Hermanos de la Caridad

Francisco Javier Fernández ChentoHermanos de la Caridad3 Comments

CRÉDITOS
Autor: René Stockman, F.C. · Traductor: Jaime Corera, C.M.. · Año publicación original: 2007 · Fuente: Vincentiana, Noviembre-Diciembre 2007.
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200 Años

 

Peter Joseph Triest

Peter Joseph Triest

El 28 de diciembre de 1807, el canónigo de Gante, Peter Joseph Triest fundó los Hermanos Hos­pitalarios de San Vicente, llamados posteriormente Hermanos de la Caridad. La Congregación celebró este gozoso evento duran­te las fiestas del bicente­nario que comenzaron el 28 de diciembre de 2006 y concluyeron el 28 de di­ciembre de 2007. Ese día se cumplieron los dos­cientos años de la fun­dación.

Muchas son las razo­nes para dar gracias, pero ante todo nuestra acción de gracias se dirige a Dios por haber querido esta Congregación, y por haberla bendecido con su bondad durante los 200 años transcurridos. Por ello, esta celebración supone una oportunidad para expresar nues­tra gratitud renovando la fidelidad a nuestro carisma con mayor fuerza aún que en el pasado.

Pasados ya 200 años, a los Hermanos de la Caridad les sigue moviendo la caridad que aparece en su lema: Deus caritas est, Dios es amor.

Un comienzo humilde

Peter Joseph Triest era un sacerdote de Bruselas, donde nació en 1760. Unos cinco años después de estar viviendo clandestina­mente como sacerdote en Ronse, fue destinado a la parroquia de Lovendegem en 1803, donde fundó su primera congregación el 4 de noviembre del mismo año, las Hermanas de la Caridad de Jesús y María. Su fin era el aliviar los sufrimientos de la población del lugar con ese grupo de hermanas, cuidando a niños abandonados y luego atendiendo a enfermos. Esta iniciativa no pasó desapercibida a las autoridades religiosas y civiles, y por ello se pidió a Triest y a las hermanas que se encargaran de enfermos incurables en la antigua abadía de Terhagen, adonde llegó el 30 de Julio de 1805. Su figura de sacerdote dedicado se hizo rápidamente conocida en Gante, y en 1807 se le dio el título de canónigo de San Bavo, y fue nombrado miembro de la Comisión de Hospicios Civiles y del Comité para Ayuda a los Pobres. El 12 de diciembre del mismo año se le ofreció la administración de los doce «Pequeños Hospicios» donde eran hospi­talizados los ancianos pobres de Gante. Por medio de este cargo se puso en contacto con la residencia de ancianos en el Byloke, donde descubrió que la calidad de la atención a los ancianos era desastrosa. Para cambiar esta situación sugirió a la Comisión el 24 de diciembre que la administración fuera puesta en manos de un grupo de jóvenes dedicados. Se aceptó la propuesta, y el 28 de diciembre de 1807 llevó a tres jóvenes al Byloke: Joseph de Caster, procedente de Drongen, que había sido el mayordomo y jardinero del padre Triest en Loven­degem, Peter De Neve y Alexander Struyvelt, ambos originarios de Lovendegem, tejedores de profesión. Se encargó a estos tres sencillos jóvenes el limpiar la residencia de ancianos y alegrar el ambiente de la casa. El 2 de enero de 1808 apareció un cuarto candidato, Anthony Blaton, de Etikhove, y los cuatro compartieron los trabajos. Para este grupo, que ya contaba con 13 miembros al final de 1808, y que él bautizó con el nombre de «Hermanos Hospitalarios de San Vicente», Triest escribió una regla religiosa sencilla, basada en su mayor parte en la regla de los Hermanos de la Escuela Dominical de Courtrai, fundados en 1761 por el padre Van Dale, conocidos también como Hermanos de la Caridad. Triest confió a sus hombres el trabajo espe­cífico de cuidar a ancianos y enfermos, y llevar a cabo otras obras de caridad a favor de los pobres y de los que sufren; por esa razón fue­ron llamados a una vida religiosa, y por ello debían trabajar en adquirir la mansedumbre, dulzura, paciencia, moderación obedien­cia, pureza, amor a los pobres y sobre todo amor a Dios, en imitación de san Vicente de Paúl.

