1. Interrogantes en torno al Proyecto Comunitario
Con relativa frecuencia se oyen entre algunas Hermanas los siguientes comentarios:
— ¿Para qué el Proyecto Comunitario?… Tenemos Reglas, Constituciones, Estatutos, horarios… ¿A qué viene el Proyecto?… ¿Cuál es su fin?…
Este tipo de comentarios revela por una parte la ignorancia que existe respecto al tema que nos ocupa, y por otra, la necesidad de orientación y clarificación.
El fin del Proyecto Comunitario creo está suficientemente claro en las Constituciones, número 25. Aquí se ha hablado estos días, y se habla con frecuencia en nuestras comunidades, de la necesidad de crear un nuevo estilo de comunidad:
- Más fraternal y menos rigorista.
- Más acogedora y menos formulista.
- Más dinámica y menos instalada.
- Más evangélica y menos «ritualista».
- Más pluralista y menos uniformista…
A mi parecer, en los números 21, 22, 23 y 24 de las Constituciones, se establece a nivel de principios este nuevo tipo de comunidad que todas ansiamos. El Proyecto Comunitario establecido y definido en C. 25 es:
El cauce para crear ese nuevo estilo de Comunidad
Como todo proyecto elaborado por un conjunto de personas, el Proyecto Comunitario implica:
- Un objetivo común a conseguir. Objetivo que debe tender a la consecución de la comunidad fraterna, evangélica y vicenciana siempre en función del servicio que nos señalan las Constituciones.
Sin un objetivo común o meta a conseguir, no puede existir Proyecto Comunitario. Habrá horarios más o menos acoplados a los diferentes servicios, distribución de funciones y servicios que faciliten el orden y planificación del trabajo y de la oración de forma equilibrada… Pero todo esto conlleva una «Comunidad de orden tradicional» que no siempre implica la comunidad humana descrita en C. 21, la comunidad de Fe en oración marcada por C. 22 y la comunidad de intereses en función de la misión señalada en C. 33 y 24.
En las Constituciones está claramente indicada la finalidad del Proyecto Comunitario: Determinar en común
A) Modalidades de su vida de oración
Esto supone:
- «un no a la rutina, y
- un sí a la creatividad de la comunidad».
Fijado el objetivo o meta a alcanzar como comunidad cristiana y vicenciana, nos sentamos en torno a una «mesa común» para buscar y encontrar juntas qué formas de oración, qué tipos de celebraciones, qué clase de intercambios, nos van a ayudar a conseguir el objetivo común. Todo ello de acuerdo y en consonancia con nuestra vida real: Personas, trabajo, tiempo, limitaciones.
B) Modalidades de participación
Es un no a la pasividad para dar paso libre a la responsabilidad personal y a la corresponsabilidad.
Estas modalidades de participación suponen la creación de cauces concretos que conduzcan a la puesta en práctica del número 23 de las Contituciones. La coparticipación bien llevada contribuye a la creación del ambiente fraterno que hemos de construir diariamente. Entre los cauces concretos de coparticipación cabe señalar:
- El presupuesto económico local que abarca las condiciones materiales de la Comunidad y del servicio.
- Los intercambios para los compromisos espirituales.
- La programación de actividades y distribución de servicios para los compromisos apostólicos.
C) Modalidades del trabajo
Se admiten diferentes tipos de servicio dentro de una misma comunidad local. Es un no a la uniformidad. Supone la búsqueda y encuentro de la «Comunidad funcional» para el servicio de los pobres. El imperativo que ordena el trabajo de la comunidad, es la necesidad de los pobres, no las apetencias personales.
La diversidad de servicios en función de las distintas necesidades de los pobres que nos rodean, supone un nuevo estilo de Comunidad que exige:
- Respeto profundo a las diversidades del servicio y a las personas implicadas en cada una de ellas.
- Aceptar diversos servicios como misión de la Comunidad, y no de «tal» o «cual» Hermana.
- Suplir, en lo posible, los «vacíos» que se crean a consecuencia de los destinos.
Un segundo interrogante que se plantean algunas Hermanas en torno al Proyecto Comunitario es: ¿Supone comunidad? o ¿Crea comunidad?
a) Si el Proyecto Comunitario supone comunidad, se afirma que algunas comunidades no podrían elaborarlo.
b) Si crea comunidad, debería cuidarse y potenciarse mucho más.
Las Constituciones dan una solución clara a este segundo interrogante. El Proyecto Comunitario por el hecho de serlo, es: La expresión concreta del estilo de vida de la Comunidad (C. 25 y E. 22) y a su vez, es respuesta comunitaria a los imperativos evangélicos y vicencianos contenidos en las Constituciones. El Proyecto Comunitario, supone un mínimum de Comunidad y es también cauce de potenciación de la misma.
La elaboración del Proyecto Comunitario supone en todos los miembros:
- Conciencia de grupo (C. 20).
- Conciencia vocacional clara de personas dadas a Dios, para el servicio de los pobres, en Comunidad (C. 22).
