Ya hemos dicho en otra ocasión que el proceso de información sobre las virtudes heroicas de Luisa de Marillac, viuda de Le Gras, está concluido. Debía ya procederse al reconocimiento oficial de los restos de la Venerable Sierva de Dios, que ya en diversas épocas se había verificado.
El 29 de Marzo de 1905 se procedió a esta nueva exhumación. A la una y media de la tarde, Mons. Legoux, Presidente del «Tribunal eclesiástico», se constituyó en la Capilla de las Hijas de la Caridad, calle del Bac, 140, en donde descansan dichos restos, acompañado de otros miembros del mismo Tribunal, de tres médicos, del Comisario de policía y de los obreros. Para facilitar el paso hacia el sepulcro se quitaron los bancos que había a derecha e izquierda más próximos a la tumba. Los médicos y todos los que debían abrir el sepulcro y tocar las reliquias, prestaron juramento al pie del altar; a continuación Monseñor Legoux dijo algunas palabras referentes al orden que debía seguirse, conforme a las prescripciones de la Congregación de Ritos. «Incurrirán en excomunión todos aquellos que se permitan llevar la menor parte de los restos de la Sierva de Dios.» Inmediatamente procedieron los obreros a descubrir la tumba, en medio de un recogimiento conmovedor. Hallada la caja, se depositó sobre una camilla cubierta de lienzos blancos. El Hermano carpintero de San Lázaro y el carpintero de la Comunidad la trasladaron a la sala de los Ejercicios, siguiendo el corredor de la Capilla, en medio de dos hileras de Hermanas seminaristas y de hábito, todas con velas en las manos. Se habían preparado dos grandes mesas, cubiertas de lienzos blancos, a la entrada de la sala, que parecía más espaciosa con la desaparición de los bancos del medio.
Colocóse la caja en una de estas mesas. Mons. Legoux estaba constantemente rodeado de la Comisión eclesiástica y laica y a vista de toda la Comunidad. Hecha la lectura acostumbrada, se abrió con la mayor suavidad la caja, y separando el algodón que cubría los huesos, se rogó a los médicos sacasen todo lo que hallasen. ¡Cuán dulce emoción para toda la Comunidad ver aparecer sucesivamente el cráneo y los diversos huesos de la Venerable Luisa de Maribel Después de cumplir con todas las formalidades que en tales casos se exigen, los doctores reconstituyeron el esqueleto. En estos momentos desfiló pausadamente delante de los preciosos restos toda la Comunidad de Hijas de la Caridad, sin tributarles, no obstante, culto alguno. A ésta siguió la Comunidad de Misioneros venidos de San Lázaro, que pasó también ante los preciosos restos, mientras se procedía a otros exámenes y a otras formalidades.
El proceso verbal sumario de la ceremonia fue firmado por Mons. Legoux, los miembros del Tribunal Eclesiástico y bastante número de testigos, especialmente por el Sr. Antonio Fiat, Superior General, y Sor María Kieffer, Superiora de la Compañía de las Hijas de la Caridad. Sobre el pergamino se pusieron los sellos de Su Emcia. el Cardenal Richar, de la Compañía de las Hijas de la Caridad, y del señor Feneon, Notario eclesiástico, y arrollado y colocado en un cilindro de zinc, fué despositado, con la osamenta y un vaso de metal que contenía las cenizas, en una nueva caja de roble incrustada de láminas de cobre, cubierto el interior de ella con estaño y llevando al exterior sobre una placa de cobre la inscripción primitiva: Seibrita Luisa de Marillac, etc., y sobre una segunda placa, colocada debajo de la primera, estas palabras:
DIE 29 MAR 1935
AUCTORITATIS APOSTOLICAE RECOGNITA.
La caja fue cubierta con una tela de seda blanca, adornada de una cruz bordada en oro, sobre la que se lee: Spes unica.
Para volver a la Capilla se procedió con el mismo orden que al principio, pero en lugar de las Hermanas estaban los Misioneros que acompañaban los restos de la Venerable con velas en las manos.
Cuando los obreros volvieron a poner la lápida sepulcral, Mons. Legoux, arrodillándose al pie del Altar, rezó el Sub tullen: y después dijo: «Espero que se realizarán nuestros votos, y que muy pronto podremos decir: ¡Beata Luisa de Marillac, rogad por nosotros!»
Así terminó esta conmovedora ceremonia. Comenzada a la una y media, no concluyó hasta las cinco y media.
El Sr. León Forestier, asistente del Sr. Superior General, nos ha comunicado una copia de una carta del Sr. Arnáiz dirigida al Sr. Superior General, la cual transcribimos con grande satisfacción:
Madrid 15 Marzo 1905.
ANALES 1905