Francisco Régis Clet visto a través de sus cartas

Francisco Javier Fernández ChentoFrancisco Régis CletLeave a Comment

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Author: Thomas Davitt, C.M. · Translator: Teodoro Barquín, C.M.. · Source: Provincia de Irlanda de la Congregación de la Misión.
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Cuando deseamos conocer a Juan Gabriel Perboyre tenemos la suerte de poder leer sus ciento dos cartas que todavía se conservan.  Ellas proyectan rayos de luz sobre los distintos períodos de su vida, desde su primera carta escrita cuando contaba apenas con catorce años hasta su última escrita poco antes de su martirio.

En el caso de Francisco Régis Clet no tenemos esta suerte.  Se conservan todavía setenta y cinco de sus cartas, pero la más antigua data de cuando tenía cuarenta y dos años.1 No tenemos ninguna carta de su niñez, ni de sus años de estudiante y de profesor en el Seminario en Francia.

Nació en Grenoble el 19 de Agosto de 1748, el décimo de quince hijos del matrimonio.2 Se le bautizó con el nombre de Francisco Regis como San Juan Francisco Regis que hacía solo nueve años que había sido canonizado y a quien se tenía gran devoción en todo el distrito.  Ingresó en la Congregación de la Misión en Lyón en 1769 y fue ordenado sacerdote en 1772. Estos datos indican que había realizado la mayor parte de sus estudios del seminario antes de ingresar en la Congregación.  Después de su ordenación fue destinado al Seminario Mayor de Annecy como profesor de teología moral. En el año 1788 fue elegido delegado de la Provincia de Lyón a la XVI Asamblea General de la Congregación de la Misión que tuvo lugar en París; fue el delegado más joven. El nuevo Superior General elegido en aquella Asamblea, Juan Félix Cayla de la Garde, pidió a Francisco que permaneciese en París como Director del Seminario Interno.  En 1789 estalló la revolución.  En 1791 el Superior General decidió enviar a China  tres sacerdotes.  Al no poder partir uno de ellos en la fecha señalada, Francisco se ofreció voluntario para ir en su lugar, y su oferta fue aceptada.

La carta más antigua que se conserva fue escrita a su hermana María Teresa, la mayor de la familia, el día 10 de Marzo del 1791.  Es una carta larga y empieza así:

Mi muy querida hermana:

Por fin, mis deseos se han realizado y me encuentro en la cúspide de la felicidad.  La Providencia quiere que vaya a trabajar por la salvación de los paganos.  La oportunidad se me ha presentado y yo la he aprovechado con avidez.  Acabo de tener una conversación con el Superior General sobre este tema y está muy conforme en acceder a mis deseos. Diversas circunstancias relacionadas con esto indican que ésta es la voluntad de Dios, y tu sabes muy bien que valoro demasiado este favor divino como para no aceptarlo totalmente.  En una palabra, me voy a China muy pronto con otros dos cohermanos.

Un poco más abajo trata de asuntos prácticos:

Dispongo de unos diez días para ir a Lorient donde tomaré el barco.  Posiblemente no dará tiempo para recibir tu contestación antes de que deje Paris, por lo tanto no pierdas el tiempo en contestarme.  Como en este viaje correré grandes riesgos  y no tendré la dicha de verte, pienso que debo poner en orden todos mis asuntos personales en caso de que mi vida dure más que la tuya;  si yo muriese antes que tú no hay ningún problema ya que he hecho testamento.  Pero es muy conveniente arreglar bien las cosas por si sucediese algo inesperado.  No te dejo en control completo de todas mis propiedades porque, podría suceder que a mi vuelta te hubieses muerto y entonces yo no podría reclamar nada de lo cedido a favor tuyo (Carta 1).

Es interesante que él tuviese que pagar su viaje a China con su propio dinero.  Dice a su hermana que el ecónomo en San Lázaro, Juan Francisco Daudet, está dispuesto a prestarle 1.000 francos con tal de que ella se los pague de vuelta con los fondos de Francisco.

