Cómo actualizar y potenciar nuestra Asociación

Francisco Javier Fernández ChentoAsociación Internacional de CaridadesLeave a Comment

CRÉDITOS
Autor: José Luis Cortázar, C.M. · Año publicación original: 1987.
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Introducción

Lo que se intenta con esta ponencia es:

  • Tomar conciencia de la necesidad que tiene la Asociación de actualizarse y potenciarse.
  • Buscar entre todos, los aspectos de la Asociación que nece­sitan una actualización más urgente y determinar los me­dios para conseguirla.

Mi cometido es exponer algunos principios doctrinales de re­novación o actualización a la luz del Concilio Vaticano II, señalar algunos puntos que piden una pronta renovación y sugerir algunos medios para potenciar la Asociación.

No puedo ofrecer la fórmula mágica para actualizarla y poten­ciarla, porque no la tengo. Intentaremos buscarla entre todos.

La acción caritativa es parte esencial de la pastoral de la Iglesia

Triple acción de la Iglesia:

  • catequética — anuncia la fe — (Kerigma)
  • litúrgica — la celebra — (Koinonía)
  • caritativa — servicio — (Diaconía)

Las tres acciones deben ir juntas y son complementarias.

Las obras de caridad que se ejercen reflejan más bien com­promisos personales o de grupos que de la comunidad eclesial.

«La Iglesia reivindica para sí las obras de caridad como deber y derecho propio que no puede enajenar. Estas obras son conside­radas por la Iglesia con singular honor» (A. A., 8).

Tres documentos conciliares que impulsan el cambio

a) La renovación se está haciendo desde una Iglesia con exce­siva marca clerical, piramidal, a una Iglesia, pueblo de Dios, con diversidad de ministerios (L. G.).

b) Desde una Iglesia ajena al mundo a una Iglesia inmersa en el mundo. «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angus­tias de los discípulos de Cristo» (G. S.).

c) Desde una Iglesia con plena conciencia del laico y no me­nor de edad o masa (A. A.).

Circunstancias que condicionan el cambio

Nos encontramos en un mundo desacralizado, con todo lo que implica el fenómeno de la secularización y de la justa autonomía de las realidades temporales. En un mundo descristianizado, en el que existe divorcio entre fe y vida, el cristianismo cultural, la falta de evangelización y de iniciación cristiana, la fe infantil que no puede ser respuesta a ciertos problemas importantes de la vida, los sacramentos como ritos sociales, etc. En un mundo en crisis de fe, porque no se dan, o escasamente, los signos de la fe, como son: el amor, la unidad y la misión.

Exigencia de buscar nuevas formas de apostolado y de renovar las existentes

Ante estas circunstancias y ante la crisis fuerte por la que atra­viesa el apostolado seglar organizado, se ha notado un esfuerzo laudable en los últimos años por buscar nuevas formas de aposto­lado, v. gr., comunidades de base con diversos matices, grupos neocatecumenales y carismáticos, etc., y por renovar las existentes si queremos que perduren.

Directrices marcadas por el Concilio

Dada la gran variedad de asociaciones existentes, el Concilio recomienda se tenga en cuenta las siguientes directrices:

a) Dar preferencia a las Asociaciones que favorecen y alien­tan la unidad más íntima entre la vida práctica y la fe de sus miembros (A. A. 19).

b) Las Asociaciones deben fomentar «los auténticos valores humanos, sobre todo la convivencia, la colaboración y el diálogo.

c) Y desde el principio de la formación de sus miembros se debe «ver, juzgar y actuar a la luz de la fe, formarse y perfeccio­narse por la acción con los demás y entrar así en el servicio activo de la Iglesia».

d) De esta forma «el seglar se incorpora a la realidad del or­den temporal y al mismo tiempo como miembro y testigo de la Iglesia, hace a ésta presente y actuante en el seno de las realidades temporales» (A. A. 29).

Organizamo de coordinación

El Concilio ordena, en cuanto sea posible, la creación de orga­nismos pastorales de coordinación en la diócesis. «Estos consejos podrían servir para la mutua coordinación de las diversas Asocia­ciones y obras seglares, respetando siempre la índole propia y la autonomía de cada una» (A. A. 26).

El Concilio quiere coordinación, pero no absorción.

Funciones del sacerdote-consiliario, de la religiosa y del seglar

En la nueva visión de la Iglesia como pueblo de Dios y con diversidad de ministerios, el decreto sobre el apostolado seglar, número 25, determina las funciones propias del sacerdote, de la re­ligiosa y del seglar.

