Preceptor
Fue en la segunda mitad de 1613 cuando concluyó mi búsqueda que tanto duró. Recibía en efecto «el cargo de preceptor de los hijos del Señor Philippe-Emmanuel de Gondi, Conde de Joigny, General de las Galeras de Francia «. El mayor de los hijos, Pierre, tenía 11 años, el segundo, Henri, 2 o 3 años, el último, Jean-François-Paul, acababa justo de nacer. Llegados de Florencia una centenar de años antes, los Gondi eran ahora señores de una parte importante de las tierras del Reino, y el Obispado de París les estaba prácticamente reservado a tío y sobrinos. Entretanto, el Señor de Gondi estaba acribillado de deudas, ya que, si bien creyente por cumplir y recto, llevaba una gran vida. La señora Generala quien había aportado a la familia, entre otras tierras, la de Folleville, cerca de Amiens, era francamente piadosa, preocupada por progresar en la virtud hasta ser escrupulosa . En cuanto a mí, Yo tenía por máxima mirar al Señor General en Dios y a Dios en él, y obedecerle de la misma manera, y a la difunta Señora como a la Virgen, y no presentarme a no ser que me llamasen, o por algún asunto urgente y de importancia «.
Yo vine a residir en su casa, acompañándoles en sus diferentes hoteles y castillos, en París, Joigny, Montmirail, Villepreux, Folleville , etc.
No obstante, había conservado la abadía de Saint-Léonard y el curato de Clichy, cuyo servicio continuaba. Asegurando un vicario el trabajo ordinario, yo iba siempre que podía. Así fue como el niño que yo bauticé el 9 de octubre de 1623, Claude Gilbert, se hizo sacerdote y fue vicario de Clichy, ante de ser párroco de Montmartre. Conservé este cargo de párroco de Clichy hasta 1626 .
Tentado contra la fe
A lo largo de estos años, yo había mantenido relación con diversas personas una de las cuales este buen «teólogo» tentado contra la fe. No sé con exactitud qué año, hacia 1611 o 1612 tal vez, su estado se agravó de tal forma que yo temía que se muriese en este estado…
«Me puse en oración para pedir a la divina bondad que tuviera a bien librar a este enfermo de este peligro, y me ofrecí a Dios en espíritu de penitencia para sobrellevar en mí mismo, sino las mismas penas, al menos tales efectos de su justicia y me hiciera hacer sufrir.
Dios libró por completo al enfermo de su tentación, devolvió la calma a su espíritu, y esclareció su fe oscurecida y turbada […].
Pero al mismo tiempo Dios permitió que esta misma tentación pasara a mi espíritu, que se vio desde entonces vivamente asaltado».
Oraciones y mortificaciones no tuvieron otro efecto que ayudarme a sufrir aquello con paciencia. Sólo pude hacer dos cosas:
«La primera, escribí mi profesión de fe en un papel que apliqué a mi corazón, […] haciendo un pacto con Nuestro Señor que cada vez que yo llevara la mano a mi corazón y sobre este pape, entendía renunciar a la tentación […]
El segundo remedio […] fue hacer lo contrario de lo que la tentación me sugería, tratando de hacer por fe y dar honor y servicio a Jesucristo […] en particular en las visita y consuelo de los pobres y enfermos «.
Este «duro ejercicio» duró tres o cuatro años, entre 1611 y 1614, no me acuerdo bien.
Mientras tanto, esto no arregló mi carácter, ya anteriormente con facilidad quebradizo o de humor negro mientras era capaz de entusiasmarme, como la gente apasionada, particularmente emotiva, sensible. Esto hacía sufrir a la Señora Generala,
«pensando que estaba descontento en su casa…
Me dirigí a Dios y le pedí con insistencia que me cambiara este humor seco y desagradable y me diera un espíritu dulce y benigno. Y por la gracia de Nuestro Señor y con un poco de atención que puse en reprimir los hervores de la naturaleza, conseguí quitar un poco de mi humor negro «.
Pero al cabo de cuántos años y esfuerzos! Y he tenido que luchar siempre para llegar a la mansedumbre.