Triest tal vez fuera algo apresurado en la fundación y no dedi­cara tiempo suficiente a la formación de los primeros hermanos, pues al cabo de un año el entusiasmo del grupo pareció disminuir. Después que los hermanos se encargaran de los enfermos mentales en el monasterio Alexis en Gante, cosa que terminó en total fracaso, los hermanos fueron abandonando el grupo uno tras otro, de modo que en mayo de 1809 sólo quedaban dos hermanos, y aún estos no del todo seguros. La situación mejoró con la venida de Peter Truyens, de Boutersem, hasta que él mismo abandonó el grupo un año más tarde. Sólo con la venida de Simon Jan De Noter, de 61 años, que había estado trabajando con las hermanas en el hospital del Byloke, empezó la Congregación a recuperarse con la institución de un tiempo de noviciado. El 21 de noviembre de 1810, Simon De Noter recibió el hábito como Hermano Bernard, y junto con él otros seis candidatos. Después de un año de noviciado, el 26 de noviembre de 1811 seis hermanos hicieron los votos y el Hermano Bernard fue ele­gido superior del grupo. Habían pasado cuatro años antes que pudiera formarse un grupo sólido de hermanos. El canónigo Triest dio inmediatamente muchas responsabilidades al superior, padre Bernard. Por ello se le puede considerar el cofundador de la Congre­gación. Cuando los hermanos se encargaron de los enfermos menta­les en la sótano del Devil’s Castle en Gante, había ya 15 hermanos, y cuando el padre Bernard murió en 1832 dejó un grupo de 69 herma­nos, presentes en Gante, Froidmont, Brujas, Antwerp y Lovaina. Cuando el fundador, el canónigo Triest, murió el 24 de junio de 1836, las Hermanas de la Caridad de Jesús y de María y los Hermanos Hos­pitalarios, que habían cambiado el nombre a Hermanos de la Cari­dad, así como los Hermanos de San Juan de Dios y las Hermanas del Niño Jesús, fueron sus herederos religiosos. Su trabajo como herma­nas y hermanos es seguir desarrollando el carisma excepcional del sacerdote fundador que se lo inspiró Eran cuatro historias diferentes, todas ellas basadas en la caridad.

Un crecimiento constante

La intención de no limitarse a Gante, aun antes de tener una aprobación en regla como congregación, fue puesta a prueba cuando Triest envió un grupo pequeño de hermanos a Froidmont, en la pro­vincia de Hainaut, a trabajar en el hospital siquiátrico de San Carlos. Además de cuidar de la salud de los ancianos y de los enfermos men­tales, los hermanos comenzaron también el trabajo de enseñanza en el Byloke en 1814, que se fue convirtiendo poco a poco en una muy buena escuela que contaba ya con 400 estudiantes en 1820. En 1821 Triest fundó una escuela para niños sordomudos, similar a la escuela de niñas que habían fundado las Hermanas de la Caridad en 1820. Después de que se preparara un número de hermanos para esta acti­vidad escolar especial, se abrió la escuela para niños sordos en Gante en marzo de 1825. De modo que en sólo 18 años se establecieron los fundamentos para las diferentes clases de trabajos apostólicos de los Hermanos de la Caridad: atención a ancianos y a los enfermos men­tales, escuela para niños de la clase obrera, educación y formación para niños con carencias. En estos tres grandes campos de aposto­lado los Hermanos de la Caridad desarrollan tres actividades: cuida­dos sanitarios, educación, atención a los niños con carencias físicas.

