- LUISA DE MARILLAC, RIQUEZA DE LA FAMILIA VICENCIANA
En el Consejo de la Compañía celebrado el 8 de septiembre tic 1655, el señor Vicente, contra su costumbre, elogió el buen hacer de la Señorita Le Gras. La secretaria del Consejo ha escrito a continuación: Tras estas palabras, la señorita, no queriendo creer que había contribuido en algo a ello, dijo: Padre, sabe usted muy bien, lo mismo que nuestras hermanas, que si he hecho algo bueno, ha sido por haber seguido las órdenes que usted me dio.
Pareciera que la historia tomó al pie de la letra estas palabras de Luisa de Marillac. Durante mucho tiempo hemos pregonado las grandes realizaciones de san Vicente y callado las (le santa Luisa. Incluso lo que sobre ella se ha escrito no siempre ha sabido reflejar la grandeza de ánimo de esta mujer.
La primera biografía de san Vicente, publicada por Luis Abelly en 1664, presenta a Luisa de Marillac como la que ha continuado las iniciativas de san Vicente en espíritu de obediencia», la que «cumplió todo fielmente»3, la «Señorita Le Gras, su hija espiritual».
También la primera biografía de santa Luisa, publicada por Nicolás Gobillon en 1676, destaca la iniciativa de san Vicente a la que se rinde en sumisión la Señorita Le Gras: «Esta alma fiel y celosa recibió las órdenes del señor Vicente con tanta alegría como sumisión y respeto. Le rindió una obediencia tan perfecta que, en adelante, ella no emprendió nada sino con una entera dependencia de sus opiniones y de sus órdenes, mirándolo como al ministro e intérprete de la voluntad de Dios».
Con matices diversos, en las biografías y estudios sobre san Vicente (y en buena parte de lo escrito sobre santa Luisa durante años), pero sobre todo en la estimativa común de los miembros de la Familia Vicenciana, predominó una interpretación que (si me permiten la exageración propia de toda generalización) podría sonar así: corresponde a san Vicente la movilización de las energías al servicio de la caridad; la iniciativa fue siempre de san Vicente; san Vicente respondió a todas las formas de pobreza de su tiempo; san Vicente transformó a santa Luisa y la empujó a servir a los pobres; a pesar de la compleja y difícil personalidad de santa Luisa, supo san Vicente hacer de ella una colaboradora para la fundación de las Hijas de la Caridad.
Afortunadamente la perspectiva ha ido cambiando sustancialmente en los últimos años. Los estudios más recientes han contribuido a borrar la falsa imagen de una Luisa «cobarde, mezquina, sombría y triste» (cito expresiones encontradas en algunas biografías).
Particularmente, la edición completa de sus cartas y escritos, publicada en 1983 (en francés; 1985 en español), nos permite acercarnos ya directamente a los documentos para entender su experiencia, su vida. A partir de esta publicación ha crecido el interés por estudiar con serenidad su figura y se han multiplicado las iniciativas para darla a conocer.
¿Quiere esto decir que durante más de trescientos años no ha sido posible conocer o conocer adecuadamente a santa Luisa?
Gobillon, como libro quinto de su Vida de la Señorita Le Gras, había recogido ciertamente algunos pensamientos de santa Luisa. Pero aquellos pensamientos sabemos hoy que: algunos corresponden a los escritos por santa Luisa; pero la mayor parte eran resúmenes de conferencias de san Vicente, o sencillamente reformulados e incluso inventados por el propio Gobillon en el piadoso sentido de que no habrían de hacer daño a quien los leyera aun cuando nada tuvieran que ver con santa Luisa.
Fueron estos pensamientos los que se reprodujeron en las escasas e incompletas ediciones que fueron apareciendo a lo largo de los siglos».
La mayor parte de las cartas de santa Luisa pudo conocerse en francés por la edición preparada por las Hermanas de Brujas al final del siglo XIX; las cartas escritas a san Vicente pudieron también encontrarse en la edición de las Obras de San Vicente de Paúl preparada por el P. Coste al comienzo del siglo XX. Las Hermanas de España pudieron conocer finalmente las cartas de santa Luisa en la edición preparada en 1945 por el P. Rosendo Castañares».
Sin embargo, ni la beatificación y canonización de santa Luisa ni las celebraciones del Tercer Centenario de la muerte de los fundadores en 1960, ocasión en que vieron la luz algunas significativas publicaciones sobre los dos santos, ofrecieron la oportunidad de una presentación de los escritos de santa Luisa (sí biografías, como la de Baunard en 1898, o la Calvet en 1958, no suficientemente difundidas).
Ha habido que esperar hasta los últimos años del siglo XX para poder acceder a la obra de santa Luisa. El P. Benito Martínez, coincidiendo con su servicio pastoral a los emigrantes en París, inició el trabajo, que completaría sor Elisabeth Charpy, para acercarnos a los textos de santa Luisa.
La editorial Ceme ha realizado en los últimos 35 años un importante servicio ofreciéndonos el acceso a los textos de santa Luisa y sus mejores biografías: Gobillon, Calvet, Dirvin, Benito Martínez’. Estamos, pues, en estos últimos años, asistiendo por primera vez al descubrimiento y estudio de Luisa de Marillac desde las fuentes. Se trata, como se ha repetido tantas veces en estos días, de una riqueza, una riqueza de la Familia Vicenciana, desafortunadamente poco conocida, poco estudiada (con el rigor que se debe) hasta hace apenas treinta años.
Será bueno volver a escuchar hoy a san Vicente de Paúl decir: «Hemos visto ese hermoso cuadro delante de nosotros; ahora está allí arriba. Nos queda todavía hacer de ella un modelo; y para eso, es preciso que la conozcamos».
¿Será éste uno de los frutos de las celebraciones del 350 aniversario de su muerte?
Corpus Delgado
CEME 2010