El Padre Claret y las Hijas de la Caridad

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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Conocidas son las relaciones frecuentes del R Claret con nuestros misioneros, antes y después de ser nombrado Arzobispo de Cuba. Precisamente fue nuestro egregio Padre Codina, Obispo de Canarias, el primero en conocer y apreciar el valor del entonces mosén Claret y consiguió lle­varle consigo a evangelizar aquella diócesis

Todos nuestros misioneros antiguos hablaban con enco­mio del venerable P. Claret y recordaban en particular aquellos santos ejercicios espirituales que en 1857 hizo en nuestra casa de Leganitos siendo Arzobispo va y confesor de la Reina Un día vieron todos con asombro a tan santo y encumbrado varón ponerse el mandil de servir en el re­fectorio y con la venia del Superior y «con mucha gracia, modestia y humildad, dice un testigo de vista, ir sirvien­do los platos a cada uno de los comensales, no sólo Sacerdotes, sino Hermanos y Seglares.

No tan conocidas son las relaciones del venerable Padre Claret con las Hijas de la Caridad, pero no fueron menos íntimas. En Vich, en Canarias y durante sus correrías apostólicas y más tarde en sus largos viajes por provincias con la Reina. Isabel, se puede decir que no hubo casa de Hermanas que no visitase y edificase con su palabra y con sus ejemplos. Precisamente fue la Superiora del Hos­pital de Manresa, quien al terminar una fervorosa plática que les echó, le anunció el nombramiento del P. Codina para Obispo de Canarias y le propuso en nombre de éste si le quería acompañar a aquellas Islas. Allí vio de cerca el apostola­do de Caridad que ejercitaban las Hermanas con los pobres n Escuelas y Hospitales.

Cuando en 28 de diciembre de 1850 se embarcó el P. Claret para su diócesis de Cuba fueron con él 18 Hijas de la Caridad y durante la navegación, tiempo poco a pro­pósito para la oración y recogimiento, refiérenos su biógra­fo la vida de monasterio que tanto el P. Claret y sus com­pañeros Sacerdotes, como las Hermanas llevaban en el barco.

Refiere también el P Aguilar, obra citada, tomo II, página 96, un suceso acontecido en el Real Noviciado de Madrid, y del que fue testigo presencial Sor Carmen Piera. Tuvo esto lugar después de venir de Cuba el santo Ar­zobispo.

Predicando un día—dice–en el Noviciado, que las Hermanas de la Caridad tienen en Madrid, y hablando a las presentes de la excelencia de su vocación, las dijo que la Hermana que abandonara su estado, no tendría paz en toda su vida ni en la hora de la muerte. He tranquilizado—añadió—a muchas almas, pero nunca he podido calmar las inquietudes de una Hija de la Caridad que ha abandonado su vocación. Luego mudó de voz y con aire terrible pro­nunció estas proféticas palabras: ahora mismo hay entre las que me escuchan una que piensa salirse de la Congre­gación, y yo la digo de parte de Dios, que, si se sale, Se condenará. A los pocos días salía, en efecto, del Instituto una Hermana con gran espanto de sus compañeras, las cuales todas unánimemente creyeron que el P. Claret había ido expresamente a predicarles para dar de parte de Dios aquel terrible aviso a la Hermana tentada, pues había ida a dirigirles la palabra en un día desacostumbrado y en cir­cunstancias que llamó la atención de las Hijas de San Vicente.»

Finalmente, la misma Historia, tomo II, pág. 64, nos refiere que en el proceso informativa del venerable P. Claret hay la declaración siguiente:

Sor Ramona Durán, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, actualmente residente en Vera, provincia de Almería, en una carta que me escribe en 25 de diciem­bre del año próximo pasado 1887, entre otras cosas, me da las gracias por haberla remitido unas estampas y vida del P. Claret y me añade estas textuales palabras : Yo, en par­ticular, tengo mucha confianza en su intercesión y me en­comienda muchas veces a él, y mucha más, desde que me dijo una persona muy justa, que rogando por su alma se le apareció y le dijo: Hija mía, no ruegues por mí, que no me hace falta, pues estoy en el cielo. Dios te lo pague. Desde entonces me encomiendo a él, como a un santo, siem­pre que deseo obtener alguna gracia.