Su hermana recibió su carta en Grenoble, la contestó y Francisco pudo enviarle otra el día 20 de Marzo, víspera de su salida de París.  El correo en la Francia Revolucionaria era sumamente eficiente.  Naturalmente, ella había intentado disuadirle de lo que tenía planeado.  En su respuesta Francisco le decía:

Naturalmente, yo podría estar cometiendo una equivocación, pero por lo menos puedo decir que lo hago de buena fe.  Si Dios no bendice mi intento cortaré por lo sano, y admitiré que me he equivocado y en el futuro tendré más cuidado con las ilusiones de mi imaginación y de mi vanidad. La experiencia me proporcionará un poquito de sensatez. (Carta 2)

Francisco le escribió de nuevo desde Lorient el 2 de Abril, el día señalado para zarpar:

No te diré de nuevo que estoy sumamente satisfecho con mi destino; ni tampoco que la naturaleza no me pide sus exigencias, ni que el dejar mi patria me sea indiferente, pero creo que la Providencia ha hablado, creo que debo obedecer sus órdenes. «Dios lo quiere», ese es mi lema; tu nunca tuviste otro. (Carta 3).

Al tiempo de su partida, el ecónomo de San Lázaro, Juan Francisco Daudet, de quien hemos hecho referencia anteriormente, escribía a un cohermano Irlandés, Robert Hanna, que estaba en Macao esperando la oportunidad para ir a Pequín:

El Padre Clet, que ha  enseñado teología con mucho éxito por espacio de catorce años llegó aquí para la Asamblea General; los superiores lo conocieron bien y apreciando sus valores le  nombraron director del Seminario Interno, yo creo que, a pesar del afecto que el Superior General le tiene, no le hubiera permitido ir si hubiera habido futuro para la Congregación aquí; posee todo lo que puedes esperar de una persona, santidad, sabiduría, y encanto.  Resumiendo en pocas palabras…es una persona dotada de grandes cualidades.3

Francisco Regis escribió a su hermana desde el Cabo de Buena Esperanza el día 2 de Julio:

La mar no ha dejado su marca en mi.  Mientras que casi todos los nuevos navegantes  pagan su tributo al océano con sus fatigosos vómitos, yo he sentido simplemente una pequeña flojedad (Carta 4).

Llegó a la Colonia Portuguesa de Macao el día 15 de Octubre de 1791 y exactamente un año después escribió a su hermana desde su destino final en el interior de China, en la Provincia de Kiang-si.  Después de dar algunos informes sobre su estreñimiento persistente, continúa en la carta:

Actualmente vivo en una casa bastante grande pero totalmente desvencijada. Van a empezar a arreglarla inmediatamente, y como es de madera no será  insalubre en invierno, lo que no está del todo mal en estas latitudes.

Una nueva vida comienza para mí; tengo que hacer revivir los sentimientos religiosos de los primeros cristianos que estuvieron abandonados por muchos años y convertir a los paganos. Espero que ese sea mi ocupación hasta la muerte. (Carta 5).

Francisco tenía entonces 44 años, y para él aprender chino era un gran problema.  Casi cincuenta años más tarde Juan Gabriel Perboyre escribía que había oído que Francisco hablaba el chino con gran dificultad.4 El 29 de agosto de 1798, seis años después de llegar a la misión, escribía a uno de sus hermanos mayores, Francisco, monje cartujo en Roma.  (como sabemos nuestro héroe se llamaba Francisco-Regis, mientras que el nombre de su hermano era solo Francisco).

El chino es imposible.  Los caracteres que lo componen no representan sonidos fonéticos sino ideas; esto quiere decir que hay un gran número de caracteres.  He venido a China con demasiados años para poder llegar a conocerlos y emplearlos bien…… Sé lo suficiente para poder defenderme en el trato diario con la gente, en las confesiones y en la dirección espiritual que imparto a los cristianos…. (Carta 12).

En la misma larga carta decía anteriormente:

El hecho de mi transplante a un país y un clima tan distinto del nuestro no ha afectado en lo más mínimo mi salud; he estado gravemente enfermo dos veces, pero Dios no ha querido llevarme de este mundo y me ha dejado aquí más tiempo para hacer algo más de penitencia.  Nuestra alimentación es casi la misma que en Europa, con excepción del vino que aquí brilla por su ausencia; el poco que tenemos lo guardamos para celebrar la misa. Comemos pan de trigo a no ser que prefiramos el de arroz que es el alimento básico para los chinos; tenemos carne de ave, de cerdo y plantas con que preparar una sopa con el fin de dar sabor a nuestro pan. Aquí son raras las conversiones de paganos; siendo testigos de los escándalos de algunos cristianos no muy ejemplares rehúsan recibir instrucción en una religión practicada tan mal por quienes la profesan; solamente ven lo malo y cierran sus ojos a la gran mayoría que viven en conformidad con el evangelio…. (Carta 12).

