Cómo hay que obedecer
Obedeceremos todos con prontitud, de buena gana y constancia… (RC V, 2)
53) La obediencia tiene que ser lo más perfecta posible porque debe reproducir la obediencia de Cristo, que fue perfecta, hasta la muerte y muerte de cruz, y porque lo que se pretende con ella es «agradar a Dios», «dar gusto a Dios».
- La obediencia tiene que ser «voluntaria», «libre» y no por miedo, «pronta» porque hacer las cosas con retraso disminuye el mérito, «humilde» y «constante».
- San Vicente pidió a los misioneros que obedecieran sometiendo el juicio, «ciegamente». La obediencia ciega ha sido considerada por muchos autores espirituales como la práctica perfecta de la obediencia. Otros, en cambio, han visto en ella cierta irracionalidad. Como dijimos antes, san Vicente no entró en estas disquisiciones.
54) Referente a la obediencia ciega, lo primero que hay que decir es que los Superiores nunca mandan creer proposiciones especulativas. Los Superiores dan preceptos para que se cumplan. En segundo lugar, la cuestión de la obediencia ciega hay que plantearla a la luz de la fe. No hay peor disolvente de la obediencia cristiana que medirla por los cánones de la eficacia de las empresas humanas o desde la mera razón. El súbdito que obedece iluminado por la fe, supuesta la legitimidad del mandato, sabe que acepta el designio de Dios, aunque vea claramente que para lograr los fines del orden de la eficacia externa, no sea el medio más adecuado.
55) San Vicente aceptó la doctrina común y se la expuso a los Misioneros y a las Hermanas. A éstas les hizo esta pregunta: ¿Qué es lo que quiere decir, hermanas mías, con sumisión de juicio? Es hacer lo que se os ha ordenado con convicción de que eso será lo mejor, aunque os parezca que lo que se os manda no está tan bien como lo que vosotras pensáis, y que eso será lo mejor porque la santa obediencia es agradable a Dios. Muchas veces, hijas mías, nuestro juicio es ciego, y se nos oculta el conocimiento de lo mejor, lo mismo que pasa a veces con los rayos del sol, cuando se pone por medio alguna nube; no es que el rayo no exista, sino que desaparece por algún tiempo. De esta forma, sucede que el cono- cimiento de lo mejor nos queda oculto por la preocupación de alguna pasión; esto nos da a conocer que la mayor seguridad consiste en seguir la obediencia (IX, 83). Por sus propias convicciones, no podría poner en duda una doctrina que llevaba a una práctica profunda de la obediencia, a la luz de la fe, siguiendo a Cristo obediente hasta lo absurdo, humanamente hablando. Hemos de pensar que lo que nos manda el Superior es siempre para bien y debemos conformarnos a su voluntad, como lima en manos del artesano (RC, V, 2).
Los permisos: ¿control o discernimiento?
No basta estar sometidos a los Superiores en el uso de los bienes, sino que es preciso que los miembros sean pobres real y espiritualmente, teniendo sus tesoros en el cielo (PC 13).
56) La lectura de las Reglas Comunes de los misioneros deja la impresión de que, salvada la legitimidad del acto, con permiso se puede todo y sin permiso no se puede nada. Es claro que uno de los ejes de la comunidad vicenciana es la relación superior —súbdito. En el capítulo V de las Reglas Comunes de la Congregación de la Misión, de los 16 artículos que la componen, en 15 aparece el Superior. Es innegable que la dependencia es una forma de practicar la obediencia vicenciana, como dijimos al hablar de la pobreza.
57) En el trasfondo del pensamiento vicenciano, bulle la idea de «control», pero no un control policiaco, sino un control de orden, de seguridad, de cuidado, como un medio que el Superior debe tener para cumplir bien su misión. Sin embargo, el control no es la única idea que está en la base de los permisos. Están también otras: la seguridad de que se actúa bien, la tranquilidad de conciencia, el dar más mérito a lo que se hace, la edificación del prójimo y el orden en la vida comunitaria.
