III. Las parábolas de la vigilancia y Mt 25, 31-46
Volviendo página atrás del evangelio de Mateo en los versículos inmediatamente anteriores a nuestro texto hallamos las parábolas dichas «de la vigilancia»: la del Mayordomo, 24, 45-51, de las Vírgenes o Doncellas, 25, 1-13, y la de los Talentos, 25, 14-30. De las tres nos interesan aquí especialmente las dos primeras1. Ambas forman una narración en dos Actos, en que se resuelve la acción en el Acto segundo con la llegada del señor que pide cuentas a su mayordomo, o del esposo que excluye o admite a las doncellas al festín de bodas.
La lección final es esa: ‘vigilad’.
Pero queda deliberadamente impreciso: ¿No es propio de la parábola dar un sentido velado que necesita una ulterior explicación?
Esta explicación clara, patente de las parábolas podemos hallarla inmediatamente después con la descripción del juicio, si bien en el Evangelio sigue con simple transición redaccional2.
Después de haber estudiado Mt 25, 31-42 nos será pues fácil descubrir la relación que pueda tener con la parábola del Mayordomo y la de las diez Doncellas.
1. Posición del problema
En Mt 25, 31-46 la venida del Hijo del hombre para convocar el juicio forma el primer plano en tiempo presente, mientras la conducta observada por los de la derecha o los de la izquierda pertenece al tiempo pasado, durante el período de vida temporal. La escena principal está pues en tiempo escatológico.
En las parábolas, en cambio, el tiempo está invertido con relación a Mt 25, 31-46. Allí se desenvuelve la acción durante el tiempo, se recomienda la conducta a observar ahora en vistas a la venida futura, imprevista, del Amo o del Esposo.
Uno pues es retrospectiva a partir de la escena escatológica del juicio. La segunda es en el tiempo con vista al futuro. Prevención de la venida futura.
¿Es pues la misma realidad vista en tiempos diversos? En una se insinuaría la venida futura en que tendría lugar una rendición de cuentas, una separación, un juicio.En otra, 25, 31-46, se describe más claramente esta rendición de cuentas o este juicio.
De este modo un pasaje sería una ulterior explicación, el complemento del otro3.
Sin embargo gran parte de los exégetas no explican estas parábolas en función de 25, 31-46 o sea del juicio.
No tendrían relación puesto que uno y otro pasaje están propuestos para deducir de ellos enseñanzas distintas.
De las parábolas se deduciría simplemente esto: lo imprevisto e instantáneo de la Parusia y de aquí la necesidad de estar prevenidos: ‘Vigilad’.
Los detalles serían simplemente adornos parabólicos sin significado especial4.
No obstante no carece de fundamento pensar que el texto de Mt 25, 31-46 sea la clave de las parábolas que preceden, pues responde con claridad y precisión al problema puesto por las parábolas:Dado que Cristo va a ausentarse ¿cómo deben comportarse los hombres?
El texto del juicio tiene por objeto responder explícitamente: practicando la misericordia con los más pequeños que vale tanto como servir a su Señor directamente.
Las parábolas no responden con esta precisión y concluyen vagamente: ‘Vigilad…’. Pero el sentido de esta vigilancia queda envuelto en un cierto misterio.
Tanto el Mayordomo como las diez Doncellas debían estar preparados para la venida del Amo o del Esposo que podía presentarse inesperadamente, de un momento a otro.
Pero, ¿qué debían hacer para estar preparados?
El sentido de la parábola del Mayordomo es relativamente fácil, puesto que el texto afirma expresamente que durante el tiempo que precede la venida del Amo, hay que practicar los actos de caridad (el mayordomo dando de comer —repartiendo el trigo— a los sirvientes). Es pues fácil ver la relación con el dar de comer de que se habla en Mt 25, 31-46.
El sentido de la parábola de las diez Doncellas es mucho menos accesible y precisa buscarlo detrás de las palabras, en particular bajo el término del óleo, que reviste particular relieve en la parábola y al que los Santos Padres atribuyen gran significado5.
Así pues, si el tiempo que precede la venida del Hijo del hombre debe ser empleado en los actos de caridad para ser admitidos a ‘poseer el Reino’, 25, 34, a ‘presidir los bienes del Señor’, 25, 47, o a ‘participar del festín de bodas’, 25, 10, expresiones todas con significado equivalente, nos resta investigar cómo la parábola de las Doncellas expresa esta idea.