En una carta del 6 de Noviembre del 1799 a su mismo hermano,  hacía otra comparación con Francia:

Tenemos también algunos cristianos laxos pero, gracias a Dios, no tenemos ni filósofos ni mujeres teólogas…. Nuestros oídos no son atormentados con blasfemias ni con la palabra «libertad».  Proporcionalmente hay más cristianos en China que en Francia…….

Mi salud se mantiene bien; desde que llegué he estado enfermo varias veces, pero solamente una vez grave.  Ahora estoy más bien delgado, por lo que puedo atravesar las montañas más fácilmente. Todos los viajes los hago a pie ya que me canso menos andando que a caballo. Con frecuencia me ofrecen esto último pero siempre lo  rehuso. (Carta 15).

También menciona que algunas cartas de Francia no le llegan.

La última carta dirigida a su hermano cartujo no tiene fecha, pero parece ser del  1801-1802. Había recibido una carta de su hermano en la que hacía referencia  a otras cartas que nunca le llegaron:

… tu carta fue muy bienvenida, ya que por ella me enteré de que, al menos en un cierto periodo,  ninguno de entre mis hermanos y hermanas  ha sido víctima de la Revolución…. Desde hace más de quince años no ha habido persecución religiosa, si bien no nos es permitido predicar públicamente porque el Emperador no tolera a los misioneros nada más que en la capital, pero de ninguna manera en el interior de las Provincias; nosotros nos introducimos secretamente en esas zonas. Así nuestro trabajo ministerial tiene que hacerse en secreto y a escondidas; si decidiéramos predicar abiertamente correríamos el riesgo de ser arrestados o deportados a nuestro país de origen… No tengo ni un rayo de esperanza de sufrir el martirio; si bien yo no encuentro dificultad en convencerme de que no me lo merezco.  De todos modos, nuestra vida no está totalmente fuera de peligro, ya que en los últimos seis años grandes masas de Chinos se han levantado contra el gobierno (Carta 16).

La mayor parte de las cartas que se han conservado fueron escritas a un cohermano chino, Pablo Song. Pablo nació en 1774, fue ordenado en 1803 y destinado a trabajar con Francisco Regis.  Durante ocho años hubo muchos malentendidos y tensión  entre ellos, lo que no fue dificultad para que Song conservara todas las cartas que recibió de Francisco Regis. En 1811 cambiaron las cosas y la actitud de Song hacia Francisco llegó a ser de admiración.  Al principio era un tanto escrupuloso, y con frecuencia estaba ausente de los ejercicios  comunitarios.

Francisco era el superior de Song, oficio que nunca deseó y del que pidió varias veces que le liberasen (Cartas 23, 33, 47, 50). Pero como superior suyo tuvo que intervenir en los problemas de Song, y a veces se puede percibir en sus cartas el tono del antiguo profesor de teología moral. En una de ellas en que trata de las preocupaciones de Song en las distracciones en el rezo del breviario, Francisco Regis le explica los distintos grados de atención y concluye:

Por lo tanto, te mando que reces el breviario y otras oraciones sencillamente con sentido común y sin repetición, siempre que te hayas preparado para estos actos con un momento de reflexión en la presencia de Dios (Carta 29).

Song parece que había sido excesivamente sensible a ciertas acusaciones de pereza, por ejemplo, viendo en ocasiones referencias a su persona que en realidad no existían. Francisco perdió probablemente su ligero sentido del humor con Song:

Tu carta me produjo alegría y tristeza; alegría porque tu salud es buena, tristeza porque       tu regreso se retrasa todavía más, hasta la luna sexta. Realmente han pasado ya seis meses desde que saliste para Ho-nan, donde fuiste para oír unas cuatrocientas confesiones; ciertamente no son necesarios ocho meses para oír cuatrocientas confesiones, por lo que ante tu tardanza en volver temía que habrías caído enfermo.  Puedes estar seguro que con esto  no quiero acusarte de perezoso….(Carta 19)

La última frase no produjo un efecto duradero:

Es importante, y lo exige la justicia, que te clarifique rápidamente un error al que te ha llevado una frase de  una carta del Padre (Luis) Lamiot, que no entendiste correctamente. Léela cuidadosamente  de nuevo y verás que no se refiere a Pablo Song, sino a un joven de Han-keou llamado Francisco Lieou… al que se despidió por perezoso, por falta de aplicación e inconstancia… ¿Cómo puedes suponer que fuese yo tan estúpido como para enviarte una carta con quejas sobre tí mismo? (Carta 34).