- Conocimiento claro de las exigencias de pertenecer a la Compañía (C. 20).
- Responsabilidad personal:
- A nivel de conocimientos y madurez personal (C. 41).
- A nivel de crecimiento vocacional:
- personalmente (C. 9 y C. 41);
- comunitariamente (C. 9 y C. 41).
- A nivel de compromiso apostólico convencidas de que: «Lo de todas es mío»… «Lo mío es de todas»… (C. 24).
San Vicente, desde los comienzos de la Compañía, insiste en esta exigencia de responsabilidad personal respecto al futuro de la Compañía: «No podéis esperar que las que vengan después de vosotras, para seguir vuestro ejemplo, sean mejores que vosotras, ya que de ordinario cada cosa produce algo semejante a ella misma» (Conf. 5-7-1640. IX/ 34).
La Compañía del futuro será lo que nosotras queramos que sea. Nuestros proyectos de vida deben tenerlo en cuenta.
Claridad de ideas y convicciones.
Debemos respetar situaciones de inseguridad, dudas o crisis… pero todas tenemos que estar convencidas de que nos une «la convicción de una misma llamada» (C. 21). Sólo con esta convicción podemos hacer realidad lo que nos dice el número 21 de las Constituciones: «…Es un lugar donde se da el afecto, el respeto mutuo y la igualdad entre las Hermanas…». Se da cuando todas damos sin exigir nada a cambio más que el gozo interior de saber que así somos Hijas de la Caridad.
Estas exigencias contribuyen a la elaboración de un Proyecto capaz de construir el ambiente fraterno todos los días (C. 23) conscientes de que la «Comunidad no se goza, se crea», creo que podemos aplicar esta idea de Pablo VI sobre la paz a la Comunidad («la paz no se goza, se crea») puesto que, a mi parecer, esto es plenamente válido para la comunidad.
Vistos los interrogantes precedentes, pasemos a estudiar:
2. El Proyecto Comunitario en las Constituciones
2.1. Ambientación y motivación antes de la elaboración
2.2. Contenido del Proyecto
2.3. Realización
2.4. Revisión
2.1. Ambientación y motivación
En C. 25, leemos: «El Proyecto Comunitario, se prepara en la reflexión ante Dios».
Supone:
- Clima de Fe.
- Profundización en el conocimiento vocacional personal.
- Oración.
Esta motivación sobrenatural es la clave del «despegue» de una Comunidad. De esa reflexión ante Dios, realizada por todas y cada una, surge la energía para lanzarse, sin miedo, a buscar juntas la voluntad de Dios en el «aquí y ahora» que nos toca vivir.
La elaboración del Proyecto Comunitario implica una exigencia: «La adhesión de todas las Hermanas» (E. 22).
2.2. Contenido del Proyecto Comunitario
En este aspecto es más explícito y profundo el E. 22 que C. 25. En el número citado de los Estatutos, se hacen dos anotaciones importantes:
a) «Concebido en función de la misión». No en función de la vida comunitaria. La vida fraterna, fundamental y necesaria para toda hija de la Caridad, está al servicio de la misión. No puede estar concebido el Proyecto en función de los intereses de tal o cual Hermana o grupos de Hermanas, aunque sea la Hermana Sirviente.
El imperativo en función del cual deben girar los planes del Proyecto es la Misión, el servicio, los Pobres.
b) «Se elabora a nivel local y se somete a la Visitadora». Esta elaboración exige:
- Reflexión.
- Diálogo.
- Buscar juntas la voluntad de Dios.
- Decidir juntas.
No puede haber imposición, ni de la Hermana Sirviente, ni de otros grupos de Hermanas.
Se somete a la Visitadora y su Consejo para su aprobación porque:
- Somos comunidad que comparte el vivir evangélicamente.
- Somos Comunidad Provincial y Compañía en la Iglesia. Cada Comunidad no es una isla, sino parte de un «todo».
- Compartimos con las demás nuestra fe, nuestra vocación y nuestra misión.
El Estatuto 22 precisa los diferentes aspectos de la vida Comunitaria que debe abarcar el Proyecto:
Organización de la vida diaria, de forma que quede asegurado el debido equilibrio entre:
- La oración, vida espiritual.
- El trabajo, la misión, el servicio, el quehacer apostólico.
- El descanso, no somos máquinas. Necesitamos tiempos de recuperación después de la fatiga y el cansancio.
- Las expansiones, necesitamos comunicamos para conocemos y estimamos. Dialogar para valoramos mutuamente, comprendernos y ayudarnos. La vida fraterna no se goza, se crea. Para ello necesitamos espacios de tiempo que contribuyan a ello:
a) Comunicación y diálogo.
b) Recreos alegres y gozosos.
c) Expansiones al aire libre que no perjudiquen la vivencia de la pobreza.