Después de unos comienzos difíciles, Triest insistía continua­mente en la importancia de una buena formación, religiosa y profe­sional. En el aspecto religioso, se debió sobre todo al padre Bernard el que los hermanos fueran de verdad religiosos, con una vida basada en la tradición monástica con una fuerte influencia cisterciense. La combinación de la inclinación contemplativa de Bernard y el espíritu de caridad de san Vicente era para Triest la forma ideal de vivir una vida religiosa, tal como se intentó que fuera después de la Revolución Francesa. Lo que dio como regla específica a las Hermanas de la Caridad de Jesús y de María, el que unieran la contemplación a la acción, Triest dejó que fuera el cofundador, Bernard quien se lo ins­pirara a los Hermanos de la Caridad. Pero además de eso dio mucha importancia a la formación profesional de las hermanas así como de los hermanos. No temía enviarlos a Francia o a Holanda para perfec­cionar su formación en educación especial para los sordos y los cie­gos. Para la atención de los enfermos mentales acudió a un joven médico, Joseph Guislain, que fue el primer siquiatra belga, quien organizó cursos de formación para los hermanos y las hermanas en sus instituciones siquiátricas de Gante. Cuando se publicó la legisla­ción para la atención a los enfermos mentales en 1850, eran la más avanzadas de su tiempo, y fueron declaradas por ello como institu­ciones ejemplares.

La aprobación de la Congregación fue siempre una gran preocu­pación para el padre Triest. Las Hermanas de la Caridad debieron su aprobación a un decreto de Napoleón, que las reconoció como her­manas hospitalarias. En 1816 recibieron la aprobación pontificia. En cuanto a los hermanos, las cosas fueron más difíciles. Podían contar sólo con una política de tolerancia por parte de la autoridad local de Gante. No fue posible conseguir aprobación ni del gobierno francés ni del holandés. Sólo cuando Bélgica se hizo independiente y se incluyó en su constitución la libertad de religión y de asociación, pudo ser reconocida la Congregación oficialmente. En junio de 1831 todos los hermanos hicieron su profesión en público y desapareció todo impedimento para un crecimiento posterior.

Cuando murió el padre Bernard le sucedió el padre Aloysius, que era el director de la escuela para sordos en Gante. Cuando murió el padre Triest, Benoit De Decker fue el Director General, que goberna­ría la Congregación junto con el padre Superior. El canónigo De Dec­ker era un hombre sabio; dejó los aspectos prácticos de la adminis­tración al padre Superior. Sin embargo esto cambió cuando vino Theodore De Cock en 1859 y sucedió al canónigo De Decker, y exigió el encargarse de la dirección. Ese hecho se debió a Monseñor Dele­becque, obispo de Gante, y fue causa de tensiones que finalmente llevaron al padre Aloysius a ceder el puesto al padre Gregory. Pero empeoró la relación con De Cock, por lo que el obispo creyó que sería conveniente volver a su puesto al canónigo De Decker como

Director. Tres años después el padre Aloysius volvió a ser el Superior General, hasta 1871, año en que renunció por razón de salud. Siguie­ron tiempos de calma, pero los hermanos creyeron que era ya hora de buscar la aprobación pontificia, y aún con más motivo, pues los hermanos fueron a Canadá en 1865 para trabajar en Montreal en un refugio para gentes marginadas. Estaban muy interesados en salir al extranjero, lo que se hizo evidente en el hecho de que de 223 herma­nos, 88 se ofrecieron voluntarios para atravesar el océano. Fueron escogidos finalmente ocho hermanos, que partieron el 6 de febrero de 1865. Durante los primeros años tuvieron que vivir en circunstancias muy difíciles. Pero su perseverancia consiguió su premio cuando en septiembre de 1867 hizo sus votos el primer hermano canadiense. Estos hermanos estaban bajo la autoridad del obispo de Gante, que no era muy apreciado en Canadá, de modo que también en ese país se daba una fuerte presión para conseguir la aprobación pontificia. Pero no llegó pronto la aprobación, pues cuando se pidió la opinion del obispo de Gante, éste protestó con toda fuerza.

El siguiente Superior General, el padre Nicholas, que sucedió al padre Aloysius en 1871 y que había sido el director de la escuela del Byloke en Gante hasta entonces, tuvo que enfrentarse con algunos problemas internos, el primero de los cuales era una mala política administrativa. Tuvo que reorganizar todo con grandes esfuerzos y a la vez comenzó a recibir a jóvenes que querían prepararse como her­manos. Sólo cinco años después de comenzar a dirigir la congrega­ción falleció este sacrificado director. Un hermano joven de 32 años de edad, Amedeus Stockmans, superior local en Froidmont, fue su sucesor, y dirigió la congregación desde 1876 hasta 1922 como supe­rior incomparable.

