Son insoportables estos escribas… Sí, ciertamente hacen preguntas interesantes, pero de las que ya conocen las respuestas.Toman la palabra para «ganar terreno» y, a ser posible, quitarle el protagonismo a JESUS. Lo que les interesa es su propia visión de las cosas. Se complacen en el debate de las ideas para demorar así los compromisos. No acaban de estudiar el mapa para encontrar el camino ideal que conduce á la felicidad.
Qué «debo hacer para ser feliz para siempre?»
Y mientras recitan deletrean la respuesta, retrasan a todo el mundo.
Segunda pregunta: «¿Quién es mi prójimo?»
Entre millones de pobres, ¿quién es mi prójimo?
¿El del cuarto, el del Tercer Mundo? ¿El del ESTE? ¿El del Oriente Medio? ¿El del antiguo o del nuevo mundo?
A estas preguntas sobre el Código de la Carretera de la Caridad, JESUS responde poniendo a todos en el camino de los hombres, porque ese camino es también el Camino de DIOS. ¿Con qué narración? Precisamente con la de un camino que va, por casualidad, de JERUSALEN a JERICO. Un camino peligroso de 15 kilómetros, que baja de 950 metros por encima del nivel del mar a 490 metros por debajo del mismo.
Un camino que va del Templo a cielo abierto al horno del mar Muerto, lleno de sal. En este camino hay caminantes, hay circulación. Pasa un hombre. Nada se sabe de él, sino que es un hombre. Este hombre se ve agredido violentamente y queda medio muerto al borde del camino.
Por este mismo camino pasa un sacerdote, pasa un levita. Ambos ven al hombre, pero no se detienen, y hasta dan un rodeo… Han pasado… Los profesionales de la PALABRA de DIOS, los especialistas de la oración, del culto, de la caridad, han pasado…, los fieles del TEMPLO que enseñan la TORA de Alianza, se conducen como infieles por el camino de la vida.
Por este mismo camino pasa también un hombre.
Ve al herido, se detiene, entra en alianza con un desconocido que está necesitado. Ahora bien, este hombre es infiel al TEMPLO de JERUSALEN… Es un SAMARITANO…, pero el mal del otro le llega al corazón. Entra en la pasión del desconocido y se apasiona por este hombre.
Entonces, ¿quién se mostró prójimo del hombre explotado, herido, dejado de lado en el camino de la vida, que es el camino de nuestra historia, la historia de los hombres de hoy, que va de las alturas a los bajos fondos de la miseria y de la muerte?
¿Cuándo, pues, el estado mayor de los ESCRIBAS que elabora leyes, tratados de alianza, dejarán sus discursos sobre los derechos de Dios, los derechos de los creyentes, los derechos del hombre?
¿Cuándo los profesionales de lo religioso dejarán de dar un rodeo en el camino? ¿Cuándo dejarán de ser bizcos, de mirar con un ojo a los principios, los valores, la regla, y con el otro a las necesidades de los hombres? ¿Cuándo dejarán de hacer las cosas «por» Dios, para tomar el camino del cielo?
En la obra de teatro titulada «EL VICARIO», hay una frase: «Desconfía del hombre que tiene su Dios en el Cielo.» Ese hombre tiene ojos y no ve; encuentra siempre una razón para salvaguardar sus intereses, sus privilegios, sus valores… JESUCRISTO, por su parte, de DIOS que era y sigue siendo, no se quedó en el cielo. Tomó el camino de los hombres y se comportó en todo como un hombre. Llevó incluso la solidaridad de la alianza, hasta la humildad del esclavo… Lavó las llagas de los hombres, como lavó los pies de sus Apóstoles. ¡Más! JESUCRISTO es VERDAD, VIDA, el CAMINO que va de la Gloria de Dios al infierno de los hombres.
JESUCRISTO se hace «pecado» por los hombres para enriquecerlos con su pobreza. San Vicente no se preguntó «quién era su prójimo», sino que, en el corazón de este mundo, que era el suyo, bajo el impulso del Espíritu, se detuvo para poner en pie, para hacer resucitar a los Pobres, heridos por la vida en el camino de la historia.
A ejemplo de JESUCRISTO, San Vicente se entrega a Dios para hacerse el prójimo de cada hombre que encuentra. Ve a Dios en el Pobre, y al Pobre en Dios, a causa de JESUCRISTO, que es a la vez el Pobre desconocido y el principio de la compasión. Amar a Dios y amar al prójimo, forman un todo. Este es el misterio del Verdadero Código de la Vida…, es el Código del Camino del AMOR.
¿Nuestra participación en la civilización del amor no pasa por el camino de la cercanía con los pobres, marginados de la historia? ¡Si nosotros nos hiciéramos «más» como este SAMARITANO, que con la fuerza de sus brazos, con el sudor de su frente, levanta al hombre, lo cuida, lo salva! No somos los espectadores de las nuevas pobrezas, sino los actores de la liberación de los pobres; no los escribas de la exclusión, no los religiosos de la oración desencarnada y del culto celebrado sin preocupación por los problemas en que se debaten los hombres por el camino de la Historia. Dios nos da su Espíritu para anunciar la Buena Noticia a los Pobres. Si el Hombre es el Camino de la Iglesia, los hombres pobres son nuestro Camino, porque ése es el camino de Dios: JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR, el LIBERADOR. AMEN