Formación humana y cristiana de Luisa de Marillac (XIII)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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  1. LAS FUENTES INSPIRADORAS DE SU EXPERIENCIA ESPIRITUAL

Si hablamos de la formación humana y cristiana de Luisa de Marillac, no podemos dejar de aludir a las fuentes inspiradoras de su experiencia espiritual. Porque la progresiva configuración con Cristo no es sólo la resultante del esfuerzo realizado en lecturas, acompañamiento espiritual, experiencias en las diversas etapas vitales; dar forma a Cristo en la persona es también, y principalmente, encontrarse con Él, Vivo y Fuente de nueva vida.

¿Cuáles son las fuentes que riegan y hacen germinar la expe­riencia espiritual de Luisa de Marillac? ¿Dónde hunde sus raíces la vida nueva cristiana (configurada con Cristo) que ha dado sen­tido a la existencia de Luisa de Marillac? Las fuentes de la expe­riencia espiritual de santa Luisa no son distintas a las de otros cristianos». Pero es importante descubrir cómo son en concre­to en la experiencia de Luisa.

Siguiendo un método descriptivo, podemos referirnos a las fuentes siguientes:

  1. LA PALABRA DE DIOS, EL EVANGELIO

La Palabra de Dios es la fuente primordial de la espiritualidad cristiana porque genera la fe. Más aún, el auténtico seguidor de Jesucristo es aquel que escucha la Palabra, la acoge y la practica. Escuchar la Palabra de Dios en cualquiera de las formas en que la Iglesia tan variadamente la ofrece, hace que la Palabra de Dios y, sobre todo, el Evangelio no sea un libro de lectura única­mente, sino fuente de vida. Porque la Palabra invita al diálogo con Dios.

La vida de Luisa sólo se entiende desde este diálogo, sosteni­do a lo largo de su vida. Como hemos recordado en otro lugar«, Dios ha sido para ella el «Tú» de su vida. A la Palabra de Dios, acogida desde la lectura y meditación personal y desde su parti­cipación en predicaciones y sermones, ha respondido Luisa en un diálogo sostenido que le ha llevado a ser toda de Dios, sólo de Dios.

Luisa, que cita espontáneamente los textos de la Palabra de Dios, nos descubre como fuente de su espiritualidad la Palabra de Dios sapiencialmente gustada cada día.

  1. LA SACRAMENTALIDAD DE LA IGLESIA

Para el seguidor de Jesús, para la espiritualidad cristiana, la humanidad de Jesús habitada por el Espíritu ha sido y es su fuente radical. Pero a la humanidad de Jesús, después de su Resurrección, sólo podemos acceder en la sacramentalidad de la Iglesia (la Iglesia, sacramento primordial de Jesucristo) y en sus actualizaciones para nosotros (los sacramentos de la Iglesia). Jesucristo es Vida y fuente de Vida. El encuentro con Jesucristo es causa de vida, salvación. La participación históricamente posible de la presencia y de la vida de Cristo acontece en la Iglesia, como sacramento. La Iglesia es el sacramento original y privilegiado de Cristo ofrecido a la sociedad, a toda la huma­nidad, como vida y salvación.

La Iglesia —sacramento de Jesucristo— al encarnarse y concre­tarse en la condición humana y en la vida ordinaria, se explicita en varios sacramentos: la eucaristía, la penitencia, el bautismo… Por ello, la experiencia de los sacramentos es esencial como fuente de espiritualidad cristiana porque en ellos la fe encuentra todo su vigor y toda su eclesialidad. Los sacramentos suponen la experiencia de la fe, pero también la alimentan, e igualmente la revisten de su dimensión comunitaria.

Hemos tenido ocasión de profundizar en otro lugar sobre la importancia del sentido de Iglesia de Luisa de Marillac. Hemos podido igualmente valorar su experiencia en la vivencia de los sacramentos y en las orientaciones que ofrece sobre cómo vivir los sacramentos. La vida espiritual de Luisa ha bebido abundantemente en la fuente de la Iglesia y en los sacramentos de la Iglesia.

  1. EL TESTIMONIO DE LA IGLESIA

El Espíritu que actúa en la comunidad eclesial y la guía a su plenitud en Cristo, suscita testigos vivos que actualizan el seguimiento de Cristo en la variedad de situaciones y tiempos.

María es la perfecta encarnación de la espiritualidad cristia­na. En este sentido la Iglesia la llama «tipo del cristiano» o «tipo de la Iglesia»114.

Junto a María, los santos, seguidores fieles y heroicos de Jesucristo, son el comentario vivo del evangelio: hermanas y hermanos, que la Iglesia nos ofrece como ideal de vida cristiana, testimonio inspirador y fuente de espiritualidad.

Luisa ha encontrado en la Virgen María, la Única Madre, ins­piración para su vida cristiana y la ha propuesto como modelo de seguimiento de Cristo. De los santos y santas ha querido extraer indicaciones concretas para sí misma y para las Hermanas, enviando al comienzo del año «estampas» y recordando a los patronos para que su testimonio siga siendo fuente de su vida espiritual.

  1. EL HERMANO, EL POBRE, MIEMBRO DE CRISTO Y MAESTRO

La prueba decisiva del seguimiento de Jesús y de que vivimos según el Espíritu es que amamos a nuestros hermanos.

Desde que Dios se reveló como Padre de todos y Jesús se identificó con cada uno de nuestros hermanos y hermanas, el prójimo es sacramento de Dios: en el rostro del hermano encontramos el rostro de Jesucristo.

Y desde que Dios se revela preferentemente como el Dios de los pobres y Jesús quiso identificarse preferentemente con ellos, es en el rostro del pobre donde encontramos el rostro de Jesús de lanera privilegiada.

En este sentido, Luisa es auténticamente vicenciana y ha hecho del encuentro con el pobre, del servicio a Cristo en el pobre, fuente de su experiencia espiritual.

  1. LA MULTIFORME COMUNICACIÓN DE LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO

La experiencia personal es insustituible, también la experien­cia espiritual. La propia personalidad, el camino existencial, la formación, los acontecimientos y las personas… van dotando de nuevas tonalidades a esta experiencia espiritual. Es así como el Espíritu Santo va comunicando sus frutos.

En sus concretas circunstancias y en el largo camino que ha ido recorriendo, Luisa de Marillac se ha dejado transformar por la acción del Espíritu Santo. Los escritos de santa Luisa dan testimonio de la multiforme comunicación de los frutos del Espíritu Santo en su persona, en la Compañía, en la Iglesia…

Consciente de que la vida cristiana, el seguimiento de Jesu­cristo, es vida en el Espíritu, por el Espíritu, ha invocado al Espí­ritu Santo con especial devociónI19.

El Espíritu Santo, fuente de su experiencia espiritual, ha dirigido a santa Luisa para ser fundadora con san Vicente de un nuevo carisma en la Iglesia (don del mismo Espíritu otorgado para el crecimiento de Cristo en su plenitud).

CONCLUSIÓN

La formación humana y cristiana de Luisa de Marillac, que hemos tratado de presentar, nos permite entender cómo una mujer en la Francia del siglo XVII ha podido desempeñar tan importantes servicios en la educación de niñas y jóvenes, en la animación cristiana de los laicos, en el acompañamiento espiri­tual a mujeres y, sobre todo, en la formación de las Hijas de la Caridad. Todos estos servicios son el elemento visible y más fácilmente reconocible de una sólida formación, recorrido de toda la vida.

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