En mi habitación, con los Gondi, vivía «como en una cartuja, pero cada vez que estábamos en sus pueblos, yo iba a visitar también a los pobres y a los enfermos, a catequizar, a predicar. Confesaba igualmente, y las gentes se confiaban con mayor libertad a un sacerdote que no vivía siempre con ellos . Al cabo de tres o cuatro años, «se me ocurrió un día tomar una resolución firme e inviolable para honrar más a Jesucristo y para imitarle más perfectamente que no había hecho todavía entregarme toda mi vida por su amor al servicio de los pobres.
Apenas había dado forma a esta resolución en mi cabeza cuando, por un efecto maravilloso de la gracia, todas las sugestiones del espíritu maligno se disiparon, mi corazón se encontró restablecido en una dulce libertad y mi alma se llenó de de tanta luz que me parecía ver las verdades de la fe con una luz muy particular «.
Al mismo tiempo, a partir de los años 1613, los sacerdotes del Oratorio se entregaban a Misiones en el campo. Era uno de sus fines, como lo escribía el Señor de Bérulle. Tenían igualmente una preocupación especial por instruir a los sacerdotes en las cosas de su ministerio «. Por mi parte, yo seguí aspirando a los beneficios y, gracias al Sr. de Gondi, recibí el curato de Gamaches en Vexin, el 28, de febrero de 1614 , por el Vicario General de Rouen. Por otra parte, la Señora de Gondi me confió la dirección de su alma, con sus inquietudes, sus escrúpulos. Trataba de convencerla que se pasara de mis respuestas … En cuanto a los asuntos del Reino, que andaban siempre agitados, Luis XIII se declaró mayor para sus 14 años, el 2 de octubre de 1614. Quiso luego sacudirse la tutela de su madre, que iban a sucederse guerras…Acaban precisamente de terminarse con el tratado de Westfalia (1648) y el de los Pirineos (7 de noviembre de 1659).
Progresivamente mi vida espiritual se ahondaba. Reverenciaba de manera particular la santa Eucaristía, meditaba mucho la vida de la Santísima Trinidad y las intervenciones de las tres divinas personas por nuestra salvación, muy especialmente la Encarnación del Hijo eterno de Dios en el seno de la Virgen María. Evidentemente, predicaba sobre estas verdades . El 27 de mayo de 1615, me proporcionaron un nuevo beneficio eclesiástico, en el capítulo de Canónigos de Écouis, en Normandía, al norte de los Andelys, del que el Señor General de las Galeras era co patrón con otro señor. El canónigo tesorero había fallecido, yo me ví canónigo y tesorero del Capítulo. Hice que me representaran en la entronización por un procurador y, menos el 16 de septiembre que fui a prometer cumplir mis cargos al mismo tiempo que suplicar que me dieran un suplente,
«El miércoles 16 de septiembre de 1615, el capítulo general celebró asamblea, me presenté en persona, a fin de hacer el juramento de fidelidad; lo que he hecho y firmado hacer los cargos contenidos en una hoja escrita. Pero pedí que mandaran hacer cumplir con ellos a un suplente, lo que me fue concedido, y di el beso de paz y pedí a la compañía que cenaran al día siguiente, día de la dedicación de esta iglesia, por mi gozoso advenimiento, según la costumbre de este capítulo».
Y no he vuelto a poner más los pies en el, mientras cobraba la prebenda que designa los honorarios de canónigo. Siete meses después, el 20 de abril de 1616, el otro co-patrón intervenía ante el Capítulo de Écouis para demandarle que me obligara a residir, así como a otros dos que faltaban también; yo recibí un aviso, el Señor General obtuvo para mí una prórroga, que fue leída al Capítulo el 25 de mayo, y ya no sé conservé por mucho tiempo este beneficio .
El 29 de octubre de 1616, me liberaba por fin de la abadía de Saint-Léonard-de-Chaumes, a favor de François de Lanson, sacerdote, consejero y capellán del rey y prior del priorato de Saint-Etienne de Ars en la Isla de Ré, residiendo en París, calle de los Cordiers. .