Gracias a su dirección, la congregación creció en su dimensión internacional. Recibió la aprobación pontificia, y el número de her­manos creció a más de mil. Para el reclutamiento y la formación de los hermanos, el padre Amedeus fundó juniorados. La Escuela Nor­mal para Maestros de Mol se convirtió en un centro de formación para los hermanos. Por la oposición del obispo de Gante, el padre Amedeus tuvo que preparar en secreto los documentos para conse­guir la aprobación pontificia, pero gracias al apoyo del nuncio con­siguió que la congregación fuera aprobada en Roma. Y así la Congregación fue reconocida como una congregación de derecho pontificio el 20 de marzo de 1888. El decreto de aprobación llegó el 22 de abril de 1899, y así pudo la congregación entrar en el nuevo siglo como una institución de derecho pontificio.

Además de la regla de vida religiosa había unas extensas «Prác­ticas y Costumbres», en las que se describían las regulaciones prácti­cas de la vida conventual.

Cuando se celebró el centenario de la fundación, el Superior General fue a Roma, donde fue recibido en audiencia por el papa Pío X. Pudo darle un informe muy positivo sobre la congregación: cerca de 1000 miembros, que cuidaban a 7000 enfermos, 1000 niños y disminuidos, y que daban enseñanza a 10.000 estudiantes.

Desde 1882, hubo hermanos también en el Reino Unido, desde 1894 en Holanda, y en 1911 se tomó la decisión de enviar los prime­ros hermanos misioneros al Congo Belga. El hermano Gabriel Ver­meersch permanece vivo en nuestro recuerdo como un pionero, un hermano de gran talento que no sólo fue el creador de la figura del hermano misionero, sino que vivió él mismo como tal.

El padre Amedeus murió el 15 de septiembre de 1922. A su cuen­ta hay que poner no menos de 46 fundaciones nuevas. Su sucesor, el padre Philemon, carecía del calor paternal de Amedeus, pero sin embargo se reveló pronto como un auténtico gobernante religioso. Puso un gran interés en la formación de los hermanos y en la moder­nización de las obras apostólicas. Desde 1935 aparecieron nuevas fundaciones en el Congo, Rwanda, Burundi, Indonesia, Sudáfrica y en la India. Incluso China estaba en la lista, pero no se pudo llevar a cabo el proyecto debido a ciertas circunstancias. Los años de guerra fueron años muy duros también para la congregación. El gran número de dificultades con que se encontraron sobre todo nuestras obras más importantes fue seguido con gran cuidado por el anciano padre Philemon. Junto con eso él expresaba muy a menudo su pre­ocupación por la vida de los hermanos, que no siempre podían guar­dar la regla estrictamente por razón de la guerra. Murió el 24 de di­ciembre de 1945 y fue sucedido por el director de la Escuela de For­mación de Maestros en Zwijnaarde, el hermano Warner De Beucke­laer, quien se encontró con la enorme tarea de reconstruir la congre­gación y restaurar la observancia religiosa. Dedicó mucha atención a orientar personalmente a los hermanos, estimular su vida de oración, y a reclutar miembros nuevos. Al final de su segundo mandato estaba completamente agotado, por lo cual se eligió al hermano holandés Conrad Reichgelt durante el capítulo de 1958. Fue un capítulo tran­quilo, y nadie esperaba cambios mayores en el futuro próximo. Sin embargo el padre Conrad era un hombre de visión clara, y no hubo nadie que pudiera interpretar los signos de los tiempos como él lo hizo. Cuando la Iglesia anunció el Concilio el padre Conrad compren­dió que iba a ser de gran importancia para la congregación.