Con frecuencia nos dejamos comer por el tiempo, por el activismo, por la profesión. Al elaborar el Proyecto se debe poner especial atención al equilibrio de las personas, de forma que lo urgente no nos arrebate lo importante. Ocurre a veces que los valores esenciales de la vocación quedan arrebatados por las cosas urgentes del quehacer cotidiano.
El Estatuto insiste en que hay que organizar y programar la vida diaria de forma que se mantenga el equilibrio de la Hermana. Supone:
- Atención al ritmo de la persona.
- No pedir más de lo que las personas pueden dar. Las tensiones desequilibran.
- Aceptar los ministerios y servicios de los miembros como tarea de la Comunidad.
- Responsabilidad comunitaria de ayuda mutua y colaboración.
- Atención a no crear vacíos en el servicio. Cuando falta un miembro que desempeñe una función determinada que la comunidad la ha tomado como suya, intentar suplirlo y buscar la forma de continuidad.
- Saber crear un ambiente de alegría.
- Clima de relaciones sencillas y cordiales.
- Dar importancia a la expansión diaria en común o recreos. El recreo es el termómetro de la vida fraterna de una Comunidad.
En E. 22 se habla de las «modalidades concretas de silencio» como parte del contenido del Proyecto:
- Necesitamos redescubrir el valor del silencio.
- Para una mayor coherencia y equilibrio en nosotros mismos.
- Para favorecer la vida interior y la oración.
- Para reflexionar sobre el sentido de lo que hacemos y de lo que nos rodea.
- Para desarrollar la creatividad de las personas, en orden a:
- Potenciar y enriquecer el servicio.
- Potenciar y enriquecer la vida espiritual: Lecturas, reflexiones…, ¡Necesitamos interiorizar!
- Potenciar y enriquecer la vida fraterna, estando atentos a los detalles y a las fechas. ¡Cuántas veces un recreo bien preparado con motivo de una fiesta derriba tensiones y fronteras y crea lazos de proximidad!…
- Potenciar y enriquecer la vida apostólica. La preparación de una catequesis, de unas convivencias, de un retiro, de una celebración…, exige aislarse y retirarse al silencio.
2.3. Realización del Proyecto Comunitario
En C. 25 se nos dice que: «se vive en el hacer cotidiano».
- No es letra bonita para que lo vea el Consejo Provincial.
- No es una fórmula.
- Recoge lo que queremos vivir y vamos a tratar de vivir cada día. Exige por tanto realismo.
El realismo de la vida debe estar presente también a la hora de elaborarlo. No sólo a la hora de verificarlo. Este realismo en la elaboración implica:
- Poner objetivos adecuados a las aptitudes y actitudes humanas y espirituales de la mayoría de los miembros de una Comunidad, en la línea de la vocación y del carisma vicenciano.
- Aceptar las limitaciones propias y ajenas.
- Dar más que exigir.
- Aceptar y saber buscar medios para superar las dificultades que van surgiendo.
San Vicente era un hombre realista cien por cien. El secreto de sus éxitos radica con frecuencia en este aspecto. Está atento a la vida, a las dificultades, sale al paso de ellos y no se deja vencer. Estudia los medios para superarles, consciente de que el Reino de los cielos sufre violencia y sólo los esforzados lo consiguen.
Así vemos en las Conferencias a las Hijas de la Caridad, cómo va detectando los fallos de la vida (Conf. 5-7-1640. Conf. 6-1-1642…) y trata de dar soluciones eficaces para superarlos.
El Evangelio también es clarividente en esta línea de realismo como aceptación y superación de las dificultades. En el texto del «Joven rico», que se marcha triste porque no acepta la iniciativa de Cristo, vemos cómo contesta Jesús a la pregunta de Pedro:
— «A nosotros que lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos vas a dar?… «.
— «Cien veces más —casas, hermanas y hermanos, madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, la VIDA ETERNA…» (Mc 8, 28 y 30).
A mí me llama la atención esta expresión: «con persecuciones».
Es el premio al seguimiento de Cristo. ¿Por qué pues extrañarnos cuando llega la dificultad?
En esta misma línea podemos ver los textos del Sermón del Monte, en sus párrafos finales (Mt 5, 10-12).
Para san Vicente este realismo de la vida nos lleva a «sufrir de buena gana y por amor de Dios las incomodidades, contrariedades, burlas, calumnias y otras mortificaciones que hasta del buen obrar podrán sobrevenirles» (Reglas Comunes, Cap. I, número 7).
2.4. Revisión del Proyecto Comunitario
Tanto en C. 25 como en E. 22, se afirma que el Proyecto Comunitario «se revisa periódicamente»:
- Porque la vida lleva consigo la limitación.
- Porque el avance exige revisiones frecuentes.
- Porque las revisiones nos ayudan a conectar con la realidad de lo que somos y de lo que vivimos.
En cuanto a la metodología de la revisión es sumamente sencilla:
- ¿Qué dijimos?… ¿Qué nos propusimos?…
- ¿Cómo lo estamos cumpliendo?…
- ¿Podemos hacerlo mejor?…
- ¿A qué nos comprometemos para mejorarlo?…