Domingo de Resurrección (reflexión de Antonio Elduayen, C.M.)

Francisco Javier Fernández ChentoHomilías y reflexiones, Año BLeave a Comment

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Author: Antonio Elduayen, C.M. .
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Queridos amigos,

Estamos en el día más importante del año: Pascua de Resurrección. Y ¡aleluya!, palabra hebrea que significa Gloria a Dios, es el grito de júbilo que nos sale incesante del corazón. Porque Jesús ha resucitado. Alguien que estaba muerto  -¡y qué muerte!- y enterrado de tres días, resucitó. Es la noticia más grande e impactante de la historia: un hombre, llamado Jesús, resucitó por sí mismo de entre los muertos…

El suceso y la noticia son tan grandes e impresionantes, que nos cuesta creerlas, pero ahí están, como un hecho histórico comprobable y comprobado. Nos lo cuentan los cuatro evangelistas (Mt, cc 26,27 y 28; Mc cc. 14, 15 y 16; Lc cc. 22,23 y 24; y Jn 17,18,19,20 y 21), que hacen de la muerte y resurrección del Señor el núcleo principal y culminante de sus relatos. Y nos lo cuenta el kerigma o predicación de los apóstoles (He 2,14-35; He 3,12-25; He 10,34-43…), centrada en que Jesús a quien mataron, resucitó.

La Resurrección del Señor es, sin duda, el acontecimiento más grande de la historia y de la naturaleza, que se supera a sí misma en la evolución de la especie. Es también el misterio central de la Iglesia y del cristiano, que hacen girar su existencia en torno a la Resurrección, misterio pascual, que celebramos comunitariamente todos los domingos del año.
Para nosotros, la Resurrección del Señor es ciertamente lo que da sentido y validez a nuestra fe, pues seríamos los hombres más infelices si Cristo no hubiese resucitado, como observa S. Pablo (1 Cor 15, 19). Es también lo que anima y empuja nuestro empeño de hacer realidad en esta vida, aquí abajo y ahora, lo que esperamos obtener en el más allá: paz, felicidad, libertad, amor… Lo lograremos, supuesta la gracia de Dios, en la medida de nuestro empeño y sacrificio, pues no hay resurrección sin muerte ni victoria sin lucha.

Que existe un más allá es otra de las cosas que se desprenden del hecho de la Resurrección del Señor. La muerte no es nuestro destino final, pues hay un más allá, otra forma de vida, que un día se nos ha de dar como ya se dio en Jesucristo (y en la Virgen de la Asunción). ¡¿Cómo no exultar de gozo ante tan inimaginable acontecimiento, que nos llena de esperanza?! ¡¿Y cómo no felicitarnos y, ante todo, felicitar a Jesús por su triunfo?!

Por mi parte, al felicitarles a ustedes por la Resurrección del Señor, que es garantía y anticipo de la nuestra, les invito a vivir un vida renovada, llena de optimismo, con la mirada puesta en los valores del evangelio y “de arriba” (Col 3,1-4), y con el compromiso de trasformarnos y cambiar el mundo.  ¡El Señor ha resucitado, aleluya!

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