú la raison toujours géometrique, ne trouve pas les concepts clairs et distincts qui la satisfont. No está desprovisto de razón el hecho de haber recibido la unidad de que aquí tratamos como designación habitual el término de mística, de misteriosa… Para comprenderla preciso sería comprender toda la doctrina cristiana. Inútil pretender aquí abajo tanta claridad…
Cuando Dios habla de esta unidad de gracia en la Escritura y en los Padres, emplea más bien las comparaciones y expresiones sugestivas, pero imprecisas, que las definiciones y exposiciones rigurosas. Las fórmulas guardan siempre una cierta vaguedad, en la cual la razón siempre geométrica no halla los conceptos claros y distintos que la satisfacen».
- Sto. Tomás llama «caritatem insufficientem et imperfectam» la que tuviera en cuenta a Dios sólo. Summa Theol. IIa IIae, Q.28, a8.