Función del sacerdote

  • representar a la jerarquía en su acción pastoral;
  • fomentar las debidas relaciones de los seglares con la jerar­quía, adhiriéndose siempre, con toda fidelidad, al espíritu y a la doctrina de la Iglesia;
  • alimentar la vida espiritual y el sentido apostólico de las Asociaciones;
  • asistir a la labor apostólica de los seglares y estimular sus iniciativas.

Función de la religiosa

«Los religiosos, hermanos o hermanas, aprecien las obras apos­tólicas de los seglares; entréguense gustosamente, según el espíritu y las normas de su instituto, a favorecer las obras de los seglares; procuren sostener, ayudar y completar los ministerios sacerdotales.»

Función del seglar

A los seglares compete la dirección y responsabilidad inmediata de las Asociaciones.

Aplicación a nuestra Asociación

En conformidad con la doctrina anteriormente expuesta, se ha cambiado:

a) El nombre de la Asociación y de sus asociadas. No es conveniente utilizar el nombre de «Damas». Hoy se denominan «Voluntarias» de la A.C.S.V.P.

b) La palabra de Director por Consiliario.

c) Se ha confiado la dirección y responsabilidad a los seglares.

d) Se ha coordinado a nivel nacional con Cáritas.

Campos de la Asociación que necesitan una actualización urgente

Una Asociación como la nuestra, que lleva más de 370 años de existencia, necesita actualizarse en muchos aspectos. Creo que se ha conseguido algo, pero se quiere lograr mucho más.

Los Congresos mundiales y las Asambleas nacionales que se celebran periódicamente, como ésta, intentan renovar la Asocia­ción, siendo fieles al espíritu del fundador y a los «signos de los tiempos». Conviene «resituarse» en la Iglesia y en el mundo de hoy y salir de los «senderos trillados».

Voy a señalar tres campos que, en mi opinión, necesitan una rápida y urgente renovación:

a) La Asociación local:

Crear sentido de comunidad, de trabajo «en equipo». No es su­ficiente hacer caridad; hay que vivir en Caridad. Cada Asociación, en sus distintos niveles (local, diocesano, regional, nacional e in­ternacional), ha de procurar vivir la triple acción eclesial de la ca­tequesis, de la liturgia y del servicio caritativo. Trabajemos por conseguir que cada una de nuestras asociaciones locales sea una auténtica comunidad de fe.

b) El ejercicio de la caridad:

Hoy tiene que ser necesariamente distinto del tiempo de san Vicente, e incluso de hace unos lustros.

Nuestra peculiar situación social, política y eclesial exige que la Asociación despliegue su actividad en una triple dimensión: asis­tencial, promocional y profética o de denuncia social. No se trata de actividades diversas y desconectadas entre sí, sino que han de ser aspectos de una única misión.

Es deber de las organizaciones de Caridad en la Iglesia aliviar la miseria humana y reformar la sociedad.

El ejercicio de la caridad debe tener estas tres dimensiones:

  • individual: si veo que una persona sufre o carece de lo más elemental, debo trabajar personalmente por remediar este sufrimiento o privación;
  • colectiva: todo sufrimiento o privación tiene relación con otras personas u organismos. Nunca está aislado. Por eso conviene trabajar «en equipo» para tomar conciencia y buscar soluciones;
  • política: los sufrimientos individuales o colectivos tienen sus causas. Hay que descubrir estas causas y actuar sobre las estructuras, los mecanismos, los sistemas que engendran los sufrimientos, las injusticias y las diversas formas de pobre­za. Esto hay que hacerlo desde la fe, con conocimiento de causa y con prudencia y audacia.

En el campo de la asistencia caritativa, san Vicente fue un in­novador valiente, muy por delante de su tiempo. ¿Seguimos nos­otros su ejemplo?

No se trata de ser agresivo, sino de ser voz de los que no tie­nen voz y estar firmemente del lado de los pobres, en medio de un mundo que los olvida demasiado fácilmente.

La Caridad no debe ser anestesia para apaciguar conciencias, sino aguijón que estimula constantemente a la acción.

En la película «Mr. Vincent» está muy bien expresada esta idea en la increpación del canciller Séguier al señor Vicente: «En otro tiempo, la caridad no era más que una virtud… era perfecta: hacía derramar unas cuantas lágrimas y arrojar unos mendrugos de pan. Usted ha visto en ella mucho más. Usted ha removido cielo y tie­rra en favor del pobre y también ha conseguido colgar la caridad en los brazos del gobierno.

