“No hay vida ni acción sin Cristo.” (SvdeP)
En esta celebración se nos pide que reflexionemos sobre el Misterio del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Vemos en el Evangelios a Jesús, ofreciendo la copa de vino a sus discípulos, mientras declara: “Esta es mi sangre, sangre de la nueva alianza”. Con estas palabras evocaba el sacrificio de la alianza sellada entre Dios y su pueblo en el Sinaí, como leemos en la primera Lectura, una alianza que prefiguraba el sacrificio de Cristo en la Cruz. Por eso en el Libro de los Hebreos, se nos pide que meditemos sobre el alcance del sacrificio ofrecido por Cristo.
En el Éxodo, Moisés ratifica el pacto que Dios ha hecho con su pueblo por medio de la sangre de corderos ofrecida en el altar. Es el Dios de la Alianza, que trata de mantener siempre sintonía con su pueblo, aunque éste se desvíe a veces del camino.
Hoy la Iglesia, celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Ese Cuerpo entregado y esa Sangre derramada para sellar la Alianza definitiva entre Dios y su “nuevo pueblo”, la humanidad que acepta la invitación del Evangelio y asume las consecuencias del seguimiento.
Pablo escribe a los Corintios una dura carta para recordarles, el sentido auténtico de la Eucaristía. También nosotros hemos perdido el sentido de ella. Reducimos el mandato de Jesús a decir que Él nos mandó ir a misa y comulgar los domingos. Un rito que no complica ni implica en nada la vida de cada uno de nosotros. Este rito queda totalmente vacío, si no compartimos la vida, los bienes, los dones, las cualidades con los hermanos, especial y principalmente con los más necesitados.
Debemos recuperar el significado profundo del rito que Jesús realiza. “La sangre que se derrama por ustedes” manifiesta la muerte violenta de Jesús por amor a la humanidad y como consecuencia de su compromiso. “Beber la copa”, implica aceptar la muerte de Jesús y comprometerse con Él y como Él, a dar la vida por los demás si fuese necesario. Aquí, está el sentido profundo, existencial e histórico de la Eucaristía: Es la “Nueva Alianza”; un compromiso de amor radical a los demás hasta la muerte. Quien no entiende así la Eucaristía, se ha quedado en un puro rito superficial y sin sentido.
En la Cena, Jesús ofrece el Pan (“tomen”) y explica que es su cuerpo. Significa que Jesús entrega toda su persona, todo su ser: su propuesta, su palabra, su práctica, su presencia. Al invitar a comer el “pan-cuerpo”, Jesús invita a asimilarse a Él, es decir, a asumir con convicción y autenticidad su estilo de vida y su compromiso con el Reino. El efecto que produce el pan en la persona humana es el que produce Jesús en sus discípulos.
Al contrario que el pan, Jesús entrega la copa sin decir nada. El texto dice que “todos bebieron de ella”. Después de darla a beber, Jesús dice: “Esta es la Sangre de la Alianza que se derrama por todos”. La sangre que se derrama significa la muerte violenta, es decir, el sacrificio de la persona que sufre tal suerte. “Beber la copa”, significa aceptar la muerte de Jesús y comprometerse a no desistir del compromiso por el Reino, aunque cueste la vida.
Por medio del Cuerpo y de la Sangre de Cristo que recibimos en la Comunión, nosotros deberíamos comprometernos a cumplir el nuevo mandamiento de Jesucristo: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros como yo los he amado; y por este amor reconocerán que son mis discípulos”. “Como el Padre me ha enviado, así también los envío Yo”. ¿Haremos todo lo que nos manda Jesús?
“No séquién es másnecesitado: el pobre hombre que pide pan, o elhombre rico que pide amor” (SVdeP)







