«En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: poseían todo en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la Resurrección del Señor con mucha eficacia; todos ellos eran bien mirados porque entre ellos ninguno pasaba necesidad, ya que los que poseían tierras o casas las vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según las necesidades de cada uno». (Hch 4,33-35).
La pobreza-comunión es otro de los aspectos importantes de la pobreza evangélica. La fraternidad exige la pobreza-comunión: ¿Cómo puede darse verdadera fraternidad, ser ésta creíble, convincente, sin la comunicación de bienes? ¿Cómo puede conservarse la fraternidad, madurar, progresar sin la mutua donación de lo que uno es, posee y adquiere? ¿Cómo la pobreza puede ser evangélica si no conduce al amor mutuo?
1. «Entre nosotros, todas las cosas serán comunes».
San Vicente fundamenta la pobreza de la Congregación en la pobreza de Jesús, en la pobreza de la comunidad apostólica y en la de la comunidad de los primeros cristianos. En las Reglas Comunes establece una serie de normas encaminadas a que la comunidad de bienes sea visible y viable. Insiste en un aspecto importante de la pobreza: en la dependencia del Superior. (RC III 3-9).
«Hemos de saber que entre nosotros, en la Congregación, todas las cosas serán comunes, a ejemplo de los primeros cristianos. El Superior las distribuirá a cada uno según sus necesidades, cosas tales como la comida, el vestido, los libros, los muebles, etc. Y para que nada se haga contra la pobreza que hemos adoptado, ninguno dispondrá de los bienes de la Congregación o dará nada de ellos sin permiso del Superior». (RC III 3).
2. «Para ayudarnos mutuamente».
La comunidad de bienes en la Congregación intenta explícitamente, como se dice en el texto, la mutua ayuda fraterna. Pablo VI nos ofrece unas buenas consideraciones:
«La necesidad, tan categóricamente afirmada hoy, de compartir fraternalmente lo que se tiene, debe conservar su valor evangélico. Según la expresión de la Didaché, «si dividís entre vosotros los bienes eternos, con mayor razón debéis dividir los bienes que perecen». La pobreza, vivida en verdad, poniendo en común los bienes, aun el salario, será un signo testimonial de la comunión espiritual que os une. Será una interpelación viva a todos los ricos y será también ayuda a vuestros hermanos y hermanas que padecen necesidad. El deseo legítimo de practicar una responsabilidad personal no se manifiesta tanto en el goce de los propios bienes como participando fraternalmente en la consecución del bien común». (ET 21).
3. «Nos enriqueció con su pobreza».
La pobreza de Cristo encierra en sí misma una infinita riqueza: «Siendo rico se hizo pobre para enriquecernos» dice el Apóstol (2 Cor 8,93). La pobreza-comunión también enriquece a los hermanos porque está vivificada por la pobreza de Cristo.
«Es verdad, dice Juan Pablo II en la Exhortación Redemptionis Donum, que «por su pobreza somos ricos». Es el maestro y portavoz de la pobreza quien enriquece. Precisamente por esto dice al joven en los Evangelios sinópticos: «Vende cuanto tienes… dalo… y tendrás un tesoro en los cielos». Se da en estas palabras una llamada para enriquecer a los demás a través de la propia pobreza; pero en el interior de esta llamada está escondido el testimonio de la infinita riqueza de Dios que, transferida al alma humana mediante el misterio de la gracia, crea en el mismo hombre, precisamente a través de la pobreza, un manantial para enriquecer a los demás no comparable con cualquier otra clase de bienes materiales: un manantial para enriquecer a los demás a semejanza de Dios mismo. Esta dádiva se da en el ámbito del misterio de Cristo `que nos ha hecho ricos con su pobreza». (RD 12).
- ¿Soy fiel en cumplir lo que se ha determinado en la Provincia o quizás en la comunidad local para que no haya fallo alguno en la comunicación de los bienes?
- ¿Me atengo solamente al mínimo establecido?
- ¿Cuál es mi participación en la comunión de los demás bienes que Dios me ha concedido, espirituales, naturales, ?
Oración:
«Dios Padre todopoderoso, todo lo que soy y tengo me lo habéis concedido por pura bondad. Haced que no guarde y goce egoísticamente estos bienes que me habéis dado, sino que los comparta generosamente con mis hermanos y con los pobres. Haced, Padre de bondad, que la práctica de la pobreza esté motivada también por el amor a mis compañeros, con quienes me une el empeño de vivir evangélicamente. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén».