Queridos amigos
En esta noche ¡JESUCRISTO RESUCITO…! Muchos de nosotros le hemos acompañado en Vigilia Pascual, en vigilante espera, hasta que de repente se hizo la luz y todo fue alegría, canto, palmas, abrazos… ¡ALELUYA!, es la palabra que más hemos repetido. En hebreo quiere decir ¡Alaben a Yavé!, y es como un grito de triunfo: ¡Gloria¡ ¡Viva!, ¡Hurra! Llenos de alegría le hemos felicitado a Jesús por su gran triunfo, y nos hemos felicitado entre nosotros, porque su triunfo es el nuestro.Jesús resucitó y nosotros hemos de resucitar con El. Quien cree en Mí no ha de morir para siempre, dice el Señor (Jn 11,26) El suceso y la noticia son tan grandes e impresionantes, que nos cuesta creerlos, pero ahí están, como hecho histórico comprobable y comprobado. Esa noche del 14 de Abril del año 30, Jesús (se) resucitó. Ahí están como testigos el sepulcro vacío (con el sudario (¿la sábana de Turín?) bien enrollada, como observa Juan (20,7), señal de que no hubo prisas ni apuros al dejar el sepulcro. Y ahí están la confesión implícita de los soldados ante lo sucedido (Mt 28,4) y las apariciones de Jesús a tantas personas (1 Cor 15, 5-8) y de tan diferentes formas. Y el relato de los cuatro evangelistas, que ponen el núcleo principal y culminante de sus evangelios en la historia de la muerte y resurrección del Señor.
Nos hará bien comprobarlo leyendo los últimos capítulos de Mt (cc 26,27 y 28); o/y de Mc (cc. 14, 15 y 16); o/y de Lc (cc. 22,23 y 24); o/y de Jn (17,18,19,20 y 21), así como la predicación okerigma de los apóstoles en los Hechos de los Apóstoles (He 2,14-35; He 3,12-25; He 10,34- 43…). Es también la fuente y la culminación de todas las actividades de la Iglesia, empezando por su liturgia. Todo -tiempo, espacio, acciones litúrgicas sacramentales y oracionales, teología, fe y vida cristiana, apostolado, espiritualidad…, todo nace, gira y culmina en el misterio de la Pascua del Señor: en su paso de la muerte a la vida, en su Resurrección.
Para nosotros, la Resurrección del Señor es ciertamente lo que da sentido y validez a nuestra fe -seríamos los hombres más infelices si Cristo no hubiese resucitado, dice S.Pablo (1 Cor 15, 19). Pero es también lo que anima y empuja nuestro empeño por anticipar a aquí abajo y ahora, la felicidad (paz, bienestar, libertad, amor…), que esperamos en el más allá. Jesús Resucitado nos convoca a ser testigos de su resurrección en la historia y agentes de cambio por un mundo nuevo, el que inició el Señor, al hacer nuevas todas las cosas con su vida nueva de resucitado. Lo lograremos en la medida en que sacrificada y esperanzadamente nos empeños en vivir como cristianos, recordando, como nos enseña Jesús, que no hay resurrección sin muerte ni victoria sin sacrificio y lucha. Esto vale muy especialmente para nuestro querido Perú: ¡Resucitó!