Son ustedes aquí huéspedes de la Casa Madre de la Congregación de la Misión, fundada por san Vicente de Paúl en el siglo XVII y llamada de los «Lazaristas». Saben, sin duda, que esta apelación evoca la antigua Casa Madre que, hasta la Revolución, se encontraba en el inmenso priorato de Saint-Lazare-lésParis, un cuadrilátero delimitado hoy por la calle del Faubourg San Denis, el bulevar de la Chapelle, la calle del Faubourg Poissonniére y la calle de Paradis. Con ustedes se perpetúa, por tanto, la tradición de acogida que hacía del antiguo San Lázaro uno de los principales centros de irradiación espiritual de la capital. Esto es más cierto todavía porque el Padre Fernand Portal, cuyo nombre va a tener oficialmente el edificio de ustedes, fue también él, en el último cuarto del siglo XIX y el primer cuarto del siglo xx, uno de los sacerdotes de la Misión que recibió a más seminaristas, sacerdotes jóvenes, jóvenes laicos, primero en el Seminario Universitario San Vicente de Paúl, en la calle Cherche-Midi, número 88 (residencia actual de nuestro Superior Provincial), y después en la Casa de estudios de la calle Grenelle, en el barrio de Javel, donde su actividad fue a la vez intelectual, espiritual y caritativa.
A través de esto, sobre todo, se encontraba bien en la línea de san Vicente de Paúl, que quería estar al servicio de los pobres y de la formación de los sacerdotes y de los laicos. Si hemos elegido el nombre de Fernand Portal, es porque forma parte —juntamente con el Padre Guillaume Pouget (1847-1933), por ejemplo (trabajaron mucho juntos) de algunas grandes figuras vicencianas (sacerdotes de la Misión o Hijas de la Caridad) que han marcado fuertemente la época contemporánea, cada uno a su manera. Más concretamente, si evocamos el recuerdo del Padre Portal en esta semana de la unidad de los cristianos, es porque fue, en aquel tiempo, uno de los principales pioneros del ecumenismo y, juntamente con otros de los que vamos a hablar, contribuyó a lanzar esta marcha hacia la unidad que Juan Pablo II, a ejemplo de sus predecesores y del Concilio Vaticano II, nos apremia a seguir.
Voy a hablar, pues, primero, de «Monsieur Portal» (es así como le llamaban lo más a menudo según la tradición lazarista y sulpiciana procedente del siglo xvii, lo mismo que decían «Monsieur Vicent») como apóstol de la unión de los cristianos; después de «Monsieur Portal» como apóstol de la formación de sacerdotes y laicos, y por último, de «Monsieur Portal» como apóstol de la acción socio- caritativa. Estas tres etapas se interrelacionan y se mezclan en su vocación de hijo de san Vicente de Paúl, pero nos permiten sacar mejor a la luz toda su riqueza y su apremiante actualidad. Añado que el Padre Portal estaba muy impregnado de las enseñanzas de san Vicente: trabajó también con el Padre Pedro Coste que, de 1920 a 1926, publicó la correspondencia y las conferencias del «Señor Vicente>, en catorce volúmenes.