Song escribió más tarde a Juan José Ghislain en Pequín, quejándose de Francisco.  Francisco Regis, Francisco le contestó de nuevo con un ligero humor:

El Padre Ghislain se queja con vehemencia en una carta que me ha escrito de que exijo a mis cohermanos un trabajo por encima de sus fuerzas, capaz de arruinar la salud más robusta  y que nunca les permito tener un pequeño descanso. No me molesta lo más mínimo que se quejen de mí a los superiores mayores; desearía incluso que estas quejas fueran tan fuertes  que forzaran a mis superiores a liberarme de este peso que no puedo sobrellevar. De todas formas, examinando mi conciencia veo que nunca he intentado arruinar la salud de mis cohermanos  exigiéndoles trabajos sobre sus posibilidades.  Por consiguiente, te suplico que cuides mucho de tu salud porque siempre he dicho que es mucho mejor vivir para la gloria de Dios que morir por ella, especialmente en China donde los sacerdotes escasean tanto….. (Carta 55).

Esta carta fue escrita en Diciembre del 1811. Desde entonces hasta su muerte en 1820 hay menos cartas que en el período anterior.  En 1818 escribía a Luis Lamiot, su superior en Pequín:

Nuestra primera cruz es la muerte del Padre Lázaro Dumazel C.M. en Chang-tsin-hien; en sus últimos momentos fue asistido por el Padre Song…. Nuestra segunda cruz es el arresto del Padre Francisco Chen C.M. Fue vendido por un nuevo Judas, por 20.000 denarios, a unos guardias civiles y a otros granujas que tanto abundan en China, a quienes se les llama Houo-hoei. Fue llevado a Koutching y de allí se le envió a Ou-tchang-fou con otros quince o dieciocho cristianos que fueron arrestados poco más o menos al mismo tiempo; su suerte no estaba todavía decidida. La persecución que estamos sufriendo empezó este año en los primeros días de la primera luna de la siguiente manera: un pagano, conocido en todas partes como una mala persona, formuló una acusación contra mi hace unos ocho años, y todo lo que consiguió fue recibir él veinte latigazos.  Este año tuvo una idea con más éxito. Prendió fuego a su casa y echó la culpa a dos familias, alegando que yo les había incitado a ello. Aún más, tuvo el atrevimiento de acusar a los Padres Nicolás Ho y Estanislao Ngay C.M.; este último, más tarde,  sin decir una palabra se marchó a Chang-tsin-hien.  Esta calumnia ridícula fue creída en los tribunales. La captura del Padre Chen unos días después hizo empeorar la situación….

Mientras espero la oportunidad de volver a las montañas de Coutching llevo la administración de Ho-nan.  Mi salud se mantiene bien a pesar de nuestros contratiempos y de mis más de setenta años.  No deseo ninguna de las cosas de este mundo aparte de un sencillo reloj; de los que me enviaste hace dos años tan sólo uno valía algo. Los otros empezaron adelantándose una hora al día, después dos horas; después todos contrajeron una persistente fiebre que les llevó a la muerte; así que, si tienes algún reloj decente te estaría muy agradecido si me lo enviaras junto con algo de dinero y algunas pastillas rojas…(Carta 63).

Francisco fue arrestado el Domingo de la Santísima Trinidad, Junio 16, 1819, traicionado por el maestro de escuela que había hecho otro tanto a Francisco Chen el año anterior, un católico cuya vida escandalosa le había llevado a una fuerte enemistad entre él y los sacerdotes.  Seis meses más tarde escribía a Jean Francisco Richenet C.M. en Paris:

La intención del Mandarín era enviarme a una cárcel donde yo fuera el único cristiano y donde probablemente moriría por falta de ayuda; después de mi estancia en la cárcel de Ho-nan y de mi largo viaje, me sentía muy débil, pero la Divina Providencia dispuso que los carceleros no me aceptasen. Me encontraba muy mal, muy delgado, con una barba larga plagada de piojos, una camisa sucia y un par de pantalones andrajosos, todo lo cual era señal de un hombre sin dinero.  Al no aceptarme en aquella cárcel tuvieron que llevarme a otra cercana donde tuve el placer de poder encontrar al Padre Chen y a otros diez buenos cristianos, todos en la misma celda. Hacemos las oraciones de la mañana y de la tarde en común, y podemos tener también otras celebraciones en los días festivos.  Nadie nos molesta, ni los carceleros ni la multitud de prisioneros paganos que ocupan otras celdas alrededor de un patio a la intemperie, donde podemos pasear libremente desde por la mañana temprano hasta el crepúsculo de la tarde.  Cuando vi todo esto no pude menos de llorar de alegría  confortado con el cuidado paternal de Dios hacia su indigno siervo y sus fieles hijos; si no fuera por mi ellos no podrían recibir el sacramento de la confesión.  Todos nos hemos confesado,  y el Padre Antonio Tcheng C.M., que mantiene un ministerio clandestino con las comunidades cristianas que viven cerca de este pueblo, celebró la eucaristía hace unos días en una casa cercana y nos trajo la comunión sin que nuestros compañeros prisioneros lo notasen…..

Mi caso está para terminarse; me han notificado que dentro de poco me ejecutarán, posiblemente mañana.  Por favor, no me consideres mártir; por mi imprudencia puse en peligro  nuestra casa de Pequín y a otras tres comunidades cristianas que ahora están sufriendo persecución, por lo tanto se puede decir con razón que he ocasionado la muerte de varias personas, que soy culpable ante Dios y que ahora estoy recibiendo mi merecido (Carta 65).

Francisco escribió esta carta el día 28 de Diciembre de 1819.  El día 1 de Enero de 1820 se le declaró culpable de engañar y de corromper al pueblo chino predicando el evangelio de Cristo, y se le condenó a la horca; la sentencia tenía que ser confirmada por el Emperador.

El día 26 de Enero añadió la siguiente posdata a esta carta:

Hoy, día 26 de Enero, todavía estoy vivo. Ayer, fiesta de la Conversión de San Pablo, día memorable por ser la fiesta de la fundación de nuestra Congregación, el Padre Chen y yo recibimos la comunión de manos del Padre Tcheng, y tuvimos una comida de fiesta al mediodía con tres sacerdotes y seis laicos, dos de ellos eran prisioneros y cuatro visitantes. El único que faltaba era el Padre Lamiot, que fue quien pagó la comida.

Todo esto fue posible porque estaban en una cárcel de arresto, no en una cárcel de castigo, y este hecho le movió a incluir juntamente con la carta que indicamos arriba otra carta para que se publicase en los periódicos franceses.  Sería interesante saber si en realidad llegó a publicarse:

Como en Francia oí con frecuencia de calabozos y de celdas tenebrosas donde se cierran a los prisioneros hasta el final de su proceso, me siento con cierta obligación de daros una descripción breve de las cárceles Chinas, aunque no sea más que para sacar los colores a los cristianos por ser menos humanos que los chinos en su actitud hacia aquellos personas desafortunadas sujetas a la venganza humana, preludio triste de la venganza divina de la que se llega a hacer tan poco para salvarles.  Puedo hablar por experiencia, ya que en mi traspaso de Ho-nan a Ou-tchang-seng tuve que pasar por 27 cárceles. Ahora bien, en ninguna parte vi calabozos y celdas tenebrosas.  En la cárcel en que me encuentro actualmente hay asesinos, ladrones, atracadores.  Desde la salida del sol hasta su ocaso todos ellos disfrutan de plena libertad para pasear, jugar en un patio amplio, y respirar aire fresco tan necesario para la salud. He visto a un hombre que había envenenado a su propia madre. ¡Qué crimen tan terrible!. Pues bien, aún ese criminal pudo disfrutar de libertad para pasearse por el patio hasta el día de su ejecución… Este patio lo barren y lo limpian todos los días… El interior del edificio es como un largo salón. Esta amplia habitación dispone de mucha luz que viene de una puerta grande y dos ventanas, una a cada lado. La puerta se cierra con llave únicamente por la noche.  Los prisioneros duermen uno al lado del otro, sobre unas tablas que se elevan unos centímetros sobre el suelo para evitar la humedad.  Cuando empieza el frío en invierno, a cada prisionero se le da un petate de paja para evitar el frío, y cuando hace calor en verano se les da ventiladores para contrarrestar al calor… No debo olvidarme de mencionar que la bondad de los chinos llega hasta dar a los prisioneros té abundante o bebidas frías en tiempo de calor, y en invierno ropa acolchonada para preservarse del frío. En Francia predican amabilidad a los prisioneros. Los así llamados filósofos, movidos más bien por la ocasión de insultar a nuestra santa religión que por caridad, elevan sus voces para vociferar contra la crueldad, por no decir inhumanidad, hacia los prisioneros. Quiero levantar mi tenue voz para elogiar a los paganos sobre los cristianos. Los predicadores en púlpitos cristianos piden a los fieles que muestren caridad hacia los prisioneros. Yo alzo mi voz moribunda para alabar a los paganos por encima de los cristianos. Los predicadores en los púlpitos piden a los fieles que sean caritativos con los prisioneros.  Yo pido a la cristiandad , a la bondad de nuestros  gobernantes, al cuidado de nuestros jueces, que atiendan al gran número de desgraciados que mueren mil y mil veces antes de dar su último suspiro. La ayuda que la gente caritativa da a los prisioneros es solamente por un momento; toca a las autoridades civiles, que tienen una obligación en esta materia, el mejorar su suerte para que con paciencia y resignación puedan afrontar su ejecución. Este es un castigo que les proporciona una oportunidad para satisfacer a la justicia divina y les da el derecho de la felicidad eterna prometida a los pecadores arrepentidos…. (Carta 65).