He querido poner aquí estas notas como preámbulo al siguiente documento, que, entre otros muchos importantes, guarda inéditos el Real Noviciado de Jesús Es como si­gue:

«Beneficencia y Sanidad.—Negociado 2.°.—El M. R. Arzobispo de Santiago de Cuba ha elevado a S. M. por conducto del Ministerio de Estado, con fecha 4 de diciem­bre próximo pasado, la exposición que sigue: «Señora: Cuando en el año de 18.50 tuve el honor de visitar a V. M. y despedirme para este Arzobispado de Cuba, soli­cité del Gobierno de V. M. Hermanas de la Caridad para la dirección de los hospitales de esta mi Diócesis. Cuán ra­cional y bien fundada estaba mi solicitud lo evidenció la R. Cédula que V. M. se dignó expedir en 27 de noviembre de 1852, en que manda que las Hermanas de la Ca­ridad cuiden de la dirección de los hospitales de esta Is­la. De mi parte he hecho todos los esfuerzos posibles para que se llevaren a cabo todas vuestras soberanas disposicio­nes, que están mandadas por aquellas Reales Cédulas, y con­cretándome ahora a lo relativo a las Hermanas de la Ca­ridad, digo, que no hay medio ni resorte que yo no haya puesto en movimiento desde entonces hasta el presente;

nada he conseguido en seis años de súplicas. Diferentes -veces me he dirigido al mismo Director inmediato que las Hermanas de la Caridad tiene en La Habana, sin esca­sear las peticiones al Director principal de Madrid, y siem­pre me han contestado con excusas. Finalmente habiéndose presentado mi encargado al Director, le respondió, como así me lo acaba de decir desde Madrid, con fecha 5 de noviembre próximo pasado, que no podía enviar Hermanas, sin que se le mandara por una Real orden. Estando, pues, las cosas así no puedo menos de acudir a V. M. con pron­titud, alegría y confianza, por segunda vez, bien seguro de

que me consolará, pues que bien sé el amor y aprecio en que S. M. me tiene sin merecerlo y así me prometo que S. M. se dignará dar la orden oportuna para que vengan tan pronto como sea posible seis Hermanas para el estable­cimiento de Beneficencia de esta Ciudad de Santiago de Cuba; y luego para el hospital militar de esta misma Ciu­dad y el de Caridad. Además, en la Ciudad de Puerto Príncipe hay cuatro establecimientos que en todos se ne­cesitan Hermanas, como son: el Hospital de San Juan de Dios, que es únicamente para varones; el Hospital de la Virgen del Carmen, que es para mujeres el Hospital militar y finalmente, la casa de Beneficencia, que yo estoy levantando -de mis ahorros, para poder recoger y educar bien a tantos niños y niñas que en el día andan perdidos. Bien se, Señora, que actualmente se halla el Noviciado es­caso de Hermanas; tampoco ignoro que de muchas partes están pidiendo nuevas fundaciones, y que de todos los es­tablecimientos- fundados piden que les llenen los vacíos que ha dejado el cólera; pero por estas y otras consideraciones que tengo muy presentes no soy ni me atrevo a ser demasiado exigente; sólo por de pronto, pido seis para la Be­neficencia de Santiago, y después irán viniendo las otras, hasta que estén subvenidos los establecimientos de este De­partamento y Arzobispado, coma lo está el Departamen­to y Diócesis de La Habana y estarán los dos equilibra­dos, ya que las Reales Cédulas de V, M. se dirigen igual­mente a toda la Isla y miran igualmente a ambas Dió­cesis y Departamentos, ya finalmente que los bienes mona­cales de los Belemitas se les destina a igual objeto: serla una cosa bastante repugnante a la Caridad y a la Justi­cia, que en los Hospitales de La Habana tuvieran sesenta Hermanas, sin poder alcanzar ni una para los hospitales de Santiago de Cuba, en tantos años de peticiones y en medio de tantos trabajos en que nos hemos visto envuel­tos en esos años. Por lo tanta suplico a V. M. se dig­ne mandar que, por de pronto, vengan seis Hermanas para la Beneficencia de Santiago de Cuba, y después para los hospitales y establecimientos ya mencionados. Gracia que espera alcanzar del corazón caritativo de V. R. M. San­tiago de Cuba, 24 de diciembre de 1856.—Señora : A. S.

