Edificad sobre roca firme

Francisco Javier Fernández ChentoEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: Flores-Orcajo · Fuente: CEME.
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«Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos, y arremetieron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca firme». (Mt 7,24-25).

«La Congregación de la Misión, que consta de clérigos y laicos, para alcanzar, con el impulso de la gracia divina, el fin que se propone, trata de llenarse de los sentimientos y afectos de Cristo, más aún, de su mismo espíritu, que brilla sobre todo en las enseñanzas evangélicas, como se explica en las Reglas Comunes» (C 4).

casa-rocasLa idea principal del texto constitucional es, sin duda, que los miembros de la Congregación de la Misión son clérigos y laicos, como sucede en la Iglesia. Pero se añade algo más. Se indica la referencia continua de unos y otros a Cristo, a sus sentimientos y afectos, a su espíritu, porque, como ya se dijo, el «primero y principal» quehacer de los miembros de la Congregación de la Misión es revestirse del espíritu de Cristo. Una tercera idea es el relieve que se da a las Reglas Comunes como lugar en donde todos, sacerdotes y hermanos, pueden meditar la doctrina evangélica apropiada al misionero. Nos detenemos en este aspecto.

1. «La doctrina de Cristo no engaña».

Máxima indiscutible: Cristo no falla, su doctrina no engaña. Estar convencido de ello es lo que San Vicente pide a sus misioneros:
«Ante todo cada uno de nosotros se esforzará por convencerse de esta verdad: que la enseñanza de Cristo no puede engañar nunca, mientras que la del mundo es siempre falaz. El mismo Cristo afirma que ésta es como edificio fundamentado sobre roca sólida. Por eso la Congregación de la Misión profesará el obrar siempre según las enseñanzas de Cristo, nunca según las enseñanzas del mundo…» (RC II, 1).

2.- Somos hombres espirituales.

San Pablo hizo la distinción entre hombres espirituales y carnales (1 Cor 2,14). El hombre carnal no acepta la manera de ser del hombre espiritual. Para San Vicente el misionero es un hombre espiritual y por eso la primacía de los valores espirituales es indiscutible en la Congregación de la Misión:

«Cristo dijo: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás que necesitéis se os dará por añadidura». Por eso cada uno de nosotros se esforzará por preferir lo espiritual a lo temporal, la salvación del alma a la salud del cuerpo, la gloria de Dios a la vanidad humana. Aún más: elegiremos firmemente, como San Pablo, el padecer la miseria, la infamia, toda clase de sufrimientos, e incluso la misma muerte antes que separarnos del amor de Cristo. No buscaremos afanosa-mente los bienes de este mundo, sino que pondremos nuestra seguridad en el Señor. Y estaremos seguros de que mientras nos enraicemos en este amor y nos basemos en esta esperanza, viviremos siempre bajo la protección del Dios del cielo. Si así lo hacemos, no nos afectará ningún mal, ni nos faltará ningún bien, aunque nos parezca que todo lo nuestro camina hacia la ruina». (RC II, 2).

3.- «Veneraremos de corazón nuestras Reglas».

Las Reglas Comunes se pueden considerar como el «código de la perfección de nuestro Instituto». San Vicente nos exhortó a venerarlas:

«Todos veneraremos de corazón nuestras Reglas o Constituciones, incluso las que nos parezcan de menor importancia. Las miraremos como medios que Dios nos ha dado para adquirir la perfección propia de nuestra vocación y así conseguir la salvación. Por ello excitaremos en nosotros con frecuencia el deseo vivo y generoso de observarlas con fidelidad…Y si algunas de esas reglas repugnan a nuestro entendimiento o a nuestra sensibilidad, nos esforzaremos sin descanso por superar y vencer nuestro gusto natural. Recordemos que, según las palabras de Cristo, el Reino de los Cielos exige violencia y sólo lo consiguen quienes se la infligen a sí mismos». (RG XII, 13).

  • ¿Sigo considerando a las Reglas Comunes como el verdadero «código de mi vida espiritual»?
  • ¿He procurado adentrarme en su espíritu leyéndolas con frecuencia, estudiándolas y meditándolas?

Exhortaciones de San Vicente al final de la Conferencia del 14 de febrero de 1659 sobre las máximas del Evangelio.

«Llenemos de ellas nuestro espíritu. Llenemos nuestro corazón de su amor y vivamos en consecuencia.
Recemos a los apóstoles, que tanto las amaron y tan bien las observaron.
Recemos a la Santísima Virgen que, mejor que ningún otro, penetró en su sentido y las practicó.
Recemos, finalmente, a nuestro Señor, que las ha establecido, pala que nos dé la gracia de ser fieles en la práctica, excitándonos a ello con la consideración de sus virtudes y con su ejemplo.
Hay motivos para esperar que, al vernos aquí en camino de vivir según estas máximas, nos serán favorables en el tiempo y en la eternidad». (XI 428).

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