Formación humana y cristiana de Luisa de Marillac (I)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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«Desde el momento en que comenzó las reuniones, las damas acu­dieron en gran número y quedaron encantadas con sus charlas; los hombres, no teniendo libertad para presentarse en ellas, entraban en la casa en que tenía las conferencias y se ocultaban para oír sin ser vistos, y se retiraban llenos de alegría y asombrados».

La anotación de Nicolás Gobillon sobre el interés que suscitaban las palabras de santa Luisa de Marillac en las reuniones man­tenidas para la animación de las Cofradías de la Caridad, puede guiar nuestra búsqueda: ¿qué había en sus palabras para que las personas que le escuchaban quedaran encantadas? Si puede diri­girse con facilidad a diversos y cualificados auditorios, ¿cuál ha sido la formación humana y cristiana de Santa Luisa?

Sabemos por las investigaciones sobre la situación social y cultural del siglo XVII francés que tres cuartas partes de la población masculina y nueve de cada diez mujeres eran com­pletamente analfabetas2. Sobre una población que podría rondar los veinte millones de habitantes, sólo dos o tres millones saben leer y escribir. Las guerras han dejado graves consecuencias para la educación: «Dos generaciones de niños han crecido como la mala hierba sin aprender nada de la fe católica, a no ser gestas y prácticas transmitidas por las familias». El número de analfabetos ha ido en aumento. Muchos padres no envían a sus hijos a la escuela porque no ven para qué puede serles útil.

Leer, escribir, formación humana, formación cristiana. No es fácil llegar a delimitar hasta dónde llega en aquel tiempo la formación humana y a partir de dónde comienza la forma­ción cristiana. De hecho suelen aparecer unidas: la enseñanza escolar está impregnada de religión y dos veces en semana se tiene en la escuela el catecismo; además, tanto para la enseñan­za escolar como para el catecismo, se trata casi siempre de las mismas personas, e incluso de los mismos lugares. Al escribir al señor Vicente solicitando dos Hermanas para la Caridad de Auteuil, la Señora de Lamoignon especifica que «dichas hijas sean capaces de enseñar a los niños la manera de obrar bien y que aprendan sus creencias, su catecismo, a leer y otras cosas, si es posible, ya que en Anteuil hay muchos niños perdiendo el tiempo, por falta de instrucción».

No existía en el tiempo de santa Luisa ni una ordenación del sistema educativo, a cuyo esquema estamos habituados hoy, ni siquiera una clasificación de las materias que debieran ser estu­diadas en los diversos niveles. En todo caso, la organización de los estudios de gramática y de retórica se refería a los centros masculinos, porque las mujeres no frecuentaron las escuelas hasta que diversas Congregaciones femeninas comenzaron a dedicarse a ellas. Hasta entonces, el único camino de formación para la mujer estaba en la propia casa (sobre todo, entre la noble­za) o en alguno de los conventos.

En este contexto social y cultural, resulta todavía más apasio­nante descubrir la formación humana y cristiana de Luisa, capaz de leer en latín y conocedora de las principales corrientes de pen­samiento de su tiempo.

La descripción de la formación humana y cristiana de Luisa de Marillac proviene de los datos que podemos recoger en su bio­grafía y en su correspondencia y escritos. Y éstos son más bien escasos. Por eso, no pretendo descubrir aquí novedades que no puedan encontrarse en las biografías de santa Luisa, sino única­mente organizar los datos aislados que podemos recoger de los documentos de que disponemos. De santa Luisa, como ustedes saben, conservamos poco más de setecientas cartas y algunos escritos personales. Cuanto podamos afirmar de la formación humana y cristiana de santa Luisa es siempre una aproximación a partir sólo de los datos de que disponemos.

La formación, como acertadamente aseguran las Constitucio­nes de las Hijas de la Caridad, «es ante todo, la acción de Dios presente en el corazón de la persona que Él mismo ha llamado. Es, después, obra de la propia Hermana, en su deseo de fideli­dad creciente a la vocación. No podemos analizar la acción de Dios, únicamente sus manifestaciones; y (éste será nuestro obje­tivo) el trabajo de la misma Luisa que ha correspondido a los medios que Dios le proporcionaba.

Juan Corpus Delgado

CEME, 2010

 

 

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