Folleville
Mi celo pastoral aumentaba, yo me ocupaba entonces de los campesinos de los pueblos en las tierras de los Gondi. En efecto, los señores llevaban también la responsabilidad espiritual de sus súbditos. El señor de Gondi era consciente de ello. Después de su entrada solemne en Joigny, para encargarse del Condado, en 1616, si bien me acuerdo, me dio la orden de predicar sobre el catecismo, para «que la juventud esté tan bien formada en religión como en las letras y en las armas «. Desde entonces, y por toda mi vida, siempre he insistido en la necesidad de catequizar a niños y a adultos, tanto a modo de encuentros amistosos como por la enseñanza. Adopté también la práctica de invitar a los parroquianos a hacer una confesión general de todos sus pecados pasados, ya acusados, o bien olvidados en las confesiones precedentes o que no se hubieran atrevido a decir… Esta práctica era aconsejada por Monseñor Francisco de Sales en su Introducción a la vida devota . Como muchos de estos pecados tenían su absolución reservada a los Obispos, tomé la costumbre, cuando íbamos aun dominio o a otro de los Gondi, de pedir poderes especiales al obispado del lugar. De esta forma tengo todavía mi petición del 20 de junio de 1616, al Vicario General de Sens, pues él había respondido sobre la carta misma .
La Señora de Gondi, mientras sufría cuando yo no estaba allí para aliviar sus inquietudes de conciencia, me animaba también en este ministerio, ya que ella quería a su gentes. A primeros del mes de agosto de 1616 apareció el otro gran libro de Monseñor Francisco de Sales, el Tratado del Amor de Dios, que he leído y meditado durante estos años del 1616-1620 . Igual que la otra obra de Monseñor de Ginebra, yo la he recomendado. Pero además yo estaba siempre ocupado en los procesos que seguían «contra diversos detentadores y usurpadores del dominio de mi abadía» de Saint-Léonard-de-Caumes, cuyos frutos y rentas apenas toqué… No había pues que escoger? El 20 de octubre de 1616, yo había encontrado a otro aficionado, quizás más poderoso que yo, y le entregué todos mis derechos sobre esta abadía: El Señor François de Lanson, sacerdote, consejero y capellán del rey .
Para el invierno 1616-1617, andábamos por las tierras de la Señora Generala, en Picardía, en el castillo de Folleville , al sudeste de Amiens, y como de costumbre, fuera del servicio de los niños y de mi vida de oración y de estudio, tenía la preocupación de los campesinos de los pueblos que dependían de ella. Hacia el 20 de enero de 1617, me vienen a pedir que vaya a Gannes, a un par de leguas de allí, «para ir a confesar a un pobre hombre gravemente enfermo, que gozaba de la reputación de ser el más hombre de bien, o al menos uno de los más hombres de bien de su pueblo. Se vio no obstante que estaba cargado de pecados que nunca se había atrevido a declarar en confesión según confesó él mismo en voz alta después en presencia de la señora generala de las galeras , diciéndole: «Señora, yo estaba condenado si no hubiera hecho una confesión general por razón de los graves pecados que no me había atrevido a confesar». Este hombre se murió enseguida, y dicha señora, habiendo reconocido en esto la necesidad de las confesiones generales, deseó que yo hiciera al día siguiente una predicación sobre este asunto en la iglesia de Folleville. La hice, y Dios la bendijo de tal manera que todos los habitantes del lugar hicieron después confesión general «.
«Pero el gentío fue tan numeroso que, no pudiendo ser suficientes, con otro sacerdote que me ayudaba, la Señora envió a pedir a los Reverendos Padres jesuitas de Amiens que vinieran a ayudarnos; escribió sobre ello al Reverendo Padre rector, quien vino en persona y, teniendo que dejarlo al poco rato, envió […] al Reverendo padre Fourché, […]el cual nos ayudó a confesar, predicar y catequizar «.
«Fuimos a continuación a los otros pueblos que pertenecían a la Señora por aquellas partes, hicimos igual que en el primero. Hubo una gran asistencia y Dios concedió en todas partes su bendición […].
Era el día de la conversión de San Pablo, que es el 25 de enero. Y ya tenemos el primer sermón de la Misión, […]lo que Dios no hizo sin ningún designio en un día semejante».