  1. de V. M., Antonio María, Arzobispo de Cuba.»

Lo que traslado a V. S. de R. O., comunicada por el Sr. Ministro de la Gobernación, a fin de que se sirva in­formar lo rue acerca del particular solicitado se le ofrez­ca y parezca. Dios guarde a V. S. muchos años. Madrid, 4 de mayo de 1857.—El Subsecretario, Antonio Gil de Zárate,

Sr. Director general del Real Noviciado de las Hijas de la Caridad.»

Despachó favorablemente la Reina tan justa petición del Padre Claret, como se ve por la siguiente Real orden:

«El Sr. Ministro de Gobernación dice, con esta fecha, al de Estado lo que sigue: He dado cuenta a la Reina (q. D. g.) de la exposición que por conducto de V. E. ha elevado el M. R. Arzobispo de Santiago de Cuba, en soli­citud de que se conceda una fundación de seis Hermana de la Caridad para el cuidado y asistencia de los estable, cimientos de Beneficencia de su Metrópoli, y enterada

M,. se ha dignado mandar se proceda a la fundación so­licitada por el M. R. Arzobispo de Santiago de Cuba, con carácter de preferencia. De R. O. comunicada por el ex-, presado Sr Ministro, lo traslado a usted para su conoci­miento y fines consiguiente. Dios guarde a usted muchos años. Madrid, 1.° de julio de 1857.—El Subsecretario, An­tonio Gil de Zárate Sr. Director del Real Noviciado de. Hijas de la Caridad.»

Manifiesto queda aquí el vivo interés y las repetidas instancias, conque quiso el Santo Arzobispo llevar a su’ Diócesis de Santiago de Cuba él tesoro inestimable de las Hijas de la Caridad de San, Vicente de Paul,

Dios no le concedió este consuelo, a causa de las cir­cunstancias porque atravesaba entonces aquella Isla, según refiere el P. Viladas con estas palabraQ (1): «Desde el año 1857 hasta el 63 no vinieron Hermanas de España por la razón inconcebible de haber el director, Sr Bosch, trans-fOrmado estas, fundaciones en provincia francesa, en cuyo período vinieron Hermanas francesas y su Visitadora que gobernaba y disponía corno tal en todas las cosas. Esta circunstancia, como era de esperar, produjo quejas por parte de la provincia de España y perturbaciones y disgus­tos en el seno de la Comunidad, lo que dió por resultado la separación del Director Sr. Bosch, efectuada en noviem­bre de 1862.»

Más tarde ordenó el R. P. General que las casas de La Habana, únicas entonces en la Isla, volviesen a formar parte de la Península, con lo cual volvieron a ir Herma­nas españolas a Cuba, y en la primera expedición, a 15 de octubre de 1863, fueron cincuenta, doce de ellas a Santiago, donde fundaron a principios del siguiente año el Hospital Militar y la Beneficencia.

Más tarde se han ido estableciendo en aquella Diócesis, que santificó el V. P. Claret, numerosas fundaciones en SantiSpíritus, en Puerto Príncipe, en Ciego de Ávila y, sobre todo, en Santiago de Cuba, donde tantos y tan su­blimes heroísmos de Caridad hicieron principalmente du­rante la guerra, y continúan haciendo en sus múltiples asilos, colegios y hospitales.

PEDRO VARGAS.

Madrid, 27 de julio de 1930.

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