58) Se encuentra también la idea del «discernimiento». Ciertamente, san Vicente no se planteó explícitamente el tema de los permisos como medio del discernimiento tal como hoy se plantea, pero tampoco tal idea le fue totalmente ajena y extraña. La concesión del permiso debe hacerse según las Reglas, y la actitud del que lo pide debe ser de indiferencia total: Para que la Congregación progrese con más facilidad en esta virtud (obediencia) nos esforzaremos por que siempre esté viva en nosotros la saludable práctica de no pedir ni rehusar nada. Sin embargo, cuando alguien advierta que algo le es perjudicial o necesario, deliberará en presencia del Señor, si debe o no exponerlo al Superior. Procurará tener una actitud de indiferencia en cuanto a la respuesta que se le pueda dar, y con esa disposición expondrá el problema al Superior, en la seguridad de que la voluntad de Dios se le manifiesta a través de la voluntad del Superior. Una vez conocida ésta, quedará tranquilo (RC V, 4).
Diálogo y obediencia vicenciana
Todos se reunirán cada semana, en el día, hora y lugar señalados, para oír del Superior lo que éste tenga que decir. Si tuviesen algo que sugerirle, hágase en ese momento (RC V, 5).
59) ¿Fue extraño el diálogo a la obediencia vicenciana? No obstante la idea vertical de la autoridad, cuando el gobierno es evangélico, el respeto a la persona se manifiesta de muchas maneras. Se ha afirmado que las semillas de la democracia actual se encuentran en las reglas monacales y en las constituciones de los mendicantes. Aquellas semillas se desarrollaron posteriormente, cuando otras ideas sobre el hombre y lo sociedad abonaron el campo. Algo parecido se puede decir del diálogo, como medio para mandar bien y obedecer bien. El diálogo practicado tal como hoy lo exponen las Constituciones no existió en tiempos de san Vicente. Sin embargo, su modo de gobernar, el que se manifiesta en su correspondencia, da espacio y tiempo al interlocutor para mantener un diálogo familiar con el Superior.
60) El diálogo, tal como se concibe hoy, es mucho más amplio de contenido, más profundo en el modo y más exigente en la técnica. El artículo 97 § 2 de las Constituciones de la Congregación lo propone y al mismo tiempo avisa de que el diálogo no puede anular el poder de decidir de los superiores: Entablen, pues, el diálogo con los compañeros, quedando, no obstante, a salvo la autoridad de decidir y mandar lo que se ha de hacer».
Medios para obedecer bien
Por la obediencia, se ofrece a Dios la plena dedicación de la voluntad propia como sacrificio de sí mismos, y por él se unen con mayor constancia a la voluntad salvífica de Dios… se aportan las fuerzas de la naturaleza y gracia en la ejecución de los preceptos y cumplimiento de los oficios… que se les ha encomendado, sabiendo que prestan su colaboración a la edificación del Cuerpo de Cristo, según el designio de Dios (PC 14).
61) Se pueden enumerar varios medios para ser fieles a la obediencia prometida en la Congregación. Me limito a señalar dos actitudes que están en la base de todos los demás medios:
- la sincera y comprometida entrega al Señor,
- y la sincera y comprometida entrega a la comunidad.
Estas dos actitudes ponen al misionero en la posición correcta: lo sitúan en el ámbito de la fe y lo colocan en el espacio, libremente escogido para donar la propia existencia.
62) La importancia de esas dos actitudes estriba en que desde ellas se pueden plantear bien todas los problemas, que pueden surgir en el campo de la obediencia. Plantear bien la cuestión es el primer paso en todo planteamiento, sobre todo, cuando entran en juego las opiniones de las personas en torno a intereses comunes. Para comprender bien la obediencia y sus exigencias es absolutamente necesario plantearlas desde la fe, desde la consagración de la persona al Cristo obediente y desde un amor sincero y sin fisuras a la comunidad. Si se buscan medios concretos, las Reglas Comunes nos ofrecen una serie de ellos, todos muy prácticos y caseros (cf. RC V). En la conferencia del 19 de diciembre de 1659, la última de las dirigidas a los misioneros, trató de la obediencia, pero desafortunadamente no tuvo tiempo de exponer los medios para obedecer bien.