2. El cuadro de la parábola
La sugestiva parábola de las diez Doncellas que salen a recibir al Esposo sigue en líneas generales el ceremonial y costumbres de una boda oriental.
No obstante va revestida de una serie de detalles evidentemente alegorizantes que desconcertarían si el relato debiera acomodarse a la realidad y no más bien a las necesidades didácticas de la parábola.
Entre estos detalles sobresale, como hemos notado, especialmente el del óleo.
¿’No es extraño que las diez Doncellas salgan al camino de noche provistas de minúsculas lámparas de aceite’?
Estas pequeñas lámparas son más bien veladoras que antorchas y se apagan al menor soplo de aire.
Si el festivo cortejo no cuenta con más iluminación que estas lámparas, apenas dados cien pasos no le quedará para orientarse más que la luz de las estrellas…
Esta dificultad que formula Buzy6 la responde diciendo que las pequeñas lámparas de aceite son introducidas tan sólo para las necesidades de la parábola.
Pero ¿qué necesidades? ¿simplemente la lección de la previsión de las prudentes al procurarse una cantidad de repuesto, y correspondiente imprudencia de las necias?Bien está. Pero creemos que puede descubrirse viendo la parábola a la luz de Mt 25, 31-46 algo más concreto que la vaga lección de la vigilancia7.
3. El óleo en la Sagrada Escritura y en la Parábola
El óleo es tenido siempre en alta estima en la Escritura. Uno de los más preciados frutos de Palestina, su abundancia es considerada un don especial de la bendición de Dios. Cfr. Dt 7, 13; 11, 14; Jr 31, 12; Os 2, 22, etc.
Este fruto es usado para las comunes necesidades de la vida, como alimento, como sostén de la llama tenue, única sustitución de la luz del día, durante las horas de oscuridad.
Pero el óleo además, de brillo áureo y transparente es, como el oro con relación a los metales, un líquido precioso.
Como el oro reviste también un carácter real y sagrado. Sirve para ungir a los reyes y los sumos sacerdotes y darles el carácter sagrado de su dignidad. El mismo nombre hebreo ‘Mesías’ y griego ‘Cristo’ significa ‘Ungido’.Pero he aquí además una cualidad del óleo muy apreciada en los tiempos bíblicos: El óleo sirve para ungir el cuerpo y éste parece ser a veces su uso principal8 y es estimada su virtud suavizante para las heridas.
El Evangelio presenta también ejemplos de estos diversos usos del aceite, cfr. Mc 6, 13; Lc 7, 46.
He aquí porque no parece empleada al acaso la sugestiva imagen del aceite en la parábola de las Doncellas.
De manera parecida Jesús en otra ocasión llama a sus apóstoles ‘la luz del mundo y la sal de la tierra’. Al evocar la figura de la sal, evidentemente Jesús traslada la significación de sus usos ordinarios, tan conocidos de todos, como su virtud de preservar de la corrupción, para expresar idéntica cualidad espiritual requerida en sus discípulos9.
No parece pues que la figura del óleo revista menos riqueza de significado en la parábola. Es difícil pensar que este elemento tan lleno de sugerencias en la misma Escritura quede aquí privado de significado propio y sirva tan sólo para denotar en la parábola de las Doncellas la prudencia de unas y la imprevisión de otras, como la pudiera expresar cualquier otro detalle.El óleo que las diez Doncellas ponen en sus lámparas es el aceite que el Buen Samaritano vierte sobre las heridas del desgraciado que cayó en manos de ladrones, Lc 10, 34; el que los discípulos de Jesús han empleado para curar los enfermos, Mc 6, 13. Haciendo amplia provisión de este aceite las doncellas de la parábola demuestran cumplir los actos de caridad parecidos a los descritos en Mt 25, 31-4610.
Es por estos actos que son juzgadas, que se hacen acreedoras a entrar o por el contrario ser excluidas del festín de bodas, esa figura equivalente a la posesión del Reino de que se habla en el acto del juicio.
En la parábola no es tanto la llama lo que importa, como el aceite que debe poseerse en cantidad suficiente.
La luz de las lámparas es la luz del buen ejemplo producida por los actos de caridad. También este significado hace eco a otra imagen evangélica casi idéntica, es decir, la luz de la lámpara que no se esconde bajo el celemín, Mt 5, 15, a fin que las buenas obras luzcan para estímulo de los demás.
