«Ateniéndonos a la promesa, aguardamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia. Por eso, amigos, mientras aguardáis esto, poned empeño en estar en paz con él, libres de mancha y defecto». (II Pe 3,13-14).
«En las diversas circunstancias de tiempo y lugar, nuestra evangelización, de palabra y de obra, debe tender a que todos, por la conversión y la celebración de los sacramentos se adhieran al Reino, es decir, al mundo nuevo, al estado de cosas, a la nueva manera de ser, a la nueva forma de vivir, y por cierto de vivir juntos, que inaugura el Evangelio (EN 23)». (C 11).
La construcción de un mundo nuevo, basado en la justicia y santidad, es el resultado al que tiende la evangelización de Jesús: «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura» (Mt 6,33). De igual manera, los Misioneros han de procurar, de palabra y de obra, implantar en sí mismos luego en los demás el Reino de Dios, llevando a cabo la obra encomendada.
1.- «Nuestro Señor quiere que ante todo busquemos su gloria, su reino…».
Al Misionero se le conoce por el espíritu y por la actividad apostólica que desarrolla en nombre de Jesús; ha de cuidar, sin embargo, no caer en el activismo como herejía, tentación que ronda frecuentemente a los hombres de mucha actividad. Sólo la atención a las exigencias del Reino de Dios le librará de este peligro. Es posible que alguien objete, como en tiempo de San Vicente: «¡Pero hay tantas cosas que hacer, tantas tareas en la casa, tantas ocupaciones en la ciudad, en el campo!
Trabajo por todas partes. ¿Habrá que dejarlo todo para no pensar más que en Dios? No, pero hay que santificar esas ocupaciones buscando en ellas a Dios, y hacerlas más por encontrarle a El allí que por verlas hechas. Nuestro Señor quiere que ante todo busquemos su Reino, su gloria, su justicia, y para eso que insistamos sobre todo en la vida interior, en la fe, la confianza, el amor, los ejercicios de religión, la religión, la oración, la confusión, las humillaciones, los trabajos y las penas, con vistas a Dios, nuestro Señor soberano; que le presentemos continuas oblaciones de servicio y de anhelos Por ganar reinos para su bondad, gracias para su Iglesia y virtudes para la Compañía». (XI 430).
2.- «Dios reina de una manera especial sobre los justos».
La implantación del Reino en las almas espera del evangelizador una entrega constante a la obra apostólica; de ahí que el Misionero no deba contentarse con los mínimos espirituales, sino procurar hacer de todos los hombres verdaderos hijos de Dios. Tal es la recomendación de San Vicente:
«Dios reina de una manera especial sobre los justos que le honran y le sirven; sobre las almas buenas, que se entregan a Dios y no respiran más que a Dios; sobre los elegidos, que deberán glorificarle eternamente. Sobre esas personas es sobre las que reina de una manera especial, por medio de las virtudes que practican y que han recibido de El. El es el Dios de las virtudes, y no hay ninguna que no venga de El». (XI 431).
3.- «La finalidad de la evangelización es, por consiguiente, este cambio interior».
Las palabras de San Vicente, que acabamos de escuchar, sobre el establecimiento del Reino de Dios en los justos, adquieren plena categoría por el testimonio de Pablo VI, que afirma:
La verdad es que no hay humanidad si no hay, en primer lugar, hombres nuevos con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio. La finalidad de la evangelización es, por consiguiente, este cambio interior, v. si hubiera que resumirlo en una palabra, lo mejor sería que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en que ellos están comprometidos, su vida y ambientes concretos. Posiblemente podríamos expresar todo esto diciendo: lo que importa es evangelizar —no de una manera decorativa, como con un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces— la cultura y las culturas del hombre en el sentido rico y amplio que tienen sus términos en la Gaudium et Spes, 53, tomando siempre como punto de partida la persona y teniendo siempre presentes las relaciones de las personas entre sí y con Dios». (EN 20).
- ¿Me dejo arrastrar por el activismo, no atendiendo a la vida espiritual?
- ¿Busco, a través de la evangelización, construir un mundo nuevo de hombres impregnados del Espíritu, capaces de cambiar los ambientes en que están comprometidos?
Oración:
«Oh Dios, que has llamado a todos los hombres a cooperar en el plan inmenso de la creación, haz que en el esfuerzo común por construir un mundo nuevo, más justo y más fraterno, se consiga que todo hombre encuentre el puesto que su dignidad pide, para que realice plenamente su vocación y contribuya al progreso de todos los demás hombres según la Buena Nueva que nos predicó tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor». (Mro, Votiva por el trabajo).