También antes de usted, señor, había pobres, pero no impe­dían dormir a las personas honradas. Ahora esto no es posible; hay pobres por todas partes. Se creería que usted los inventa.»

«Lo que impide a los buenos cristianos dormir tranquilamente es poner, como san Vicente, o mejor, volver a poner continuamen­te la caridad como centro del dogma y de la vida cristiana» (Do-din).

c) Las reuniones reglamentarias:

Deben ser frecuentes y tender a la formación completa de sus miembros para un apostolado mejor.

El Concilio recomienda para la formación el método de «ver, juzgar y actuar» a la luz de la fe. Es muy eficaz también la forma­ción mediante la acción.

Recomiendo el artículo del P. Gielen, C.M., consejero adjunto de la A.I.C., que trata de la «animación religiosa de las reunio­nes», publicado en el boletín de «Justicia y Caridad» de abril-junio 1979, número 213. Expone que todos deben participar en esta animación religiosa y que nadie la debe monopolizar. Sin embar­go, es conveniente que haya algunos encargados de manera espe­cial para este menester y preparados en la técnica de animación. Esto es muy importante en estos años en los que es difícil encon­trar un sacerdote-consiliario.

«Cuando un pobre ayuda a otro pobre, el buen Dios sonríe», dice un proverbio. Aunque seamos pobres en la fe podemos ayu­dar a otros.

Es un hecho que el Evangelio nos interesa más desde el mo­mento en que nos atrevemos a hablar de él.

Medios para potenciar la Asociación

Hay varios. Entre todos buscaremos los más oportunos. Yo sugiero los siguientes:

a) Colaboración de los Padres Paúles y de las Hijas de la Ca­ridad:

En 1617 funda san Vicente la Asociación. Es su «primogénita», la primera de toda esa serie de fundaciones a las que dio vida su genio organizador.

El Superior general, como sucesor de san Vicente, es el Consi­liario Internacional de la A.I.C. (Asociación Internacional de Ca­ridad).

Un Padre de la C.M. es propuesto y delegado por él como consejero adjunto de dicho organismo.

En la Asamblea General C.M. de 1974 se pidió con insistencia a las Provincias que se interesen por los movimientos apostólicos vicencianos que, por distintos títulos, tienen derecho a recibir de nosotros ayuda y animación.

Las Hijas de la Caridad actuaron como Auxiliares de las «Ca­ridades» en los primeros años de la existencia de la Compañía.

En los últimos años se ha notado que varios padres y herma­nas han dejado de prestar ayuda a la Asociación por causas diver­sas. Una de ellas es la falta de actualización y han preferido traba­jar en otros movimientos apostólicos. Creo que debemos pregun­tarnos si el desinterés que hemos mostrado no es, al menos en parte, una de las causas de su relativa inadaptación y de su falta de dinamismo.

¿Qué hemos hecho y qué hacemos para ayudar a la Asociación a regenerarse y renovarse constantemente?

En el momento actual la Asociación de Caridad realiza en mu­chos países y en el plano internacional un notable esfuerzo por adaptarse a las necesidades del tiempo presente.

El hecho de tener el mismo fundador y el mismo espíritu debe ser motivo de una mutua colaboración.

b) Integración en la pastoral de conjunto:

La Asociación es, ante todo, obra de la Iglesia. De acuerdo con el espíritu de san Vicente, ha de procurar insertarse en la pas­toral de conjunto en las diócesis donde esté establecida, pero sin perder su naturaleza, finalidad y espíritu.

c) Conseguir seglares responsables, que estén dispuestos a aceptar el cargo en la Asociación. Dar nuestro tiempo es más im­portante que dar nuestro dinero. También interesa conseguir consi­liarios y en concreto Hijas de la Caridad.

d) Los cursillos, las convivencias, el retiro mensual, el boletín «Justicia y Caridad» son medios en la Asociación que ayudan a formar los miembros y a potenciarla.

e) Reclutamiento de jóvenes:

Debemos preguntarnos por q ingresan tan pocos jóvenes en la Asociación, pues el problema es complejo, grave y urgente.

La juventud se da cuenta que ha cambiado mucho el modo de ejercer la caridad y pide que la Asociación se renueve en el «ser y en el hacer». ¿Les mostramos una imagen renovada de la Asocia­ción?