1. Portal, apóstol de la unión de los cristianos
Nació en 1855 en Laroque, en el departamento del Hérault, a los pies de los CeYermes, en una región donde católicos y protestantes (los famosos «camisards») vivían juntos y se observaban mucho mutuamente. Sin duda, esto debió marcarlo para toda su vida. Sin embargo, al entrar en la Congregación de la Misión en 1874, pensaba sobre todo en la misión en países lejanos como China, a ejemplo de Juan Gabriel Perboyre, del que tanto se hablaba mientras se preparaba su beatificación. En San Lázaro (el actual), vuelve a encontrar a Francisco Verdier, su condiscípulo del Seminario Menor de Montpellier, que llegará a ser su Superior General en 1919 y lo sostendrá en los momentos difíciles. Ordenado sacerdote en 1880, comienza por enseñar, durante una veintena de años, en los Seminariqs Mayores de Orán, Niza, Cahors (región de San Juan Gabriel Perboyre) y Chálor»ur-Marne (en Champaña). Durante algunas temporadas fue destinado a Lisboa, lo que le presentó la oportunidad de ir a la isla de Madera y de tener, en 1890, el encuentro más importante de su vida: el de Lord Halifax (1839-1934), anglicano apasionado por el problema de la unión de los cristianos. «Dios escribe derecho con renglones torcidos», gustátTaTeaJarr—-É,:7—-tal. Su salud no le permitió partir a misiones; le esperaba otra forma de misión… y no menos importante. A este respecto, tenemos el testimonio de un Monseñor Calvet, quien, después de haber sido educado por el Padre Portal en Cahors, será, en el Seminario San Vicente de Paúl (un anexo del Instituto Católico para sacerdotes jóvenes), su asistente para los estudiantes de Letras y, más tarde (en 1942, después del Cardenal Baudrillart y a petición del Cardenal Suhard) rector de la «Cato» (Universidad Católica) de París (Cf. Visages d’un demi-siécle, Grasset, 1953). Ponemos también el testimonio de un Canónigo, Albert Gratieux (1874-1951) que fue alumno de Portal en Chalons y a quien orientó hacia el estudio del pensamiento religioso ruso del que llegaría a ser el mejor especialista francés, e incluso quizá el mejor especialista católico (Cf. Missioret Charité, n.° 15). De hecho, la acción ecuménica de Portal se dirige, por una.15–arte y principalmente, hacia el anglicanismo y, por otra (lo que quizá es menos conocido) hacia el movimiento eslavófilo y siempre con el hilo conductor de la amistad: estaba profundamente persuadido de que el ecumenismo de los corazones precede al ecumenismo de los espíritus. Seguiremos encontrando siempre este apostolado de la relación.
a) La campaña anglorromana
Con frecuencia se ha evocado el contraste entre el Padre Portal y_Lord Halifax Por una parte, un sacerdote muy sencillo, pero incomparable en el arte de las relaciones y de la animación; por otra, un victoriano íntimo del Príncipe de Gales, un diplomático de profesión, un personaje impresionante pero profundamente humano, convencido de que la Iglesia es y debe ser «una» en su diversidad, que la Iglesia anglicana pertenece de hecho a esta realidad universal y que esta Iglesia invisible debe traducirse visiblemente por la primacía de Pedro, centro de la unidad. Todas las distancias sociales, nacionales y religiosas van a desaparecer ante la amistad de estos dos hombres.
En 1905, Portal se asocia al Padre Labertonniére, oratoriano, para fundar la «Sociedad de Estudios Religiosos». Apoyado al principio por León XIII, que lo recibe personalmente (con Lord Halifax a veces), lanza la Revista anglorromana. De acuerdo con Lord Halifax (y bajo el pseudónimo de Dalbus, que es el mismo que el del Padre Puller, de la comunidad anglicana de San Juan Evangelista), orienta el problema hacia la validez de las ordenaciones anglicanas. Pero, en 1896, la Bula «Apostolicae Curae>> las declara inválidas.
Toda esta campaña anglorromana la describió detenidamente Régis Ladous en su tesis doctoral (Lyon, 1973) y su obra sobre Monsieur Portal y los suyos (Ed. le Cerf, 1985). En 1904, Portal lanza la Revista Católica de las Iglesias, que pretende ayudar a los católicos a descubrir a los cristianos de otras confesiones (se hablará del «portalismo halifaxiano»). Después de la primera guerra mundial, Lord Halifax lo pone en relación con el Cardenal Mercier, primado de Bélgica, otro pionero del ecumenismo. De 1921 a 1926, lo que se ha llamado «las conversaciones de Malinas» no tiene otro objetivo que el de acostumbrar a los hombres de Iglesia, anglicanos y católicos principalmente, a exponer con toda franqueza sus pensamientos íntimos. El 26 de enero de 1926 fallecía el Cardenal Mercier, y el 19 de junio el Padre Portal, pero el espíritu de Malinas, mantenido por personas como Dom Lambert Beauduin, benedictino, el Abate Couturier, el Padre Congar, dominico, será una de las fuentes del Vaticano II.