La obediencia, según san Vicente y la sensibilidad actual
63) La sensibilidad o cultura actual impulsan a poner el acento sobre algunos valores que no coinciden exactamente con la sensibilidad y la cultura que vivieron san Vicente y sus primeros seguidores. Hoy, nos planteamos cuestiones como el origen de la autoridad en las comunidades religiosas que, al menos y para algunos, ponen un interrogante al valor tradicional de la obediencia religiosa, como expresión indiscutible de la voluntad de Dios. La sensibilidad actual tiene miedo a aceptar que la obediencia sea «ciega», «obedecer como un cadáver», como «lima en manos del artesano», como el «cayado en manos del anciano», porque la experiencia histórica de este tipo de obediencia ha sido con frecuencia desastrosa. Igualmente, por los fallos objetivos y subjetivos detectados con evidencia, en la autoridad, hay cierta reticencia a aceptar sin crítica lo que los Superiores disponen como lo mejor. Y, sobre todo, por considerar la libertad de la persona como el valor absoluto y rechazar todo aquello que aún desde lejos se ve como limitación de la misma.
64) El sentido de comunidad, como realidad teológica, como comunidad de fe, de oración, eclesial, de apostolado, como algo de todos, ha inspirado la creación de nuevas estructuras de gobierno, ordinariamente más participativas, más democráticas, más comunicativas de experiencias. Estos nuevos valores exigen nuevas matizaciones en el modo de gobernar y en el modo de obedecer.
65) La experiencia enseña que muchos Superiores no fueron los mejores miembros de la comunidad, ni los que más la amaron y más dieron por ella. Poner en las manos de los Superiores, sin más, el presente y futuro de las personas y de las instituciones de la comunidad es arriesgado y, por tanto, obliga a ser muy cautos cuando se manda y cuando se obedece en cosas importantes.
66) La realidad de la comunidad, constituida por personas maduras, empeñadas, ante todo, en servir a Dios, exige que el Superior no sea un profesional de las obras, sino un guía espiritual de la comunidad, constituida por personas espirituales, consagradas y apostólicas.
67) Estas y otras cuestiones están abordadas en los documentos actuales del magisterio de la Iglesia, en las Constituciones y Estatutos, y en los autores espirituales. Tales aspectos, interesantes y necesarios para obedecer bien hoy, sin perjuicio de las personas y de las instituciones ¿anulan la doctrina que san Vicente enseñó sobre la obediencia? En general, hay que decir que no. Lo expuesto en cuanto al sentido de la obediencia, las motivaciones, la referencia a Cristo, colocar todo lo referente a la obediencia en el ámbito de la fe, de la disponibilidad, son pruebas más que suficientes para afirmar el valor actual de lo que san Vicente enseñó y practicó. Sin embargo, sin perjuicio de lo dicho, creo que es necesario hacer una lectura de la doctrina vicenciana sobre la obediencia, desde nuestra sensibilidad actual, si temor a limar lo que sea necesario y a poner de relieve lo que más convenga, a dejar a un lado lo que no sirve o sirve menos y realzar lo que resulte mejor.
La obediencia en las Constituciones
Deseando continuar la misión de Cristo, nos entregamos a evangelizar a los pobres en la Congregación… Para realizar esta vocación, abrazamos… la obediencia conforme a las Constituciones y Estatutos (C 28)
68) Las Constituciones ofrecen tres artículos sobre la obediencia. Recogen lo que es doctrina común, principalmente, la del magisterio de la Iglesia, desde la perspectiva vicenciana.
a) La fundamentación teológica (C 36)
- La centralidad de Cristo salvador: Siguiendo la acción salvadora de Cristo.
- La acción del Espíritu Santo como guía de nuestra obediencia: Y guiados por el Espíritu Santo…
- Se reconocen las limitaciones de la condición humana: Conscientes de que la condición humana es limitada.
- Reconocidos igualmente los diversos modos por los que Dios puede manifestar su voluntad, se saca la conclusión: Obedeceremos gustosos a la voluntad del Padre.