Querer ver en la llama de la lámpara un símbolo de la fe, no nos parece tenga fundamento exegético y no pasa de simple acomodación. Menos aún el símbolo del ‘fervor’ o en su defecto de ‘la tibieza’11
4. Un significado místico
Pero hay más. Aún oculto bajo un velo de misterio, la parábola nos ofrece un ulterior significado que no es otro que la declaración del Rey en Mt 25, 31-46.
El óleo, en efecto, además de su utilidad en curar las heridas se emplea para ungir al Rey. De este uso se halla eco en la narración de la cena en Betania, Mt 26, 6-13 situada seis versículos después del texto del juicio:
Una mujer se acerca a Jesús, llevando un vaso de alabastro lleno de un perfume de gran precio (la paralela de Marcos indica que se trataba de óleo de nardo puro) y ella lo vierte sobre su cabeza.
Los discípulos se indignan de lo que consideran un derroche. ¿No podía emplearse en bien de los pobres? Jesús responde entonces: ‘Los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a Mí no me tendréis siempre’, 26, 11.Aquí, al contrario de 25, 31-46, Jesús opone su persona a los pobres.
Pero en el fondo se desprende extrañamente la misma enseñanza.
La oposición que Jesús señala entre cumplir tan buen servicio con él o cumplirlo con los pobres es sólo con relación a una circunstancia accidental: el tiempo; ellos estarán siempre, él, corporalmente, no estará siempre. Y podía continuar en la misma línea de sentido: ‘Lo que ahora hacéis conmigo, cuando a Mí no me tengáis lo haréis con ellos’. ¡Ellos ocuparán el lugar de Jesús!
Hay pues dos tiempos, uno en que durante la ausencia del Esposo, el óleo debe ser empleado para bien de los pobres, otro, durante la presencia del Esposo, en que este mismo óleo sirve para su unción y obsequio personal.
Que sea para unción del Rey o que sea aplicado como ungüento para los pobres enfermos, el texto sobre el último juicio nos muestra que siempre es el mismo Cristo quien lo recibe, el cual es a la vez Rey y Pobre.
A la doble cualidad de Cristo como Rey y como Pobre corresponde el doble uso del óleo como unción y como ungüento.
A los dos tiempos distintos de su vida terrestre o gloriosa corresponden dos modos de recibir El la buena obra.
Entonces la palabra del Esposo a las doncellas necias se explica muy bien:
«En verdad os digo, no os conozco». Notemos la expresión enfática ‘en verdad’ que siempre preanuncia una sentencia particularmente importante.Esta palabra «No os conozco» que ordinariamente significa: ‘Nada tengo que ver con vosotros’ reviste aquí su significado literal.
Jesús en el último día, puede afirmar que conoce las doncellas prudentes, porque no es la primera vez que las halla: misteriosamente presente en la persona de los pobres ha tenido ocasión de conocer las que le sirvieron.
El no conoce las doncellas necias, porque no las ha visto antes. Las doncellas necias no han servido a los pobres.
- En este tema soy deudor en gran parte a Dardel: Etude exégétique sur Matthieu, inéd.
- Lagrange ve esta estrecha relación entre Mt 25, 31-46 y las parábolas precedentes: «Cet admirable tableau (le jugement dernier) est aussi trés bien placé. A la fin d’un long discours, dont la seconde partie est consacrée a l’avénement du Fils de Phomme, signe de salut ou de perte pour les serviteurs fidlles ou infidlles, les vierges prudentes ou folles… Jésus projette tous ces jugements particuliers dans l’ensemble du jugement universel. Ce n’est la conclusion d’aucune scéne distincte, mais l’indication du motif suprbme qui permettra de juger… Este cuadro admirable (el último juicio) está muy bien situado. Al final de un largo discurso, cuya segunda parte se dedica a la venida del Hijo del hombre, signo de salvación o de perdición para los servidores fieles o infieles, las vírgenes prudentes o necias… Jesús proyecta todos estos juicios parciales en el conjunto del juicio universal. Esta no es la conclusión de una escena distinta, sino la indicación del motivo supremo que permitirá juzgar».LAGRANGE, op. cit., p. 483.