b) El movimiento eslavófilo
Desde su época en el Seminario «San Vicente de Paúl», Portal forma un grupo de especialistas notables en estudios eslavos, como Gustave Morel (del que después hablaré), Albert Gratieux, Charles Quenet, Pierre Pascal y, más tarde, Antoine Martel. La amplitud de miras con la que había abordado el problema anglicano no podía menos de darle a conocer el problema oriental y, especialmente, el de Rusia, que él veía en aquella época, la esperanza del mundo ortodoxo eslavo, aunque no fuera especialista en este campo. El mismo Lord Halifax y sus colaboradores, el buen Birkbeck, Dimitri Khomiakov (hijo del filósofo ruso Alexis Khomiakov) le hablaban del «eslavofilismo», mientras que Tavernier (ex-secretario de Louis Veuillot) y Lorin (director de las Semanas Sociales) le daban a conocer la obra de Soloviev, cuyo pensamiento dominante era también la unión de las Iglesias.
Después de la revolución bolchevique, Portal insistió para que no se viera en ello un motivo para detenerse y renunciar a los trabajos comenzados. «Hay ahí, decía, un testimonio que dar del pasado y hay que garantizar preparativos para el futuro». Por eso, cuando se trata de fundar en París un servicio para los extranjeros, y especialmente para los rusos, el Arzobispo se dirige a Portal quien indicará, para ser secretario de esta importante obra, a Albert Gratieux, del que he hablado ya. Iniciar a los seminaristas y, más tarde, a los estudiantes en estos problemas era la mejor manera de sensibilizarlos en la necesidad de estudios positivos e históricos como base de la teología.
2. Portal, apóstol de la formación de sacerdotes y seglares
La claridad de la Conferencia nos lleva una vez más a presentar brevemente lo que podríamos llamar «el apostolado intelectual» que, como buen discípulo de san Vicente, aspira a una formación integral vinculada principalmente al plan socio-caritativo, del que luego hablaremos. Estaba perfectamente cualificado para dirigir a los jóvenes en la enseñanza superior. Creía, más que nadie, en la necesidad de unos estudios profundos para la vida de la Iglesia. Sin ser especialista, propiamente hablando, sabía lo que había que hacer y cómo había que actuar en el clima, a la vez tan turbulento y tan prometedor, de su época: la de la crisis modernista. Sabía también asegurarse colaboradores como Gustave Morel, del que hizo su asistente para los estudiantes de ciencias y teología y en quien suscitó una admirable vocación al servicio de la ortodoxia. Yo voy a limitarme a dos notas dominantes.
a) «De la vida a la vida»
Desde el Seminario «San Vicente de Paúl», Portal funda un «círculo de estudios» que tenía, sobre todo, por objeto los hechos, los datos positivos capaces de suministrar una representación exacta de la vida intelectual y espiritual, tanto en el catolicismo como fuera de él. Pedía a sus discípulos que leyeran y, si era preciso, que analizaran las publicaciones en que se podían obtener informaciones autorizadas sobre la vida de un determinado país, de una Iglesia, de un grupo y entresacaran los detalles típicos e interesantes.
Lo que buscaba por encima de todo era el hecho vivo. Por esto le gustaba agrupar, en sus reuniones, a los representantes de las creencias y opiniones más diversas; los católicos trataban allí con anglicanos, protestantes e increyentes; en esas reuniones se encontraban con muchos teólogos, filósofos, economistas y también con sabios, literatos, académicos y hombres de negocios.