69) Dios manifiesta su voluntad de muchas maneras. Tenemos planteada una vez más la cuestión de las mediaciones de las que ya hicimos mención. El reconocimiento de la propia limitación es el presupuesto psicológico y teológico a la vez para aceptar la voluntad de Dios manifestada de la manera que sea. Toda persona es limitada y necesita ser ayudada para conocer el querer de Dios. El punto clave es el ejemplo de Cristo salvador, que aceptó la voluntad del Padre hasta la muerte y muerte de cruz. El ejemplo de Cristo nos mete de lleno en el misterio pascual. Se cuenta con la ayuda del Espíritu Santo que con su gracia ilumina y fortalece. No podemos olvidar que se trata de una obediencia consagrada a Dios y que se debe plantear siempre a nivel de gracia. La consecuencia es obedecer gustosamente, no sólo en el orden psicológico, sino en el orden de la gracia. El gozo de la obediencia debe ser un gozo sapiencial.
b) La obediencia, corresponsabilidad de todos (C 37 § 1).
- Se toma conciencia de que estamos dentro del misterio de Cristo, que obedecer es participar en el misterio de Cristo obediente: La participación en este misterio de Cristo obediente.
- La obediencia exige la corresponsabilidad comunitaria: Comunitaria- mente, busquemos la voluntad de Dios.
- Se ofrecen unos cauces: Comunicación de experiencias, diálogo abierto y responsable.
- La consecuencia será que de la concurrencia de las diversas edades, temperamentos, madurarán las tendencias, se irá coincidiendo en los pareceres y facilitará la decisión: En éste, (en el diálogo) concurren las diversas edades y temperamentos, de modo que a partir de él van madurando las tendencias coincidentes y surgen las que llevan a la toma de decisiones (C 37 § 1).
70) En el § 1 del art. 37 de las Constituciones, se pide que la obediencia sea fruto de un discernimiento entre todos, Superiores y demás miembros de la comunidad. Se toma conciencia de que se arranca de una participación del misterio de la obediencia de Cristo. Desde esta perspectiva, la obediencia asume el valor teológico propio de la obediencia cristiana, consagrada y vicenciana.
71) Buscar juntos la voluntad de Dios, para lo cual es necesario dialogar abierta y responsablemente, comunicar experiencias, etc. De la diversidad de pareceres, contrastados responsablemente, las diferencias temperamentales puestas en común ayudan a comprender mejor el objeto de la obediencia y facilitan tomar decisiones a los Superiores o los que, según las Constituciones y Estatutos, tienen la misión de tomarlas. No se trata de llegar al «consenso», lo que no es necesario para dar lugar a la obediencia. Se trata de una colaboración comunitaria que ayuda a obedecer y ayuda a decidir. Hay que hacer todo lo posible para que los Superiores manden bien y hay que hacer todo lo posible para que se pueda obedecer bien.
c) Calidad de la obediencia del Misionero
- Las Constituciones desean que la obediencia del misionero sea responsable y que se inspire en la doctrina de san Vicente: Los miembros de la Congregación, con espíritu de corresponsabilidad y recordando las palabras de san Vicente…
- Que sea una obediencia pronta, alegre, perseverante. Pondrán empeño según sus fuerzas, en obedecer a los Superiores con prontitud, alegría y perseverancia.
- Que sea una obediencia iluminada por la fe, superando el propio parecer. Se esforzarán por secundar las decisiones de la Superiores a la luz de la fe, por más que estimen que el propio parecer es mejor (C 37 § 2).
72) En el § 2 del artículo 37 se pide que la obediencia sea una obediencia cualificada, humana y espiritualmente. Debe ser fruto de la generosidad, de la corresponsabilidad. Debe ser una obediencia alegre y pronta, desprendida. Debe ser ante todo una obediencia en la fe y sin discusiones. Se recuerda que, a la luz de la fe, se deben estimar las decisiones de los Superiores más que el propio parecer. No es cuestión de enfrentar opiniones contra opiniones, no es tampoco cuestión de defender lo propio como mejor. Nunca se obedecen proposiciones, lo que se acepta por obediencia es la voluntad de Dios, manifestada por mediaciones falibles y limitadas. Se exceptúan los casos de conciencia que hay que dilucidar mediante un serio discernimiento.






