Dios se complace algunas veces de sacar de un estado obscuro a los hombres que destina para cosas grandes, de lo cual es una prueba san Vicente de Paul, Fundador de la Congregación de Clérigos Misioneros. Nació en Poui o Poi, aldea de la diócesis de Acqs , el 24 de abril de 1576 : sus padres Guillermo de Paul, y Bertrán de Morras , eran de un estado mediano, y Vivian a costa de su trabajo. Empleáronle en su juventud en guardar un pequeño rebaño, que era la mejor parte de lo que poseían ; pero se conocieron en este muchacho felices disposiciones para el estudio , un espíritu vivo , ideas superiores a su edad y estado, mucha penetración , y grande inclinación a la virtud. Su padre le puso a pupilo con los religiosos Franciscos de Acqs, en donde hizo sus primeros estudios; de allí paso a Tolosa, donde se graduó, y habiendo llegado al sacerdocio, una señora virtuosa que le conocía, le dejo al morir una cantidad de dinero que tenía en Marsella. Con este recurso considerable para él en la medianía de su fortuna, paso a esta ciudad a recoger su legado; y después de haberlo recibido se embarco para volverse por mar a Languedoc; pero el bastimento en que iba fue apresado por los corsarios berberiscos, y conducido a Túnez, en donde fue esclavo sucesivamente de tres señores, y el último renegado, a XVII. quien convirtió, y tuvieron la dicha de salvarse ambos en un esquife, y abordar a Aguas-muertas en 1607.
Á poco tiempo después pasó Vicente de Paul a Paris, donde se puso bajo la dirección de Berulle, quien le colocó en casa de Manuel de Gondi, conde de Toigni, general de las galeras. Este señor le encargó la educación de sus hijos, persuadido a que no podía confiarlos a otro más capaz de formarlos a un mismo tiempo en las ciencias y en la virtud. Le respetaron y estimaron en esta casa más de lo que él creía merecer. La condesa de Toigni, que era una señora virtuosa, mucho tiempo había que deseaba en Francia una sociedad de eclesiásticos, cuyo objeto fuese hacer misiones en las parroquias del campo, en que se abandonan muchas veces los habitantes a los mayores desórdenes por falta de instrucción. Habló muchas veces a Francisco de Gondi su cuñado, y arzobispo primado de Paris, del asunto; y este prelado , que favorecía todos los establecimientos, de donde preveía que la Iglesia podía sacar algún fruto , conoció la utilidad de este proyecto , y de acuerdo con su cuñada puso los ojos v en Vicente de Paul, por haberles parecido tanto más propio para llevar adelante y perfeccionar esta empresa, cuanto ya había gobernado dos parroquias del campo, y en poco tiempo mudado sus costumbres con la vigilancia de su celo y sus exhortaciones patéticas. Entregose todo entero a la ejecución de este buen designio, porque en él veía la gloria de Dios, y la salvación de las almas, que habían sido siempre los dos grandes objetos en que puso todas sus miras. El seminario de san Fermín en la calle de san Víctor se le dio en 1626 para establecerse en él con algunos eclesiásticos que él se había asociado, y esta casa fue la cuna de la nueva congregación, porque la de san Lázaro que después fue la principal, no se le concedió sino algunos años después. Habiéndose aumentado en poco tiempo la sociedad formada por Vicente de Paul, Urbano VII la erigió en Congregación, y permitió al piadoso fundador que formase constituciones para el gobierno de todo el cuerpo, y dirección de los particulares que entren en ella. Esta nueva sociedad se extendió rápidamente así en Francia como en los países extranjeros, y desde su origen no ha cesado de producir infinitos bienes a la Siglo Iglesia. XVII.
El santo fundador vio los progresos de su establecimiento, y la bendición que el cielo esparcía sobre los trabajos de sus discípulos. Vivió al pie de ochenta y cinco años, y en todo el curso de esta larga vida la consideración qué se había adquirido fue siempre la misma. No se hizo cosa importante en la Iglesia, ni tampoco en el estado, en que él no hubiese tenido parte. Por espacio de diez años fue uno de los principales miembros del consejo de conciencia, bajo la regencia de Ana de Austria, madre de Luis XIV., y honrado y estimado con la confianza de este príncipe. Todos los hombres respetables de su tiempo estaban íntimamente estrechados con él, y no emprendían cosa alguna importante que no le consultasen; y se puede asegurar, que en el grande número de establecimientos útiles a la religión y humanidad, que tuvieron principio en el siglo XVII, no hay uno que no le deba alguna cosa. Esto es suficiente para responder a los que por motivos que no queremos examinar, se han esforzado a representarle como de un talento limitado, y un hombre más devoto que ilustrado, que puso en su conducta y miras mas celo que luz. Aquel a quien las personas de mayor elevación y Virtud han honrado con su estimación, a quien han consultado con una total confianza en sus buenas obras, y en los negocios de su conciencia, de quien recibieron siempre consejos prudentes y desinteresados, y depositaron en su corazón los secretos más importantes, no pudo dejar de ser un hombre de un entendimiento sólido, y de una prudencia consumada. Tal fue Vicente de Paul, y todas las circunstancias de su vida le presentan con los colores con que aquí le pintamos. Murió el 27 de septiembre de 1660, y Benedicto XIII le puso en el número de los bienaventurados el 13 de agosto de 1729, y Clemente XII en el de los santos a 16 de junio de 1737.
La congregación de las mujeres hospitalarias, nombradas las Hermanas Grisas o Pardas, debe también su origen a san Vicente de Paul. Luisa de Marillac, viuda del señor de Gras, secretario del despacho de la reina María de Médicis, fue la digna cooperadora que Dios le dio en este piadoso establecimiento. Era sobrina de Miguel de Marillac, guarda-sellos, y de Luis de Marillac, mariscal XVII de Francia, que fue sacrificado a la venganza del cardenal de Richelieu en 1632. Habiendo quedado viuda en la edad de treinta y cuatro años, y rica, se dedico totalmente a las obras de piedad. S. Vicente de Paul, que era su director, había establecido algunas sociedades de señoras caritativas, para alivio de pobres y enfermos, y estas señoras tenían a su mando mujeres de clase inferior que las ayudaban en las obras penosas. S. Vicente concibió la idea de reunir estas buenas mujeres en comunidad, y de hacerlas instruir en todo lo que pide el estado de hospitalarias, y les dio por superiora a Madama le Gras. Esta virtuosa viuda, considerando el gran bien que resultaría de un establecimiento como éste, se encargo voluntaria de concurrir a él con su cuidado y beneficios. Bendijo Dios esta útil empresa de un modo tan visible, que en poco tiempo las mujeres que acababan de consagrarse al servicio de los pobres, bajo las ordenes de Madama le Gras, llegaron a un número bastante crecido para poder encargarse de diferentes hospitales en muchas ciudades del reino. Madama le Gras las había juntado desde el principio consigo en una casa que había comprado para esto en la aldea de la Capilla, junto al camino de París a san Dionisio. En 1641 las transfirió a otra casa y mas cómoda, que adquirió en el arrabal, frente de la de san Lázaro, y de allí se extendieron a casi todas las ciudades del reino, y hasta los países extranjeros, en donde mantienen con su modestia, su sencillez, su dulzura, y su celo por el servicio de los pobres, la estima que han tenido desde que comenzaron a ser conocidas: no hacen sino dos votos simples, y los renuevan todos los años. Madama le Gras murió en opinión de santidad en marzo de 1662 de edad de setenta y un años.