Además, esos círculos de estudios estaban en relación con la Revista católica de las Iglesias que él había fundado y que se alimentaba con las ideas o hechos propuestos y estudiados. Incluso se llegó a organizar una sociedad de estudios con dos secciones, una para las cuestiones filosóficas y otra para las religiosas. Pero la Sociedad de filosofía cristiana continuaría bajo la dirección del Padre Laberthonniére y el Padre Portal se quedó con la Sociedad de estudios religiosos donde se encontraba más a gusto. Y, sobre todo, para él, la última palabra no pertenecía a la reflexión filosófica sino a la vida. Si tenía tanto interés por la colaboración entre sacerdotes y seglares era porque esperaba mucho, tanto para unos como para otros: todos tenían que dar y que recibir. En la misma perspectiva, aconsejaba mucho a sus estudiantes sacerdotes que reservaban siempre una parte de su tiempo para el ministerio pastoral. El mismo, incluso cuando residía en la calle Grenelle, permaneció fiel a su confesionario de la calle de Sévres y al de la calle de Reuilly, en la casa de las Hijas de la Caridad. Y, sobre todo, como veremos más adelante, se las ingenió para llevar a cabo en el barrio popular de Javel una obra de educación y de asistencia caritativa.
b) Apertura y solidez
París ofrecía posibilidades enormes a «Monsieur Portal», para ejercer sus dotes de formador, principalmente en el apostolado entre jóvenes intelectuales cristianos. Muy pronto entra en contacto con alumnos de la Escuela Normal Superior de la calle de Ulm, como Jacques Chevalier, Paul Hazard, Maurice Legendre, Lachieze-Rey, los compañeros de Marc Sangnier. A partir de 1912, los «tala» (grupo de Normalistas que van a misa) se reúnen periódicamente en casa del Padre Portal que los acoge con gran cordialidad y que, de hecho, se convierte en su padre espiritual, según el testimonio, por ejemplo, de figuras como un Marcel Legaut, un Jean Guitton, un Pierre-Henri Simon y otros muchos. Los ponía en contacto con sus amigos: Jacques Goyau, Edouard Le Roy, Vincent Lebbe (un sacerdote de la Misión que se hizo famoso en China), Henri Breuil, Teilhard de Chardin, y especialmente con el Padre Pouget de su misma casa.
Señalo algunos nombres para mostrar el espíritu de apertura de Fernand Portal. Pero siempre aprendiendo de la vida y de la fe vivida, busca sobre todo la solidez dentro del clima del modernismo en el que se mezclan sin cesar lo mejor y lo peor. En un momento dado, él mismo fue víctima de sospechas, ya que fue depuesto de sus funciones en el Seminario «San Vicente de Paúl» por intervención directa del Cardenal Merry del Val, Secretario de Estado de Pío X, en junio de 1908.
Por eso, con el consentimiento del Superior General, el Padre Antonio Fiat fue a la calle de Grenelle donde una bienhechora de la Congregación de la Misión había puesto a su disposición el segundo y tercer piso de su palacete particular. También desde allí habría de ejercer, y de muchas maneras, una gran influencia.
3. Portal, apóstol de la acción socio-caritativa
Hemos visto que, para Portal, el ecumenismo de los corazones precede al ecumenismo de los espíritus y que su apostolado ha sido llamado, con razón, «apostolado de la amistad». Por otra parte, su vocación vicenciana lo orientaba hacia los pobres y los sensibilizaba ante los problemas sociales e incluso a sus dimensiones «políticas» en el sentido amplio de la palabra. No olvidemos, por ejemplo, que vivió la separación de la Iglesia y del Estado y todos los debates en torno a la democracia a la que León XIII pide a los franceses que se adhieran, y todo esto —repitámoslo— con la crisis modernista y, con mucha frecuencia, en relación con ella.
a) ¿Una «ciudad» católica?
Es, creo, la cuestión de fondo. Portal fue uno de los primeros en planteársela claramente junto con el Padre Laberthonniére, además de la diversidad de sus tareas: ¿hay que esforzarse por reconstruir una ciudad católica o más bien animar cristianamente a una sociedad secularizada y pluralista? Me parece que, en un primer momento, Portal, bastante intransigente, estaba decidido a luchar por un catolicismo que se apoderara del hombre en su integridad e informara —en sentido fuerte— su actividad política, social y económica. En esta perspectiva, la unión de las Iglesias era un medio para reforzar las fuerzas religiosas y lanzar el contraataque que permitiría instaurar todo en Cristo (Pío XI retomará esta expresión paulina instituyendo la fiesta de Cristo Rey). Pero los encuentros ecuménicos, la experiencia de la crisis modernista, el descubrimiento de la profunda secularización de los ambientes intelectuales y populares condujeron a Portal a optar por una animación cristiana. Discípulo de Newman, tiene el sentido del desarrollo, de la tradición viva. El 10 de marzo de 1926, escribe: «Hay que pensar en acercar a los hombres a Dios, en irradiar el amor de Cristo, lo demás tiene poca importancia». Ahí está en adelante todo el resorte de la acción ecuménica. Es, en todo caso, el resorte profundo de la acción socio-caritativa del «Abate Portal», como lo llamaban en Javel.