Es preciso también escuchar a la juventud y confiar en ella, porque sus ideas y sugerencias pueden ser útiles para la renovación.

En los primitivos reglamentos de Caridad, v. gr., en el de san Nicolás, se prescribe que «harán» todo lo posible por dejar a algu­na en su lugar, antes de morir. Y en el del Hotel-Dieu se explicita más la obligación de cuidar el ingreso de nuevas socias: «A fin de que plazca a Dios perpetuar la Compañía, las Damas dispondrán durante su vida a alguna de sus familiares o a otra que tenga las cualidades requeridas para seducirla en el ejercicio de las obras de misericordia y cuando las dignatarias la hayan aprobado, la pre­sentarán a la asamblea general.»

f) Fidelidad a las directrices prescritas por el Concilio en el ejercicio de la Caridad (A. A. 8).

  1. Ver en el prójimo la imagen del Señor a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado.
  2. Respetar con máxima delicadeza la libertad y la dignidad de la persona que recibe el auxilio.
  3. No manchar nuestra acción caritativa en su pureza de in­tención (sencillez) con ningún interés de utilidad propia ni con el deseo de dominar (humildad).
  4. Cumplir antes las exigencias de la justicia para que no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia.
  5. Suprimir las causas y no sólo los efectos de los males.
  6. Organizar los auxilios de tal forma que quienes los reciben se vayan liberando progresivamente de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos.
  7. Cooperar con otras obras de Caridad y de asistencia so­cial, sean privadas o públicas, e incluso internacionales, «con hombres de buena voluntad».

Conclusión

La actualización y potenciación de la Asociación es obra de todos sus miembros y debemos hacerla constantemente a la luz del Evangelio, de la doctrina de la Iglesia y de san Vicente de Paúl.

Puntos para el trabajo por grupos

Lo que se intenta en este tema es:

  • Tomar conciencia de la necesidad que tiene la Asocia­ción de actualizarse y potenciarse.
  • Buscar entre todos, los puntos concretos de la Asocia­ción que necesitan una actualización más urgente y determi­nar los medios para conseguirla.

1.° Principios doctrinales que deben impulsar el cambio:

a) Partir de un modelo de Iglesia como comunidad de creyentes en la que debe haber unidad de misión y diversi­dad de ministerios (L.G.).

b) La Iglesia no es ajena a los problemas del mundo (G.S.).

c) El laico en la Iglesia debe tener un puesto propio e in­sustituible y ser considerado como mayor de edad (A.A.).

2.° Campos que necesitan una mayor renovación:

a) La Asociación local: Conviene crear ante todo una comunidad cristiana en la que se practiquen las tres accio­nes eclesiales: la catequética, la litúrgica y la caritativa. Las tres son necesarias y complementarias. Nuestra Asociación se distingue por el ejercicio de la caridad y todo debe ir orientado a este fin.

Ni caridad sin fe ni fe sin caridad.

No es suficiente «hacer caridad». «Hay que vivir en caridad».

b) El ejercicio de la caridad debe comprender estos tres aspectos:

  • asistencial,
  • promocional,
  • cambio de estructuras injustas.

Las tres son necesarias. No se oponen, sino que se com­plementan.

c) Formación de dirigentes: Necesitamos miembros bien formados con capacidad de asumir responsabilidades. Para esto es imprescindible que haya reuniones frecuentes y bien preparadas. En toda reunión debe haber una parte informati­va y otra formativa. La formación se consigue también me­diante la acción.

d) Colaboración entre los distintos miembros de la Igle­sia, Pueblo de Dios, y en particular entre los de la familia vi­cenciana: PP. Paúles, Hijas de la Caridad, Voluntarias y J.M.V. Todos nos necesitamos y complementamos.

e) Integración en la pastoral diocesana y parroquial sin perder la identidad. COLABORACION, SI. ABSORCION, NO.

Preguntas para la reflexión personal o comunitaria

  1. ¿Crees que la Asociación responde a las necesi­dades actuales de la Iglesia y de la sociedad?
  2. ¿Qué aspectos de la Asociación necesitan reno­varse con más urgencia?
  3. ¿Existe colaboración entre los PP. Paules, las Hi­jas de la Caridad, las Voluntarias y J.M.V.?
  4. ¿Cómo presentar hoy la Asociación a la juventud para que forme parte de este Voluntariado vicen­ciano?
  5. ¿Qué medios sugieres para una auténtica renova­ción?

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