Este hecho le permitió participar en un asunto no muy frecuente en una persona de su posición.  Había surgido cierto desacuerdo entre los cohermanos Franceses y Portugueses en Pequín,  y Luis Lamiot pidió a Francisco que actuase como mediador.  Hubo un intercambio de varias cartas entre Francisco y los Portugueses, y resultó que  Lamiot era quien en realidad tenía la culpa; era demasiado francés y trataba de precipitar las cosas.  Francisco recordó a Lamiot que Adrián Bourdoise era excesivamente impetuoso mientras que Vicente de Pablo era más cauto.  Bourdoise llamaba a Vicente gallina, si bien los métodos de Vicente eran incomparablemente mejores (Carta 74).

Su última carta a Lamiot, no tenía fecha:

Bien o mal, considero que he realizado el trabajo que me has encargado; ahora me resta prepararme para morir, lo cual me atrae más que continuar viviendo.  Honestamente creo que estoy en mejor posición que tú. Pienso que aquí, me encuentro no muy lejos del puerto, mientras que tú te encuentras todavía en alta mar.  Pero… ten confianza; las tormentas que te sacudirán entre las olas te llevarán hacia el puerto, mientras que otros muchos serán absorbidos por la marea al fondo del mar. De todas formas, muerto o vivo, puedes estar cierto que nunca te olvidaré, no te olvides tú de  mí.

Una cosa que todavía me preocupa es al asunto de las tres comunidades cristianas en la Provincia de Ho-nan a quienes  perjudiqué espiritual y temporalmente por cusa de mis imprudentes admisiones ante el Mandarín.  Para tranquilizar mi conciencia, deseo que en el futuro se les atienda y ayude espiritual y temporalmente. Las tres zonas son Sze-tchoang,  Kio-chan y Lou-y-hien.

Esta será con toda probabilidad la última señal de vida que te envío.

Clet

P.D.¿Crees que debo quemar todas las cartas que me has enviado o debería devolvértelas?. (Carta 75)

El día 18 de Febrero por la mañana fue ejecutado.

Anexo: Cartas de san Francisco Régis Clet publicadas en «Somos Vicencianos»:

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  1. Van den Brandt, C.M., Joseph (Ed.): Cartas del Bienheureux Francois Régis Clet. Pequín, 1944.
  2. Sus padres eran gente de negocios con buena situación económica que vivían en No. 14. Grande Rue, Grenoble.
  3. Cita en Demimuid: Vie du Venerable Francois Régis Clet, Paris, 1893, pág. 64. For Robert Hanna..ver mi artículo en Colloque 25, Spring 1992, ppág. 40-54.
  4. Van den Brandt C.M. Joseph (Ed.): Cartas de Bienheureux Jean Gabriel Perboyre. Pequín 1940, pág. 119.

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