- «Mt XXV, 31-46, décrirait le méme jugement de la fin des temps que les paraboles antécédentes mais en l’envisageant en toute son amplitude…
Dans les paraboles Jésus nous prépare a cette révélation ‘sous le couvert des métaphores’ (Buzy) ici il nous décrit les choses telles qu’elles se passeront presque sans figures. Mt 25, 31-46 describiría el mismo juicio del fin de los tiempos que las parábolas precedentes pero considerándolo en toda su amplitud…
En las parábolas Jesús nos prepara a esta revelación bajo el velo de metáforas (Buzy), aquí nos describe las cosas tal como sucederán, casi sin figuras».
- Oigamos por ej. Bover: «Otras moralejas (fuera de la vigilancia ante lo inesperado de la Parusia) fundadas en la cualidad de vírgenes, en las lámparas y en las alcuzas pueden ser provechosas mas no deben tomarse como lecciones dadas por el Divino Maestro en esta parábola».
- «Aliquid magnum significat oleum. Algún gran significado tiene el óleo».
S. AUGUSTIN, P.L.. XXXVIII, 575.
«Pour les Plres… l’huile figure la chanté, les oeuvres de misericorde. Para los Padres… el aceite figura la caridad, las obras de misericordia». A. FEUILLET, art. cit., p. 75.
- Op. cit., p. 327.
- Esta vaguedad en la interpretación se aprecia en autores como Feuillet: «Dans cette touchante parabole la vie chrétienne apparait comme étant une attente du Christ. Veiller c’est penser á Jésus, ressentir son absence comme un vide immense et désirer ardemment sa présence, comme una fiancée celle de son fiancé. En esta conmovedora parábola la vida cristiana aparece como una espera de Cristo. Velar es pensar en Jesús, conllevar su ausencia como un vacío inmenso y desear ardientemente su presencia, como una novia la de su prometido»
¿Esta explicación no parece algo sentimental? Sin embargo pocas líneas después escribe el mismo autor: «On notera escore que la place de cette parabole… la garantit contre toute interpretation sentimentale de l’amour dú á Jésus: c’est un amour qui se reconnait aux oeuvres. Nótese bien que el emplazamiento de esta parábola… la preserva de toda interpretación sentimental del amor a Jesús: es el amor que se reconoce por las obras».
- Conf. 4 R 4, 2: «Non habeo ancilla tua quidquam in domo mea, nisi parum olei quo ungar. No tiene tu sierva en casa más que un poco de aceite para ungirse».
- «L’image du sel est ainsi expliquée par Loisy: ‘Vous &es pour l’humanité ce que le sel est pour les aliments, l’assaisonnement qui donase gala et saveur, c’est-á-dire le principe de vie morale qui doit élever l’humanité á la perfection que Dieu veut. La imagen de la sal es explicada así por Loisy: Vosotros sois para la humanidad lo que la sal es para los alimentos, el condimento que da gusto y sabor; es decir, el principio de vida moral que ha de elevar a la humanidad a la perfección que Dios quiere'».
LOISY, Les Evangiles synoptiques, 1907, I, p. 556 (cita de Feuillet).
- «Per oleum misericordia signatur: et sic dicit Chrysostomus. Unde habetur Lc X, 34 quod Samaritanus infundit vinum et oleum. Por el aceite se significa la misericordia: así lo dice el Crisóstomo. Por donde vemos en Lc 10, 34 que el Samaritano infunde vino y aceite».
S. THOMAE AQUINATIS, Super Ev. S. Matthaei lectura. Romae (Marietti) 1951, p. 313.
- Hay un momento histórico, que halla su punto culminante en el siglo XVII, en que la vida de fe se convierte en vida de devoción. La devoción y ‘las devociones’ invaden progresivamente más allá de la vida espiritual, todos los restantes aspectos: cultural, social, arte, incluso la política. La máxima expresión plástica de esta época es el barroco.
La vida espiritual se llama vida devota o vida de perfección. Tal devoción o vida de piedad oscila entre los polos opuestos de fervor y tibieza.
Es natural que en este contexto cultural la parábola de las Diez Vírgenes asumiese la expresión de la tibieza (las cinco vírgenes necias) o del fervor (las cinco prudentes). En particular, la imagen del óleo o aceite se asocia a la idea de devoción o fervor: el aceite que ilumina la llama; como también la acción derivada: la unción: ‘hablar con unción de las cosas santas’, ‘celebrar con unción la Santa Misa’. Sustrayéndolo por completo del realismo práctico de acción caritativa que preside todo el capítulo 25 de Mateo, del que forma parte junto con el pasaje del juicio.