Durante el capítulo de 1964, conocido también como el capítulo de la renovación, se tomó la decisión de aclarar netamente la natu­raleza apostólica de la congregación en relación con las muchas cos­tumbres conventuales, y por ello se hicieron algunos ajustes sustan­ciales. Las «Prácticas y Costumbres», que habían definido el estilo de vida durante casi 100 años, se dejaron de lado, y en su lugar se ela­boró una nueva Constitución y un nuevo Directorio. Soplaba dentro de la congregación un viento de renovación y, como sucede tantas veces, algunos pensaban que las cosas no iban suficientemente aprisa, mientras que otros lamentaban lo que se había abandonado. Mantener la dirección justa fue una tarea muy exigente para el Supe­rior General, incluso demasiado exigente. Y ello supuso que ese her­mano tuviera que renunciar pronto debido a mala salud. En 1967 fue sucedido por el hermano Agnel Degadt, quien fue el primer Superior General en dejar Bélgica y poner su residencia en Roma. Esto demos­traba una vez más que los Hermanos de la Caridad se transformaban verdaderamente en un grupo internacional. El hermano Agnel, que fue Superior General durante nueve años, comenzó con entusiasmo y continuó el trabajo del hermano Conrad con inteligencia y determi­nación, pero después de unos pocos años se dio cuenta de que se había perdido en parte el sentido de la unidad.

En 1976 fue sucedido por su Vicario General, el hermano Wal­debert Devestel, quien estuvo al frente de la congregación durante no menos de 24 años. Durante su mandato fue testigo de cómo la con­gregación se veía reducida a la mitad, sobre todo porque no había vocaciones en Occidente, pero por otro lado pudo abrir nuevas fun­daciones en el Sur y en el Oriente, sobre todo en Asia. Hacer que el carisma de la congregación creciera en esos países fue una empresa muy valiente. Sin embargo su preocupación principal fue el elaborar unas Constituciones en el espíritu del Vaticano II. El resultado fue un documento contemporáneo en el que el Hermano de la Caridad puede descubrir de nuevo su vocación específica, todo ello expresado en lenguaje común. El 24 de junio de 1986 fueron ratificadas estas Constituciones, lo que supuso una verdadera confirmación para el siempre optimista Superior General, el hermano Waldebert. A la vez dio comienzo entre los hermanos a un proceso de estudio en profun­didad del carisma de la congregación.

En el año 2000, fue sucedido por el hermano René Stockman, superior provincial de Bélgica. Éste continuó la política de interna­cionalización, dando mucha atención a la formación de los jóvenes y al desarrollo de nuevas obras apostólicas en el Sur y en el Oriente. Inició también el proceso de beatificación del fundador, Peter Joseph Triest. En 2002 recibió del Vaticano la ratificación para la aproba­ción de los Miembros Asociados de los Hermanos de la Caridad.

Los Hermanos de la Caridad hoy

Hoy los Hermanos de la Caridad están presentes en 25 países de cuatro continentes. Lo que comenzó como una pequeña semilla en Gante ha crecido como un árbol con muchas ramas. Los Hermanos de la Caridad intentan vivir su carisma en todas partes, en la Iglesia y en el mundo, dando testimonio del amor de Dios por medio de la cultura del amor, sobre todo en lugares en que no está muy presente el amor. El carisma de la congregación puede definirse de manera muy adecuada por medio de ambos títulos, Hermanos Hospitalarios de San Vicente y Hermanos de la Caridad, y se resume en nuestro lema: Dios es amor.

Ante todo somos hermanos que quieren vivir la fraternidad como vocación personal. En un tiempo en el que el individualismo, las estructuras jerárquicas impersonales y la discriminación basada en la raza, religión y origen dividen a las personas, nosotros queremos dar testimonio viviendo en cercanía como hermanos. Viviendo la frater­nidad entre nosotros y extendiendo esa fraternidad con autenticidad en todas nuestras relaciones, intentamos hacer visible un ejemplo que sea al mismo tiempo una invitación a construir una sociedad en la que el amor, el respeto y la solidaridad sean los valores más impor­tantes. Somos Hermanos de la Caridad que queremos vivir sumergi­dos en la realidad evangélica: Dios es amor. Amarnos unos a otros y amar a todos sin excepción, amando sobre todo a los que no experi­mentan el amor o en cuyas vidas el amor ha disminuido, es la manera de reflejar ese amor divino al que queremos abrirnos todos los días como Hermanos de la Caridad. Es un amor que se expresa a sí mismo a través de la compasión en obras efectivas de misericordia. En nuestra atención a los pobres, los enfermos, los disminuidos y los jóvenes, queremos convertir ese amor en atención profesional, orien­tación y educación. De esa manera queremos dar una esperanza nueva a todos los que están a nuestro cuidado y, para usar las pala­bras de nuestro fundador, abrir el horizonte de la resurrección en sus vidas. La hospitalidad es muy cercana al amor, es una consecuencia del amor. La hospitalidad significa que abrimos nuestros corazones y nuestras casas a los que están buscando a alguien que les escuche, a alguien que les anime, a alguien capaz de preocuparse de los demás. El ambiente de familia en nuestras instituciones y en nuestras casas refleja esta actitud.