b) Javel
Este barrio del distrito XV era, en aquel entonces, un barrio muy pobre (algo así como «la zona», «la China»). Una viuda rica, la señora Gallice (1871-1932), se había instalado allí en 1906 para ocuparse de las familias obreras y había abierto una guardería. Estaba muy en relación con las Hijas de la Caridad, especialmente con sor Milcent que acababa de fundar en San Germán de los Prados, calle de la Abadía, el primer sindicato femenino y que provocó el encuentro con el Padre Portal. Este había publicado en los «Pequeños Anales», artículos y encuestas sobre las escuelas profesionales, la enseñanza doméstica, la unión mutualista, la organización del trabajo de enfermería, la obra de las mujeres ciegas, los patronatos, etc., en resumen, toda una serie de obras en las que las Hijas de la Caridad estaban muy comprometidas. Al mismo tiempo daba ejercicios y conferencias a los «militantes cristianos», como entonces se decía. Es decir, que estaba ya muy abierto a estas cuestiones sociales y hacía que sus jóvenes estudiantes se interesaran en ellas. Su colaboración ejemplar con la señora Gallice recuerda la colaboración entre san Vicente y santa Luisa de Marillac en el siglo xvii. Insistía en la necesidad de crear «nuevas comunidades», grupos de seglares para este apostolado social. Tenía también en su mente los modelos ortodoxo y anglicano que había conocido. Ayuda, pues, a Blanca Gallice a desarrollar en este barrio una comunidad de este tipo para acoger a centenares de niños. Después, la obra se diversificó en toda clase de realizaciones, especialmente en colonias de vacaciones, y llegó incluso al Kremlin-Bicétre. Entretanto se creó el orfanato de los Corbiéres cerca de Aix-les-Bains (Savoya). Pequeño paréntesis que permite volver a encontrar el hilo conductor de Fernand Portal: estaba él preparando la apertura de este orfanato en 1917, cuando recibió la orden de ir al Ministerio de la Guerra. Allá, Georges Clemenceau, enterado de que Portal dispone de uno de los mejores grupos de «eslavizantes», le confía (son sus propias palabras, un poco extrañas) «la misión de organizar y dirigir un grupo de estudio que tuviera como finalidad trabajar en la difusión en Rusia de las ideas útiles a Francia y de dar a conocer en Francia las ideas rusas que interesaba a Francia estudiar y seguir». Portal repetía gustoso que, a través de todas estas actividades socio-caritativas, lo importante era ponerse en contacto (siempre las mismas palabras) con el alma del pueblo.
Si van ustedes a Saboya, podrán ver quizá la tumba de Fernand Portal y de Blanca Gallice, cerca del orfanato de Corbiéres, en la cripta de una capillita en forma de cruz griega.
Aquí mismo, donde Fernand Portal vivió tantas alegrías y a veces tantas penas, podemos recoger su testamento de Unidad y sentirnos responsables de su herencia.
Escuchémosle: «Se ha tratado de unir a las Iglesias por medio de fuerzas exteriores y yuxtaponiéndolas más bien que uniendo cuerpos de ellas que permanecían separados a pesar de lazos postizos. La unión que se prepara ha de hacerse desde dentro, mediante una nueva vida espiritual que surja de las profundidades del cristianismo, que aparece en las diferentes Iglesias como fuentes diferentes. Las aguas proceden de una misma fuente y se reunirán para formar un mismo río que inundará el mundo. Es el porvenir de la Iglesia» (Carta a la señora Gallice, el 8 de agosto de 1907).