«Escuchad, queridos hermanos ¿no fue Dios quien escogió a los que son pobres a los ojos del mundo para que fueran eran ricos de fe y herederos del Reino que él prometió a los que lo aman? Vosotros, en cambio, habéis afrentado al pobre». Sant 2,5-6).
«En la obra de evangelización que la Congregación se propone realizar, tengamos presentes estas características: …3.° Alguna participación en la condición de los pobres, de modo que no sólo procuremos evangelizarlos, sino también ser evangelizados por ellos». (C 12,3).
Partiendo de que la Iglesia no sólo es evangelizadora, sino también evangelizada, quienes gozan en ella del derecho de enseñar, por encima de cualquier otro maestro, son los pobres y los humildes. Ellos poseen la sabiduría de Dios, cifrada en la cruz de Cristo; ellos creen y esperan en Dios, su Salvador; no confían en el mundo ni en su fuerza, sino en la Palabra de Dios, que se cum-n1irá al pie de la letra. De ellos es el Reino de los cielos.
1. «Entre esa pobre gente se conserva la verdadera religión».
Una de las enseñanzas más ricas que aprendió San Vicente al lado de los pobres es ésta precisamente: la verdadera religión la viven sobre todo los humildes. Por hemos de atender sus lecciones:
«Es entre ellos, entre esa pobre gente, donde se conserva la verdadera religión, la fe viva; creen sencillamente, sin hurgar; sumisión a las órdenes, paciencia en las miserias que hay que sufrir mientras Dios quiera, por las guerras, otros por trabajar todo el día bajo el ardor del sol, pobres viñadores que nos dan su trabajo, que esperan que recemos por ellos, mientras que ellos se fatigan por alimentarnos… Vivimos del patrimonio de Jesucristo, del sudor de los pobres… Los pobres nos alimentan; recemos a Dios por ellos; que no pase un solo día sin ofrecérselos a Dios, para que quiera concederles la gracia de aprovechar debidamente sus padecimientos». (XI 120-121).
2. «Ellos constituyen una comunidad que es, a la vez, evangelizadora».
Los pobres y humildes son los ricos del Reino de Dios; a la vez que acogen con docilidad la Palabra y la viven, se encargan de difundirla con el ejemplo más que con discursos. En los pobres se cumplen principalmente las palabras de Pablo VI: «Quienes acogen con sinceridad la Buena Nueva, mediante la acogida y la participación en la fe, se reúnen, pues, en el nombre de Jesús para buscar juntos el Reino, construirlo, vivirlo. Ellos constituyen una comunidad que es, a la vez evangelizadora. La orden dada a los Doce: «Id y proclamad la Buena Nueva», vale también, aunque de manera diversa, para todos los cristianos. Por esto, Pedro los define «Pueblo adquirido para pregonar las excelencias del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (I Pe 2,9). Estas son las maravillas que cada uno ha podido escuchar en su propia lengua. Por lo demás, la Buena Nueva del Reino que llega y que ya ha comenzado es para todos los hombres de todos los tiempos. Aquellos que ya la han recibido v que están reunidos en la comunidad de salvación pueden y deben comunicarla y difundirla». (EN 13).
3. «El grito de los pobres».
Si hay cristianos en el mundo abiertos a las pobrezas personales y colectivas de los pobres, son los Misioneros. Los hijos de San Vicente, interesados en la conversión continua y total de sus personas, atienden el clamor de los pobres:
«Más acuciante que nunca, vosotros sentís alzarse el grito de los pobres, desde el fondo de su indigencia personal y de su miseria colectiva. ¿No es quizá para responder al reclamo de estas criaturas privilegiadas de Dios por lo que ha venido Cristo, llegando incluso hasta identificarse con ellos? En un mundo en pleno desarrollo, esta permanencia de masas y de individuos miserables es una llamada insistente a una conversión de le mentalidad y de los comportamientos, en particular Para vosotros que seguís más de cerca a Cristo en su condición terrena de anonadamiento. Esta llamada resuena en vuestros corazones de una manera tan dramática que, a veces, algunos de vosotros sienten también la tentación de una acción violenta. Siendo discípulos de Cristo, ¿cómo podríais seguir una vida diferente a la suya? Ella no es, como bien sabéis, un movimiento de orden político o temporal, sino una llamada a la conversión de los corazones, a la liberación de todo impedimento temporal, al amor». (ET 17).
- ¿Me dejo evangelizar por los pobres, que son mis maestros privilegiados?
- ¿Me quejo fácilmente ante cualquier necesidad o privación, olvidando que muchos se ven reducidos a la miseria?
- ¿En qué medida contribuye a mi conversión continua el grito de los pobres?
Oración:
«Tú, Salvador mío, que practicaste la pobreza y que en esta pobreza sentiste la desnudez, danos la gracia de practicar hasta ese punto esta virtud». (XI, 663).