Yo predicaba ya en los pueblos de esta familia y en ellos exhortaba a las confesiones generales, ya lo he dicho. Pero he subrayado varias veces la importancia del hecho que este campesino haya hablado a la Señora de Gondi y el papel capital de ésta en este asunto. Entiéndalo bien, yo había escuchado pecados graves que nunca se habían confesado por vergüenza, y los he oído también después, tanto que en el momento, y durante mucho tiempo, no he prestado especial atención a este suceso. Fue más bien más tarde, al releer mi vida, cuando he comprendido su significado. Yo no podía hablar de estos casos, porque estaba obligado por el secreto sacramental, el más grave de los secretos. Ahora que este campesino se había confiado a la Señora de Gondi y que ésta había hablado, yo me veía ya libre, podía gritar la gravedad de la situación espiritual de los campos y dar entonces este ejemplo, ya que no era conocido sólo por las confesiones! Hay que subrayar también que ella ha desempeñado bien su papel del señor del lugar, igual que el Señor en Joigny el año anterior, fue ella quien me dio misión de predicar la confesión general en sus tierras –lo que ella hacía ya, pero esta vez era más solemne, y ella misma se sintió estimulada al cuidado de la salvación de sus gentes y me animó a mí a ello, incluso si esto no disminuía sus propios escrúpulos . Por otra parte, esto había provocado un movimiento tal de masas, que no pude continuar sólo. Ahí está la otra experiencia de la intervención de la Señora de Gondi: yo había comprendido que no se misione solo, sino en grupo, con otros sacerdotes. Y eso no lo he olvidado nunca, nunca más he ejercido mi ministerio solo, sino siempre en equipo, en comunidad. Por último, más tarde también, he hecho el <cercamiento con la fiesta de la Conversión de San Pablo, mucho después de que la Congregación de la misión se fundara: ahí he visto el principio de estas misiones. Así fue como a partir de febrero de 1617, mi tiempo va a transcurrir sobre todo evangelizando los pueblos de los dominios de la Señora Generala mientras vigilaba la educación de sus hijos como me lo imponía la responsabilidad de preceptor.
Los Oratorianos continuaban entregándose a tales «misiones por los burgos de la diócesis a donde el obispo los envía para permanecer allí quince días o tres semanas en cada uno de ellos», como lo escribía el Señor de Bérulle a Hugues Quarré, exactamente entre febrero y septiembre de 1617 . Mi predecesor en Clichy, el oratoriano François Bourgoing, había acompañado a Mons. Marquemont a mediados de junio de 1614 en sus visitas pastorales de la diócesis de Lyon, en particular en Châtillon-les—Dombes, del 5 al 7 de mayo, la mejor parroquia de esta región, conquistada por Enrique IV a la Saboya en los años de 12595 e incorporada a Francia por el tratado de Lyon en 1600. Él acababa de misionar allí en 1616. Mons. De Marquemont, arzobispo de Lyon, que trabajaba en la reforma de la Iglesia, quería establecer el Oratorio en Lyon pero se encontraba con la oposición de los canónigos. El 18 de octubre de 1616, el prelado escribió al Padre de Bérulle para pedirle, mientras tanto, que fundara el Oratorio en Châtillon, para ilustrar los alrededores, con si posible el Padre Bourgoing como superior, «o alguno de sus alcances «. Finalmente el 3 de diciembre, el Oratorio firmaba el contrato de su fundación en Lyon, siendo superior el Padre Bence. En enero de 1617, el P. Bourgoing estaba todavía en Lyon, pero Bérulle le enviaba a fundar en Rouen. Entonces, el 7 de enero, el arzobispo cedió a las instancias del sacerdote diocesano Lourdelot, quien reclamaba Châtillon y se lo habían atribuido en Roma incluso. Mons. de Marquemot, aferrándose de todas las maneras a su idea, obtenía una plaza de canónigo en Saint-Paul de Lyon para este párroco poco delicado del 30 de marzo que renunciaba al curato de Châtillon el 19 de abril. El arzobispo quería a alguien en Châtillon y Bérulle buscó pues a alguien para esta misión. Durante este tiempo, en París, las confusiones se intensificaban. La hostilidad del joven rey Luis XIII contra su madre María de Médicis exiliada en Blois y contra su favorito Concini acabó en la decisión de arrestar a éste. Como se defendió, fue abatido el 24 de abril de 1617. Por su parte, Richelieu lograba un sutil cambio de alianza. Después de ser despedido, recuperaba todas sus prerrogativas ante el joven Luis XIII.