La Navidad o Natividad o Nacimiento del Señor es tan importante para nosotros, que nos pasamos todo el final de año (Adviento) preparándonos para celebrarla lo mejor posible, cristiana, humana y comercialmente. O, quizás para bastantes, comercial, humana y cristianamente, según donde se pongan el acento. Tanto influye la Navidad, que, por ejemplo, pensamos y actuamos como si el Adviento, tiempo litúrgico en el que estamos, fuera sólo un tiempo de preparación para la Navidad. Y aunque la Navidad ya fue y pasó, seguimos pensando igual. Y seguimos pensando igual, aunque sabemos que está pendiente la segunda venida del Señor, que, sí debiera preocuparnos, pero que por ser al final de los tiempos, no parece quitarnos el sueño.
Seguimos pensando igual, es decir, en celebrar una buena Navidad, aunque hoy en día, son millones los nacimientos, que, como el de Jesús, se hacen en condiciones infrahumanas o no se hacen (por el aborto). Y son millones las personas, familias y pueblos, que necesitan de Jesús para ser felices y salvarse, pero que ni saben si existe, y, lo que es peor, los que sí sabemos y celebramos su Navidad no hacemos gran cosa para que nazca y crezca en ellos (por las misiones). Es por estas cosas -y por otras muchas-, que me gusta el Adviento que nos presenta el evangelista Marcos (Mc 1, 1-8), que habrá de guiarnos en las lecturas dominicales del año 2012.
Me gusta cómo Marcos plantea el Adviento porque, dando por supuesta la Navidad, nos lleva al encuentro con un Jesús ya adulto, presente en el Jordán, de quien el gran profeta Juan el Bautista no se considera digno ni de descalzarle las sandalias. A un Jesús, que está por iniciar una misión, que ha de necesitar seguidores, gente que se enrole a su servicio. No habla de prepararse para celebrar un nacimiento que ya fue sino de comprometerse con Él y de vivir de su bautizo, pues Él bautizará con el Espíritu Santo. Citando a Isaías (40, 3-4) nos dice que el Precursor Juan el Bautista ha sido enviado a preparar el camino de y hacia Jesucristo, allanando baches y montículos, en su modo figurado de hablar. Es lo que también tenemos que hacer nosotros para ir y llevar a otros al encuentro con Jesús.
Para Marcos el Adviento es sólo el comienzo de una Gran Buena Noticia, que él llama Evangelio, y que tiene que ver con Jesucristo, que es Hijo de Dios. Ir convenciendo de esto a los lectores hasta que lleguen a proclamar que realmente ese hombre Jesús es Hijo de Dios, es lo que Marcos se propone con su evangelio, que es el más corto. Pero que es el que más necesitamos leer en este tiempo de Adviento, para que cuando llegue la Navidad podamos exclamar: realmente este niño es Hijo de Dios. Entonces empezaremos a cambiar de verdad según Jesucristo y ayudaremos a cambiar nuestro entorno. Prendamos cada semana la Corona de Adviento, vayamos armando el belén y el pino de Navidad, aprendamos villancicos y hagamos las posadas, etc., todo lo que quieran, pero, ante todo, leamos y meditemos el evangelio de Marcos.