Nuestro fundador nos dio a San Vicente de Paúl por santo patrón, para recordarnos que nuestra preocupación y nuestros esfuerzos deben ir dirigidos con preferencia a los más pobres, los menos privilegiados, los marginados y los abandonados. Vicente es conocido con toda justicia como el patrón de la caridad, capaz de crear una nueva visión y una nueva praxis en el alivio de los necesi­tados. Afirmó que el respeto por el pobre debe ser lo primero, que debemos servir a los pobres con amor, y que debemos ver y amar a la persona misma de Jesús en el pobre. Hoy el hacer concreta esa visión es todo un desafío en las muchas situaciones en que se encuentran los Hermanos de la Caridad trabajando por los pobres. En Europa (Bélgica, Holanda, Inglaterra, Irlanda, Rumania y Ucrania), en África (Congo, Rwanda, Burundi, Costa de Marfil, Kenya, Tanzania y Sudá­frica), en Asia (India, Pakistán, Indonesia, Sri Lanka, Vietnam, las Filipinas, Japón), así como en América (Canadá, USA, Brasil y Perú), los Hermanos de la Caridad cuidan a los disminuidos, los enfer­mos mentales, otros tipos de gente que sufre (personas con sida, drogadictos, o con dificultades para vivir, etc.) y la educación de jóve­nes. Desde una actitud de amor y de preparación profesional, unen sus fuerzas con otras muchas personas para dar respuestas adecua­das a situaciones concretas de emergencia. Muchas iniciativas en paí­ses del Sur fueron posibles gracias a una solidaridad vibrante dentro de la congregación, que se manifiesta en el trabajo participado así como en la participación de los recursos económicos disponibles. La formación de los jóvenes es una de nuestras prioridades con el fin de asegurar una atención de calidad y de orientación para el futuro. Con alrededor de 600 hermanos y novicios, unos 70 miembros asociados y más de 15.000 voluntarios asociados en todo el mundo, los Herma­nos de la Caridad intentan continuar viviendo el carisma de su fun­dador en el servicio a los más pobres, anunciándoles de esa manera la gloria de la resurrección. Para expresarlo en las palabras del texto general misionero: «De esta manera queremos mejorar la calidad de vida y contribuir a una sociedad más humana en la que haya sitio para el pobre y el débil. Por este compromiso incondicional espera­mos que todos aquellos con los que nos encontremos puedan ver un reflejo de Dios en nosotros, y puedan experimentar el gozo de la resu­rrección en sus vidas».

Algunos textos inspiradores

«Como fruto de esta elección privilegiada, estáis llamados a seguir al Señor en su vida difícil y sufrida, en su celo por la gloria de su Padre celestial, y la salvación de las almas; así como a imitar su amabilidad, su compasión hacia los necesitados, hacia toda clase de enfermos y débiles que iban o fueron llevados hacia Él, y a los que Él curó, si ellos o los que los llevaban tenían fe en Él» (el padre Triest cuando presentó la regla original a los hermanos en 1809).

«Mi tercer deber, además de enseñar y de dar ejemplo, es mi servi­cio: debo ofreceros mi espíritu vigilante, mi preocupación, mi trabajo,mi descanso, no ya una vez sólo, sino siempre, día y noche. Llamadmecuando os parezca bien, y no penséis en mí ni temáis molestarme, puesme siento feliz cuando, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, mi Señor,puedo daros mi descanso, mi salud y hasta mi vida» (Sermón del padre Triest, pronunciado en Ronse en enero de 1803).

