Domingo 1º de Adviento (reflexión de Alfonso Berrade, C.M.)

Francisco Javier Fernández ChentoHomilías y reflexiones, Año ALeave a Comment

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No hemos celebrado la entrada al nuevo año religioso como celebramos la entrada en año nuevo civil. Hemos dado en un año la vuelta entera al misterio de Cristo. Hemos tratado de centrar nuestra vida en el modelo que Jesús de Nazareth nos dejó. Desde la infancia, pasando por la vida oculta, su vida pregonera de salvación, su muerte y resurrección hasta su Ascensión al cielo y envío del Espíritu Santo, ha sido todo un caminar en comunidad como nos enseñó Jesús. Comunidad en la que unas veces animamos a los hermanos y más veces somos animados por los  otros. A veces somos santos y a veces pecadores, pero ahí vamos. Así hacemos el camino.

Hoy iniciamos un nuevo giro más amplio que el anterior. Otra vez celebramos la presencia humana de Cristo en nuestras vidas. Hoy ya no nos interesan tanto las lucecitas y regalitos de Navidad. Esa era nuestra etapa infantil. Ni nos interesan tanto las cenas y fiestas, más propias de nuestra juventud. Nuestra vida ahora adquiere una emoción nueva. Después de tantos golpes, guerras, ataques a la humanidad más sencilla e inocente, vemos que aún así el ser humano es lo más importante de toda la creación. Aún cuando los horizontes de las crisis económicas, las luchas políticas, el negocio del vicio y de las armas dejan reducido al hombre a un muñeco de guiñol, seguimos los cristianos valorando la vida de modo positivo. Luchamos por hacernos oír, tratamos de ofrecer modos alternativos de vida humana basados en los valores y en los principios de servicio, amor, justicia, verdad y alegría de vivir. Nadie nos va a quitar la plenitud de vida que hemos descubierto en Cristo, el evangelio, la Iglesia y en la fraternidad.

Llegó Cristo, Dios hecho hombre, y nos abrió los ojos para ver lo que somos como seres humanos. ¡Pero si el mismo Dios se ha hecho hombre, es porque ser hombre es algo grande! Eso debemos aceptar en nuestra mente y corazón. No hay nada más grande que saber valorar el regalo que Dios nos ha dado con la vida. Todo lo que existe en el mundo está al servicio del hombre: La ciencia, el arte, la economía, la política y toda la vida social.  Los hombres nos damos la mano y el corazón para avanzar juntos hacia la casa del Padre, haciendo del camino un auténtico paseo de alegría y disfrute del regalo que Dios nos dado.

Salimos en defensa de la vida humana. Vale más un ser humano que todas las mascotas del mundo. No podemos aceptar que se pueda matar a nadie de modo legal. El aborto no puede ser nunca un derecho, sino un crimen. Ser indiferentes ante el hambre de los humanos es ser inhumano. No hacer algo por aliviar el dolor de los enfermos y ancianos es hacer de los 365 días del año  un viernes santo doloroso. Por el contrario,  dar vida es participar del rango creador de Dios. Sanar enfermos y alimentar hambrientos es ser participantes del modo de vida de Cristo Jesús en la tierra.

Tenemos cuatro semanas para decidirnos a entonar el canto a la presencia del Verbo Encarnado en medio de nosotros. Cuatro semanas para decirle sí a la vida.

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