«Cuidaremos a los enfermos con humildad y con respeto, mirándo­les como si fueran el mismo Cristo sufriente. Si algunas enfermedadesos repugnan, debéis confiar en la fortaleza de vuestra fe y ver a Jesús enla persona que tenéis delante. Con los ojos de la fe serviremos a losenfermos con celo y con fervor. Es cierto que la gente tiene una aver­sión natural para ejecutar este trabajo. Pero el amor debe ocupar ellugar de la naturaleza. El amor debe darnos la fuerza para alejar esossentimientos de tristeza y de repulsion. El amor da una fuerza que lanaturaleza no puede dar» (P. Triest).

«Parece que Cristo vivió sólo para los pobres. Siempre estaba entreellos. Y vosotros, con toda humildad, sois otros Cristos cuando salís aatender a los necesitados, los necesitados en su cuerpo, en su inteligen­cia, en su corazón, los necesitados de espíritu. Sois otros Cristoscuando les alimentáis con pan, con conocimientos o con bondad,cuando les ayudáis a abrirse a la gracia de Dios» (P. Triest).

«No me parece una exageración citar la Escritura Santa y decir:‘¡Vosotros sois Dioses en la tierra! ’, pues ciertamente obráis como lohace la Providencia de Dios, pues alimentáis a los pobres de Jesucristo,hacéis que descienda el maná sobre los hambrientos, dais de beber a lossedientos. Conocéis muy bien el triste estado de los desafortunados, lospobres, y los enfermos que nunca llegan a gozar de un día de bienestar,para quienes se diría que, el sol parece que no sale nunca. Parece que latierra produce flores sólo para los ricos, y para los pobres sólo abrojosy espinas. Desgraciados los que están privados de todo, que se parecena los muertos más que a los vivos. Dar ropa a esas gentes con las quese puedan cubrir, prepararles medicinas, con las cuales podéis, si nocurarles, por lo menos aliviar sus sufrimientos, ofrecerles un lecho yahuecar la almohada para que puedan reposar sus cuerpos heridos yenfermos, limpiar y poner vendas a sus heridas sucias y malolientespara darles fuerzas, ¿no es eso hacer que el sol brille sobre ellos, crearuna tierra nueva? ¿No es eso resucitar muertos?» (Carta del padre Triest a las Hermanas de la Caridad, 1828).

«La comunidad concreta que has escogido es la Congregación delos Hermanos de la Caridad. Esta asociación no existe para sí misma,pues Dios la dirige hacia los hombres. Sus vidas están llenas de gozo yde sufrimiento. A veces ese sufrimiento es muy doloroso, inexplicable ydifícil de soportar. Como Hermano de la Caridad debes estar lleno desimpatía por los hombres afectados y desfigurados por el sufrimiento»(Regla de vida, n. 13).

«Tú crees en el valor intrínseco de cada ser humano, incluso delmás abandonado y afligido, con tanta frecuencia privado de alegría y deesperanza. Por tu compasión hacia los pobres y los que sufren descu­bres el secreto mismo de tu vocación como Hermano de la Caridad.Sólo aceptando y compartiendo el sufrimiento, en otras palabras, sólopor el amor entrarás en el Reino de los Cielos, que está cerca, al alcancede la mano» (Regla de vida, n. 16).

«Tu tiempo, tus talentos, las riquezas de tu corazón, tu bondadatractiva, todo eso pertenece a los que están desprovistos de esos dones.El hombre privado de amor lo encontrará en ti, los menos capacitadoscomparten tu saber, los enfermos y los débiles encuentran apoyo en tusalud y tu fuerza física. La juventud responderá a tu sencillez y tu dis­ponibilidad para servir a los demás, lo cual, unido a tu desprendi­miento, les inspirará a su vez para trabajar por los necesitados. Tu pobreza basada en Cristo ofrece a los menos capaces una nueva opor­tunidad de vida, incluso se convertirá en hermano más cercano. Turostro irradia la bondad del Padre» (Regla de vida, n. 30).

«Como Hermano de la Caridad estás muy interesado por los valo­res del Evangelio, sobre todo allí donde aparece más olvidada la digni­dad del ser humano» (Regla de vida, n. 36).

«Hermano, pues estás llamado al servicio exclusivo del Señor, laSanta Iglesia te ha confiado la misión especial de cultivar la caridad.Esa caridad te absorbe de tal manera que da a tu comunidad un espí­ritu especial, un espíritu que caracteriza el trabajo en favor de los afli­gidos, así como la educación de la juventud» (Regla de vida, n. 43).

«En la medida en que tu comunidad sea verdaderamente auténticaestará abierta a recibir otros miembros de la sociedad. El que visita a lacomunidad debería ser bienvenido para que sienta que se le acepta conconsideración y con amor mutuo, frutos del Espíritu. Esta comuniónde compañeros de religión debe ser vista como un signo de unidad fra­ternal. De ese modo el espíritu de amor presente en nuestra comunidadacercará al Señor a nuestro prójimo, ayudándole así a creer en la ver­dad del mensaje divino de la paz» (Regla de vida, n. 47).

«Tu oración como Hermano de la Caridad tiene un carácter distin­tivo. Pides a Dios que sane los males de un mundo desfigurado. Orasjunto con todos aquellos que no son capaces de orar. No puedes sepa­rar tu oración de tu trabajo apostólico» (Regla de vida, n. 57).

«Dios es amor, y en ese amor somos renovados constantemente. Tusentimiento profundo debe ser de intimidad y de amor. En la compañíade los pobres experimentas la alegría de una renovación que ya hacomenzado. Lleno de gozo y de esperanza, a pesar de las cruces y de lasaflicciones, caminas junto con el pueblo de Dios hacia la consumaciónprometida. El Dios que te llama es fiel, y cumplirá su palabra» (Regla devida, n. 80).

Bibliografía

In liefde bewogen, leefregel van de Broeders van Liefde, Gent, 1986, 166 páginas.

— STOCKMAN, Brother RENÉ, De goede mijnheer Triest. Een biografievan Kanunnik Petrus Jozef Triest, Broeders van Liefde, Gent 1998, 128 páginas.

— STOCKMAN, Brother RENÉ, Bidden met Vader Triest, Gent, 1992, 83 pá­ginas.

— STOCKMAN, Brother RENÉ and VAN DEN ABEELE, ANDRIES, Liefde in actie,Tweehonderd jaar Broeders van Liefde, Davidsfonds, Leuven, 2006.

3 Comments on “Hermanos de la Caridad”

  1. Leo muchísimas cosas interesantes acerca de los hermanos de la caridad, me gustaría saber mas de ellos, mi nombre es Isaac Martínez, de Nicaragua centro américa.

  2. Buen dia !, atentamente solicito confirmacion, sobre SI el sacerdote Diego Emilio Nunez Solis pertenece a esta orden de » Hermanos de la caridad de Belgica» , el manifiesta ser de esta orden y dice estar con sede en Nicaragua, mucho agradecere su amable respuesta para evaluar una posible ayuda a sus proyectos propuestos, gracias.

  3. Saludos queridos hermanos. Soy el arquitecto Johnder Núñez. De Venezuela padre de 4 niños y casado por la Santa iglesia católica. Actualmente soy un laico comprometido y colaborador de la iglesia. Mi mayor deseo es servirle a nuestro padre donando al servicio de todos los dones que me ha dado. Pero la situación en mi país es muy precaria y los recursos son muy limitados. Necesito una ayuda económica o con equipos de computación usados un plotter de impresión hp de 42 pulgadas. Esto para llevar a cabo los proyectos para la iglesia y para generar algún sustento a mi familia. Conozco de su camino de caridad y los bendiga por su tan generosa labor. Si existe alguien quien pueda leer este mensaje y me puede ayudar se lo agradezco en el nombre de nuestro señor Jesucristo. Mis números de contacto. +584145687487 WhatsApp+51926843363. Correo jnarq.76@gmail.com. Dios los bendiga

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